DUDA FUNDAMENTAL

Origenes

Héte aquí que le tengo una petición ad hoc.

QUiero pedirle abra y tenga epígrafe con y acerca de el texto Exodo en su parte y cuento de EL MANÁ , ese alimento con el que se alimentaron los judíos en desierto vivir .

Espero me conceda tal petición y capricho.

Y quedo en espera de ello (vaya chantaje el mío , jeje)

un saludo
luisgabriel
 
Hola a todos despues de meses.
Veo que nadie ha aportado nada nuevo a este tema, hubiera deseado encontrarme algo nuevo.
Un saludo.
 
D. Orígenes , ya vé , una cosa la realidad y otra lo que uno espera en y de ella .

Mas de todas formas esto no se hace ...no se recuperan ya cadáveres . El Epígrafe ya murió .
Acaso lo quiere revivir? .
Inicie otro ,.. o se quedó sin dudas fundamentales?.

Yo dudo hasta de dudar , ... y todas habré de atender y resolver , ya fundamentales o ya baladíes.
Aunque ciertamente en privilegiada posición me encuentro : en ella dudo yo que pueda yo dudar salvo en aquello que dudable .

Vaya lío y duda.

un saludo
luisgabriel
 
Y usted me dice que tengo la masa gris liada?

D.LG, por faaavoooor....


jeejejeje.


DTS
 
Estimado Orígenes:

No era mi intención la de, como dices en otro epígrafe, dejarte plantado. Ocurre que perdí de vista la entrada y, como habrás notado, mi participación en el foro es esporádica debido a que estoy muy ocupado con mis tareas académicas, con mayor razón porque mi superior directo está enfermo. La época de mi “abandono” coincidió con el comienzo del año lectivo en nuestra Facultad.
De modo que te ruego que valga esta explicación como disculpa.

Originalmente enviado por Origenes[/QB]

jueves, 22 de febrero de 2001
Amigo Jetonius.
...snip...
Tu escribes:
En efecto, la afirmación de Celso me parece gratuita y sospechosa por su fuente. La observación de Orígenes es más interesante,

(Origenes)
Me llama la atención que simplemente deseches la información dada por Celso solo por el hecho de ser critico con el cristianismo, no es una posición valida para alguien que se esfuerza por estudiar algo con seriedad y mas cuando no es una cita aislada sin confrontada con una de un cristiano que le da la razón, por lo que a mi entender la afirmación de Celso no iba tan descaminada, entendiendo que el la expresa desde un punto de vista mas critico y Origenes como cristiano la deja mas descafeinada, pero ambas son coincidentes en su fondo.
[/QB]

Si se ha tomado el trabajo de leer la obra de Orígenes Contra Celso, la principal fuente de información disponible acerca de las opiniones del filósofo homónimo, no puede haber dejado de percibir que éste consideraba a los cristianos un hatajo de ignorantes, bárbaros, antisociales, engañados y engañadores. Los argumentos de Celso fueron contestados por Orígenes de manera minuciosa y ordenada.

En otras palabras, se equivoca usted al pensar que desecho a Celso “solo por el hecho de ser critico con el cristianismo”. Lo desecho porque sus críticas son por completo infundadas. En el ejemplo que nos ocupa, como dije antes, además la crítica es gratuita ya que no se provee evidencia alguna de la afirmación. Si en un tratado erudito yo dijera que fulano es un falsificador, lo menos que se esperaría es una prueba de tal afirmación.

Orígenes respondió a Celso inmediatamente después de citar la afirmación a la que usted apeló como si fuese una evidencia incuestionable y no la calumnia que es:

Después de esto dice que algunos de los creyentes cristianos, como personas que en un arrebato de ebriedad cometen violencia contra sí mismos, han corrompido el Evangelio de su integridad original, en un grado triple, y cuádruple, y múltiple, y lo han remodelado, de modo de ser capaces de responder objeciones. Ahora, yo no conozco otros que hayan alterado el Evangelio salvo los seguidores de Marción, y aquellos de Valentino, y, creo, también aquellos de Luciano. Pero tal alegación no es una acusación contra el sistema cristiano, sino contra aquellos que se atrevieron a jugar así con el Evangelio. Y no es base de acusación contra la filosofía que existan sofistas, o epicúreos, o peripatéticos, o cualesquiera otros, quienes sostienen falsas opiniones; de modo que tampoco lo es contra los cristianos genuinos que haya quienes corrompan las historias del Evangelio, y quienes introduzcan herejías, opuestas al significado de la doctrina de Jesús.
Orígenes, Contra Celso, II, 27; negritas añadidas


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Tu escribes:
Yo no dije la mayoría; dije “muchos”. Concretamente, los cuatro Evangelios, Hechos, Hebreos, 1,2 y 3 Juan. Estos son 9 libros, es decir exactamente un tercio de los 27 que constituyen nuestro Nuevo Testamento. Los dos tercios restantes, es decir las trece cartas de Pablo, las dos de Pedro, Santiago, Judas y el Apocalipsis no son anónimos.


(Origenes)
Si tan solo consideras anónimo un libro del que no conocemos el nombre del autor me lo creo, pero un libro anónimo para nosotros es aquel acerca del que no conocemos la persona y no el nombre del que lo escribió, conocer el nombre y no discernir que persona fue para mi es lo mismo que ser anónimo a efectos practicos al menos
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Habría que saber quiénes son “nosotros”. El hecho que se desconozcan los detalles de la vida del autor no implica que la obra sea anónima. Por lo demás, yo me refería a la anonimia en sentido estricto, es decir a la falta de identificación del autor en la misma obra. Si se amplía el criterio, con el mismo derecho puede decirse que los Evangelios, Hechos y 1 Juan no son anónimas pues el testimonio histórico es unánime a favor de la autoría tradicional.


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.Vamos a ver que sucede con los demás libros que según tu no son anónimos:
SANTIAGO:
Hay cuatro hombres conocidos en el N.T. con este nombre, a saber: el Apóstol Santiago hijo de Zebedeo y hermano de Juan, Jacobo hijo de Alfeo, Jacobo padre de Judas, y Jacobo el llamado hermano del Señor por Judas.
Lo cierto es que a los cuatro se le ha asignado en algun momento la autoria de esta epístola.
“La epistola de Santiago tiene una de los testimonios externos mas débiles, siendo sólo aludida y no mencionada por los mas tempranos padres de la Iglesia.....Eusebio nos dice que Santiago estaba entre los escritos “contradichos” (antilegomena) por algunos cristianos.” (W. MacDonald)
Además el estilo griego de la epistola de Santiago es demasiado bueno para ser escrita por un judio, aunque esto no lo considero ninguna base cierta para cuestionarme nada, lo menciono como algo a tener en cuenta.
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Desde luego, en la antigüedad los libros no venían con la biografía del autor en la contratapa. Desde Clemente de Alejandría, seguido por Orígenes, Jerónimo y Crisóstomo, la opinión tradicional es que se trataba del Jacobo hermano del Señor cuyo liderazgo en la Iglesia de Jerusalén es conspicuo en los Hechos. Claro está que existen otras opiniones. Sin embargo, no me parece que la incertidumbre autorice a nadie para considerar anónima la epístola. El autor se identificóa sí mismo.


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1ªPEDRO.
Parece que si tiene evidencias externas que atestigüen su parternidad por parte de personajes como Policarpo y Clemente de Alejandría.
Es curioso que fuese escrita en Griego cuando Pedro no conocia el Griego, de tal modo que se supone fue redactada el griego al dictado en arameo de Pedro por Silvano (Silas) (1ªPed.4:12)
Sin embargo esta carta no aparece en el codigo Muratori
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Se halle o no en el fragmento de Muratori, el hecho es que la paternidad literaria de esta epístola nunca fue cuestionada.


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2ªPEDRO
El comentarista bíblico W.MacDonald comenta. “Hay problemas mas serios para aceptar este libro como auténtico que para ningún otro del N.T.”
No podemos buscar en Policarpo, Ignacio e Ireneo citas acerca de esta epístola pues no dan ni una, sin duda o no la conocían o la tenian como un escrito no asumido como palabra de Dios.
Tenemos que llegar a Orígenes para encontrar la primera cita de esta epístola
Eusebio afirma que la mayoria de los cristianos aceptan esta espistola pero el mismo tenia muchas dudas al respecto de la misma.
Tambien Jerónimo era consciente de las dudas que se tienen sobre este libro.
Este libro tambien fue designado como antilegomena es decir puesto en seria duda por la propia iglesia antigua.
Tampoco esta epístola aparece en el codigo Muratori
Acerca del autor se desconoce quien puede haber sido, evidentemente no el autor de la primera carta.
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No sé qué le resulta tan evidente. Yo creo que las diferencias pueden explicarse por diferentes amanuenses. Es muy instructiva una comparación detallada entre ambas cartas.

De todos modos, coincido con usted en que es el libro del NT que ha estado sujeto a mayor discusión en cuanto a su autoría.

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JUDAS.
Tertulanio la critica por su mencion a la profecía de Enoc
Eusebio pone a Judas en la lista de libros discutidos por ser dudosos
Acerca de su paternidad, de los 7 judas del N.T. a lo largo del tiempo ha habido 3 candidatos a ser autores de esta epístola y eso que el mismo se declara hermano de Jacobo, aun asi hay tres candidatos.
Judas es apóstol (no Iscariote) aunque por la distancia que toma de los apóstoles en el ver.17 no parece ser el mismo el escritor
Judas mencionado en Hch.15:22 como colaborador de Pablo-.
Judas el hermano de Jesús
De nuevo tenemos mas candidatos que libros, veo que la tradición tampoco lo tiene muy claro.
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Se pueden plantear muchos candidatos, e inclusive la pseudonimia. De nuevo, los destinatarios originales sabrían de qué Judas se trataba, aunque nosotros no lo sepamos hoy. Sabemos además que era hermano de Jacobo.

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APOCALIPSIS
El autor tambien es desconocido, Dionisio de Alejandria aunque el lo acepta define con claridad la opinión de la iglesia primitiva respecto del este libro:
“Algunos de nuestros antecesores rechazaron como espurio y desacreditaron por completo el libro, examinando capitulo por capitulo y declarando que era ininteligible e ilógico y, su título engañoso. Dicen efectivamente, que no es Juan y que tampoco es Apocalipsis..... y que el autor de este libro no solo no fue ninguno de los Apóstoles, pero es que ni siquiera ningun santo o miembro de la Iglesia en absoluto, sino Cerinto el mismo que instituyo la herejía cerintia y que quiso acreditar su propia invención con un “nombre” ( la comillas son mias ehh) digno de fe.” (HE VII 25)
El uso de la lengua griega usado en este libro es radicalmente distinto del usado en el evangelio de Juan, difícilmente provenian de la misma persona, ademas del la fluidez y conocimiento que manifiesta de los usos y costumbres del templo sugiere que el autor fue un sacerdote o alguien relacionado directamente con el sacerdocio, cosa que no esta en el currículo de Juan
Y te recuerdo que hay diferentes posiciones acerca de si el apóstol Juan realmente llego a vivir tantos años, pues fue escrita en torno al año 100 d.C.
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Como bien sabrá, el buen Dionisio, escribiendo en la segunda mitad del siglo III, no estaba libre de prejuicios contra el libro (bien criticados en la monumental obra de Robert L Thomas, Revelation: An exegetical commentary. Chicago: Moody, 1992, vol. 1, p. 2-11). Como Cayo antes que él, tenían motivos dogmáticos y apologéticos para rechazar un libro cuya paternidad no había sido discutida durante el siglo anterior. En definitiva, existen básicamente dos candidatos: Juan el Apóstol o un presbítero de Éfeso del mismo nombre.
El autor del cuarto Evangelio también conocía bien las costumbres judías y la ciudad de Jerusalén.
Sin duda el griego es muy diferente, pero también lo es el contenido en cuanto a su forma de recepción y expresión (ver Thomas, o.c., p. 11-19 para un tratamiento del tema).
Si como se supone general aunque no uniformemente, el libro se escribió hacia el 95 (según una noticia de Ireneo) y el autor fue el apóstol Juan, sin duda debe de haber sido muy anciano. En realidad la tradición temprana, atestiguada desde el siglo II –por ejemplo por Justino e Ireneo- afirmó sin discordancia la autoría apostólica.

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EPISTOLAS DE PABLO.
Acerca de este tema solo te mencionare una cita de Paul-Gerd Müller director de la catolica Bibelwerk de Stuttgart acerca de la no autenticidad de algunas cartas de Pablo. Escribe a sus discípulos lo siguiente:
” Se debe comentar con cautela y de forma constructiva la pseudonimicidad de la carta a los Efesios, de la carta a los Colosenses, asi como de las tres cartas pastorales 1-2 Timoteo y Tito.” (Bibel und Kirche, 3 pag.265)
Evidentemente reconoce que el autor que escribió estas epístolas utilizo falsamente el nombre de Pablo para autentificar sus escritos.
Curiosamente son estas las cartas donde el apóstol Pablo ( si asi puede llamarse al autor) se muestra mas misógino para con las mujeres
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¡No se puede ser “misógino” sino contra las mujeres! 
Lo que el Prof. Müller “reconozca” o no dista de ser decisivo. Mientras que, como ha señalado usted, entre los antiguos no hay uniformidad de opiniones sobre cuál Santiago o cuál Judas fueron los autores de las epístolas homónimas, no ocurre otro tanto con las epístolas paulinas. Aquí las dudas son modernas y no basadas en la tradición.
Es bien sabido que desde principios del segundo siglo el corpus paulino, es decir, el conjunto de sus cartas, circuló como una colección.
Las pastorales son específicamente mencionadas en el fragmento de Muratori. Sobre su autenticidad, recomiendo el tratamiento de William Hendricksen en su comentario del NT.


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Creo que han sido suficientes las evidencias que te he manifestado acerca de las serias dudas de autor y autenticidad de los libros a los que tu alegremente denominas como no anónimos, afirmaciones como esas deben ser mejor calibradas al menos si como bien supongo sabes de sobra que dichas dudas existen desde siglos atrás.
Mas adelante continuare con la respuesta al resto de tu escrito, prefiero dejarlo ahora y no aburrir al personal.
Hasta pronto, un saludo
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Origenes
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No tengo inconveniente en reconocer que existen dificultades no causadas por la anonimia, sino procedentes de otras consideraciones. Pero debo insistir en que los escritos cuestionados por algunos en algunas partes y en algunos tiempos son una evidente minoría.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius


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27 de febrero de 2001

Estimado Jetonius.
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En tu escrito me dabas una amplísima lista de citas de Justino en su obra Apología, a las que yo solo respondo con una pequeña reflexión.
Como tu bien sabes, las citas de Justino al nuevo testamento no son únicas, sino que incluyen también numerosas citas a libros que en la época de Justino también eran manejados entre las iglesias como Palabra de Dios. Imagino que no deducirás por ello que Justino esta autentificando los conocidos hoy como libros apócrifos no?
Solo podemos deducir entonces que, a la luz de las citas de Justino, dichas citas nos indican que estos libros eran conocidos por Justino y poco mas, nada acerca de su canonicidad, nada acerca de su autenticidad y nada acerca de su autoría.
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Me desconcierta con su “pequeña reflexión”, porque en realidad hubiera esperado que honestamente reconociese lo desacertado de su afirmación sobre el conocimiento y empleo de los Evangelios por parte de Justino. Ya que me tomé el trabajo de compilar la “amplísima lista”, como la llama, esperaba que la cotejara y comentara.
En lugar de esto, se escapa por la tangente aludiendo a las “numerosas citas” a libros supuestamente no canónicos (sin mencionar siquiera una) para poder sostener su prejuicio. Muy desalentador su procedimiento.

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El esfuerzo de Ireneo por explicar el por que cuatro y no mas Evangelios, para mi no puede tener otra explicación que dar un “argumento sólido que lo justifique” para eliminar los que posteriormente se considerarán apócrifos. Si ya existiera un consenso general en las iglesias acerca del numero de los evangelios, imagino que se ahorraría una argumentación tan poco rigurosa, a la que tiene que recurrir porque no existe ninguna otra posible.
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Tal vez sea una cuestión de interpretación, pero lo tenue del argumento de Ireneo –que sabía argumentar cuando la ocasión lo requería- me sugiere que no vio necesario reforzar un punto sobre el que había acuerdo general (aunque posiblemente no unánime).
De todos modos y más allá de las interpretaciones, si uno sostiene que había muchos evangelios que eran candidatos serios al reconocimiento general, debiera proveer evidencia que lo pruebe. Y hasta donde sé, tal evidencia simplemente no existe.


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Acerca de la autoría de Lucas y Hechos, no he manifestado como evidencia de la misma “una simple contradicción”, mas allá de ello mis palabras textuales fueron :
“Para no entrar en mayores consideraciones de los textos una simple contradicción podría ponerte sobre la pista”
No creo que lleguemos a un acuerdo en este punto, pues al menos mi intención no es convencerte de nada, sino solo reflexionar acerca de estos temas.
Pero te añadiré algunos apuntes ligeros al respecto de la autoría de los Hechos de los Apóstoles:
Un estudio exhaustivo de este libro pone de manifiesto algunos puntos que lejos de afirmar que su autor es Lucas, mas bien es fruto de la mano de varios autores, ejemplo de esto lo tenemos en el capítulo 16, allí observamos como la narración pasa súbitamente de la tercera persona a la primera persona, lo que se continua haciendo de forma esporádica hasta el final del libro. Como podrás comprobar si te fijas en los verbos utilizados. </STRONG>


Lo que menciona es una explicación posible. Otra, más sencilla y que requiere menos suposiciones, es que Lucas según su método se documentó acerca de acontecimientos en los cuales no había estado presente, lo cual explica los pasajes en tercera persona, y además narró cosas que él experimentó de primera mano, lo cual refiere en los pasajes en primera persona. La suposición de múltiples autores es superflua.

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Otro ejemplo de esto son algunas contradicciones internas como la descripción doble de la conversión de Pablo.
Hch.9 nos dice que cuando Pablo recibió su visión de luz y oyó una voz divina en el camino de damasco, sus compañeros oyeron la voz “ mas no veían a nadie”
Sin embargo el capitulo 21 describiendo la misma experiencia se dice en boca del mismo Pablo “Los que venían conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba”.
Exactamente lo contrario de lo dicho en el capítulo 9, lo que apoya la idea de que ambos textos fueron escritos por diferentes personas.
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De nuevo, aquí se pretende hallar una contradicción sin estudiar seriamente los textos. Si se narra lo mismo en dos ocasiones diferentes, es posible que el relato mostrase variantes (de no ser así Lucas podría haberlo tranquilamente omitido). En realidad, es erróneo decir que es “exactamente lo contrario”, como paso a mostrar.

He aquí los textos según el NT Interlineal de Lacueva:

Hechos 9:7
Y los hombres que iban de camino con él se pararon estupefactos, oyendo, sí, la voz, pero a nadie viendo

oi de andres oi sunodeuontes autô eistêkeisan eneoi, akouontes men tês fônês, mêdena de theôrountes

Hechos 22:9
Y los que conmigo estaban la luz, cierto, vieron, mas la voz no oyeron del que hablábame.

oi de sun emoi ontes to men fôs etheasanto, tên de fônên ouk êkousan tou lalountos moi

De ambas narraciones queda en claro que los compañeros de Saulo vieron una luz radiante (22:9), pero no a quien hablaba (9:7).
La cuestión de lo que oyeron es algo más sutil. Ocurre que en el primer relato el verbo «oír» está en genitivo y el segundo en acusativo. El lingüista Gleason L. Archer Jr. explica:

El griego hace una distinción entre oír un sonido como un ruido (en cuyo caso el verbo «oír» toma el caso genitivo) y escuchar una voz como un mensaje con sentido (en cuyo caso toma el acusativo). Por tanto, cuando ponemos ambas afirmaciones juntas, hallamos que los compañeros de Pablo oyeron la voz como un sonido ... pero no escucharon (como Pablo) el mensaje que articulaba. Pablo solo lo escuchó inteligiblemente.
(Encyclopedia of Biblical Difficulties. Grand Rapids: Zondervan, 1982, p. 382).

En resumen, cuando ambos pasajes se combinan se puede concluir que los acompañantes de Saulo vieron una luz y oyeron un sonido, pero no vieron al Señor ni escucharon inteligiblemente lo que dijo.
De nuevo, la evidencia de presunta contradicción no resiste el análisis.


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Por otro lado tampoco coincide lo sucedido después de la conversión de Pablo con lo citado por el propio Pablo en Gálatas.
En Hechos se nos narra el episodio de Ananías quien recoge a Pablo para devolverle la vista, luego se traslada a Jerusalén donde Bernabé le presenta a los Apóstoles. En el templo de Jerusalén recibe una nueva visión y recibe la vocación de predicar a los gentiles.
La versión del mismo Pablo no dice nada de esto en su epístola a los Gálatas, allí no se menciona para nada a Ananías y se dice que Pablo después de la visión fue a Arabia y no tuvo nada que ver con los cristianos de Jerusalén hasta pasados tres años después de su conversión. Declarando esto con gran firmeza al decir con énfasis “Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento”
Es evidente que de la pluma de un discípulo de Pablo como Lucas no pueden haber salido estas contradicciones no crees??, Lucas a buen seguro conocía de primerísima mano como había sucedido la conversión de Pablo y todo lo posterior.
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Si bien los relatos son diferentes, no son necesariamente contradictorios, sino complementarios. A mi entender las diferencias entre los relatos pueden explicarse mayormente por la diferencia de perspectiva y sobre todo de propósito. El siguiente apéndice al comentario a la Epístola a los Gálatas de William Sanday pone las cosas en perspectiva:


EXCURSUS A: SOBRE LAS VISITAS DE SAN PABLO A JERUSALEN

Los relatos paralelos de las relaciones de San Pablo con la Iglesia de Jerusalén, dados en esta Epístola [Gálatas] y en los Hechos de los Apóstoles, han sido una doble fuente de dificultad. Para los escritores que han aceptado la veracidad general de ambas narraciones, ha parecido difícil de armonizar y disponer en la debida secuencia cronológica; y, por otra parte, para aquellos que estaban ya preparados para arrojar duda sobre la veracidad de la obra histórica, las noticias autobiográficas en la Epístola han provisto un medio de ataque del cual se han aprovechado muy liberalmente.

El crítico que desea mirar las cosas como realmente son, sin prejuicio y sin partidismo, ciertamente confesará que no todo es perfectamente llano y claro, y que ambas narraciones no encajan entre sí de inmediato con exacta precisión; pero de todos modos repudiará vehementemente las conclusiones exageradas que han sido derivadas de las diferencias que existen – conclusiones que, mientras profesan ser basadas en la aplicación a la Biblia de los mismos principios que se hubiesen empleado para juzgar cualquier otro libro, son de hecho totalmente inaplicables tanto a libros como a la vida real. No es demasiado decir que si los principios desarrollados, por ejemplo, por F.C. Baur en su famosa crítica de estas narraciones fuesen aplicados con igual exhaustividad en otras partes, la historia no existiría, o se tornaría simplemente un campo para el ejercicio de la imaginación, y los asuntos comunes se reducirían a un estancamiento de total escepticismo. La norma por la cual estos escritores han juzgado lo que es histórico y lo que no lo es, es una norma que existe solamente en la pedantería del estudio o del aula, y el cual es en absoluto aplicable aquí, donde nuestra ignorancia de todas las circunstancias circundantes es tan grande, y el cuerpo completo de la evidencia directa tan ínfimo.

Procederemos a colocar las dos narraciones lado a lado, señalando tan bien como podamos cuáles son las diferencias reales y cuáles las sólo aparentes entre ellas. Al mismo tiempo debe reconocerse plenamente que, sin importar cuán sinceros sean los motivos por los que se haga cualquier afirmación particular sobre el caso, habrá todavía un cierto espacio para la honesta diversidad de opinión. Una mente se inclinará hacia una cantidad de exigencia mayor y otra hacia una menor, aunque es difícil de creer que ningún juicio apropiadamente preparado y cabalmente equilibrado caerá en las extravagancias a las cuales ha estado sujeta la crítica de este infortunado capítulo de la historia.

Al estimar las divergencias aparentes de los dos escritores, la posición y el objeto de cada uno deben tenerse en mente. San Pablo está escribiendo con el conocimiento más íntimo del curso interno de los acontecimientos, pero al mismo tiempo con un propósito definido y limitado en vista – vindicar su propia independencia. Está escribiendo bajo la presión de una controversia que sirvió para acentuar agudamente los puntos de diferencia entre él mismo y todos cuantos estaban en alguna forma involucrados con el partido judaizante. Por su parte, San Lucas escribía a una mayor distancia en el tiempo, a partir de información que en esta parte de su narración estuvo obligado a tomar de segunda mano, y esto de personas quienes estaban ellas mismas solamente familiarizadas con los acontecimientos que ocurrieron en público. Él puede haber tenido un deseo de no darle demasiado relieve a las oposiciones que aún amenazaban la paz de la Iglesia, pero no hay nada que demuestre que esto llegó tan lejos que distorsionase su presentación de los hechos.
Adoptaremos la opinión que es actual entre una vasta mayoría de los mejores y más confiables críticos con respecto al orden de las visitas, y nos confinaremos a considerar la relación entre ambas narraciones.

La primera visita, entonces, con la cual tenemos que tratar será aquélla registrada en Hechos 9:26-30, Gálatas 1:18-24, la cual pondremos en columnas paralelas [como no sé cómo hacer tal cosa aquí, las pongo una a continuación de la otra – Jetonius]

Hechos 9:26-30
Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; y todos le temían, no creyendo que era discípulo.
Pero Bernabé lo tomó y lo presentó a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, y que El le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con valor en el nombre de Jesús.
Y estaba con ellos moviéndose libremente en Jerusalén, hablando con valor en el nombre del Señor.
También hablaba y discutía con los judíos helenistas; mas éstos intentaban matarlo.
Pero cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea, y de allí lo enviaron a Tarso.

Gálatas 1:18-24
Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Pedro, y estuve con él quince días.
Pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo, el hermano del Señor.
(En lo que os escribo, os aseguro delante de Dios que no miento.)
Después fui a las regiones de Siria y Cilicia.
Pero todavía no era conocido en persona en las iglesias de Judea que eran en Cristo;
sino que sólo oían decir: El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir.
Y glorificaban a Dios por causa de mí.

Las narraciones aquí no colisionan realmente, aunque son presentadas desde diferentes lados. San Pablo no dice nada acerca de su presentación a la Iglesia por Bernabé, porque no tiene relación con su argumento; tampoco habla de su predicación pública en Jerusalén, pues eso tampoco era el punto. Debe de haber habido amplio tiempo para su predicación durante los quince días en que estuvo residiendo en la casa de San Pedro; y como habría sido visto entrando a esta casa y saliendo de ella –a veces, sin duda, en compañía de San Pedro, y una o dos veces, quizás, también en compañía de Santiago – sería muy natural que los informantes de San Lucas y San Lucas, deseando mostrar cuán completamente el antiguo perseguidor se había ahora reconciliado con la Iglesia, hablase de él como “entrando y saliendo” con los Apóstoles. San Pablo también sugiere la impresión que este gran cambio hizo colectivamente en las iglesias de Judea, aunque él fue puesto en contacto directamente sólo con la Iglesia de Jerusalén. No hay nada sorprendente en el hecho de que San Pablo viese a solamente dos de los Apóstoles: el resto puede haber estado ausente por alguna misión, o pueden haber habido otras causas, sobre las que sería vano especular. Sería, quizás, posible derivar de la narración de Lucas una idea exagerada de la extensión con que el Apóstol predicó en público; pero aquí, también, ha de notarse que la predicación es descrita como limitada a una sección particular, no muy grande, de la comunidad judía; y San Lucas no relata nada que pudiera haberlo llevado más allá de los muros de Jerusalén. La cuestión de si San Pablo fue directamente de Cesarea a Tarso, o tocó tierra en la costa de Siria en su camino, se hallará tratada en las notas a Gálatas 1:21.

La segunda visita se menciona solamente en los Hechos. Después de narrar el éxito de la predicación del Apóstol en Antioquía, y la gran hambre del reino de Claudio, el historiador procede a dar un relato de la colecta que se hizo para las iglesias sufrientes de Judea.

Hechos 11:29-30, 12:25
Los discípulos, conforme a lo que cada uno tenía, determinaron enviar una contribución para el socorro de los hermanos que habitaban en Judea.
Y así lo hicieron, mandándola a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.


Y Bernabé y Saulo regresaron de Jerusalén después de haber cumplido su misión, llevando consigo a Juan, llamado también Marcos.


La única pregunta que se nos ocurre aquí es ¿por qué esta visita es omitida por San Pablo? La respuesta no es difícil de encontrar. Si San Pablo hubiera estado dando una presunta lista de sus visitas a Jerusalén, podría parecer extraño. Pero él no está dando tal lista. Su objeto es explicar la amplitud de sus comunicaciones con los Apóstoles más antiguos. Pero en esta ocasión hay toda razón para pensar que no entabló tal comunicación. Del orden de la narración en Hechos debiéramos inferir que Pablo arribó a Jerusalén durante la confusión causada por la persecución de Herodes. San Pedro estaba en prisión; Jacobo el mayor acababa de ser ejecutado: Jacobo, el hermano del Señor, se estaba ocultando (Hechos 12:17). Tan pronto como Pedro fue liberado él también se ocultó de nuevo (Hechos 12:17-19). En la Iglesia reunida en la casa de María, ninguno de los miembros prominentes parece haber estado presente. Y de que Pablo y Bernabé fueron a esta casa tenemos una prueba incidental en el hecho de que trajeron de vuelta con ellos a Juan Marcos, el hijo de la dama a quien pertenecía [dicho hogar]. Debviéramos inferir de los Hechos que todo lo que hicieron fue simplemente cumplir su comisión, depositando la suma de la que eran custodios, en manos confiables, y retornar. Pero entonces, no habr’arazón por la que San Pablo hubiese de aludir a esta visita durante su argumento con los gálatas. Había tenido lugar cerca de catorce años antes de la fecha en la cual estaba escribiendo; y aunque no es necesario suponer que él la hubiese olvidado, no había nada que se la recordase, y no la tenía en mente. Esto es perfectamente suficiente para explicar la expresión con la cual introduce su relato de su siguiente, en realidad su tercera visita. El no emplea una expresión precisa, “Yo subí por segunda vez” , sino simplemente “subí de nuevo”.

Esta tercera visita es la más importante. Que ambos relatos se vinculan con la misma visita no puede dudarse, aunque hay, a primera vista, una considerable diferencia entre ellos.

Hechos 15:1-31
Y algunos descendieron de Judea y ensenaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos.
Como Pablo y Bernabé tuvieran gran disensión y debate con ellos, los hermanos determinaron que Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén a los apóstoles y a los ancianos para tratar esta cuestión.
Así que, siendo enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, relatando detalladamente la conversión de los gentiles, y causaban gran gozo a todos los hermanos.
Cuando llegaron a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y los ancianos, e informaron de todo lo que Dios había hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés.
Entonces los apóstoles y los ancianos se reunieron para considerar este asunto.
Y después de mucho debate, Pedro se levantó y les dijo: Hermanos, vosotros sabéis que en los primeros días Dios escogió de entre vosotros que por mi boca los gentiles oyeran la palabra del evangelio y creyeran.
Y Dios, que conoce el corazón, les dio testimonio dándoles el Espíritu Santo, así como también nos lo dio a nosotros;
y ninguna distinción hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones.
Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
Creemos más bien que somos salvos por la gracia del Senor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son.
Toda la multitud hizo silencio, y escuchaban a Bernabé y a Pablo, que relataban las senales y prodigios que Dios había hecho entre los gentiles por medio de ellos.
Cuando terminaron de hablar, Jacobo respondió, diciendo: Escuchadme, hermanos.
Simón ha relatado cómo Dios al principio tuvo a bien tomar de entre los gentiles un pueblo para su nombre.
Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito:
DESPUES DE ESTO VOLVERE,
Y REEDIFICARE EL TABERNACULO DE DAVID QUE HA CAIDO.
Y REEDIFICARE SUS RUINAS,
Y LO LEVANTARE DE NUEVO,
PARA QUE EL RESTO DE LOS HOMBRES BUSQUE AL SENOR ,
Y TODOS LOS GENTILES QUE SON LLAMADOS POR MI NOMBRE,
DICE EL SENOR, QUE HACE SABER TODO ESTO DESDE TIEMPOS ANTIGUOS .
Por tanto, yo juzgo que no molestemos a los que de entre los gentiles se convierten a Dios,
sino que les escribamos que se abstengan de cosas contaminadas por los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre.
Porque Moisés desde generaciones antiguas tiene en cada ciudad quienes lo prediquen, pues todos los días de reposo es leído en las sinagogas.
Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, escoger de entre ellos algunos hombres para enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres prominentes entre los hermanos,
y enviaron esta carta con ellos:
Los apóstoles, y los hermanos que son ancianos, a los hermanos en Antioquía, Siria y Cilicia que son de los gentiles, saludos.
Puesto que hemos oído que algunos de entre nosotros, a quienes no autorizamos, os han inquietado con sus palabras, perturbando vuestras almas,
nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
hombres que han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Senor Jesucristo.
Por tanto, hemos enviado a Judas y a Silas, quienes también os informarán las mismas cosas verbalmente.
Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros mayor carga que estas cosas esenciales:
que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales cosas, bien haréis. Pasadlo bien.
Así que ellos, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía; y reuniendo a la congregación, entregaron la carta;
y cuando la leyeron, se regocijaron por el consuelo que les impartía.

Gálatas 2:1-11
Entonces, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito.
Subí por causa de una revelación y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles, pero lo hice en privado a los que tenían alta reputación, para cerciorarme de que no corría ni había corrido en vano.
Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego.
Y esto fue por causa de los falsos hermanos introducidos secretamente, que se habían infiltrado para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, a fin de someternos a esclavitud,
a los cuales ni por un momento cedimos, para no someternos, a fin de que la verdad del evangelio permanezca con vosotros.
Y de aquellos que tenían reputación de ser algo (lo que eran, nada me importa; Dios no hace acepción de personas), pues bien, los que tenían reputación, nada me enseñaron.
Sino al contrario, al ver que se me había encomendado el evangelio a los de la incircuncisión, así como Pedro lo había sido a los de la circuncisión
(porque aquel que obró eficazmente para con Pedro en su apostolado a los de la circuncisión, también obró eficazmente para conmigo en mi apostolado a los gentiles),
y al reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo, Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de companerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión.
Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también deseoso de hacer.
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque era de condenar.

En un respecto la narración de San Pablo es llamativamente suplementada por la de San Lucas. Nos dice quiénes eran los “falsos hermanos introducidos por los incautos” . Ellos eran “algunos de la secta de los fariseos los cuales creyeron” , es decir, fariseos que se llamaban a sí mismos cristianos, aunque sin abandonar sus creencias peculiares, y deseando imponerlas a la Iglesia. La verdadera oposición a San Pablo vino de estos. Tanto en la epístola como en la obra del historiador son ellos quienes aparecen prominentemente. Y es una gran exageración, más aún, una distorsión de los hechos, representar la oposición como proveniente de los Apóstoles de Judea. Estos aparecen más bien como mediadores, situados por nacimiento y antecedentes de un lado, pero cediendo a la razonabilidad del caso tanto como para llegar a hacer grandes concesiones al otro.

Es notable, también, como otra coincidencia pequeña entre los dos relatos, que en ambos se pone énfasis sobre el éxito de la predicación del Apóstol de los Gentiles como prueba de que gozaba del favor divino. En los Hechos, Pablo y Bernabé se defendieron “declarando qué milagros y maravillas Dios había obrado entre los gentiles por medio de ellos” ; y en Gálatas los Apóstoles de Judea se describen como dándoles a San Pablo y Bernabé las manos derechas de la fraternidad, porque “percibieron la gracia a él dada” , y porque vieron que el mismo Poder que capacitó a Pedro para predicar a los judíos “estaba poderosamente en él hacia los gentiles”.

Estas dos coincidencias no deliberadas son una fuerte confirmación de las narraciones en las que se encuentran. Pero también deben notarse las diferencias. (1) En la epístola, San Pablo habla de sí mismo como subiendo “por revelación” –es decir, de acuerdo con alguna intimación en privado de la voluntad divina. En los Hechos se determina que él vaya como representante de la Iglesia de Antioquía. Pero ambas cosas no son excluyentes: ellas más bien representan los dos aspectos del mismo acontecimiento tal como aparecerían cuando se mirasen desde afuera y cuando se miraran desde adentro. Una diferencia precisamente similar puede observarse en Hechos 9:29,30 comparado con Hechos 22:17 y siguientes. En un pasaje se dice que los discípulos “bajaron” a San Pablo a Cesarea, por temor a que los judíos le matasen. En el otro pasaje, San Pablo mismo, narrando el mismo incidente, dice que, mientras oraba en el Templo, “cayó en un trance” y escuchó una voz que lo intimaba a “apresurarse y salir rápidamente de Jerusalén” porque su testimonio no sería recibido. De manera similar una doble causa –la preparación del Espíritu Santo y el acto de la Iglesia de Antioquía, se asignan al mismo acontecimiento en Hechos 13:2-4. Las discrepancias como estas son comunes y suficientemente naturales en dos narraciones independientes. (2) Nada se dice del incidente de Tito en los Hechos. Pero Tito está incluido entre los “otros” de Hechos 15:2 (“Pablo y Bernabé y algunos otros de ellos&#8221 ;); y el incidente es suficientemente apuntado en el versículo 5, donde los convertidos farisaicos insisten en la circuncisión de los convertidos gentiles. Ni tampoco debiera causar sorepresa alguna de haber sido totalmente omitido. San Lucas conocía tanto de lo ocurrido en el Concilio como sus informantes mismos sabían o fueron capaces de decirle. (3) En los Hechos se nos describe una gran reunión pública; la epístola parece más bien hablar de entrevistas privadas. Pero una reunión pública en un asunto de esta naturaleza, lejos de excluir más bien supondría conversaciones en privado. Hemos tenido recientemente un conspicuo ejemplo de esto en la conducta tan discretamente seguida en el Congreso, que resultó en el Tratado de Berlín. Y una reunión pública es indicada por el griego de la frase “les presenté” (Gál. 2:2...) y cae naturalmente en el relato de la despedida de los dos Apóstoles en el versículo 9. Hasta aquí las diferencias no son de importancia, y son perfectamente compatibles con la completa verdad de ambos relatos; pero la que queda es bastante más sustancial. (4) San Pablo no hace mención del llamado “decreto apostólico”. La exhortación de “recordar a los pobres” es todo lo que retiene de la carta exhortando a los cristianos gentiles a “abstenerse de carne sacrificada a los ídolos, y de estrangulado, y de fornicación”. Tampoco se apela al decreto –como podría haberse hecho aquí a los gálatas- como prueba de que la circuncisión no era tenida por obligatoria ni siquiera por la Iglesia madre; mientras que algunas de estas precauciones- por ejemplo, la abtinencia de carne ofrecida a los ídolos- se dejan completamente ignoradas en la discusión sobre el asunto en las epístolas a los corintios y romanos. Ua respuesta parcial a las preguntas surgidas sobre este notable silencio puede hallarse en el hecho de que la carta fue dirigida, en el primer caso, a las iglesias de un distrito particulr – Antioquía, Siria y Cilicia- la cual estaba en comunión relativamente estrecha con Judea. No se seguiría de esto que el decreto fuese vinculante en otras Iglesias gentiles. Una respuesta parcial, de nuevo, es provista por la natural independencia de carácter del Apóstol. El argumento a la autoridad sería el último que utilizaría; y si él hubiese estado más inclinado a emplearlo, la autoridad de la Iglesia de Jerusalén era puesta con demasiada frecuencia a la suya propia como para que fuese seguro para él recurrir a ella como corte superior de apelación.

Estas consideraciones cubren parte del camino, pero aún así sentimos que la respuesta es incompleta. Si conociésemos todas las circunstancias, habría probablemente más que decir. No las conocemos, y por tanto debemos conformarnos con permanecer en la ignorancia. Pero tomar esta ignorancia como terreno para desacreditar la historia de los Hechos es en extremo arbitrario, y totalmente injustificado por cualquier cosa que vemos en los sucesos que desfilan ante nuestros ojos o en la relación general de testimonio a hecho. Pueden observarse discrepancias mayores que cualquiera de las que aquí aparecen en los relatos de acontecimientos separados de su registro apenas por un intervalo breve, y acreditados por numerosos testigos; ¡cuántas más, entonces, habrán de esperarse cuando dos escritores miran atrás, uno a una distancia de siete u ocho, el otro quizá de treinta años; cuando uno escribe una historia continua, y el otro una apología de sí mismo contra una acusación particular y definida; y donde ellos, y ellos solos, proveen toda la información que poseemos con respecto al acontecimiento mismo, mientras que todo alrededor es poco más que oscuridad visible!

¡Tan superficial y tan leve es el fundamento sobre el cual se ha construido aquel castillo de naipes que forma una de las estructuras más imponentes de la moderna crítica negativa! Decir que ya se ha colapsado no sería verdad, ya que hombres doctos y capaces aún la apoyan; pero decir que está condenada al colapso sería una profecía basada sobre todas las leyes que distinguen entre lo que es sólido y perdurable y lo que es ficticio e irreal.

William Sanday, MA, DD. The Epistle of Paul the Apostle to the Galatians. En Charles John Ellicott (Ed), A Bible Commentary for Bible Students. London-Edinburgh: Marshall Brothers, 1890; 7:464-467.
Las citas escriturales son de la Biblia de las Américas © Lockman Foundation.


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Por último decirte que no hay citas de ningún tipo acerca de los Hechos anteriores a 177 d.C. y la única prueba “sólida” de que fuera Lucas es la dedicatoria a Teofilo en el mismo libro que no da ninguna garantía a la luz de lo dicho anteriormente, por lo que puede suponerse con certeza que no es una crónica de la época y probablemente fue escrito entre los años 150 y 177 d.C.

Bueno ya he llegado al final, recibe un saludo amigo Jetonius.
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Origenes
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Esta conclusión, como sabrá, se da de palos con el consenso de la erudición neotestamentaria, que casi unánimemente considera a Hechos como un producto del siglo I, aunque exista divergencia en cuanto a la fecha precisa (se ha propuesto desde antes de 65 hasta el 95).
Los testimonios existentes a favor de la canonicidad de Hechos y su autoría por Lucas datan del siglo II (prólogo antimarcionita, Fragmento de Muratori, Ireneo, Clemente, Tertuliano) y no existe la más mínima tradición discordante. De hecho, la cuestión de la autoría ni siquiera fue motivo de discusión hasta fines del siglo XVIII.

Todo indica que muy poco después de que los cuatro Evangelios y las cartas de Pablo comenzaron a circular como colecciones, fueron reunidas con el libro de los Hechos como “pivote” o “bisagra” al decir de Harnack. F.F. Bruce observa:

La colección del evangelio tenía autoridad porque preservaba las palabras de Jesús, la máxima autoridad conocida por la Iglesia. La colección paulina poseía autoridad porque preservaba la autoridad era reconocida ... como inferior sólo a la de Jesús. La reunión de estas dos colecciones en algo que se aproximase al Nuevo Testamento tal como lo conocemos fue facilitada por otro documento que vinculaba la una a la otra. Este documento era los Hechos de los Apóstoles, que había sido amputado de su compañero natural, el Evangelio de Lucas, después de que dicho Evangelio fuese incorporado en la colección cuádruple. Hechos habría más tarde de tener un papel propio, y una que demostró ser muy importante.

The Canon of Scripture. Downers Grove: InterVarsity Press, 1988, p. 132-133.


Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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