¿Quiere decirnos entonces que los únicos templos a día de hoy que son válidos son las sinagogas judías? En fin: sin comentarios.
LA VERDADERA IGLESIA DE CRISTO ES ESPIRITUAL
Hch 17:24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,
Lee:
Mat 18:20 Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Para este tiempo de gracia las Escrituras no señalan ningún lugar como centro donde han de reunirse los santos. En tiempos de persecución se han reunido fuera de todo edificio, a la intemperie, en campo abierto, con el cielo como techo, pero, con el Señor en medio de ellos. Al reunirse, no lo hicieron en ningún nombre sectario como Bautista, Presbiteriano, Luterano, Catolicismo Romano, etcétera., sino confesando solamente el nombre del Señor.
Identificados con Él como cabeza de la iglesia, autorizados por Él para poner por obra toda la doctrina apostólica tal como se revela en Las Escrituras, somos representantes de Él en el mundo mediante la predicación del evangelio de la gracia de Dios.
Identificación con Él, autorización por Él, y representación de Él, son las señas que identifican al pueblo que en todo busca que Su nombre sea magnificado, y que está consciente de la presencia del Señor entre ellos.
“Allí” no se limita a lugares de importancia religiosa en el mundo.
Si se pregunta ¿dónde? la respuesta es:
“allí… donde dos o tres están congregados en Mi nombre”.
“Allí”, sin dirección alguna, pero en todo lugar donde los salvados se reúnen según Su promesa, el Señor afirma:
“ALLÍ ESTOY YO EN MEDIO DE ELLOS” (Mt.18:20)
Esta promesa está vigente dondequiera que se congregue tal pueblo, sea al aire libre, sea simplemente debajo de un techo, sea en una casa particular o en lugares más cómodos. Ningún edificio es la morada de Dios, ni puede templo alguno santificar la reunión de los santos.
Los santos congregados en el nombre del Señor santifican el lugar donde se congregan, cualquiera que sea.
Su reunión constituye la Iglesia en esa localidad y el verdadero santuario donde mora la presencia del Dios vivo. Leemos:
1Co 3:16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
Efe 2:19 Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
Efe 2:20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
Efe 2:21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;
Efe 2:22 en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.
Estos tiempos que vivimos hallan su paralelo en los tiempos apóstatas de Hageo, Zacarías y Malaquías, que eran tiempos cuando la Palabra de Dios no se tomaba en cuenta. Pero, desde los tiempos de Isaías ya estaba caminando la apostasía.
Aquellos eran tiempos cuando el que quemaba incienso era “como si bendijese a un ídolo”.
Fue cuando Dios dijo, “miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Is.66:2-3).
La palabra de Dios por medio de Jeremías fue:
“recorred las calles de Jerusalén, y mirad ahora e informaos; buscad en sus plazas a ver si halláis hombre, si hay alguno que haga justicia, que busque verdad; y Yo la perdonaré” (Jer.5:1).
Por la presencia de un solo hombre que buscara la verdad, Dios estaba dispuesto a perdonar toda la ciudad. Pero, no lo halló.
Este caso nos hace comprender la importancia de la enseñanza del Señor, cuando dijo, “vosotros sois la sal de la tierra”.
Antes de cerrar el tomo del Antiguo Testamento, Dios dio una clara indicación del aprecio que tiene por aquellos que le temen.
Decían los apóstatas, ¿qué aprovecha que guardemos Su ley?
“Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero; y Jehová escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de Él para los que temen al Señor, y para los que piensan en Su nombre. Y serán para Mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que Yo actúe” (Mal.3:16-17).
Dios no cerró el tomo del Antiguo Testamento sin antes recordar a Su pueblo la importancia de la ley.
Transcurrieron aproximadamente mil años desde la entrega de la ley en Horeb durante los cuales habían sucedido cambios de mayor importancia para la nación de Israel que ya estaba bajo el dominio de los gentiles.
Cuando escribió Malaquías, nadie sabía que quedaban por delante milenios en los cuales la nación permanecería en el destierro.
¡Qué de cambios no ha sufrido este pueblo errante!
Para animar y fortalecer a los que temblaban a Su palabra, Dios les recordó que la ley de Moisés no pierde su poder y valor. Dijo,
“Acordaros de la ley de Moisés, mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel” (Mal.4:4).
Para los que somos de la verdadera iglesia, está vigente, con mayor insistencia que nunca, la Escritura que exhorta:
“salgamos, pues, a Él (Cristo), fuera del campamento (la amalgamación de toda religión falsa, sea cual sea su nombre) llevando Su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir” (Heb.13:13-14).
SALGAMOS, PUES, ¡A ÉL!
Salga del catolicismo romano que lo tiene envenenado hasta los tuétanos.
Y venga a los fuertes brazos del Cristo de las Escrituras, para salvación y vida eterna.