A los foristas que nos exigen guardar el sábado:
En los tiempos del Señor y de los apóstoles fue muy difícil para muchos dejar atrás la dispensación de la ley y aceptar la dispensación de la gracia de Dios en Cristo Jesús (Hch.20:24).
Y, a pesar de todas las claras enseñanzas que tenemos en los evangelios yen las epístolas, muchos hoy en día todavía no distinguen bien entre la ley y la gracia, como es el caso patético de varios foristas judaizantes que postean en este foro.
El apóstol Juan claramente destaca esa diferencia:
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Jn. 1:17).
No tomar en cuenta esa distinción ha resultado en muchas falsas doctrinas y posturas equivocadas aun entre verdaderos creyentes, que, siendo engañados por su grupo judaizante, hacen de la autosuficiencia de Cristo depender de Moisés, socavando de esta forma, la perfección de la Obra de la Redención.
Algunas figuras utilizadas en la Biblia nos ayudarán a entender que la ley y la gracia son dos cosas distintas que no se pueden mezclar.
Vestido viejo o vestido nuevo (Mt. 9:16; Lc. 5:36).
La ley es como un vestido viejo; tuvo su utilidad en el pasado, pero ya ha sido descartado.
La gracia es como un vestido nuevo y hermoso.
El Señor no vino para remendar el viejo sistema de la ley ceremonial, sino para descartarlo completamente.
Los judaizantes del foro se cubren con ese vestido viejo de la ley, queriendo remendarlo con el vestido nuevo de la gracia, resultando en un atuendo ridículo y empobrecedor.
Pero, cortar un pedazo de un vestido nuevo y ponerlo en un vestido viejo trae tres consecuencias negativas:
1. Se rompe el nuevo,
2. El remiendo no armoniza con el viejo
3. Y además tira del vestido, empeorando la rotura.
Definitivamente la ley y la gracia no se pueden mezclar.
Odres viejos u odres nuevos. (Mt. 9:17).
Los odres viejos, tiesos e inflexibles, representan la ley.
Los odres nuevos representan la gracia.
El vino nuevo nos habla del gozo de la salvación que trae el Evangelio.
Ese gozo exuberante echa a perder las formas rígidas del ritualismo, y sólo puede contenerse dentro de los nuevos principios de la gracia de Dios.
Sin embargo, como los fariseos, muchos todavía prefieren estar bajo la ley, diciendo:
“El añejo es mejor”.
Estar bajo ayo o ser mayor de edad (Gál. 3:24,25).
El ayo era el esclavo guardián o tutor del hijo menor de edad, que lo dominaba y enseñaba hasta que llegaba a la mayoría de edad.
Para los judíos la ley era como un ayo, sujetándolos y conduciéndolos a Cristo.
La ley les hizo sentir su culpabilidad y la imposibilidad de salvarse a sí mismos, para que pudieran recibir a Cristo y ser justificados por la fe.
“Pero venida la fe, ya no estamos bajo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”.
La ley ya cumplió su función.
Volver a la ley es como volver a la niñez y ponerse de nuevo bajo el control del ayo siendo ya adulto (Heb.5:12-14).
Yugo pesado o yugo fácil (Hch. 15:10; Mt. 11:29,30)
Cuando algunos de los fariseos insistieron que era necesario circuncidar a los gentiles que habían creído y mandarles que guardasen la ley de Moisés, Pedro dijo:
“¿Por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemospodido llevar?”
Pablo exhorta: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gál. 5:1).
El creyente no está bajo ese yugo pesado de la ley, pero el Señor le anima a llevar Su yugo:
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
Volver a la ley es volver a una esclavitud (Gal. 4:9).
Ismael o Isaac (Gál. 4:21-31)
Al señalar la distinción entre la ley yla gracia, Pablo utiliza la alegoría de los dos hijos de Abraham.
“Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.”
Ismael está asociado con el Monte Sinaí, con la Jerusalén actual y la esclavitud de la ley.
Isaac está asociado con la Jerusalén de arriba, con la promesa y la libertad en Cristo.
Ismael e Isaac no podían vivir juntos.
“Mas ¿qué dice laEscritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre”.
El estanque de Betesda o el poder del Señor (Jn. 5:1-9)
Para beneficiarse del poder curativo del estanque de Betesda, uno tenía que ser el primero en descender al estanque después del movimiento del agua.
El pobre paralítico confesó que no tenía quién le metiera en el estanque, y entre tanto que iba, otro descendía antes que él. La ley (como ese estanque) es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno (Rom.7:12). Pero el problema es que el hombre (como el paralítico) no tiene la capacidad para guardar la ley (la ley “era débil por la carne” Rom. 8:3).
Volver a la ley, sería como decirle al paralítico que siguiera esperando (inútilmente) el movimiento del agua, cuando, por gracia, el Señor podía suplir su necesidad de manera inmediata.
Sombra o sustancia (Col. 2:16,17)
La ley, con sus regulaciones en cuanto a comida y bebida, días de fiesta, luna nueva y días de reposo, era solamente la sombra de lo que había de venir.
Cristo es el cuerpo, la sustancia, la realidad que producía esa sombra.
La ley tenía “la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas” (Heb. 10:1).
Viendo solamente la sombra de una persona que se acerca, se puede apreciar algunas características de esa persona (por ejemplo, si es gordo o es flaco, si es alto o bajo, etc.).
Por medio de la ley se podía vislumbrar algo de lo que iba a venir al llegar la gracia.
Al llegar la gracia por medio de Jesucristo, vemos claramente lo que la ley vislumbraba.
¿Por qué volver a las sombras de la ley cuando ya ha llegado la sustancia en Cristo?
Entender la enseñanza de estas figuras nos guardará de volver a la ley con sus decretos, demandas, días, diezmos, dietas, dominio y dureza.
La ley es un sistema de salvación por obras.
Pero la gracia de Dios en Cristo Jesús provee salvación completamente aparte de méritos y obras.
Si se trata de añadir el sistema de la ley al otro de la gracia, el resultado es que dejan de ser lo que son.
“Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no eso bra” (Rom. 11:6).
No, la ley y la gracia no se pueden mezclar.
Pero, por si acaso algún forista esté pensando torcido, el hecho de que ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia, no se debe tomar como excusa para abusar de la gracia de Dios.
Veamos las advertencias de la Palabra de Dios en cuanto a esto:
1. “Me he hecho…a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo)” (1 Cor. 9:21).
2. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.” Gál 5:13
3. “Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1 Ped. 2:16).
4. Y Judas nos advierte sobre los “hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”. (Jud. 4).
Entonces, foristas judaizantes, no confundamos la ley con la gracia.
No podemos volver a la ley.
Tampoco podemos usar la ley para remendar la gracia (como si esto fuera necesario).
¿Habéis entendido estas distinciones?
En los tiempos del Señor y de los apóstoles fue muy difícil para muchos dejar atrás la dispensación de la ley y aceptar la dispensación de la gracia de Dios en Cristo Jesús (Hch.20:24).
Y, a pesar de todas las claras enseñanzas que tenemos en los evangelios yen las epístolas, muchos hoy en día todavía no distinguen bien entre la ley y la gracia, como es el caso patético de varios foristas judaizantes que postean en este foro.
El apóstol Juan claramente destaca esa diferencia:
“Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Jn. 1:17).
No tomar en cuenta esa distinción ha resultado en muchas falsas doctrinas y posturas equivocadas aun entre verdaderos creyentes, que, siendo engañados por su grupo judaizante, hacen de la autosuficiencia de Cristo depender de Moisés, socavando de esta forma, la perfección de la Obra de la Redención.
Algunas figuras utilizadas en la Biblia nos ayudarán a entender que la ley y la gracia son dos cosas distintas que no se pueden mezclar.
Vestido viejo o vestido nuevo (Mt. 9:16; Lc. 5:36).
La ley es como un vestido viejo; tuvo su utilidad en el pasado, pero ya ha sido descartado.
La gracia es como un vestido nuevo y hermoso.
El Señor no vino para remendar el viejo sistema de la ley ceremonial, sino para descartarlo completamente.
Los judaizantes del foro se cubren con ese vestido viejo de la ley, queriendo remendarlo con el vestido nuevo de la gracia, resultando en un atuendo ridículo y empobrecedor.
Pero, cortar un pedazo de un vestido nuevo y ponerlo en un vestido viejo trae tres consecuencias negativas:
1. Se rompe el nuevo,
2. El remiendo no armoniza con el viejo
3. Y además tira del vestido, empeorando la rotura.
Definitivamente la ley y la gracia no se pueden mezclar.
Odres viejos u odres nuevos. (Mt. 9:17).
Los odres viejos, tiesos e inflexibles, representan la ley.
Los odres nuevos representan la gracia.
El vino nuevo nos habla del gozo de la salvación que trae el Evangelio.
Ese gozo exuberante echa a perder las formas rígidas del ritualismo, y sólo puede contenerse dentro de los nuevos principios de la gracia de Dios.
Sin embargo, como los fariseos, muchos todavía prefieren estar bajo la ley, diciendo:
“El añejo es mejor”.
Estar bajo ayo o ser mayor de edad (Gál. 3:24,25).
El ayo era el esclavo guardián o tutor del hijo menor de edad, que lo dominaba y enseñaba hasta que llegaba a la mayoría de edad.
Para los judíos la ley era como un ayo, sujetándolos y conduciéndolos a Cristo.
La ley les hizo sentir su culpabilidad y la imposibilidad de salvarse a sí mismos, para que pudieran recibir a Cristo y ser justificados por la fe.
“Pero venida la fe, ya no estamos bajo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús”.
La ley ya cumplió su función.
Volver a la ley es como volver a la niñez y ponerse de nuevo bajo el control del ayo siendo ya adulto (Heb.5:12-14).
Yugo pesado o yugo fácil (Hch. 15:10; Mt. 11:29,30)
Cuando algunos de los fariseos insistieron que era necesario circuncidar a los gentiles que habían creído y mandarles que guardasen la ley de Moisés, Pedro dijo:
“¿Por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemospodido llevar?”
Pablo exhorta: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gál. 5:1).
El creyente no está bajo ese yugo pesado de la ley, pero el Señor le anima a llevar Su yugo:
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
Volver a la ley es volver a una esclavitud (Gal. 4:9).
Ismael o Isaac (Gál. 4:21-31)
Al señalar la distinción entre la ley yla gracia, Pablo utiliza la alegoría de los dos hijos de Abraham.
“Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.”
Ismael está asociado con el Monte Sinaí, con la Jerusalén actual y la esclavitud de la ley.
Isaac está asociado con la Jerusalén de arriba, con la promesa y la libertad en Cristo.
Ismael e Isaac no podían vivir juntos.
“Mas ¿qué dice laEscritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre”.
El estanque de Betesda o el poder del Señor (Jn. 5:1-9)
Para beneficiarse del poder curativo del estanque de Betesda, uno tenía que ser el primero en descender al estanque después del movimiento del agua.
El pobre paralítico confesó que no tenía quién le metiera en el estanque, y entre tanto que iba, otro descendía antes que él. La ley (como ese estanque) es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno (Rom.7:12). Pero el problema es que el hombre (como el paralítico) no tiene la capacidad para guardar la ley (la ley “era débil por la carne” Rom. 8:3).
Volver a la ley, sería como decirle al paralítico que siguiera esperando (inútilmente) el movimiento del agua, cuando, por gracia, el Señor podía suplir su necesidad de manera inmediata.
Sombra o sustancia (Col. 2:16,17)
La ley, con sus regulaciones en cuanto a comida y bebida, días de fiesta, luna nueva y días de reposo, era solamente la sombra de lo que había de venir.
Cristo es el cuerpo, la sustancia, la realidad que producía esa sombra.
La ley tenía “la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas” (Heb. 10:1).
Viendo solamente la sombra de una persona que se acerca, se puede apreciar algunas características de esa persona (por ejemplo, si es gordo o es flaco, si es alto o bajo, etc.).
Por medio de la ley se podía vislumbrar algo de lo que iba a venir al llegar la gracia.
Al llegar la gracia por medio de Jesucristo, vemos claramente lo que la ley vislumbraba.
¿Por qué volver a las sombras de la ley cuando ya ha llegado la sustancia en Cristo?
Entender la enseñanza de estas figuras nos guardará de volver a la ley con sus decretos, demandas, días, diezmos, dietas, dominio y dureza.
La ley es un sistema de salvación por obras.
Pero la gracia de Dios en Cristo Jesús provee salvación completamente aparte de méritos y obras.
Si se trata de añadir el sistema de la ley al otro de la gracia, el resultado es que dejan de ser lo que son.
“Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no eso bra” (Rom. 11:6).
No, la ley y la gracia no se pueden mezclar.
Pero, por si acaso algún forista esté pensando torcido, el hecho de que ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia, no se debe tomar como excusa para abusar de la gracia de Dios.
Veamos las advertencias de la Palabra de Dios en cuanto a esto:
1. “Me he hecho…a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo)” (1 Cor. 9:21).
2. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.” Gál 5:13
3. “Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios” (1 Ped. 2:16).
4. Y Judas nos advierte sobre los “hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios”. (Jud. 4).
Entonces, foristas judaizantes, no confundamos la ley con la gracia.
No podemos volver a la ley.
Tampoco podemos usar la ley para remendar la gracia (como si esto fuera necesario).
¿Habéis entendido estas distinciones?