Gracias por su respuesta.
Lo cierto es que comencé a interesarme en estos temas cuando sentí debilitarse mi fe. Busqué reforzarla por todos los medios a mi alcance, pero al final esta desapareció y llegué a tener unas creencias que son posiblemente ajenas a ese cristianismo que profesaba cuando empecé a indagar.
Por otro lado, como ya indiqué, el tema no entra, en principio, a debatir si Jesús es o no Dios (aunque en realidad fue escrito con la intención más o menos encubierta de demostrar la segunda postura, posiblemente menos que más), la discusión se centra únicamente en comprobar si la palabra originalmente usada en 1 Timoteo 3:16 es “Dios” o “quien”. Los mejores argumentos están a favor de la segunda opción, y la mayor parte de las traducciones han terminado por aceptar el hecho de que es así. Es obvio, como hacen numerosas publicaciones católicas, que puede interpretarse que, al hacer referencia a Cristo este texto, la palabra “quien” puede sustituirse por “Dios” si aceptamos que Cristo es Dios (aunque lo normal es dejar claro que en principio en el texto original la palabra literal es “quien”). Es importante hacer notar que no se trataría de una traducción literal, sería una en la que se defiende una determinada interpretación del texto por parte del traductor o traductores.
Personalmente creo que es interesante, a la par que importante, conocer cómo eran los originales del Nuevo Testamento (el Antiguo Testamento ha llegado hasta nosotros mucho mejor conservado, con una cantidad de divergencias enormemente inferior entre las distintas copias). Quienes copiaban los textos eran personas, y en numerosas ocasiones se equivocaban al transcribir una frase, además, en los comienzos del Cristianismo las copias no eran realizadas por expertos copistas, si una persona dentro de la comunidad tenía nociones suficientes para hacerlo, posiblemente se encargaría de ello. Al no ser copistas profesionales las posibilidades de equivocarse al transcribir un texto aumentaban considerablemente, como puede constatarse en las elevadas divergencias que podemos encontrar entre los distintos manuscritos tempranos que nos han llegado, existen más variantes textuales que palabras tiene el Nuevo Testamento y la inmensa mayoría son errores de transcripción. A ello hay que añadir todas las modificaciones que se realizaron para “aclarar” el texto, copistas que deseaban evitar “malas interpretaciones” de un texto y lo cambiaban para que se ajustase mejor a sus propias creencias (algo que sucedió más veces de las que puede pensarse). Por supuesto, hay ocasiones en las que resulta complejo distinguir entre lo que es nuevo y el original, en otras sin embargo está mucho más claro cuál es la variante original. Original que no siempre coincide con el texto que se ha transmitido hasta nosotros.
Dicho esto, no creo que nadie tenga el más mínimo derecho a burlarse (como dice usted “habrá unas risitas”) de su experiencia personal o sus creencias. Podremos estar o no de acuerdo, pero siempre dentro del más escrupuloso respeto.
Un cordial saludo.
Atentamente, Cthulhu.