Es un poco largo pero pego aquí la jerarquía en la antigua religión romana con el pontífice máximo a la Cabeza y cuya estructura baja en forma piramidal hasta los auxiliares de los sacerdotes.
El catolicismo romano es heredero institucional del antiguo imperio romano pagano fundado por Remo y Romulo. Por esa razón, muchas de sus doctrinas difieren del cristianismo bíblico enseñado por Jesucristo y los Apóstoles. Están más apegados a Remo y Romulo bajo la loba que a Cristo.
Teodosio I reformó la institución de los Pontífices.
LEAN SOBRE TODO LA SECCION SOBRE LOS PONTIFICES VITALICIOS QUE LLAMABAN "HIJOS MIOS" AL PUEBLO DE A PIE.
Colegios sacerdotales
Pontífices: Eran considerados personas sagradas. La tradición hacía a Numa Pompilio el fundador de su Colegio, establecido con cuatro Pontífices escogidos de entre los patricios más ilustres, hasta que por instigaciones de los tribunos, entre los años 454 y 300 a.C., los cónsules Apuleyo Pansa y Valerio Corvo crearon otros cuatro Pontífices, pero de extracción plebeya. Desde Sila, que aumentó el número a quince, empezó la distinción entre Pontífices, llamándose mayores a los ocho antiguos, y menores a los siete restantes. Su abolición, como la de todos los demás Colegios sacerdotales romanos, ocurrió durante el mandato del emperador cristiano Teodosio I. Al Colegio de los Pontífices le correspondía todo lo concerniente al culto público, su reglamentación, los ritos, la explicación de los misterios, la supervisión de las vírgenes vestales, la consagración de los templos, la concesión de legitimidad de los oráculos, la reforma del calendario, y la salvaguarda en archivo de los anales de la historia romana. Los Pontífices, por distinción, iban a la cabeza de los magistrados, y presidían todos los juegos del Circo, anfiteatro y teatro, celebrados en honor de cualquier divinidad. Cuando un Pontífice se dirigía a la plebe, lo hacía con la fórmula «¡Hijos míos!». El Pontifex Maximus (Sumo Pontífice), presidía el Colegio. Era considerado intendente universal de todas las ceremonias públicas y particulares, conocedor de los misterios, rector de las Vestales, inspector de todos los Colegios sacerdotales y de los ministros de los sacrificios; además, era quien presidía las adopciones de los emperadores, conservaba los anales de la historia romana y tenía el conocimiento necesario para modificar el calendario. Por último, era el único ciudadano que no debía rendir cuentas al Senado ni al pueblo de Roma, y su dignidad era vitalicia.[16]
Flamines o Filamines: Seguían en rango a los Pontífices; eran elegidos por el pueblo, y el Pontifex Maximus confirmaba la elección. Los Flamines mayores eran los tres primeros, elegidos entre los senadores; los Flamines menores eran los doce restantes, elegidos de entre la plebe. Cada Flamen estaba destinado al culto especial de una divinidad; su carácter sacerdotal era vitalicio, pero podía ser removido, y en este caso pasaba a llamarse Veflamen.[17]
Avorum sacerdotes o Fratres Arvales: Según la tradición, pertenecían a la descendencia de los doce hijos de Aca Larentia; se creía que Rómulo los había instituido, y que había ejercido él mismo esta dignidad, concedida luego solamente a los hijos de las familias más ilustres de Roma; Uno de sus distintivos era una corona de espigas enlazadas con una cinta blanca. Tenían jurisdicción para decidir sobre los límites de las heredades y presidían las Ambarvales, fiestas en honor de la diosa Ceres, que celebraban dos veces al año. En el mes de abril hacían los sacrificios Ambarvales o Laurentales, y celebraban reuniones en el Templo de la Concordia.[15]
Vestales: Sacerdotisas de Vesta. La tradición atribuyó a Numa la fundación de este Colegio sacerdotal, pero es muy probable que ya antes existieran. Tenían a su cargo la custodia del fuego sagrado y del palladium, con algunos sacrificios y ceremonias en honor de Vesta. Una de las Vestales debía pasar la noche en vela junto al fuego sagrado para que no se apagase; en caso de que eso ocurriera, la negligencia era repudiada como una calamidad pública y la Vestal responsable era azotada, lo que constituía una humillación, pues los azotes eran el castigo de los esclavos. Las iniciadas no debían tener menos de seis años, ni más de diez. Debían servir durante treinta años distribuidos así: diez de noviciado para aprender los misterios sagrados, otros diez ejerciendo las funciones del templo, y los últimos diez dedicados a instruir a las novicias.[18]
Duumviros sacrorum: Elegidos por el pueblo reunido cuando se trataba de hacer la dedicación de un templo. En un principio, eran dos patricios encargados de cuidar los Libros Sibilinos. Entre los años 389 y 377 a. C. se crearon los Decemviros sacris faciendis con una ley que otorgaba la mitad de los votos de elección a la plebe. Sila aumentó el número a quince, y se llamaron Quindecimviros, dirigidos por un patriarca al que denominaban Magister Collegii, cuyo cargo era vitalicio. Julio César añadió otro, y así continuaron dieciséis hasta Augusto, que hizo subir el número a cuarenta o sesenta. En todo caso, su responsabilidad siguió siendo la custodia de los Libros Sibilinos, y su consulta en circunstancias apremiantes, pero siempre por decreto del Senado, que acordaba la ejecución de cuanto allí se enunciara. Dirigían igualmente los juegos Apolinarios y Seculares, y ordenaban las oraciones. Las hijas de estos sacerdotes quedaban exentas de servir como vestales.[19]
Feciales: Pertenecientes a familias ilustres, fueron establecidos por Numa o, según algunos autores, por Anco Marcio. En total eran veinte, y su función principal era anunciar la paz, la guerra o las treguas. El patriarca de su Colegio se llamaba Pater Patratus, porque se procuraba elegir al más instruido. Al principio los Faciales eran escogidos por su propio Colegio, pero después su elección fue transferida a la plebe. El primer deber de los Feciales era que la República evitara las guerras injustas. Cuando un pueblo extranjero había invadido el territorio de Roma, se debía, en primer lugar, procurar una explicación razonable y el resarcimiento de la ofensa, pero si la paz ajustada se hacía en contra de alguna ley o era considerada injusta por la mayoría, los Faciales podían considerarla nula.[20]
Epulones: Presidían los festines sagrados que se celebraban en los templos para honrar a Júpiter y a los otros dioses. En el año 560 de Roma (194 a. C.) los Pontífices tuvieron que practicar muchos sacrificios, por lo que decidieron consagrar a tres sacerdotes nuevos, a los que llamaron tres viri Epulones, para celebrar después de los juegos el epulare, sacrificio siempre seguido de un festín. Sila añadió luego cuatro más, que adjuntos a los tres anteriores se denominaron Setemviros Epulones. Su principal obligación era señalar y anunciar públicamente los días festivos para dar los festines con la mayor suntuosidad y magnificencia posibles. Julio César, aumentando el número a tres más, formó el Colegio de los Decemviros Epulones. Estos sacerdotes comunicaban con los Pontífices cuando estos habían omitido alguna ceremonia en el sacrificio, cometido alguna falta o inferido mancha, aunque fuese leve. Vestían la Pretexta, y su consagración era como la de los Pontífices. Estaban eximidos de prestar el servicio militar, y sus hijas de servir como Vestales.[19]
Augures: Los Augures se denominaron en un principio Auspices. Se decía que Rómulo los había instituido, formando un Colegio de tres, en honor a las tribus Ramnenses, Tatienses y Luceres, en que dividió el pueblo romano. Servio Tulio aumentó un Augur más; después, entre 454 y 300 a. C. los tribunos de la plebe crearon de entre ellos cinco más, y de este modo fueron nueve hasta que Sila señaló el número en quince, o según algunos autores, en veinticuatro. Los Augures tenían su Colegio particular con un patriarca llamado Magister Collegii. Gozaban de las mayores distinciones, y aunque algunos fuesen culpados de crímenes, no por eso perdían sus prerrogativas, honor que no se dispensaba a los otros Colegios sacerdotales. Los Augures se congregaban una vez al mes, hasta que su Colegio fue suprimido por orden del emperador cristiano Teodosio I.[21]
Lupercos (Luperci): Los sacerdotes de Luperco o Pan, debieron su fundación a Evandro, y Rómulo, según la leyenda, los introdujo en Roma. Pertenecían a familias patricias; al principio se dividían en dos Colegios: Fabios y Quintilianos, para recordar los dos partidos de Remo y Rómulo dirigidos por Fabio y Quintilio. Julio César creó un nuevo Colegio de Luperci en su propio honor: el de los Julianos. Celebraban las fiestas Lupercales con una procesión en 15 de febrero. Estos sacerdotes pervivieron hasta el reinado del emperador Anastasio I.[22]
Curiones: Fueron establecidos por Rómulo, según la tradición, como jefes espirituales que presidían el sacrificio de cada Curia y las fiestas de los particulares. Estos sacerdotes, que debían tener cincuenta años de edad y ser de buenas costumbres, estaban subordinados a un patriarca al que llamaban Curio Maximus, elegido por ellos mismos en una asamblea llamada Comitia Curiata. El Curio Maximus anunciaba las fiestas Fornacales.[19]
Decuriones: Según Dion Casio, tenían a su cargo la representación de los cuejos del circo y los espectáculos.[19]
Sacerdotes menores y auxiliaresEditar
Existían también sacerdotes auxiliares que no tenían relación directa con lo dioses, y que formaban un orden diferente o alternativo.[23]
Camilos: Auxiliares de los sacerdotes en los sacrificios y en los misterios de los grandes dioses del Panteón.
Edítuos: Tesoreros de los templos, encargados de la custodia de los vasos sagrados y demás elementos rituales.
Fictores: Sacrificadores menores que hacían una figura en masa o cera de la víctima para proceder a un falso sacrificio, que pasaba por verdadero cuando no era posible encontrar el animal apropiado.
Pausarios: Encargados de planear las pausas en las procesiones solemnes.
Pularios: Encargados de cuidar las aves consagradas para la interpretación de presagios.
Calatores: Auxiliares cuya principal obligación era anunciar el cese de los trabajos cuando se realizaba un sacrificio.