Re: DISACUTAMOS LOS ERRORES O SUPUESTOS ERRORES DE LOS APOCRIFOS QUE LA ICAR ACEPTA
El canon del Antiguo Testamento: siglos IV y V
Una evidencia de la «fluidez» del canon del AT en aquel tiempo, en lo que a los libros Eclesiásticos concierne, está indicada por los más antiguos códices existentes: el Sinaítico y el Vaticano, ambos del siglo IV, y el Alejandrino, del siguiente siglo. Estos manuscritos que son cristianos, incluyen el AT griego de la Septuaginta, la traducción judía alejandrina precristiana, pero (además de pérdidas accidentales) difieren en los libros apócrifos/deuterocanónicos incluidos. El Sinaítico incluye, además de Tobit, Judit, 1 Macabeos, Sabiduría de Salomón y Eclesiástico (Sirá), a 4 Macabeos (que nunca fue tenido por canónico), al tiempo que excluye 2 Macabeos y Baruc. El códice Vaticano excluye todos los libros de Macabeos; por el contrario, el Alejandrino incluye los cuatro libros de Macabeos. En otras palabras, en los manuscritos a veces faltan libros tenidos hoy por canónicos por la Iglesia de Roma, y en otras ocasiones se incluyen libros cuya canonicidad rechaza la citada Iglesia.
Atanasio, obispo de Alejandría y campeón de la ortodoxia nicena, en su carta pascual 39ª de 367 da a los obispos africanos una lista de libros del AT similar a la hebrea, con la diferencia de que incluye Baruc y la Carta de Jeremías y omite a Ester. La lista es parecida a la de Orígenes, aunque pone a Ruth separado de Jueces. Dice Atanasio:
"Pero para mayor exactitud debo ... añadir esto: hay otros libros fuera de éstos, que no están ciertamente incluidos en el canon, pero que han sido desde el tiempo de los padres dispuestos para ser leídos a aquellos que son convertidos recientes a nuestra comunión y desean ser instruidos en la palabra de la verdadera religión. Estos son la Sabiduría de Salomón, la
Sabiduría de Sirá [Eclesiástico], Ester, Judit y Tobit ... Pero mientras los primeros están incluidos en el canon y estos últimos se leen [en la iglesia], no se ha de hacer mención a los libros apócrifos. Son la invención de herejes que escriben según su propia voluntad ..."
Nicene and Post-Nicene Fathers, 2nd Series (= NPNF2), 4:551-552
Como puede verse, Atanasio tornó explícito lo que Orígenes hizo en la práctica: reconocer esencialmente el canon hebreo, al tiempo que admitía la existencia de libros que, si bien fuera del canon, tenían valor para la instrucción. Por otra parte, aquellos que él llama apócrifos son obra de herejes y deben ser excluidos.
Cuatro años antes de que Atanasio escribiese esta carta hubo un sínodo en Laodicea, en cuyo canon 59 se establecía que en las Iglesias debían ser leídos sólo los libros canónicos de los Testamentos Antiguo y Nuevo. El canon 60 da una lista esencialmente igual a la de Atanasio, pero que incluye al libro de Ester (NPNF2 14:158-159). Es posible que este canon 60 sea una adición posterior.
Cirilo, obispo de Jerusalén entre 348 y 386, sigue básicamente la opinión de Orígenes, pero incluye Baruc (NPNF2, 7:27).
Gregorio Nazianceno (330-390) da una lista de libros canónicos en verso, en donde reconoce veintidós libros; omite Ester (Himno 1.1.72.31). Anfiloquio, obispo de Iconio (m. hacia 394) da una lista igual a la de Gregorio, pero añade: «Junto con éstos, algunos incluyen Ester».
Epifanio, obispo de Salamis en Chipre (315-403) da una lista de 22 libros similar a la anónima del siglo II mencionada más arriba (Sobre pesos y medidas, 23). En otra parte, añade como apéndice a una lista de libros del Nuevo Testamento a la Sabiduría de Salomón y a la de Sirá (Panarion 76:5).
Jerónimo (346-420) fue secretario del obispo de Roma, Dámaso, entre 382 y 384. Por pedido de Dámaso, comenzó a revisar los Salmos y los Evangelios (o quizá todo el Nuevo Testamento) de la versión bíblica llamada Latina Antigua. Luego de la muerte de Dámaso, en 384, comenzó un peregrinaje hasta que se estableció en Belén (Palestina) en 386. Allí prosiguió su tarea. Comenzó con una nueva revisión del Salterio en latín conforme a la Septuaginta (LXX) . Pronto se convenció, empero, de que debía trabajar a partir del texto hebreo. Su obra de traducción del AT fue completada en 405. Al parecer no planeaba incluir los apócrifos/deuterocanónicos pero más tarde cedió al uso prevalente (eclesiástico) y realizó una traducción de Tobit y Judit «del arameo»; el resto de los apócrifos/deuterocanónicos no fue traducido por él, sino añadido por otros tal como se hallaban en la Latina Antigua. No es cierto que los incluyese por orden de Dámaso, quien había estado muerto por más de 20 años cuando Jerónimo completó su trabajo.
Jerónimo enumera el canon hebreo palestino exactamente, y da cuenta de la doble numeración como 24 ó 22, según si Rut y Lamentaciones se contasen por separado o añadidos, respectivamente, a Jueces y Jeremías. Luego escribe:
"Este prólogo a las Escrituras puede servir como un prefacio con yelmo [galeatus] para todos los libros que hemos vertido del hebreo al latín, para que podamos saber -mis lectores tanto como yo mismo- que cualquiera [libro] que esté más allá de estos debe ser reconocido entre los apócrifos. Por tanto, la Sabiduría de Salomón, como se la titula comúnmente, y el libro del Hijo de Sirá [Eclesiástico] y Judit y Tobías y el Pastor no están en el Canon."
Jerónimo trazó la diferencia entre los libros canónicos y los eclesiásticos como sigue:
"Como la Iglesia lee los libros de Judit y Tobit y Macabeos, pero no los recibe entre las Escrituras canónicas, así también lee Sabiduría y Eclesiástico para la edificación del pueblo, no como autoridad para la confirmación de la doctrina."
De igual modo, subrayó que las adiciones a Ester, Daniel y Jeremías (el libro de Baruc) no tenían lugar entre las Escrituras canónicas.
Agustín (354-430), obispo de Hipona, fue el gran autor cristiano casi contemporáneo de Jerónimo. Agustín poseía un vuelo teológico que le faltaba a Jerónimo, pero en compensación éste tenía un sentido crítico bíblico mucho más desarrollado. Aunque Agustín reconocía la importancia de las lenguas originales, no sabía hebreo, e instó en su correspondencia con Jerónimo a que éste realizase su nueva versión a partir de la Septuaginta. Da una lista del canon del Antiguo y Nuevo Testamentos en Sobre la Doctrina Cristiana 2 (8):13, en el cual incluye los apócrifos/deuterocanónicos. Sin embargo, en ocasiones Agustín demuestra haber sido consciente de la distinción entre el canon y el uso eclesiástico:
Desde el tiempo de la restauración del templo entre los judíos no hubo ya reyes, sino príncipes, hasta Aristóbulo. El cálculo del tiempo de éstos no se encuentra en las Santas Escrituras llamadas canónicas, sino en otros escritos, entre los cuales están los libros de los Macabeos, que no tienen por canónicos los judíos, sino la Iglesia...
La Ciudad de Dios, XVIII:36
Sin embargo, como otros autores cristianos antes que él, en la práctica la distinción era a menudo soslayada.
Concilios africanos. Estos se realizaron a fines del siglo IV y principios del V, y la autoridad de Agustín parece haber sido decisiva. No hay documentos del Concilio de Hipona de 393, pero otro sínodo en Cartago (397) reafirma la lista de libros del AT y NT, este último tal como hoy lo conocemos (una lista igual había sido dada 30 años antes por Atanasio en su Carta Pascual), y el AT con los libros Eclesiásticos, incluido 1 Esdras (= 3 Esdras en el Apéndice a la Vulgata), que no forma parte del Canon de Trento. La decisión fue ratificada en el sexto Concilio de Cartago de 419. No figuran las distinciones que había indicado Agustín (y otros antes que él).
El obispo de Roma Inocencio I, en una carta al obispo de Tolosa, Exuperio, da en 405 una lista de libros del AT que incluye los apócrifos/deuterocanónicos (con 1 Esdras).
Rufino, contemporáneo de Jerónimo, en su Comentario al Credo de los Apóstoles da luego del Concilio de Cartago de 397 una lista de libros del AT que corresponde exactamente al canon hebreo. Luego precisa:
Pero debiera saberse que hay también otros libros que nuestros padres no llaman canónicos, sino eclesiásticos, es decir, Sabiduría, llamado Sabiduría de Salomón, y otra Sabiduría, llamada la Sabiduría del hijo de Sirá, el último de los cuales los latinos llaman por el título general de Eclesiástico ...
A la misma clase pertenecen el libro de Tobit, y el libro de Judit, y los libros de los Macabeos ... todos los cuales se han leído en las Iglesias, pero no se apela a ellos para la confirmación de la doctrina. A los otros escritos les han llamado «Apócrifos»;. Estos no han admitido que se lean en las Iglesias.
(NPNF2 3:558)
Se atribuye a Gelasio, obispo de Roma (492-496) un decreto acerca de los libros que deben ser recibidos y los que no deben ser recibidos, que según algunos manuscritos es atribuida al papa Dámaso; sin embargo, el tal Decreto parece ser una compilación realizada en Italia en el siglo VI.