Re: EL APOCALIPSIS YA PASO
Rev 14:6 Vi otro ángel, que volaba en medio cielo y que llevaba unmensaje eterno para anunciarlo a los que viven en la tierra, a todas las naciones, razas, lenguas y pueblos.
julio si usted tiene la amabilidad de explicar el mensaje de este angel
naciones , lenguas y razas y pueblos quiere decir pueblo de israel
Disculpa hermano Manuel, que hasta ahora te respondo y no es que no pueda responder como dice Luis Alberto.
Lo que pasa es que has de saber que a veces tenemos otras ocupaciones,y solo cuando tengo tiempo respondo.
Mira aqui te pongo algo que pueda responder a tu inquietud de tu pregunta y referente al pasaje que me citas de apocalipsis.
El Evangelio y las Copas Envenenadas (14:6-13)
6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua, y pueblo,
7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
8 Otro ángel le siguió diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
9 Y el tercer ángel los siguió diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
10 él también beberá dle vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;
11 y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo ni de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
6-7 El resto de este capítulo está dividido en siete secciones - una visión del Cristo glorificado, flanqueado a cada lado por tres ángeles. Juan está a punto de hacer la transición entre las trompetas-visiones (proclamaciones de juicio) y los cálices-visiones (aplicaciones de juicio). Prediciendo este cambio, los primeros tres ángeles hacen proclamaciones especiales en relación con la victoria del Cordero, y los últimos tres ángeles llevan a cabo acciones para ayudarle a implementar su conquista. Como podríamos esperar, estas proclamaciones y acciones angélicas son paralelas a los deberes de la Iglesia, particularmente de sus dirigentes y gobernadores.
Primero, Juan ve otro ángel volar por en medio del cielo, la esfera en la cual el ángel exclama sus ayes sobre la tierra (8:13). Pero este ángel predica paz: El juicio venidero no es un fin en sí mismo, sino parte de la proclamación del evangelio eterno. Contrario a las especulaciones de varios expositores, no hay razón para suponer que esto es algo diferente del evangelio del cual el Nuevo Testamento habla constantemente. Es el mensaje de la venida del reino, como lo habían anunciado Juan y Jesús desde el principio:
"En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 3:1-2); "Después de que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (Mar. 1:14-15). Y este es el evangelio predicado por el ángel, siendo cada uno de los elementos en él un aspecto del mensaje del Nuevo Testamento:
Temed a Dios (Lucas 1:50; 12:5; Hechos 10:35), y dadle gloria (Mat. 5:16; 9:8; 15:31), porque la hora de su juicio es venida (Juan 12:23, 31-32; 16:8-11); y adorad a aquél que hizo el cielo y la tierra y el mar (el mundo, Gén. 1) y las fuentes de las aguas (el paraíso, Gén. 2). Todo esto es marcadamente similar a lo que está registrado del evangelio apostólico (comp. Hechos 14:15; 17:24-31).
El ángel predica este evangelio a los que se sientan en la tierra. La expresión usual para los apóstatas israelitas es los que moran en la tierra (3:10; 13:8, 12, 14; 17:2, 8). Esta vez, la atención se enfoca en el mensaje a las autoridades de Israel, las que están sentadas o entronizadas en la tierra (el verbo es el mismo que se usó en el v. 14, del Hijo del Hombre entronizado en la Nube). El mensaje del evangelio ordenaba a los gobernantes de Palestina someterse al señorío de Cristo, para honrarle, más bien que a César, como Dios. Pero los gobernantes y las autoridades le rechazaron, diciendo: "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14).
El Señor mismo proclamó la gloria y el juicio de Dios a las autoridades de Israel (Mat. 26:64), y adivirtió a sus discípulos que ellos predicarían un evangelio que resultaría impopular a los dirigentes: "Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles" (Mat. 10:17-18). Además, "será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mat. 24:14). Y este era el orden del evangelio -
primero a los judíos, y luego a los gentiles (Hechos 3:26; 11:18; 13:46-48; 28:23-29; Rom. 1:16; 2:9): El ángel predica a los dirigentes de Palestina, y luego a toda nación y tribu y lengua y pueblo. Antes de que viniera el fin en el año 70 d. C., nos dice Pablo, el evangelio fue realmente predicado a todo el mundo (Rom. 1:8; 10:18; Col. 1:5-6; 23). A pesar de los intentos del dragón y sus dos bestias por estorbar el progreso del evangelio, la misión de los apóstoles, los evangelistas, los mártires, y los confesores de la iglesia primitiva tuvo éxito. El mundo fue evangelizado. 9
8 Otro ángel, el segundo, sigue, presentando otro aspecto de la proclamación de la iglesia primitiva: ¡Ha caído, ha caído Babilonia la grande! Esta es la primera vez que se menciona a "Babilonia" en Apocalipsis, una referencia proléptica anticipando la exposición plena que habría de venir en capítulos posteriores (similar a la primera referencia a la bestia en 11:7). Sin embargo, es ciertamente posible que los lectores de Juan entendieran en seguida lo que él quería decir. En su primera epístola, que se supone fue escrita antes del Apocalipsis, Pedro describió a la iglesia local de la cual escribía como "la que está en Babilonia" (1 Ped. 5:13).
Muchos han supuesto que esta es Roma, donde Pedro fue martirizado más tarde (según la tradición); pero es mucho más probable que el apóstol estuviera en Jerusalén cuando escribió estas palabras. Basándonos en informaciones del mismo Nuevo Testamento, nuestra natural suposición sería que "Babilonia" era Jerusalén, puesto que fue allí donde el apóstol vivió y ejerció su ministerio (Hechos 8:1; 12:3; Gál. 1:18; 2:1-9; comp. 1 Ped. 4:17). Además, la primera epístola de Pedro también envía saludos de Marcos y Silas [Silvano] (1 Ped. 5:12-13), los cuales vivían en Jerusalén (Hechos 12:12; 15:22-40). 10
En todo caso, el primer énfasis de la profecía ha sido dirigido contra Jerusalén; ha tratado con Roma sólo hasta donde Roma se relacionaba con Israel. Juan no nos da ninguna indicación de que el tema ha sido cambiado. Como veremos en los capítulos 17 y 18, la evidencia de que la Babilonia profética era Jerusalén es nada menos que abrumadora. El término denomina a la ciudad apóstata, del mismo modo que "Sodoma" y "Egipto" se usaron en 11:8 para describir a "la gran ciudad...donde el Señor fue crucificado" (nótese también que la misma expresión la gran ciudad se usa en 16:19 para describir a "Babilonia").
La razón de que Juan aplique la palabra a Jerusalén es que Jerusalén se ha convertido en Babilonia, una copia de la orgullosa, idólatra, y perseguidora opresora del pueblo de Dios. Terry observa correctamente que "así como Jesús dijo en Mateo 24:14 que el fin de esta ciudad y la era pre-mesiánica seguiría a la predicación del evangelio entre las naciones, así también en este Apocalipsis la proclamación de la caída de Babilonia la grande sigue inmediatamente después de la proclamación del evangelio eterno". 11
Esta gran ciudad-ramera (17:1) ha hecho beber a todas las naciones del vino del calor de su fornicación (un irónico contraste con el legítimo y bendito "vino del amor" celebrado por Salomón, Cant. 1:2-4; 4:10; 5:1; 7:2, 9). La palabra generalmente traducida como ira básicamente significa calor. En el versísulo 10, la idea es definidamente de ira, pero aquí Juan está simplemente usando al familiar cuadro bíblico del Israel apóstata como ramera, que inflama las pasiones de los hombres con el calor de la lascivia. Israel ha abusado de su privilegiada posición como la divinamente ordenada "guía de ciegos" y "luz a los que están en tinieblas" (Rom. 2:19). Las naciones esperaban recibir de ella enseñanza, pero terminaron blasfemando el nombre de Dios a causa de su impiedad (Rom. 2:24).
Dios quería que ella fuera la señora Sabiduría, y que llamara a todos los hombres a que comieran de su alimento, bebieran de su vino, y vivieran en el camino de la inteligencia (Prov. 9:1-6). En vez de eso, se había convertido en la señora Desatino, que usaba mercadería robada para tentar a los hombres a caer en las profundidades del infierno (Prov. 9:13-18). Como la bestia que subía de la tierra (el falso profeta que habla como dragón), la principal ocupación de Babilonia es seducir a otros para que caigan en fornicación, la adoración de dioses falsos.
9-11 Y otro ángel, el tercero, les siguió, con un mensaje apropiado de muerte para cualquiera que adore a la bestia y a su imagen, o recibe una marca en su frente o en su mano (véase más arriba, sobre 13:15-18). La gran ofensa de la bestia que sube de la tierra - la dirigencia religiosa del Israel apóstata - fue fomentar y hacer cumplir la adoración de la bestia (13:11-17). Así, Juan nos está dando un indicio de la identidad de la gran ciudad repitiendo sus palabras sobre la bestia que subía de la tierra inmediatamente después de su primera afirmación sobre "Babilonia".
También recuerda a los cristianos, especialmente a los "ángeles", los dirigentes de la Iglesia, de su deber de proclamar el consejo entero de Dios. Debían predicar el inflexible mensaje del exclusivo y abarcante señorío de Jesucristo contra todos los pretendientes al trono. Debían hablar proféticamente a su generación, condenando severamente la adoración de la bestia, advirtiéndoles que los que bebieran de la herética copa del culto al estado de Babilonia también beberían del vino de la ira de Dios, que está vaciado puro - literalmente, sin mezcla alguna (o como loo traduce deliciosamente un comentarista, bien mezclado 12) - en el cáliz de su ira. La amonestacción es clara: No se puede beber de una copa sin beber de la otra.
Moses Stuart explica las imágenes: "A menudo se dice que Dios da la copa de inflamación o indignación a las naciones a las cuales está a punto de destruir (por ej., Isa. 51:17; Lam. 4:21; Jer. 25:15-16; 49:12; 51:7; Eze. 23:31-34; Job 21:20; Sal. 75:8).
Las personas intoxicadas no pueden destruir, ni siquiera resistir, a los que los atacan; así que representarlos como intoxicados a manera de castigo es representarlos como dedicados a una destrucción irremediable. O podemos presentar la cuestión en una luz diferente. A menudo, a los criminales a punto de sufrir se les ofrecía, por compasión de los verdugos o de los espectadores, una poción estupefaciente que disminuía la sensibilidad al dolor, pero que por supuesto era el índice o el precursor de una muerte cierta. Por eso, en Marcos 15:23 se registra que Jesús rehusó beber 'vino mezclado con mirra', que se le ofreció cuando estaba a punto de ser clavado a la cruz. El santo Salvador no quiso disminuir ninguna porción de su agonía tomando una bebida intoxicante. Pero de cualquiera de las dos maneras en que se tome la expresión de nuestro texto, el significado permanece sustancialmente el mismo - porque el beber tal copa intoxicante es el preludio de una muerte cierta". 13
Como vimos en el versículo 8, la palabra traducida como ira es realmente calor; los que desean la copa del "calor" de Babilonia recibirán una bebida más caliente que la que esperaban, la copa de la ira no diluída de Dios. Los que fornican con la bestia serán atormentados con fuego y azufre en presencia de los santos ángeles y en la presencia del Cordero. Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. La imagen de su condenación permanente está tomada de la completa destrucción de Sodoma y Gomorra por medio del fuego y el azufre, cuando "el humo de la tierra subía como el humo de un horno" (Gén. 19:28; comp. su uso simbólico en Isa. 34:9-10, que describe la caída de Edom).
Increíblemente, la Srta. Ford asegura que "la alusión al Cordero es embarazosa para el cristiano". 14 ¡No tan embarazosa como las necias observaciones de ciertos comentaristas! La verdadera razón del embarazo que algunos eruditos sienten por encontrar a estos adoradores de la bestia destruidos por medio de fuego y azufre en presencia del Cordero es su moderna forma de marcionismo, una dicotomía herética entre el Cristo "bondadoso y amante" del Nuevo Testamento y la "airada" Deidad del Antiguo Testamento.
Tal distinción es completamente extraña a la Biblia. Juan, con más sentido (y sin ningún aparente embarazo), simplemente ha sido fiel a su fuente del Antiguo Testamento, refundiéndola en términos del Nuevo Testamento: "Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra" (Gén. 19:24-25). Ciertamente, el texto mismo subraya que el tormento de los sodomitas tuvo lugar en presencia del Señor (así como el altar está delante del trono en el tabernáculo). Y Juan es plenamente consciente, aunque sus comentaristas no lo son, de que el Cordero es el Señor.
Hay aquí un lúgubre contraste: Los adoradores de la bestia, y los que reciben su marca, no tienen descanso de sus tormentos ni de día ni de noche. Las palabras se repiten de la descripción de los querubines en 4:8, que no tienen reposo ni de día ni de noche, eternamente ocupados en un sacrificio de alabanza.
12-13 Aquí está la paciencia de los santos. La paciente confianza, esperanza, expectación, y fe del pueblo de Dios está en la justicia de su continuo gobierno sobre la tierra y la certeza de su juicio venidero (comp. 13:10). Los santos no deben preocuparse a causa de los malos, porque se marchitarán como la hierba; hemos de confiar en el Señor y hacer el bien, reposar en el Señor y esperarle pacientemente, y eventualmente heredaremos la tierra (Sal. 37). Los malvados perseguidores serán destruídos, les dice Juan a sus lectores, y en breve; con Santiago, podemos decir:
Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para queno seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta (Santiago 5:7-9).
La perseverancia de los santos va necesariamente unida al hecho de que ellos guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. En oposición a todas las formas de adoración a la criatura, los cristianos guardan los mandamientos; guardan la fe. El Nuevo Testamento no conoce nada de un cristianismo sin ley, ni de una devoción que niegue el contenido objetivo de la "fe que una vez fue entregada a los santos" (Judas 3). El cristianismo exige perseverancia obediente y fiel en presencia de la oposición. Naturalmente, esto tiene consecuencias, no todas ellas agradables. Los lectores de Juan sabían que guardar la fe podría muy bien significarles la muerte.
Por ellos, Juan registra las siguientes palabras de la voz que se oye desde el cielo: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor. Por medio de la obra de Cristo, el cielo se ha abierto para el pueblo de Dios. El limbus patrum, la morada en el más allá de los fieles del Antiguo Testamento (el "seno de Abraham" de Lucas 16:22), ha sida abierto, y sus habitantes liberados (comp. 1 Ped. 3:19; 4:6).
La muerte es ahora la entrada a la comunión en gloria con Cristo y los santos que han partido. Jesucristo nos ha librado del temor último a la muerte; podemos decir, con los famosos versos de John Donne "Muerte, No Te Enorgullezcas":
Un corto sueño que pasa, para despertar eternamente,
Y la muerte no será más; muerte, morirás.
Los cristianos primitivos entendían que la muerte había sido conquistada por la resurrección de Cristo; este tema ocurre repetidamente en sus escritos. Una y otra vez, a uno le llama la atención la nota de victoria en la actitud de los mártires al enfrentarse a la muerte.
Atanasio escribió sobre este hecho en su famosa defensa de la fe cristiana: "Todos los discípulos de Cristo desprecian la muerte; toman la ofensiva contra ella y, en vez de temerle, por la señal de la cruz y por fe en Cristo caminan sobre ella como sobre algo muerto. Antes de la divina venida del Salvador, hasta los hombres más santos temían a la muerte, y lloraban a los muertos como si hubiesen perecido. Pero ahora que el Salvador ha resucitado su cuerpo, la muerte ya no es terrible, sino que todos los que creen en Cristo la pisotean como si no fuera nada, y prefieren morir antes que negar su fe en Cristo, sabiendo muy bien que cuando mueran no perecerán, sino que en realidad vivirán, y se volverán incorruptibles por medio de la resurrección.
Pero aquel demonio que desde tiempos antiguos se regocijaba por la muerte, ahora que los dolores de la muerte han sido soltados, sólo él permenece verdaderamente muerto. Hay prueba de esto, también; porque los hombres que, antes de creer en Cristo, piensan que la muerte es horrible y tienen temor de ella, una vez que se han convertido la desprecian tan completamente que salen ansiosos a encontrarla, y se convierten ellos mismos en testigos de la resurrección del Salvador.
Hasta los niños se apresuran a morir, y no sólo los hombres, sino que hasta las mujeres se adiestran para encontrarse con ella mediante la disciplina corporal. Tan débil se ha vuelto la muerte que hasta las mujeres, que acostumbraban ser tomadas por ella, ahora se burlan como de una cosa muerta que ha perdido todo su poder. La muerte se ha vuelto como un tirano que ha sido completamente conquistado por el monarca legítimo; atado de pies y manos como ahora está, los transeúntes se burlan de él, pegándole y abusando de él, ya sin temor de su crueldad y de su ira, a causa del rey que le ha conquistado.
Así, la muerte ha sido conquistada y marcada por lo que es por el Salvador en la cruz. Está atada de pies y manos, todos los que están en Cristo la pisotean al pasar, y como testigos la desprecian, burlándose y diciendo: ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" 15
El obispo Eusebio, el gran historiador de la Iglesia, fue testigo de muchos martirios, y registró lo que a menudo tenía lugar cuando los cristianos eran sometidos a juicio: "Fuimos testigos del más admirable celo mental, y de la verdaderamente divina energía y fortaleza de los que creían en el Cristo de Dios.
Pues, tan pronto se pronunciaba la sentencia contra el primero, otros se lanzaban hacia adelante desde otras partes del tribunal y se ponían delante del juez, confesando que eran cristianos, la mayoría de ellos indiferentes a las terribles y multiformes torturas que les aguardaban, pero declarándose, plenamente y de la manera más intrépida, partidarios de la religión que reconoce sólo a un Dios supremo. La verdad es que recibían la sentencia final de muerte con alegría y regocijo, llegando hasta cantar y entonar himnos de alabanza y acción de gracias, hasta que exhalaban el último aliento". 16
La misma esperanza gozosa es evidente en Ignacio, obispo de Antioquia, el mártir que fue despedazado por las bestias salvajes en Roma (alrededor del año 107 d. C.).
En una de sus famosas cartas, rogaba a sus hermanos cristianos en Roma que no trataran de liberarlo, sino que le permitieran "hacer una libación para Dios, mientras todavía hay un altar preparado": "Escribo a todas las iglesias, e invito a todos los hombres a saber, que por mi propia y libre voluntad muero por Dios, a menos que vosotros me lo impidáis. Os exhorto, no seáis inoportunamente bondadosos para conmigo. Permítanme ser echado a las bestias salvajes, pues por medio de ellas puedo reunirme con Dios. Yo soy el trigo de Dios, y soy molido por los dientes de las bestias salvajes para que pueda ser encontrado como pan puro de Cristo. Más bien, provocad a las bestias salvajes, para que ellas puedan ser mi sepulcro y no puedan dejar tras sí ninguna parte de mi cuerpo, y para que yo no pueda ser, cuando haya dormido, carga para nadie.
Entonces seré verdaderamente discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no vea mi cuerpo. Suplicad al Señor por mí, para que por medio de estos instrumentos yo pueda encontrar un sacrificio para Dios. No os lo ordeno, como lo habrían hecho Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo convicto; ellos eran libres, pero yo soy esclavo de esta misma hora. Y sin embargo, si sufro, entonces soy libre en Cristo Jesús, y resucitaré libre en Él. Ahora estoy aprendiendo a abandonar todo deseo.
"Desde Siria y hasta Roma, combato con bestias salvajes, por tierra y por mar, dc noche y de día, siendo atado en medio de diez leopardos, y hasta una compañía de soldados, que sólo empeoran cuando son tratados con amabilidad. Sin embargo, por medio de sus maldades, me vuelvo más y más un discípulo; y sin embargo, no soy por eso justificado.
Tenga yo gozo de las bestias que han sido preparadas para mí; y ruego que las encuentre prontas; no, las provocaré para que me devoren prontamente, no como les han hecho a algunos, que rehusaron tocarlos por temor. Sí, aunque de suyo no estén dispuestas cuando yo lo esté, yo mismo las obligaré.
Ténganme paciencia. Sé lo que es expedito para mí. Ahora estoy comenzando a ser discípulo. Que no me envidien ninguna de las cosas visibles e invisibles; para que yo pueda reunirme con Cristo Jesús. Vengan el fuego y la cruz y el luchar con bestias salvajes, los cortes y las mutilaciones, el descoyuntamiento de huesos, el desmembramiento, el aplastamiento de mi cuerpo entero, vengan las crueles torturas del diablo para que me ataquen. Sólo permítaseme reunirme con Cristo.
"Los más lejanos confines del universo no me servirán de nada, ni los reinos de este mundo. Es mejor que yo muera por Cristo Jesús antes que reinar sobre los más lejanos confines de la tierra. A Él le busco, el que murió por nosotros; a Él le deseo, el que resucitó por amor a nosotros. Los dolores de un nuevo nacimiento están sobre mí. Ténganme paciencia, hermanos.
No me estorben el vivir; no deseen mi muerte. No pongáis en el mundo a alguien que desea ser de Dios, ni le atraigáis con cosas materiales. Dejadme recibir la luz pura. Cuando se aleje, seré hombre. Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios. Si cualquier hombre le tiene dentro de sí mismo, entienda lo que yo deseo, y que tenga sentimientos de compañerismo para conmigo, porque él sabe las cosas que me estorban". 17
Sin embargo, Alexander Schmemann nos recuerda que "el cristianismo no es reconciliación con la muerte. Es la revelación de la muerte, y la revela porque es la revelación de la Vida. Cristo es esta Vida. Y sólo si Cristo es vida es la muerte lo que el cristianismo proclama ser, a saber, el enemigo que ha de ser destruido, y no un 'misterio' que debe ser explicado". 18
Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos y que sus obras les sigan. Nuevamente, aquí hay un contraste con la suerte de los adoradores de la bestia, que no tendrán reposo de sus tormentos ni de día ni de noche. Los santos perseverantes son alentados a continuar en fidelidad, pues su reposo eterno viene en camino y sus obras serán recompensadas. La perseverancia bíblica se determina por la recompensa de la eternidad, no por las tribulaciones del momento. La esperanza bíblica trasciende la batalla.
Esto no significa que la Biblia ordena un descuido fuera de este mundo de la vida presente; pero tampoco apoya una perspectiva que es solamente, o principalmente, de este mundo. Nuestra tendencia pecaminosa es ir en una dirección, más bien que en la otra, pero Dios nos llama a ser tanto de este mundo como del otro. La fe bíblica nos llama a trabajar en este mundo en favor del dominio con todo nuestro poder (Gén. 1:28; Ecle. 9:10), y al mismo tiempo nos recuerda constantemente nuestra esperanza final, nuestro reposo último.
Hojala tengas tiempo y lo leas despacio.
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