¿En Qué Nombre somos Congregados?
Por Don:
HUGH HENRY SNELL
(Aunque el tema es algo extenso, en estos días de confinamiento obligado, gozamos del tiempo suficiente para disfrutarlo)
"Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18: 20).
Este es el único lugar en la Escritura donde se encuentran estas preciosas palabras. El Señor estaba hablando de la Iglesia, o Asamblea. El evangelio de Mateo es el único que menciona a la Iglesia. El motivo es obvio. La línea de verdad de Mateo trata a Jesús como el Mesías, el Hijo de David, el Hijo de Abraham. Este es el motivo por el cual Su derecho al trono, Su nacimiento en Belén, y algún otro testimonio de los profetas, se encuentran exclusivamente allí; y por eso el sermón en el monte, las parábolas del reino, y las profecías en cuanto al futuro de los Judíos, de la Cristiandad, y de los Gentiles, son presentadas aquí de manera tan completa. En una palabra, el evangelio de Mateo expone detalladamente que Jesús "a lo suyo vino", presentó pruebas continuas de Su Mesiazgo, y que allí podía introducir el reino; pero "los suyos [los Judíos] no le recibieron". En lugar de que la nación le diera la bienvenida, sólo unos pocos pescadores y mujeres, y algunos otros, Le recibieron como el Mesías; ellos estuvieron así en el terreno del reino, y fueron partícipes de Su bendición. El pueblo celebró un concilio para destruirle, de modo que Él, eventualmente, prescindió de ellos como "La generación mala y adúltera". (Mateo 12: 14, 45; Mateo 16: 4). Siendo ese el caso, pareció ser un momento adecuado para que el Señor sacara a relucir lo que había sido "mantenido oculto desde tiempos eternos", a saber, que Él se había propuesto introducir otro orden de bendición, muy distinto del Judaísmo — Su Iglesia. Por lo tanto, Él dijo a Pedro, "sobre esta roca edificaré (no, yo he edificado, o yo edifico, sino edificaré) mi iglesia". Lo que era la Iglesia o Asamblea no es revelado hasta el apostolado de Pablo (Efesios 3: 5); sólo que, al prescindir de los Judíos por un tiempo como un pueblo bajo los tratos gubernamentales de Dios, Él haría otra cosa — "edificaré mi iglesia". (Mateo 16: 18).
Cualesquiera que sean los tipos y sombras de la Iglesia que puede haber habido en el Antiguo Testamento, esta es la primera vez en la Escritura en la que se habla claramente de ella. Luego, en Mateo 18, cuando habla de un hermano que ha pecado contra otro, Él menciona nuevamente la Iglesia, o Asamblea, no como estando ella aquí en el lugar de infalibilidad, sino de autoridad en cuanto a disciplina. En esto el Señor enseña claramente que el poder de toda autoridad en la disciplina de los que yerran aquí, así como también el secreto del éxito en la oración unida, es que Él está "en medio de ellos". "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". (Mateo 18: 15 al 20). Es importante observar que aunque estas palabras sólo se encuentran aquí, hay una notable alusión a ellas en referencia a un caso de disciplina asamblearia en Corinto — leemos, "En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros", etc. (1ª. Corintios 5: 4).
Tal vez pocos pasajes de la Escritura son más frecuentemente citados en toda la Cristiandad que el versículo que estamos considerando ahora, aunque aparentemente es muy poco entendido por muchos. A menudo se lo cita mal. Hemos oído decir, «donde dos o tres se encuentran en mi nombre», pero ello no es la Escritura; y algunas veces se añade, como si fuera parte del versículo, «y eso, para bendecirlos.» Por otra parte, refiriéndose a este versículo, una persona ha dicho, «Nosotros nos reunimos en el nombre de Jesús»; y otra, «nosotros nos reunimos sencillamente en el nombre de Jesús»; o, «el nombre de Jesús es suficiente para que nos reunamos»; pero ninguna de estas aseveraciones son declaraciones Escriturales. Jesús dijo, "Mi nombre". La pregunta es, por tanto, «¿Qué es ahora Su nombre?» Algunos comienzan una carta con 'Querido hermano en Jesús', y concluyen con, 'Suyo en Jesús'. Y si bien no dudamos que ellos tienen una buena intención, sin embargo, un momento de reflexión acerca de la verdad de la Sagrada Escritura mostraría que nosotros no estábamos en Él en los días de Su carne, sino que estamos en Él resucitado y ascendido; y, por medio del don del Espíritu Santo, estamos unidos a allí a Aquel que ha sido hecho Señor y Cristo. (Hechos 2: 36). Por tanto, nunca leemos en la Escritura que nosotros estamos 'en Jesús', sino en "Cristo Jesús" (Romanos 8: 1), o, "completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad". (Colosenses 2: 10). Lo que sí leemos es acerca de los que duermen en Jesús, pero la traducción correcta debe ser, "durmieron por medio de Él". (1ª. Tesalonicenses 4: 14). Un asunto de gran interés para las almas es en cuanto a si sus pensamientos meditan de continuo en Jesús, como Él era en la tierra, (lo que es muy bienaventurado en su lugar) o están ocupadas con Cristo mismo glorificado, el cual es nuestra vida y nuestra justicia, y en quien, por la maravillosa gracia, somos hechos aceptos y bienaventurados.
Por consiguiente, en lugar de decir juntos en mi nombre, nuestro Señor dijo, "congregados en mi nombre". Para nosotros reunirnos implica la actividad de nuestras voluntades; ser "congregados" implica la ejercitación de otro poder, Uno que congregue; y así es. El Espíritu Santo en la tierra, durante la ausencia de nuestro Señor, nos atrae a Su nombre, dándonos la conciencia y el disfrute de estar alrededor de Aquel que está en medio. No se trata de una asociación voluntaria de hombres, sino de una clara acción del Espíritu Santo atrayendo nuestros corazones a aquel muy precioso Nombre, al cual la nueva vida que hemos recibido se deleita en ir, bajo la guía del Espíritu y la Palabra de verdad. ¡Cuán solemne, y no obstante, cuán inefablemente bienaventurado es tener la conciencia de ser "congregados" por el Espíritu de Dios! Pero aunque esta acción del Espíritu Santo al congregarnos incluiría a los que están en Cristo, necesariamente excluye a los que no están en Cristo; pues, ¿Cómo podrían ellos ser verdaderamente congregados en Su nombre, en quien no han creído? ¡Qué cosa tan falsa ello sería! ¡De qué manera esta sola Escritura demuele toda idea de meras confederaciones y asociaciones humanas para la obra del Señor! Ciertamente el Espíritu Santo es Aquel que da testimonio y el Glorificador del Señor Jesús durante Su ausencia, y por tanto, para aquellos que Le conocen, Su "nombre es como ungüento derramado". (Cantares 1: 3).
Jesús dijo, "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". La pregunta para cada corazón es, ¿estamos nosotros congregados en Su nombre? porque ciertamente esto excluye todo otro nombre. Cuán solemne y severamente el Espíritu Santo, por medio del apóstol, reprendió la primera expresión de un creyente que decía, "Yo soy de Pablo", y otro, "y yo de Apolos. Él apela de inmediato a ellos como miembros del cuerpo de Cristo, y pregunta, "¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?" (1ª. Corintios 1: 12, 13). No fue que ellos se propusieron dejar de reunirse en el nombre del Señor Jesús, sino solamente adoptar sus nombres, quizás como una señal de respeto hacia Pablo y Apolos. No obstante, esto es considerado decididamente un agravio, y es declarado carnal y no espiritual. Algunos podrían no haber comprendido el valor reconfortante y cautivador de ser reunidos a Su nombre, y otros podrían haber perdido la frescura de ello. Es difícil saber cómo cualquier Cristiano, que ha saboreado el consuelo y el poder de ser reunido a Su nombre, podría tolerar la sustitución o la adición de otro nombre. Si nosotros no supiéramos que el cisma, o el sectarismo, es una obra de la carne, hubiésemos pensado que ello era imposible. ¡Lamentablemente! ¿Qué es el hombre?
Cuando el Señor mencionó Su Iglesia o Asamblea, se estaba refiriendo a lo que era futuro, sabiendo bien lo que tendría lugar en cuanto a Su muerte, resurrección, y el descenso del Espíritu Santo. Inmediatamente después de decir, "edificaré mi iglesia", etc. (Mateo 16: 18), se dice, "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día". (Mateo 16: 21). Se dice, "Desde entonces", porque la Iglesia sólo podía estar fundamentada sobre Su muerte y resurrección, y formada por el descenso del Espíritu Santo después de Su exaltación a la diestra de Dios. Este cambio en el llamamiento, posición, y características esenciales de la Iglesia de Dios, contrastada con Israel, es el motivo por el cual el lugar de adoración, ya sea en Jerusalén o cualquier otro lugar, ya no es más el asunto, sino si estamos congregados en el nombre del Señor Jesucristo.
A los Judíos debe haberles parecido extraño haber oído al Señor hablando así de Su propio nombre como el centro de reunión. Ellos podrían haber pensado, «¿Por qué tanto silencio acerca del espléndido templo, y todas sus imponentes ceremonias? ¿Por qué todo esto es ignorado?» Poco imaginaban ellos que su hermoso templo se convertiría pronto en un montón de ruinas y escombros. Habiéndole rechazado Su propia nación, "los suyos" serían de allí en adelante esos pocos que "le recibieron" (Juan 1: 11, 12); y habiendo sido dejada desierta la hermosa casa de Dios en la tierra por el pecado de Judá, la casa "del Padre" sería la que en lo sucesivo ocuparía sus corazones. Todo es así cambiado. Por tanto, en lugar de estar congregados en el lugar de hermosas piedras, como casa de Dios en la tierra, un orden de cosas espiritual ha suplantado el santuario Terrenal; de modo que ahora los que están verdaderamente congregados de acuerdo con el pensamiento del Señor están congregados en (o, a) Su nombre.
¿Qué hemos de entender por "mi nombre"? Porque Él tiene ahora un nombre que es sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. (Efesios 1: 21). Ahora Su nombre ya no es solamente "Jesús"; porque Pedro dice a los judíos, "a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo". (Hechos 2: 36). Este es el motivo por el cual en 1ª. Corintios 5 no es, como a veces hemos oído, «en el nombre de Jesús», sino "En el nombre de nuestro Señor Jesucristo". (1ª. Corintios 5: 4). La diferencia es de una importancia inmensa para las almas; porque aquellos que hablan de reunirse al nombre de Jesús, tienen ante ellos a Cristo como Él era en la tierra, y son como Sus discípulos en la tierra, los cuales estaban realmente en el terreno del reino, el cual no es donde la verdad nos ha puesto. El hecho de estar congregados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo conecta nuestros corazones con Cristo en la gloria, donde Él está ahora, y donde solamente se Le conoce ahora; y podemos estar seguros que es allí donde el Espíritu Santo, el Glorificador de Cristo, nos dirige. Habiendo sido el Judaísmo dejado de lado por un tiempo, es introducido este nuevo orden de cosas, formado por la venida del Espíritu Santo, y activado por Su poder residente; de modo que ahora el nombre del Señor Jesús ha de ser asociado con todo. Nosotros somos congregados en Su nombre; para pedir al Padre en oración en Su nombre. Todo lo que hagamos de palabra o de hecho ha de ser hecho en el nombre del Señor Jesús. Los apóstoles obraron sus milagros en Su nombre; y en breve, en el nombre de Jesús se doblará toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Juan 16: 23; Colosenses 3: 17; Filipenses 2: 10, 11).
Nos hemos explayado un poco acerca de estar congregados en Su nombre, debido a la manera descuidada en que muchos parecen considerar estas palabras de nuestro bendito Señor; y porque juzgamos que es necesario que el significado verdadero de esas palabras sea entendido, si realmente queremos comprender lo que sigue a continuación, a saber, "allí estoy yo en medio de ellos". Nosotros podemos contar con Su presencia solamente cuando estamos verdaderamente congregados en Su nombre.
El hecho de que Él está "en medio" es algo especial. Ello es más fácilmente percibido que expresado. El ojo de la fe Le discierne a Él; el incrédulo no Le ve. El hecho de que Él está "en medio" de una compañía reunida así no debe ser confundido con el morar del Espíritu Santo. Todos los que tienen el Espíritu — el otro Consolador — Lo tienen para siempre. Leemos, "para que esté con vosotros para siempre". (Juan 14: 16). Él está morando siempre en nosotros individualmente, y en la Iglesia en la tierra, incluso cuando no está congregada. Entonces, es un error suponer que el Espíritu Santo está presente sólo cuando estamos congregados en el nombre del Señor. Sin duda Él está allí, y el poder de todo ministerio y de toda adoración. Pero, "allí estoy yo en medio de ellos", es un hecho condicional, y no es el Señor (como algunos han dicho) presente por el Espíritu Santo, sino el Señor en medio en espíritu, aunque está personalmente sentado en el trono del Padre. Es muy feliz disfrutar así Su presencia. ¿Existe algo de carácter colectivo comparable a ello en la tierra? ¿No es ello la clase más celestial de bendición colectiva que podemos conocer en la tierra?
Para estar nosotros congregados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el disfrute pleno de Su presencia "en medio", debemos conocerle —
1º. como Aquel que consumó nuestra eterna redención;
2º. como Aquel que envió el Espíritu Santo;
3º. como Aquel que es la cabeza del cuerpo — del un solo cuerpo;
4º. como Aquel que anda en medio de los candeleros de oro, ante quien somos individual y colectivamente responsables;
5º. como Aquel que viene en breve a recibirnos a Sí mismo.
Por Don:
HUGH HENRY SNELL
(Aunque el tema es algo extenso, en estos días de confinamiento obligado, gozamos del tiempo suficiente para disfrutarlo)
"Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18: 20).
Este es el único lugar en la Escritura donde se encuentran estas preciosas palabras. El Señor estaba hablando de la Iglesia, o Asamblea. El evangelio de Mateo es el único que menciona a la Iglesia. El motivo es obvio. La línea de verdad de Mateo trata a Jesús como el Mesías, el Hijo de David, el Hijo de Abraham. Este es el motivo por el cual Su derecho al trono, Su nacimiento en Belén, y algún otro testimonio de los profetas, se encuentran exclusivamente allí; y por eso el sermón en el monte, las parábolas del reino, y las profecías en cuanto al futuro de los Judíos, de la Cristiandad, y de los Gentiles, son presentadas aquí de manera tan completa. En una palabra, el evangelio de Mateo expone detalladamente que Jesús "a lo suyo vino", presentó pruebas continuas de Su Mesiazgo, y que allí podía introducir el reino; pero "los suyos [los Judíos] no le recibieron". En lugar de que la nación le diera la bienvenida, sólo unos pocos pescadores y mujeres, y algunos otros, Le recibieron como el Mesías; ellos estuvieron así en el terreno del reino, y fueron partícipes de Su bendición. El pueblo celebró un concilio para destruirle, de modo que Él, eventualmente, prescindió de ellos como "La generación mala y adúltera". (Mateo 12: 14, 45; Mateo 16: 4). Siendo ese el caso, pareció ser un momento adecuado para que el Señor sacara a relucir lo que había sido "mantenido oculto desde tiempos eternos", a saber, que Él se había propuesto introducir otro orden de bendición, muy distinto del Judaísmo — Su Iglesia. Por lo tanto, Él dijo a Pedro, "sobre esta roca edificaré (no, yo he edificado, o yo edifico, sino edificaré) mi iglesia". Lo que era la Iglesia o Asamblea no es revelado hasta el apostolado de Pablo (Efesios 3: 5); sólo que, al prescindir de los Judíos por un tiempo como un pueblo bajo los tratos gubernamentales de Dios, Él haría otra cosa — "edificaré mi iglesia". (Mateo 16: 18).
Cualesquiera que sean los tipos y sombras de la Iglesia que puede haber habido en el Antiguo Testamento, esta es la primera vez en la Escritura en la que se habla claramente de ella. Luego, en Mateo 18, cuando habla de un hermano que ha pecado contra otro, Él menciona nuevamente la Iglesia, o Asamblea, no como estando ella aquí en el lugar de infalibilidad, sino de autoridad en cuanto a disciplina. En esto el Señor enseña claramente que el poder de toda autoridad en la disciplina de los que yerran aquí, así como también el secreto del éxito en la oración unida, es que Él está "en medio de ellos". "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". (Mateo 18: 15 al 20). Es importante observar que aunque estas palabras sólo se encuentran aquí, hay una notable alusión a ellas en referencia a un caso de disciplina asamblearia en Corinto — leemos, "En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros", etc. (1ª. Corintios 5: 4).
Tal vez pocos pasajes de la Escritura son más frecuentemente citados en toda la Cristiandad que el versículo que estamos considerando ahora, aunque aparentemente es muy poco entendido por muchos. A menudo se lo cita mal. Hemos oído decir, «donde dos o tres se encuentran en mi nombre», pero ello no es la Escritura; y algunas veces se añade, como si fuera parte del versículo, «y eso, para bendecirlos.» Por otra parte, refiriéndose a este versículo, una persona ha dicho, «Nosotros nos reunimos en el nombre de Jesús»; y otra, «nosotros nos reunimos sencillamente en el nombre de Jesús»; o, «el nombre de Jesús es suficiente para que nos reunamos»; pero ninguna de estas aseveraciones son declaraciones Escriturales. Jesús dijo, "Mi nombre". La pregunta es, por tanto, «¿Qué es ahora Su nombre?» Algunos comienzan una carta con 'Querido hermano en Jesús', y concluyen con, 'Suyo en Jesús'. Y si bien no dudamos que ellos tienen una buena intención, sin embargo, un momento de reflexión acerca de la verdad de la Sagrada Escritura mostraría que nosotros no estábamos en Él en los días de Su carne, sino que estamos en Él resucitado y ascendido; y, por medio del don del Espíritu Santo, estamos unidos a allí a Aquel que ha sido hecho Señor y Cristo. (Hechos 2: 36). Por tanto, nunca leemos en la Escritura que nosotros estamos 'en Jesús', sino en "Cristo Jesús" (Romanos 8: 1), o, "completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad". (Colosenses 2: 10). Lo que sí leemos es acerca de los que duermen en Jesús, pero la traducción correcta debe ser, "durmieron por medio de Él". (1ª. Tesalonicenses 4: 14). Un asunto de gran interés para las almas es en cuanto a si sus pensamientos meditan de continuo en Jesús, como Él era en la tierra, (lo que es muy bienaventurado en su lugar) o están ocupadas con Cristo mismo glorificado, el cual es nuestra vida y nuestra justicia, y en quien, por la maravillosa gracia, somos hechos aceptos y bienaventurados.
Por consiguiente, en lugar de decir juntos en mi nombre, nuestro Señor dijo, "congregados en mi nombre". Para nosotros reunirnos implica la actividad de nuestras voluntades; ser "congregados" implica la ejercitación de otro poder, Uno que congregue; y así es. El Espíritu Santo en la tierra, durante la ausencia de nuestro Señor, nos atrae a Su nombre, dándonos la conciencia y el disfrute de estar alrededor de Aquel que está en medio. No se trata de una asociación voluntaria de hombres, sino de una clara acción del Espíritu Santo atrayendo nuestros corazones a aquel muy precioso Nombre, al cual la nueva vida que hemos recibido se deleita en ir, bajo la guía del Espíritu y la Palabra de verdad. ¡Cuán solemne, y no obstante, cuán inefablemente bienaventurado es tener la conciencia de ser "congregados" por el Espíritu de Dios! Pero aunque esta acción del Espíritu Santo al congregarnos incluiría a los que están en Cristo, necesariamente excluye a los que no están en Cristo; pues, ¿Cómo podrían ellos ser verdaderamente congregados en Su nombre, en quien no han creído? ¡Qué cosa tan falsa ello sería! ¡De qué manera esta sola Escritura demuele toda idea de meras confederaciones y asociaciones humanas para la obra del Señor! Ciertamente el Espíritu Santo es Aquel que da testimonio y el Glorificador del Señor Jesús durante Su ausencia, y por tanto, para aquellos que Le conocen, Su "nombre es como ungüento derramado". (Cantares 1: 3).
Jesús dijo, "Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". La pregunta para cada corazón es, ¿estamos nosotros congregados en Su nombre? porque ciertamente esto excluye todo otro nombre. Cuán solemne y severamente el Espíritu Santo, por medio del apóstol, reprendió la primera expresión de un creyente que decía, "Yo soy de Pablo", y otro, "y yo de Apolos. Él apela de inmediato a ellos como miembros del cuerpo de Cristo, y pregunta, "¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?" (1ª. Corintios 1: 12, 13). No fue que ellos se propusieron dejar de reunirse en el nombre del Señor Jesús, sino solamente adoptar sus nombres, quizás como una señal de respeto hacia Pablo y Apolos. No obstante, esto es considerado decididamente un agravio, y es declarado carnal y no espiritual. Algunos podrían no haber comprendido el valor reconfortante y cautivador de ser reunidos a Su nombre, y otros podrían haber perdido la frescura de ello. Es difícil saber cómo cualquier Cristiano, que ha saboreado el consuelo y el poder de ser reunido a Su nombre, podría tolerar la sustitución o la adición de otro nombre. Si nosotros no supiéramos que el cisma, o el sectarismo, es una obra de la carne, hubiésemos pensado que ello era imposible. ¡Lamentablemente! ¿Qué es el hombre?
Cuando el Señor mencionó Su Iglesia o Asamblea, se estaba refiriendo a lo que era futuro, sabiendo bien lo que tendría lugar en cuanto a Su muerte, resurrección, y el descenso del Espíritu Santo. Inmediatamente después de decir, "edificaré mi iglesia", etc. (Mateo 16: 18), se dice, "Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día". (Mateo 16: 21). Se dice, "Desde entonces", porque la Iglesia sólo podía estar fundamentada sobre Su muerte y resurrección, y formada por el descenso del Espíritu Santo después de Su exaltación a la diestra de Dios. Este cambio en el llamamiento, posición, y características esenciales de la Iglesia de Dios, contrastada con Israel, es el motivo por el cual el lugar de adoración, ya sea en Jerusalén o cualquier otro lugar, ya no es más el asunto, sino si estamos congregados en el nombre del Señor Jesucristo.
A los Judíos debe haberles parecido extraño haber oído al Señor hablando así de Su propio nombre como el centro de reunión. Ellos podrían haber pensado, «¿Por qué tanto silencio acerca del espléndido templo, y todas sus imponentes ceremonias? ¿Por qué todo esto es ignorado?» Poco imaginaban ellos que su hermoso templo se convertiría pronto en un montón de ruinas y escombros. Habiéndole rechazado Su propia nación, "los suyos" serían de allí en adelante esos pocos que "le recibieron" (Juan 1: 11, 12); y habiendo sido dejada desierta la hermosa casa de Dios en la tierra por el pecado de Judá, la casa "del Padre" sería la que en lo sucesivo ocuparía sus corazones. Todo es así cambiado. Por tanto, en lugar de estar congregados en el lugar de hermosas piedras, como casa de Dios en la tierra, un orden de cosas espiritual ha suplantado el santuario Terrenal; de modo que ahora los que están verdaderamente congregados de acuerdo con el pensamiento del Señor están congregados en (o, a) Su nombre.
¿Qué hemos de entender por "mi nombre"? Porque Él tiene ahora un nombre que es sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero. (Efesios 1: 21). Ahora Su nombre ya no es solamente "Jesús"; porque Pedro dice a los judíos, "a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo". (Hechos 2: 36). Este es el motivo por el cual en 1ª. Corintios 5 no es, como a veces hemos oído, «en el nombre de Jesús», sino "En el nombre de nuestro Señor Jesucristo". (1ª. Corintios 5: 4). La diferencia es de una importancia inmensa para las almas; porque aquellos que hablan de reunirse al nombre de Jesús, tienen ante ellos a Cristo como Él era en la tierra, y son como Sus discípulos en la tierra, los cuales estaban realmente en el terreno del reino, el cual no es donde la verdad nos ha puesto. El hecho de estar congregados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo conecta nuestros corazones con Cristo en la gloria, donde Él está ahora, y donde solamente se Le conoce ahora; y podemos estar seguros que es allí donde el Espíritu Santo, el Glorificador de Cristo, nos dirige. Habiendo sido el Judaísmo dejado de lado por un tiempo, es introducido este nuevo orden de cosas, formado por la venida del Espíritu Santo, y activado por Su poder residente; de modo que ahora el nombre del Señor Jesús ha de ser asociado con todo. Nosotros somos congregados en Su nombre; para pedir al Padre en oración en Su nombre. Todo lo que hagamos de palabra o de hecho ha de ser hecho en el nombre del Señor Jesús. Los apóstoles obraron sus milagros en Su nombre; y en breve, en el nombre de Jesús se doblará toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Juan 16: 23; Colosenses 3: 17; Filipenses 2: 10, 11).
Nos hemos explayado un poco acerca de estar congregados en Su nombre, debido a la manera descuidada en que muchos parecen considerar estas palabras de nuestro bendito Señor; y porque juzgamos que es necesario que el significado verdadero de esas palabras sea entendido, si realmente queremos comprender lo que sigue a continuación, a saber, "allí estoy yo en medio de ellos". Nosotros podemos contar con Su presencia solamente cuando estamos verdaderamente congregados en Su nombre.
El hecho de que Él está "en medio" es algo especial. Ello es más fácilmente percibido que expresado. El ojo de la fe Le discierne a Él; el incrédulo no Le ve. El hecho de que Él está "en medio" de una compañía reunida así no debe ser confundido con el morar del Espíritu Santo. Todos los que tienen el Espíritu — el otro Consolador — Lo tienen para siempre. Leemos, "para que esté con vosotros para siempre". (Juan 14: 16). Él está morando siempre en nosotros individualmente, y en la Iglesia en la tierra, incluso cuando no está congregada. Entonces, es un error suponer que el Espíritu Santo está presente sólo cuando estamos congregados en el nombre del Señor. Sin duda Él está allí, y el poder de todo ministerio y de toda adoración. Pero, "allí estoy yo en medio de ellos", es un hecho condicional, y no es el Señor (como algunos han dicho) presente por el Espíritu Santo, sino el Señor en medio en espíritu, aunque está personalmente sentado en el trono del Padre. Es muy feliz disfrutar así Su presencia. ¿Existe algo de carácter colectivo comparable a ello en la tierra? ¿No es ello la clase más celestial de bendición colectiva que podemos conocer en la tierra?
Para estar nosotros congregados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el disfrute pleno de Su presencia "en medio", debemos conocerle —
1º. como Aquel que consumó nuestra eterna redención;
2º. como Aquel que envió el Espíritu Santo;
3º. como Aquel que es la cabeza del cuerpo — del un solo cuerpo;
4º. como Aquel que anda en medio de los candeleros de oro, ante quien somos individual y colectivamente responsables;
5º. como Aquel que viene en breve a recibirnos a Sí mismo.