Romanos 14
4 ¿Quién eres tú para juzgar al criado[
a] de otro? Para su propio amo[
b] está en pie o cae. En pie se mantendrá, porque poderoso es el Señor para sostenerlo en pie.
JUZGANDO AL PRÓJIMO
El precepto del Señor, “No juzguéis para que no seáis juzgados” (Mt. 7:1),
¿nos prohíbe realizar cualquier juicio, aun en la asamblea?
Muchos creyentes hoy día están confundidos en cuanto a que si es correcto juzgar acciones, doctrinas o personas.
Por ejemplo, si alguien expresa su opinión que cierto movimiento no es sano, no faltará quien cite las palabras de nuestro Señor en Mateo 7:1,
―No juzguéis, para que no seáis juzgados‖.
¿Se deben entender estas palabras del Señor en el sentido de que es completamente prohibido juzgar acciones externas?
Por cierto que no.
Más bien las palabras del Señor me prohíben juzgar los motivos de mi hermano. No puedo ver los pensamientos de su corazón y no tengo derecho de juzgar cualquier cosa que no puede verse claramente en lo exterior.
Estas palabras no pueden impedir todo juicio legítimo, ni descartan la necesidad de actos públicos de justicia como las que tenemos en Romanos 13:1-7.
Igualmente existen otros casos donde el juicio es necesario y correcto. En 1 Cor. 5 tenemos el juicio de la inmoralidad.
La enseñanza de Pablo sobre la necesidad de juzgar al ofensor no puede contradecir las palabras del Señor en Mat. 7:1.
Por tanto, es la responsabilidad legítima de cada iglesia local quitar toda persona perversa de la comunión.
También en 1Juan 4:1 tenemos el juicio de malas enseñanzas. Se nos exhorta probar los espíritus si son de Dios. Cada creyente debe hacer caso al llamado solemne de comprobar cada doctrina y cada maestro por las Sagradas Escrituras para determinar si son de Dios. Esto es aún más necesario en estos últimos días cuando la propagación de falsa doctrina va en aumento.
Las referencias citadas bastan para mostrar que Dios ha delegado autoridad al hombre para juzgar en ciertas esferas de responsabilidad, y también ha dado su Palabra a su pueblo para discernir entre lo verdadero y lo falso.
Volviendo a Mateo 7:1, creemos que el Señor está advirtiendo en cuanto a un espíritu crítico y severo.
Tal actitud no conviene a los que profesan seguir al Señor. Pablo habla de manera similar en Rom. 2:1, ―Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.
Santiago también exhorta contra la práctica de juzgar a nuestros hermanos ―Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. (Stg.4:11,12).
Cuando criticamos a otros, asumimos el rol de juez y usurpamos los derechos de Dios.
No debemos colocarnos como jueces. Santiago dice: ―Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro? Observe que en estos versículos él utiliza el término “hermanos” tres veces, recalcando la relación de igualdad con aquellos que atrevemos a criticar y censurar. Por juzgar a otros en el sentido de Mt. 7:1 y Stg. 4:11,12 damos demasiada importancia a nuestro yo, porque juzgamos nuestro prójimo en vez de amarle. Así que al criticar a nuestros hermanos innecesaria, injusta y equivocadamente, nos colocamos en el tribunal y ejercemos el rol que solamente nuestro Señor tiene autoridad para ejercer.
Aquellos que realizan juicios legítimos basados en las Escrituras deben estar debidamente calificados para actuar.
Nuestro Señor Jesús será el Juez de los hombres porque Él es el Hijo del Hombre (Jn. 5:27). Como tal, juzgará en comunión con Dios y en verdadera simpatía con el hombre.
Estas características no deben faltar en aquellos que le representan a Él, al administrar juicios que claramente no están contemplados por el Señor en Mt. 7:1, pero que son necesarios, basado en las enseñanzas del N. T. Solamente aquellos que están conscientes de sus propias debilidades y su necesidad de la ayuda divina, son competentes para juzgar. Cuando los hombres están legítimamente obligados a juzgarse unos a otros, deben asegurarse que están siguiendo el consejo del Señor:
―No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio. (Jn. 7:24)
Al considerar el versículo en el contexto de Mateo 7, tenemos:
1) Una palabra, que condena juzgar a los demás, v.1;
2) Una advertencia, a un supuesto buscador de faltas, que va a cosechar lo que ha sembrado (v.2) (un hecho que muchos creyentes han comprobado por amarga experiencia);
3) Un camino, indicado por el Señor para evitar la práctica de juzgar incorrectamente a otros, (v. 3-5). Este es el camino de juicio propio. Si nos ocupáramos más de juzgarnos a nosotros mismos, no seríamos juzgados por el Señor después.
El verdadero auto-juicio produce cuidado y auto-corrección, así como la confesión de nuestras propias fallas.
Fue Lutero quien dijo que tenía que luchar contra ese gran Papa, el ―Yo personal.
De manera que en Mt. 7:1-5, el Señor está mostrando la necedad de juzgar a otros acerca de quienes conocemos tan poco, mientras que, tristemente, no nos juzgamos a nosotros mismos. Que entendamos bien el mensaje de Mt. 7:1 y nos aproveche bien en nuestra actitud hacia otros.
Hace mucha falta la Sana Doctrina.