¡CUIDADO! HAY MUERTE EN ESA OLLA!!
El libro segundo de Los Reyes da cuenta que “Eliseo volvió de Gilgal cuando había una gran hambre en la tierra” (2 Rey. 4:38).
2Re 4:38 Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje para los hijos de los profetas.
Entonces el profeta ordenó a uno de sus criados hacer un potaje para alimentar a la compañía de los hijos de los profetas.
La narración prosigue y nos dice de uno que saliendo al campo encontró algo parecido a parra montés, “y de ella llenó su falda de calabazas silvestres” y, sin saber lo que era, esas calabazas fueron cortadas y echadas en la olla para prepararlas como alimento.
Cuando aquel guisado fue servido, los hombres gritaron que había muerte en esa olla, y no pudieron comer tal preparado (v. 40), leemos:
2Re 4:40 Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: !!Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer.
Así puede pasar, en un sentido espiritual, en nuestros días entre el amado pueblo de Dios.
Hay quienes, de una manera irresponsable y carnal, procuran traer especies “doctrinales” venenosas para dar de comer a los creyentes en el seno de la asamblea local.
Leen o escuchan enseñanzas erróneas y vienen a preparar su menú.
Pero, gracias al Señor, los que tienen un desarrollado sentido gustativo por la verdad, disciernen esto como enseñanza que trae muerte y no la pueden comer.
Así, supimos en días pasados, de uno que escuchando un programa radial “evangélico”, llegó al estudio bíblico para decir que ahora sí entendía la buena doctrina del sueño del alma en la tumba, cuando un creyente moría.
Esa es una de las muchas falsedades que enseñan los llamados Adventistas.
¡Cuidado, hay muerte en esa olla!
También, gracias al Señor que, entre los suyos, Él tiene hombres que conocen cual es el antídoto contra el mal que hay en la olla. Allí está el profeta Eliseo que esparce harina en la olla:
2Re 4:41 El entonces dijo: Traed harina. Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no hubo más mal en la olla.
La harina neutraliza la sustancia venenosa de aquel guisado dañino.
Podemos aplicar esto al poder de La Palabra de Dios para neutralizar los efectos venenosos del error.
Ahora, una vez que comieron del guisado saneado, hemos de entender que la necesidad en aquellos tiempos de hambre, seguramente, persistió para ellos.
Aun así, es hermoso notar que ellos no reincidieron en buscar aquellas calabazas silvestres, porque ya habían aprendido que las tales eran especies tóxicas.
Así los creyentes temerosos, si bien gustan probar la fidelidad de Dios, no se atreven a tentar neciamente al Dios de los cielos. Ahora ellos esperan la provisión de Dios y, entonces, llega aquel hombre de Baal-salisa trayendo “panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga”, leemos:
2Re 4:42 Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma.
Así, mientras “había una gran hambre en la tierra” Dios estaba obrando para el bien de los suyos (es decir, para el profeta y quienes estaban relacionados con él).
Primeramente les libra de envenenarse con el mal alimento y, luego (en versos del 42 al 44) permitiendo la multiplicación de los panes, de modo que pudiesen comer cien hombres y aún que sobrase, al igual que proveería en los días cuando “El Pan de Vida” multiplicaría los panes (en dos ocasiones) para dar de comer a multitudes, leemos:
2Re 4:43 Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará.
2Re 4:44 Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.
Pero aquí, en este tema, muchos ya están contaminados... comiendo la sopa de la siguiente ilustración:
El libro segundo de Los Reyes da cuenta que “Eliseo volvió de Gilgal cuando había una gran hambre en la tierra” (2 Rey. 4:38).
2Re 4:38 Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él, por lo que dijo a su criado: Pon una olla grande, y haz potaje para los hijos de los profetas.
Entonces el profeta ordenó a uno de sus criados hacer un potaje para alimentar a la compañía de los hijos de los profetas.
La narración prosigue y nos dice de uno que saliendo al campo encontró algo parecido a parra montés, “y de ella llenó su falda de calabazas silvestres” y, sin saber lo que era, esas calabazas fueron cortadas y echadas en la olla para prepararlas como alimento.
Cuando aquel guisado fue servido, los hombres gritaron que había muerte en esa olla, y no pudieron comer tal preparado (v. 40), leemos:
2Re 4:40 Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: !!Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer.
Así puede pasar, en un sentido espiritual, en nuestros días entre el amado pueblo de Dios.
Hay quienes, de una manera irresponsable y carnal, procuran traer especies “doctrinales” venenosas para dar de comer a los creyentes en el seno de la asamblea local.
Leen o escuchan enseñanzas erróneas y vienen a preparar su menú.
Pero, gracias al Señor, los que tienen un desarrollado sentido gustativo por la verdad, disciernen esto como enseñanza que trae muerte y no la pueden comer.
Así, supimos en días pasados, de uno que escuchando un programa radial “evangélico”, llegó al estudio bíblico para decir que ahora sí entendía la buena doctrina del sueño del alma en la tumba, cuando un creyente moría.
Esa es una de las muchas falsedades que enseñan los llamados Adventistas.
¡Cuidado, hay muerte en esa olla!
También, gracias al Señor que, entre los suyos, Él tiene hombres que conocen cual es el antídoto contra el mal que hay en la olla. Allí está el profeta Eliseo que esparce harina en la olla:
2Re 4:41 El entonces dijo: Traed harina. Y la esparció en la olla, y dijo: Da de comer a la gente. Y no hubo más mal en la olla.
La harina neutraliza la sustancia venenosa de aquel guisado dañino.
Podemos aplicar esto al poder de La Palabra de Dios para neutralizar los efectos venenosos del error.
Ahora, una vez que comieron del guisado saneado, hemos de entender que la necesidad en aquellos tiempos de hambre, seguramente, persistió para ellos.
Aun así, es hermoso notar que ellos no reincidieron en buscar aquellas calabazas silvestres, porque ya habían aprendido que las tales eran especies tóxicas.
Así los creyentes temerosos, si bien gustan probar la fidelidad de Dios, no se atreven a tentar neciamente al Dios de los cielos. Ahora ellos esperan la provisión de Dios y, entonces, llega aquel hombre de Baal-salisa trayendo “panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga”, leemos:
2Re 4:42 Vino entonces un hombre de Baal-salisa, el cual trajo al varón de Dios panes de primicias, veinte panes de cebada, y trigo nuevo en su espiga. Y él dijo: Da a la gente para que coma.
Así, mientras “había una gran hambre en la tierra” Dios estaba obrando para el bien de los suyos (es decir, para el profeta y quienes estaban relacionados con él).
Primeramente les libra de envenenarse con el mal alimento y, luego (en versos del 42 al 44) permitiendo la multiplicación de los panes, de modo que pudiesen comer cien hombres y aún que sobrase, al igual que proveería en los días cuando “El Pan de Vida” multiplicaría los panes (en dos ocasiones) para dar de comer a multitudes, leemos:
2Re 4:43 Y respondió su sirviente: ¿Cómo pondré esto delante de cien hombres? Pero él volvió a decir: Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará.
2Re 4:44 Entonces lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Jehová.
Pero aquí, en este tema, muchos ya están contaminados... comiendo la sopa de la siguiente ilustración: