DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD

2 Junio 1999
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DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD



Te escribo desde mi cruz a tu soledad,
a ti, que tantas veces me miraste sin verme
y me oíste sin escucharme.

A ti, que tantas veces prometiste
seguirme de cerca
y sin saber por qué te distanciaste
de las huellas que dejé en el mundo
para que no te perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo,
que me buscas sin hallarme
y a veces pierdes la fe en encontrarme,
a ti, que a veces piensas que soy un recuerdo
y no comprendes que estoy vivo.

Yo soy el principio y el fin,
soy el camino para no desviarte,
la verdad para que no te equivoques
y la vida para no morir.

Mi tema preferido es el amor,
que fue mi razón para vivir y para morir.

Yo fui libre hasta el fin,
tuve un ideal claro
y lo defendí con mi sangre para salvarte.

Fui maestro y servidor,
soy sensible a la amistad
y hace tiempo que espero
que me regales la tuya.

Nadie como yo conoce tu alma,
tus pensamientos, tu proceder,
y sé muy bien lo que vales.

Sé que quizás tu vida
te parezca pobre a los ojos del mundo,
pero Yo sé que tienes mucho para dar,
y estoy seguro que dentro de tu corazón
hay un tesoro escondido;
conócete a ti mismo
y me harás un lugar a mi.

Si supieras cuánto hace
que golpeo las puertas de tu corazón
y no recibo respuesta.

A veces también me duele que me ignores
y me condenes como Pilatos,
otras que me niegues como Pedro
y que otras tantas me traiciones como Judas.

Y hoy, te pido paciencia para tus padres,
amor para tu pareja,
responsabilidad para con tus hijos,
tolerancia para los ancianos,
comprensión para todos tus hermanos,
compasión para el que sufre,
servicio para todos.

Quisiera no volver a verte egoísta,
orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista.

Desearía que tu vida fuera alegre,
siempre joven y cristiana.

Cada vez que aflojas, búscame y me encontrarás;
cada vez que te sientas cansado,
háblame, cuéntame.
Cada vez que creas que no sirves para nada
no te deprimas,
no te creas poca cosa,
no olvides que yo necesité de un asno
para entrar en Jerusalén
y necesito de tu pequeñez
para entrar en el alma de tu prójimo.

Cada vez que te sientas solo en el camino,
no olvides que estoy contigo.
No te canses de pedirme
que yo no me cansaré de darte,
no te canses de seguirme que yo
no me cansaré de acompañarte,
nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes,
estoy para ayudarte.

Te quiero mucho,

tu amigo:

Jesús
 
http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas14/page04.htm




El comienzo de la obra de Dios en el hombre es una revelación interior de Jesucristo. Sin ella, otras cosas –doctrinas, tradiciones, énfasis– ocuparán el lugar de Cristo en el corazón, y desvirtuarán el propósito original de Dios, el cual es que Cristo sea el todo en el creyente.

Eliseo Apablaza F.


La revelación interior

Por largo tiempo Dios tuvo un secreto muy guardado en su corazón, un misterio que por largos siglos no dio a conocer. Pero cumplido el tiempo, Dios lo reveló.

La revelación del misterio

Tres frases de Pablo en Colosenses nos ayudan a conocerlo. La primera está en 1:27. Allí se nos dice que este misterio es “Cristo en vosotros...” Nosotros podemos decir: “Cristo en nosotros”. La palabra “en” podemos reemplazarla por “dentro de”. “Cristo dentro de nosotros la esperanza de gloria”. Amado, puede ser que tú no valgas mucho a los ojos del mundo, pero Cristo está dentro de ti y de mí. Esta es nuestra gloriosa realidad.

La segunda está en Colosenses 3:4: “Cristo, vuestra vida.” ¡Cristo, nuestra vida! Esto significa una progresión: “Cristo nuestra vida” es un avance con respecto a “Cristo en nosotros”. Es Cristo nuestro vivir, nuestro movernos, nuestro andar, nuestro reposo, nuestro trabajar, nuestro reír, todo. Es una vida canjeada, ya no más yo, sino Cristo.

La tercera está en Colosenses 3:11: “Cristo es el todo, y en todos”. Esto parece ser la culminación. ¿Qué hay más alto que eso? Si Cristo es el todo en todos, significa que no hay nada aparte de Cristo. Él está al principio y al fin, delante y detrás, adentro y afuera, en lo íntimo y en lo externo. Cristo el todo, y en todos, en la iglesia, en los ángeles, en todos los seres espirituales, en todos.

Pero hay más. Pareciera ser que el propósito de Dios es que también Cristo sea el todo en todo.1 Significaría eso que los árboles, que los ríos, las montañas, los pájaros, los seres pequeños, los seres grandes, las estrellas, las galaxias inconmensurables, todo, ¡todo! expresará a Cristo. ¿Es digno el Señor de ser el todo en todo? ¡Sí lo es!
“Cristo en nosotros”, “Cristo, nuestra vida”, “Cristo el todo en todos y en todo”. Esta parece ser la culminación del propósito eterno de Dios. Propósito alto, sublime, y, sobre todo, centrado absolutamente en la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Pero ¿cómo Cristo puede llegar a ser el todo? Para llegar a serlo sobre todos, primeramente ha de llegar a serlo en unos pocos. ¿En quiénes? ¡En los creyentes, en los hijos de Dios! Comencemos, pues, por lo básico. ¿Cómo es que llegó Cristo a estar dentro de nosotros?

La experiencia de Pablo

Quisiera mostrarles la experiencia de Pablo. Ustedes saben lo que le pasó a Pablo en el camino a Damasco, y en Damasco mismo. Pablo tuvo un encuentro dramático con el Señor. Hubo una voz del cielo, una luz cegadora, un ayuno de tres días, y una prodigiosa sanidad.

Esos hechos transformaron la vida de Pablo. Fue un vuelco total, un nuevo hombre salió de esos tres días de oscuridad. Después, cuando Pablo relataba su conversión, él contaba todas estas cosas gloriosas. Sin embargo, lo más importante que ocurrió en esos días no lo contaba a todos, sino sólo a los más íntimos.
En Gálatas capítulo 1 cuenta esa “otra” experiencia de Damasco. No fue la luz cegadora, no fue la voz terrible desde los cielos. Fue algo más profundo, que ocurrió dentro de Pablo: “Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba (...) Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles...”.

Aquí Pablo habla de una revelación que el Padre hizo en lo íntimo de su corazón. Cuando él relataba su conversión, él contaba hechos externos, pero aquí cuando escribe a las iglesias de Galacia, cuenta un hecho subjetivo.

Es importante notar que cuando Pablo escribe esta epístola, las iglesias de Galacia estaban comprometidas con el legalismo. Ellas se habían desviado del evangelio de la gracia, estaban desligándose de Cristo para caer en las obras. Para corregir esta deficiencia, Pablo necesitó echar mano a toda la autoridad que Dios le había dado. Entonces él dice que no es un apóstol constituido por hombres, que el evangelio no lo recibió de hombres y que la revelación que él tiene de Cristo no la recibió de hombre alguno, sino del propio Dios, que quiso revelar a su Hijo en él.

Amados hermanos, leyendo Hechos capítulo 9, podríamos pensar que lo más glorioso de la experiencia de Pablo fue escuchar la voz del Señor, recibir sanidad y todo eso; sin embargo, lo más glorioso, lo que aquí en Gálatas le otorga a Pablo autoridad apostólica, es haber recibido del Padre una revelación acerca de su Hijo.

La experiencia de los que son de Cristo

Para que Cristo sea el todo en los cristianos, tiene que primero producirse este milagro, este descubrimiento. Tiene que llegar el momento en que los cielos se nos abren, en que Cristo nos es revelado, en que nuestros ojos son tocados con el colirio de Dios, y nos damos cuenta que los milagros no son nada, que las luces no son nada, que conocer una corriente doctrinal no es nada, que tener una moda religiosa no es nada, que tener una tradición no es nada, ¡que sólo Cristo lo es todo!

Esta revelación, sin embargo, es propiedad de Dios. Él la da a quién quiere, sólo Él la administra. No son muchos los privilegiados con esta revelación. Hay muchos haciendo grandes obras, realizando grandes trabajos para Dios, pero no conocen al Señor Jesucristo. En ellos nunca el Señor podrá llegar a ser el todo. Porque la obra de Dios consiste en revelar a su Hijo, porque en él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría, en él está toda la plenitud de Dios. ¡Qué gloria más grande! ¡Qué tesoro más inconmensurable! ¡Cristo en nosotros! ¡Cristo revelado por el Padre! ¡Dios ha descubierto el velo! ¡Dios nos ha revelado a su Hijo! Vanamente un atleta podría correr una carrera si no corre desde la partida. Vanamente un constructor podría levantar un edificio si no pone bien el cimiento. ¡Este es el comienzo! ¡Este es el punto de partida para que Cristo llegue a ser el todo en nosotros!

En 2 Corintios 5:16 dice: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. ¿Cómo conocen a Cristo las gentes? ¿Por una película? ¿Lo conocen por una novela? ¿Lo conocen en las páginas de la historia? ¿Lo conocen por algún relato de infancia? Los apóstoles que anduvieron con el Señor Jesús podían decir: “Nosotros le conocimos cuando hizo milagros, cuando fue y cuando vino, cuando salió y cuando entró”. ¿Pero saben? Ni siquiera ese conocimiento que los apóstoles tuvieron en esos tres años y medio con el Señor era el conocimiento fundamental. Ese no era el conocimiento que podía poner el fundamento para una edificación espiritual. El fundamento de la obra de Dios no es conocer a Cristo físicamente, no es conocerlo en un cuadro, o en una película. ¡El fundamento de la obra de Dios es Cristo revelado por el Padre en el corazón del hombre! Amados: Si hubiésemos conocido a Cristo en la carne, habríamos tenido que decir, igual que Pablo: “Ya no lo conocemos así.” El conocimiento que tenemos de él es espiritual. Del Espíritu Santo a nuestro espíritu.

La revelación del Padre

Mateo 16:13. El Señor les pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Las respuestas menudean, cada cuál más errada. Hasta que Pedro dice: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Esta declaración no fue producto de la inteligencia de Pedro. No fue producto de un curso de Teología avanzado. No fue una enseñanza de Gamaliel, el más versado de los fariseos de la época. ¿De dónde provino? El mismo Señor Jesús nos da la respuesta: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” ¿Podemos decir nosotros esto, que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, no porque lo sepamos mentalmente, sino porque sea una realidad espiritual?
No sirve que lo sepamos de memoria. No sirve que lo hayamos escuchado. Sólo nos sirve que el Padre nos haya revelado a su Hijo. “Mi Padre que está en los cielos ...” – dijo el Señor, y agregó: “Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” Aquí se habla de una roca. La roca aquí naturalmente no es Pedro. Tampoco es Cristo sentado en el trono de Dios. La roca es Cristo revelado en el corazón tuyo y mío, amado hijo de Dios. ¡Esta es la Roca!

¿Hay en la tierra algo seguro, hay algo firme, hay algo imposible de remover? ¿Qué es? Es la revelación que el Padre ha hecho de Cristo en tu corazón. ¡Sí! Aunque vengan las tempestades, o venga Satán con todo su furor, hay algo inconmovible en la tierra. ¡Cristo revelado en ti y en mí! ¡Aunque mi mente lo olvidara, mi espíritu lo recordaría! ¡Aunque mis sentimientos se apagaran, mi espíritu todavía lo proclamaría! ¡Cristo en mí! ¡Cristo revelado por el Padre! ¡Aleluya!

“Sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Pedro, tú eres demasiado voluble como para que seas la roca. Cualquier hombre es demasiado pequeño para serlo. ¡Sólo Jesús revelado es la roca!
Mateo 11:25 dice: “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.” Estas palabras del Señor fueron dichas en un momento en que se regocijó en su espíritu. ¿Qué dijo el Señor en ese momento de éxtasis? ¡Vean lo que dijo ...! ¡Aleluya! El Padre escondió y el Padre reveló. Los sabios quedaron burlados. Los entendidos quedaron con sus mamotretos inútiles, con sus pergaminos apolillados, con su filosofía arrumbada. Y los niños, es decir, los pobres, los pescadores, los campesinos, los labradores. ¡Ah, los niños, a los niños el Padre les reveló estas cosas! ¡Les reveló a su Hijo amado! ¡Aleluya!

Las instituciones humanas tienen como fundamento un decreto, un organigrama, unos estatutos, una personería jurídica, o una cierta tradición. Pero eso no es el fundamento de la iglesia. No es tampoco la mejor doctrina, ni la mejor teología. Es Cristo revelado por el Padre. Dios revela a su Hijo, y entonces dentro del corazón del creyente se produce un milagro. Dios lo descubre y nosotros lo aprehendemos. Se abren nuestros ojos y vemos. ¿Cuántas veces hemos oído: “Hermano, ahora entiendo, ahora sé, ahora lo tengo. Pasé años enseñando, leyendo la Biblia, orando, años sirviendo aquí y allá, pero ahora veo. Ahora lo tengo, ahora Cristo está en mí”. Eso lo hemos oído muchas veces. Yo también lo he dicho. Ha sido nuestra experiencia.

Pero permíteme decirte: ¿Cuánto hemos tomado de Cristo? ¿Cuánto estamos disfrutando de Cristo? Amado, ¿cuánto está ocupando Cristo en tu corazón? ¿Cuánto de nuestra alma está poseyendo él? ¿Cuántos rincones de nuestro corazón está ocupando el Espíritu de Cristo? Esperamos que en estos días Cristo vaya avanzando para que llegue a ser el todo en nuestra vida. Si hoy comienza por nosotros; mañana lo será en toda la iglesia, en los reinos de este mundo, y después, en el universo entero. Todo expresará a Cristo. Pero hoy es necesario que él sea el todo en nosotros.

Sin revelación de Jesucristo, se pierde el norte

Cuando no hay esta revelación de Cristo en el corazón, entonces se pierde el norte. Hay quienes dicen: “¿Cómo podemos agradar a Dios?” Entonces leen Éxodo 20 y dicen: “¡Ah, para agradar a Dios tenemos que guardar los diez mandamientos!”. Otros leen Hechos 2 y piensan que la obra de Dios consiste en que todos seamos llenos del Espíritu Santo y que hablemos en lenguas. Otros, al leer Hechos 3, tal vez piensen que la obra de Dios consiste en realizar sanidades y milagros.

En el mundo cristiano hay muchos énfasis diferentes. Se toma un versículo de la Escritura o un capítulo, y se hace de eso la verdad fundamental. Y se comienza a trabajar y se invierten recursos para llenarlo todo con esa verdad. Pero todo eso es secundario y no puede reemplazar a la revelación de Jesucristo. El gran problema que tiene el pueblo de Dios es que no está habiendo revelación de Jesucristo. Hay variados énfasis, hay métodos, hay estrategias, hay modas religiosas, hay corrientes diversas, pero no está Cristo, o si está, es apenas un agregado, un complemento.

Hermano amado, hagámonos por un momento un examen: ¿Estamos siguiendo una corriente religiosa? ¿Estamos aquí porque nos gustan las canciones? ¿Cuál es nuestra verdad fundamental? ¿Es una forma de bautismo? ¿Es un énfasis doctrinal? Hermanos, si perdemos a Cristo, lo perdemos todo. ¡Si dejamos de predicarlo, si dejamos de mostrarlo, de enseñarlo, entonces lo perdemos todo!

Quiero decirte algo que tal vez te infunda un poco de temor. Hermano joven: tal vez has llegado a nosotros y estás participando de la vida de iglesia, ¿crees que todo estaría bien si no has visto al Señor? ¿Te parece que todo está bien si no le conoces íntimamente? ¿Te parece que es suficiente con asistir a las reuniones, con cantar estas canciones, y con ofrendar? Amados, si esto es así, tenemos que declarar nuestra mayor necesidad, y decir: “Padre, revélanos a tu Hijo”. Y si ya lo tenemos en el corazón, tenemos necesidad de decir: “Padre, llénanos de él; parece que lo conozco tan poco todavía, que lo amo tan poco todavía. Quiero que él sea el todo en mí”. No podemos conformarnos con las experiencias hermosas que tenemos en el seno de la iglesia. Esas cosas todavía no son el centro. El centro es Cristo.

Hermano, desde aquí declaramos nuestra impotencia. Tú puedes decirme: “Hermano, predícame a Cristo. Yo quiero tener a Cristo revelado. Muéstramelo.” ¿Sabes? Podríamos hacer esfuerzos sobrehumanos, podríamos predicarte todos los días y abrirte las Escrituras del Génesis al Apocalipsis. Pero ¿sabes? si el Padre no te revela a Cristo, entonces habremos perdido nuestro tiempo. ¡Oh Padre, esta es tu obra! ¡Padre, revela a tu Hijo!

La experiencia de Pablo no fue única, no fue exclusiva. Tú, como hijo, tienes los mismos derechos para decirle a Dios que te revele a su Hijo. El día que eso venga a tu corazón, entonces vas a darte cuenta que nada de aquello en lo cual habías puesto tu confianza es suficiente.

¿Hay algo en que tú te apoyes aparte de Cristo? Tal vez eso signifique que Cristo no es todosuficiente para ti. Tal vez te apoyes en que hace muchos años caminas en el evangelio, o en que eres pastor, o en que estudiaste en un Seminario, o bien te apoyas en tu buena conducta. Hermano, si no es Cristo, no es una base suficientemente sólida. ¿En qué se conoce que Cristo está revelado? En que todo lo demás cae. Pon cualquier nombre, cualquier cosa. Cualquier énfasis cae, porque Cristo es demasiado precioso para que algo se le compare. Cristo está ahora aquí por su Espíritu, está hablando a mi corazón y a tu corazón. Para que Cristo sea el todo en tu vida tiene que ocurrir primero este milagro: que Cristo te sea revelado por el Padre. Vamos a asegurarnos en esta noche que esto ocurra con todos nosotros.

Oremos: Padre, te damos gracias por tu amado Hijo Jesucristo. Revela ahora a tu Hijo en cada corazón. Sabemos que este es tu deseo más íntimo.

Te damos gracias, Padre, por este milagro. No los milagros externos que se disipan, que apenas tocan la epidermis. Te damos gracias por el milagro de esta revelación interior.
Padre, los que ya le conocemos, te pedimos: abre nuestro entendimiento para ver a Jesús todosuficiente, perfecto y completo. Para que él sea el todo en nuestra vida; para que mañana pueda ser el todo en toda la iglesia y en todo el universo. Amén.

1 Véase Col.1:20; Rom.8:21; Hebreos 2:9-10 (Biblia de Jerusalén).
 
http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas14/page06.htm

El punto de encuentro de todos los cristianos es Cristo. En él desaparecen las diferencias, las jerarquías y los complejos. La vida del cuerpo – la iglesia – sólo puede expresarse si todos nos hallamos en Cristo.

Claudio Ramírez L.


Hallados en Cristo




Quisiéramos ver una palabra que apunta a la vida personal, a cómo debe ser cada creyente delante de Dios. Libro de Filipenses, capítulo 3:7-9: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia las he estimado como pérdida, por amor de Cristo, y ciertamente, aún estimo todas las cosas como perdida, por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual, lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y ser hallado en Él ....”

El hilo conductor que hay aquí es el amor de Cristo, el conocimiento de Cristo y el ser hallado en Cristo. Creo que ser hallado en Cristo es la mayor bienaventuranza que puede tener un creyente, que cuando nos relacionamos unos a otros no es en base a una profesión, a un cargo, a un título, o a una tradición. Tú y yo nos podemos relacionar en Cristo. En él desaparecen todas las diferencias, porque en Cristo no hay acepción de personas. Cada miembro del cuerpo de Cristo, cuando se halla en Él, goza de esta bendición.

El currículum de la carne

Nuestro hermano Pablo tenía de qué gloriarse en la carne. “Si alguno está pensando que tiene algo de qué gloriarse, yo les puedo exhibir mi curriculum –decía Pablo–, este es mi historial, de aquí vengo yo”. “Circuncidado al octavo día”, hecho sumamente relevante para entrar en ese pueblo elegido de Dios, señal física de que se pertenecía a una nación querida por Dios. Más todavía, “del linaje de Israel”, el orgullo de ser israelita, y más todavía, “de la tribu de Benjamín”, como diciendo: “Perdonen, no soy de cualquier tribu”, “hebreo de hebreos”, y “en cuanto a la ley, fariseo”.

Un fariseo era un hombre apartado, santo, uno que no se contaminaba. Uno que podía exhibir una calidad moral sin ningún reproche. “En cuanto a la ley, fariseo, y en cuanto a celo...”, si ustedes piensan que tienen algún tipo de celo, yo era un “perseguidor de la iglesia”.

Pablo podía pararse en cualquier ambiente del imperio romano y exhibir su calidad humana. “Yo tengo razones para confiar en la carne” – decía Pablo. “En cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible”. Humanamente, le pondríamos la más alta calificación. Capacitado, con una trayectoria notable. Pero ahora Pablo mira desde lejos y dice: “Eso era yo”.

Relacionándonos en Cristo

Sin embargo, aquí hay un “pero”. “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia las he estimado como pérdida por amor de Cristo”. Aquí, entre nosotros, nos relacionamos no por curriculum, no por jerarquía, no por jinetas, no por títulos. Si hubiera que presentar la calidad humana en este ambiente, algunos sacarían también excelentes calificaciones. Personas notables, valiosísimas dentro del cuerpo social. Pero dentro del cuerpo de Cristo ¡son de Cristo y nada más! Tú eres de Cristo y yo soy de Cristo.

Cuando veo tu rostro yo no veo al profesional. No veo al carpintero, al chofer, o a la dueña de casa. No veo ni al hermano más humilde ni al hermano más grande. Veo a Cristo. Y cuando tú, que tienes a Cristo, y yo, que tengo a Cristo, nos encontramos, hablamos el mismo idioma, y podemos bajar de ese lenguaje académico al lenguaje más sencillo, para que los niños puedan entender. Porque predicar a Cristo no es asunto de filosofía o conocimiento humano. Este Cristo revelado en nosotros puede hablar y tomar en brazos a un niño y bendecirlo, y puede tomar al hombre más sabio y tocar su corazón, y bendecirle y también salvarle. ¡Viva Cristo, hermanos! ¡Viva el que nos hace relacionarnos en amor!

¿Qué haríamos con un hermano que tiene razones suficientes para gloriarse en su carne? ¿Qué haríamos con un hermano así en el Cuerpo de Cristo? ¿Qué haríamos con una iglesia donde cada uno puede llegar presentando su calidad externa o intelectual, humana y social? ¿Qué haríamos? El hombre ha ido elaborando con el tiempo un tipo de comunión en que los hermanos se van relacionando de acuerdo a su ‘status’. ¿Quién se atreve a relacionarse con un arrogante así en el cuerpo de Cristo? ¿Uno que busque sólo a sus pares en rango social o cultural? ¡Qué fastidio es hallarse con un hablantín, un sabelotodo, un soberbio que emite consejos y opiniones de su mente!

Hermanos, lo que tenemos es sólo Cristo, y en ese idioma nos entendemos. Él es el todo que comienza a transformar este carácter irascible, esta cosa sobrada y soberbia que hay en nosotros, esta falta de humildad que hay.

¡Cómo quisiera el diablo hacer prevalecer rango y jerarquía! Cuando me halle contigo, amado hermano, quiero hallar a Cristo. No quiero encontrarme con el gerente, si eres gerente, no quiero encontrarme con el jefe, si eres jefe. No quiero encontrarme con el patrón, si eres patrón. Tampoco quiero encontrarme con el simple obrero, si eres obrero. Quiero encontrarme con Cristo.
Medio en broma medio en serio a veces he llamado a un hermano por teléfono. Él está en su oficina y me saluda como saluda una persona que está ocupada en sus tareas profesionales. Una secretaria le ha pasado el teléfono, y entonces él dice: “¡Buenas tardes!”. Entonces yo le digo: “¿Hablo con el profesional, con el gerente, o hablo con mi hermano?” y se larga a reír. “¡Ah, Claudito!”, me dice ... Quiero encontrarme contigo y que tú me encuentres a mí de esa manera acogedora, cariñosa. Hermano, no te cuesta nada descender de la gerencia para atender al pequeño.

¿Qué haríamos con un cuerpo de Cristo donde cada uno hablara como habla en sus relaciones profesionales? Nos parecería hasta pedante. En este mundo tan frío e impersonal, cuando encuentras en un hermano una palabra acogedora, que te atrae, que te invita, tú no te encuentras con el hombre natural, te encuentras con algo profundo que hay dentro. Te encuentras con Cristo, porque Cristo es acogedor. Es cálido.

¿Qué haríamos con una iglesia donde entra el fariseo y el publicano, como dijo el Señor? El fariseo se para adelante exhibiendo toda su justicia, y mira de reojo a ese publicano que está allá atrás, que no tiene idea de lo que es la vida espiritual. ¡Ay hermanos, Saulo de Tarso, como doctor de la ley, era terrible, era intransigente, era insoportable! ¡Igualmente, cuando nosotros lo queremos saber todo, lo conocemos todo y damos cátedra de todo, somos insoportables! Pero lo que quiere el Señor es que de ti salga una palabra cariñosa, ¡que sea Cristo!
Si yo tuviera que decirte algo personal, te diría: Me duele cuando un hermano me da una cátedra como si quisiera convencerme de que tengo que convertirme. Hermano, muchas veces hemos leído en la Escritura, al mismo apóstol, “el que sabe, como si no supiera, el que tiene, como si no tuviera, el que sufre, como si no sufriera ...”. No demos esa apariencia de grandeza cuando en el fondo todos somos pequeños. ¡Bendito sea Dios, aleluya, gloria a él!

Perder para ganar a Cristo

¡Ay, Pablo, querido siervo de Dios! En esta misma carta de Filipenses llega a decir más adelante: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (4:9). Mira cómo descendió, de la categoría del que dominaba todo, a la pequeñez del que dice: “Lo que vieron”. ¿Qué vieron? Consagración, entrega, humildad, servicio. Lo que no podría haber dicho el fariseo, el hebreo de hebreos, lo que no pudo decir aquel que se jactaba de ser de la tribu de Benjamín, lo puede decir ahora, en el Dios de paz. “Y el Dios de paz estará con vosotros.”

Perder para ganar. Hermano, qué paradoja más grande, que cuando perdemos ganamos. Que cuando tomamos la cruz encontramos la vida. La filosofía humana encontrará esto como ridículo (¡claro que lo encuentra ridículo!), pero yo he perdido para ganar a Cristo – dijo Pablo. Y tú también has perdido para ganar a Cristo. ¡Hermanos, hemos perdido para ganar a Cristo! ¡Qué virtud hay aquí! En una sociedad competitiva, donde el fin es alcanzar cierto renombre, eficacia, popularidad, amasar bienes que prestigian, todo esto que estamos diciendo resulta una falacia. Nadie está predicando la pobreza, ni que tú no estudies, ni que tú dejes tu profesión, pero todo aquello quede bajo los pies del Señor Jesús, para que él gane.

Unos apetecen el poder. Mira cómo luchan unos por el poder, otros luchan por las riquezas. Otros buscan el placer sin freno. Viven para sí. Huyen de la cruz. Les incomoda la cruz. “Pero cuantas cosas que eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo”. ¡Aleluya! Todas las cosas las he estimado como pérdida por amor a él, ¡por amor a él! Ese amor que viene de arriba, y que me ha dado a mí.

La más perfecta relación

“Y ser hallado en él ...” Que cuando me busques para un servicio grande o pequeño, me halles en Cristo; que cuando Dios me busque, me halle en su Hijo; pero también, que cuando el diablo me busque, me halle en Cristo. Entonces encontrarán obediencia, mansedumbre, humildad, espíritu de sacrificio y buena disposición.
El que nos hallemos mutuamente en Cristo es la más perfecta relación. No quiero encontrarme, si tú eres militar, con el militar, “Es que yo fui formado así...” Hermano, fuiste formado así por tu profesión, pero en el Cuerpo de Cristo dejaste de ser militar, o médico, o abogado. Aquí eres uno con el Señor, esto es lo que importa. Conviene que los montes bajen, y que los valles suban. Dios empareja lo que el mundo descompone. Dios iguala, Dios hace homogéneo lo que el mundo descalifica.

Cuando nos hallamos en Cristo cae lo superfluo, cae lo accesorio, cae lo removible, cae lo transitorio y queda lo inconmovible, lo verdadero, lo que es de buen nombre, lo honesto, lo puro, lo amable, es decir, ¡queda Cristo! ¿Qué es lo puro, sino Cristo? ¿Qué es lo amable? ¡Cristo! ¿Y qué es lo que de buen nombre? ¡Cristo! ¡Cristo!

Lo que no tenemos que hallar

Cuando me busques, hermano, o yo te busque a ti, que no encontremos al fariseo, con lo cual suele disfrazarse nuestra carne. ¡Tener una apariencia ...! ¡Hermanos, seamos auténticos, reales! Yo no me puedo poner una careta de creyente. Eso no me sirve. Dios, que me conoce, me va a descubrir. No sirve un tinte de piedad, y que muchas veces sólo maquilla la molestia que nos causa la lentitud de los más pequeños.

Cuando me busques, que no encuentres en mí al moralista. “¡Uhh, lo que hizo, el escándalo! ¿Cómo pudo ser eso?” ¿Viste que alguna vez el Señor Jesús se escandalizó? Se escandalizaba de ver una hipocresía, eso sí que le revolvía el corazón, pero cuando vio al débil, al enfermo, al abatido, al descalificado, a la prostituida, al publicano, ¿qué encontraron en el corazón del Señor? Una cuna, un acogimiento, para, desde ahí, comenzar una obra de restauración.

La obra de restauración de la iglesia comenzó en el corazón de Dios, un corazón generoso, amoroso, lleno de misericordia con nosotros. O si no, nunca habríamos sido recogidos, ninguno de nosotros. ¿Tú fuiste recogido? Una hermana que pasó el otro día aquí llorando cuando se hizo el llamado, dijo: “Usted leyó un pasaje en que se habla de la descarriada, y esa era yo”. Cuando escuchó la palabra, corrió de nuevo a los brazos de Cristo. ¿Qué escuchó? ¿Un discurso teológico acerca de cómo se produce este fenómeno de la regeneración? No; simplemente abre los brazos y di: “Ven, si estás cansado”. “Ven, si tienes frío, él te da abrigo”. “Si tienes hambre, él te da de comer”. “Si estás desamparado, yo te recojo” – dice el Señor. Eso es Cristo. ¡Bendito es nuestro Dios!

Que cuando me busques, hermano, no halles al dogmático, ni halles tampoco al tradicionalista. Tampoco quisiera que tú hallaras en mí al doctor en religión, sino a Cristo. Que no halles al técnico en doctrina, sino a Cristo. Que no encuentres en mí al fundamentalista. Dios es un Dios coherente, y lo que permanece en pie no es ni la doctrina, ni la religión, ni el fundamenta-lismo, ni ningún sistema. Permanece Cristo hasta hoy. Y nos hemos encontrado con hermanos que no saben leer ni escribir, pero pueden decir: “Jesucristo es el Señor”. Igual que tú, que tienes cultura y eres ilustrado, puedes decirlo. Ese es el único fundamento.

Que no encuentres en mí al impaciente. “¡Ya, pues, hermano, hasta cuándo ...!”. Que no encuentres en mí al intolerante: “¡Es que no lo soporto ...!”, sino a Cristo. Que los valles suban, y que los montes bajen. Que las verdades nos conduzcan a la única verdad, que es Cristo. Porque no es la teología, sino Cristo, el todo y en todos.

La vida del Cuerpo

Aún hay muchos hermanos aquí a quienes no he saludado, y les voy a pedir perdón, porque he tenido que ser yo el que me acerque para saludarlos a todos. Cuantas veces nos encontremos aquí, si nos abrazamos y nos bendecimos, será poco todavía. Porque si llevas a Cristo adentro y yo lo llevo, ¿cómo vamos a pasar mirando para otro lado? ¿Te imaginas a Cristo así, con la nariz respingada, sin tomarte en cuenta a ti? O tú le das un aspecto de hermano demasiado serio, entonces ... O de un hermano demasiado insignificante.

Hermano, los dos extremos son pésimos, porque el hermano grande tiene a Cristo, igual que tú; y el hermano pequeño, igual que tú. Somos una familia. Somos un cuerpo. ¡Oh Señor, líbranos de los complejos! Yo anoche disfrutaba hasta las lágrimas cuando escuchaba a nuestra hermana Guillermina hablándonos del Señor en mapudungun.1 Y a nuestra hermana Mercedes ... Dios les dio esta lengua para hablar de Cristo. Y ustedes son portadores de Cristo para aquellos lugares donde otros – los huincas 2 – no podemos llegar.

Jóvenes, a ustedes me dirijo, que cuando les halle no halle en ustedes al rebelde, no halle en ti al sobrado, no halle en ti al superhombre (porque algunos se creen súper). Que halle en ti a la muchacha y al joven creyente, dócil, amoroso, que atrae. No menosprecies las canas de los viejos, porque los amamos entrañablemente. No quisiéramos vuestro fracaso, no quisiéramos vuestras caídas, no quisiéramos eso. Por eso no quisiéramos tener en pie al soberbio, al porfiado, al rebelde.
Quiero hallar en Cristo a todos; cuando así nos hallemos, todos seremos bendecidos. Tenemos necesidad de hablarnos en Cristo, y hallarnos en El, porque sólo en Cristo, nuestro todo y en todos, será posible que la vida del cuerpo sea más preciosa, más profunda y más íntima.

“Y ciertamente aun estimo todas las cosas como pérdida, por la excelencia del conocimiento de Cristo”. ¿Hay algo más excelente que el conocimiento de Cristo? Se han devanado los sesos muchos escritores escribiendo cosas grandes y elocuentes, y nosotros, que no hacemos ese ejercicio, hemos encontrado al más excelente, al más grande poeta y al más grande poema, al más grande, al más sublime, al perfecto, al que atrae, al que busca, al que se regocija con nosotros y que se entristece cuando estamos tristes. ¡A Aquél! ¡A Aquél hemos hallado!
“Y ser hallado en El ...” ¿Dónde quieres ser hallado tú? ¡¡En Cristo!! Señor, escucha a esta asamblea, la iglesia quiere ser hallada en Cristo, cada creyente quiere ser hallado en Cristo. Que todos seamos hallados en Cristo.

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1 Lengua nativa de los mapuches, aborígenes chilenos del sur del país.
2 Es decir, los no mapuches.
 
Re: DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD

Originalmente enviado por: Maripaz
DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD



Te escribo desde mi cruz a tu soledad,
a ti, que tantas veces me miraste sin verme
y me oíste sin escucharme.

A ti, que tantas veces prometiste
seguirme de cerca
y sin saber por qué te distanciaste
de las huellas que dejé en el mundo
para que no te perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo,
que me buscas sin hallarme
y a veces pierdes la fe en encontrarme,
a ti, que a veces piensas que soy un recuerdo
y no comprendes que estoy vivo.

Yo soy el principio y el fin,
soy el camino para no desviarte,
la verdad para que no te equivoques
y la vida para no morir.

Mi tema preferido es el amor,
que fue mi razón para vivir y para morir.

Yo fui libre hasta el fin,
tuve un ideal claro
y lo defendí con mi sangre para salvarte.

Fui maestro y servidor,
soy sensible a la amistad
y hace tiempo que espero
que me regales la tuya.

Nadie como yo conoce tu alma,
tus pensamientos, tu proceder,
y sé muy bien lo que vales.

Sé que quizás tu vida
te parezca pobre a los ojos del mundo,
pero Yo sé que tienes mucho para dar,
y estoy seguro que dentro de tu corazón
hay un tesoro escondido;
conócete a ti mismo
y me harás un lugar a mi.

Si supieras cuánto hace
que golpeo las puertas de tu corazón
y no recibo respuesta.

A veces también me duele que me ignores
y me condenes como Pilatos,
otras que me niegues como Pedro
y que otras tantas me traiciones como Judas.

Y hoy, te pido paciencia para tus padres,
amor para tu pareja,
responsabilidad para con tus hijos,
tolerancia para los ancianos,
comprensión para todos tus hermanos,
compasión para el que sufre,
servicio para todos.

Quisiera no volver a verte egoísta,
orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista.

Desearía que tu vida fuera alegre,
siempre joven y cristiana.

Cada vez que aflojas, búscame y me encontrarás;
cada vez que te sientas cansado,
háblame, cuéntame.
Cada vez que creas que no sirves para nada
no te deprimas,
no te creas poca cosa,
no olvides que yo necesité de un asno
para entrar en Jerusalén
y necesito de tu pequeñez
para entrar en el alma de tu prójimo.

Cada vez que te sientas solo en el camino,
no olvides que estoy contigo.
No te canses de pedirme
que yo no me cansaré de darte,
no te canses de seguirme que yo
no me cansaré de acompañarte,
nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes,
estoy para ayudarte.

Te quiero mucho,

tu amigo:

Jesús



Sra. Maripaz, que lindo poema. Usted escribe bello. Dios la bendiga.
 
Re: DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD

Originalmente enviado por: Maripaz
DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD



Te escribo desde mi cruz a tu soledad,
a ti, que tantas veces me miraste sin verme
y me oíste sin escucharme.

A ti, que tantas veces prometiste
seguirme de cerca
y sin saber por qué te distanciaste
de las huellas que dejé en el mundo
para que no te perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo,
que me buscas sin hallarme
y a veces pierdes la fe en encontrarme,
a ti, que a veces piensas que soy un recuerdo
y no comprendes que estoy vivo.

Yo soy el principio y el fin,
soy el camino para no desviarte,
la verdad para que no te equivoques
y la vida para no morir.

Mi tema preferido es el amor,
que fue mi razón para vivir y para morir.

Yo fui libre hasta el fin,
tuve un ideal claro
y lo defendí con mi sangre para salvarte.

Fui maestro y servidor,
soy sensible a la amistad
y hace tiempo que espero
que me regales la tuya.

Nadie como yo conoce tu alma,
tus pensamientos, tu proceder,
y sé muy bien lo que vales.

Sé que quizás tu vida
te parezca pobre a los ojos del mundo,
pero Yo sé que tienes mucho para dar,
y estoy seguro que dentro de tu corazón
hay un tesoro escondido;
conócete a ti mismo
y me harás un lugar a mi.

Si supieras cuánto hace
que golpeo las puertas de tu corazón
y no recibo respuesta.

A veces también me duele que me ignores
y me condenes como Pilatos,
otras que me niegues como Pedro
y que otras tantas me traiciones como Judas.

Y hoy, te pido paciencia para tus padres,
amor para tu pareja,
responsabilidad para con tus hijos,
tolerancia para los ancianos,
comprensión para todos tus hermanos,
compasión para el que sufre,
servicio para todos.

Quisiera no volver a verte egoísta,
orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista.

Desearía que tu vida fuera alegre,
siempre joven y cristiana.

Cada vez que aflojas, búscame y me encontrarás;
cada vez que te sientas cansado,
háblame, cuéntame.
Cada vez que creas que no sirves para nada
no te deprimas,
no te creas poca cosa,
no olvides que yo necesité de un asno
para entrar en Jerusalén
y necesito de tu pequeñez
para entrar en el alma de tu prójimo.

Cada vez que te sientas solo en el camino,
no olvides que estoy contigo.
No te canses de pedirme
que yo no me cansaré de darte,
no te canses de seguirme que yo
no me cansaré de acompañarte,
nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes,
estoy para ayudarte.

Te quiero mucho,

tu amigo:

Jesús



¡¡¡ Se me olvidó !!!


Recibido ayer en mi correo, AUTOR DESCONOCIDO.
 

http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas14/page07.htm

Si el comienzo de la caída de la Iglesia fue el abandono del primer amor, ¿cuál será el comienzo de su restauración? He aquí los inicios en la búsqueda del primer amor, es decir, el amor al Primero y del Primero: Cristo.

Rubén Chacón V.

El primer amor

Quiero comenzar haciéndoles una pregunta: ¿Cuántos de ustedes creen que ya han terminado de conocer al Señor? Levanten la mano los que creen que ya terminaron de conocer al Señor. ¡Amén, qué bueno que no hay manos alzadas! Apenas hemos comenzado a conocerlo. ¡Aleluya!

Yo me siento como el río Toltén. Ayer fui a conocer la desembocadura del río, y mientras íbamos, me pareció tan majestuoso e imponente; pero cuando llegamos a la desembocadura, parecía un simple hilito comparado con la inmensidad del mar.

Yo quisiera invitarles a que ustedes tengan esa figura en la mente en esta mañana. Cuando miramos para atrás, nuestra historia es como el Toltén antes de la desembocadura: ¡tanto que Dios nos ha dado, tanta gloria, tanta revelación!, pero comparado con lo que está por delante... ¡Aleluya! Yo quiero profetizar esta mañana que estamos en los albores de una experiencia que jamás hemos tenido, de una gloria que todavía no nos imaginamos. Yo percibo en mi espíritu que estamos adentrándonos ... estamos en la orilla, metiendo los pies en algo que muy pronto el Señor ha de manifestar en nosotros.

La verdad final

Precisamente, hermanos, quisiera reflexionar con ustedes, y vislumbrar lo siguiente: ¿Cuál creen ustedes habrá de ser la verdad que va a cautivar a la Iglesia en los días previos a la venida del Señor? ¿Qué verdad escatológica, qué verdad final, es la que va a manifestarse en su Iglesia, que hará que ella esté cautivada por esa verdad, en los días previos al inminente regreso del Señor? Tengo una pequeña percepción de lo que creo será esa verdad. ¿Irá a ser la verdad de la unidad del cuerpo de Cristo, de la unidad de la Iglesia? Sin lugar a dudas, a la venida del Señor la iglesia ha de estar unida, manifestadamente, como Jesús oró por ella en Juan 17.

Pero yo creo que la verdad que va a cautivar a la Iglesia en estos días finales es una verdad que contiene la unidad, que implica la unidad, pero que es mayor que la unidad.

Éfeso y Laodicea

Trataré de compartirles lo que está en mi corazón. Veamos Apocalipsis capítulo 2. Lo que voy a compartirles es por donde el Señor me ha estado llevando en este último tiempo. Más que una teoría, compartiré mi experiencia con el Señor en este último tiempo. Ustedes conocen los mensajes del Señor Jesucristo a las siete iglesias que estaban en Asia. El primer mensaje es a la iglesia en Éfeso. Dice así: “Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y hasta tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado, pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. ¿Digamos juntos el versículo 4? “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”.

Quisiera llamar la atención sobre dos cosas que me parece importante destacar aquí. ¿Ustedes creen en la inspiración divina de las Escrituras? ¡Amén! La inspiración bendita de las Escrituras por el soplo de Dios quiso que de estos siete mensajes a las iglesias, el de Éfeso fuese puesto en primer lugar, y yo creo que eso tiene un sentido. Así como también tiene un sentido que el mensaje a Laodicea esté puesto en el último lugar.

En Asia existían más iglesias que siete, por ejemplo Colosas, y Colosas no está aquí. El Espíritu Santo quiso, por decir así, seleccionar siete realidades espirituales, que yo creo que representan la espiritualidad posible de toda la Iglesia en cualquier tiempo y en cualquier lugar. Yo creo que aquí está el espectro de la espiritualidad de la Iglesia de cualquier época y de cualquier lugar. De alguna manera nosotros estamos interpretados en alguna de estas siete iglesias. Y el Señor quiso poner como primer mensaje el mensaje a la iglesia en Éfeso. ¿Por qué? ¿Para qué? Creo que la razón es porque la Iglesia a finales del primer siglo, que es cuando se escriben estas cartas, lamentablemente había comenzado a decaer – aunque parezca asombroso.

Cuando uno ve el libro de los Hechos y ve toda la gloria de la Iglesia del primer siglo –una iglesia que todos hasta el día de hoy añoramos, admiramos–. Esa iglesia, asombrosamente, a finales del primer siglo comenzó a decaer, y a Juan, el único de los apóstoles vivos, sobreviviente de los doce, le tocó presenciar esa decadencia. Dios quiso preservarlo hasta este tiempo, para que él contemplara esa decadencia. Pero no sólo para que la contemplara, sino por sobre todo para que nos mostrara el camino de regreso. ¡Alabado sea el Señor!

Entonces, para mí, el hecho de que Éfeso esté en primer lugar –una iglesia a la cual se le reprocha haber abandonado su primer amor–, es para que nos quedase claro a todos nosotros que la decadencia comenzó el día en que la iglesia comenzó a abandonar su primer amor. Ustedes ven que si no estuviera el versículo 4, donde está este reproche, esta sería una carta extraordinaria. Y ustedes leen la carta a los efesios, escrita por el apóstol Pablo, y también es una carta extraordinaria, una iglesia a la cual se le podía hablar de las profundidades del Señor, de las riquezas de pleno entendimiento.

Pero 40 años después, Dios usa a Juan para hablarle a esta Iglesia, y yo creo que ni la misma iglesia en Éfeso podía examinarse a sí misma y notar esta deficiencia, porque todo parecía tan bien, todo se veía tan perfecto, hay tanta aprobación del Señor a todo lo que se hace. Pero el ojo de Dios, que puede ver lo que nosotros no vemos, que ve el corazón, detectó que había una falla. Algo había comenzado a declinar, que todavía no tiene grandes efectos, pero el día que comienza a perderse eso, comenzamos a caer. Esa es la importancia que tiene para mí que Éfeso esté en primer lugar. El Señor nos está diciendo que por aquí comienza la decadencia, la ruina de la iglesia: Cuando comenzamos a abandonar el primer amor.

¿Y qué significa que Laodicea esté al final? Significa que el comienzo de la caída (Éfeso) tiene su clímax en Laodicea. Porque si a la iglesia en Éfeso se le reprocha que ha perdido su primer amor, a Laodicea ¿qué se le reprocha? ¡Mira hasta dónde puede llegar la ruina de la iglesia! En Laodicea no tenemos una iglesia con el problema que ha abandonado el primer amor, el problema de la iglesia de Laodicea es que tiene a Cristo afuera, ¡Oh, qué tremendo! Puede seguir todo el apara-taje, puede seguir toda la estructura, pero ya el Señor no está. Y el Señor, que es amoroso y que es paciente, sigue llamando incansablemente, aun a esa iglesia, y le dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; todavía si hay alguno allí que abra la puerta de su corazón yo voy a entrar, yo voy a morar y voy a cenar con él”.

Pero es trágico. Esta iglesia tiene ni más ni menos que a Cristo fuera. Nosotros usamos este pasaje para evangelizar, pero es para la iglesia. ¿Cómo la iglesia puede llegar a ser Laodicea? ¿Cómo la iglesia puede llegar a esa condición? Como se nos decía anoche, la iglesia es un vaso para contener a Cristo, y ¿cómo la iglesia puede llegar a ser un vaso sin Cristo? ¿Cómo comienza todo? Porque esa es la ruina total a la que se puede llegar. ¿Pero cómo comienza esa decadencia? ¡Éfeso, Éfeso! Allí comienza. “Tengo contra ti que has dejado tu primer amor.”

El primer amor

¿Qué querrá decir esto de que “has dejado tu primer amor”? Creo que la clave está en la palabra primer amor. Tu primer amor. ¿Cuál es tu primer amor? ¡El primer amor es Cristo! ¡El primer amor es el amor que le debemos al Primero! Y ese amor el Señor lo especificó muy bien. El Señor dijo: “El que ama a padre o a madre, o a hijo o a hija más que a Mí, más que a Mí, el que ama su vida mas que a Mí, el que ama a cualquier otro más que a Mí no es digno de Mí, no puede ser mi discípulo”.

Ahí estaba diciendo: “Yo soy el primer amor de tu vida. Yo soy el primer amor de la Iglesia”. ¡Aleluya! Has dejado tu primer amor, has dejado de amar al Primero, lo has dejado de amar como lo primero, al Primero lo has dejado de amar como tu prioridad. Otras cosas han cautivado tus afectos, tu amor, y el Señor ya no es tu primero.

Creo que la expresión “el primer amor”, quiere decir también “el amor que sólo puede producir el Primero”. No estamos hablando de un amor producido por la naturaleza humana, sino de un amor que sólo lo puede producir el Primero, que es el Señor. El amor del Primero. No es sólo el amor al Primero, sino también es el amor del Primero. Un amor entrañable, un amor celestial, un amor divino.

La experiencia de la iglesia del primer siglo

Hermanos queridos, la Iglesia del primer siglo vivía esta experiencia. Con la expresión “primer amor” Juan estaba refiriéndose – y el Señor estaba refiriéndose a través de Juan – a la experiencia de la Iglesia, a la experiencia de vida de Iglesia del primer siglo. Una experiencia espiritual profunda, que a mi modo de ver Juan y el Señor Jesucristo la llaman aquí “primer amor”. Un amor que es sólo fruto de la vida divina en nosotros. Sólo la vida de Dios en nosotros puede hacernos experimentar esta clase de amor.

Pero la iglesia comenzó a decaer. Entonces el Señor dijo: “Cuidado, cuidado, se ha comenzado a perder esta experiencia. Se está comenzando a perder esta experiencia llamada “primer amor”. Esta era la experiencia de vida de la Iglesia, una experiencia de vida donde Cristo era el centro, donde Cristo era la vida de la Iglesia, donde Cristo era el todo de la Iglesia. Pero dicho ahora en términos subjetivos, era una Iglesia que vivía apasionadamente por Cristo, una Iglesia que tenía a Cristo como su primer amor, donde los afectos estaban puestos en su debido lugar y donde, en esa escala de valores y de amores y afectos, Cristo era el mayor afecto, el mayor valor en el corazón de los hermanos. ¡Bendito sea el Señor! ¡Alabado sea el Señor!

Hermano, mire, escuche esto: Cuando el Señor le dice a Éfeso: “Recuerda por tanto de donde has caído y arrepiéntete y vuelve a las primeras obras, vuelve al primer amor”, para ellos significó volver a algo que tuvieron y que habían perdido, porque la iglesia del primer siglo sí lo tuvo. Pero yo tengo la sospecha que para nosotros este mensaje de volver al primer amor no es volver a algo que tuvimos nosotros en nuestra experiencia. Creo que para nosotros el llamado de Dios a volver al primer amor es volver a una experiencia que nosotros no hemos tenido, por lo menos no plenamente. Para ellos fue lo primero que perdieron y que implicó que la iglesia comenzara a decaer; en cambio, eso que ellos perdieron, se convierte ahora para nosotros en la meta a la cual tenemos que llegar.

Las verdades y la Verdad

Damos gloria a Dios por Lutero, por la justificación por la fe, y por los que han ido restaurando en la Iglesia las verdades, verdades en plural. Gloria a Dios por este transitar en que Dios ha ido recuperando las verdades de Cristo en la iglesia. Pero mi pregunta es: ¿Cuál es finalmente la verdad, la verdad a la cual tenemos que llegar, que hará que la iglesia esté gloriosa y preparada para el regreso inminente del Señor? Yo digo que no son las verdades en plural, porque podemos seguir recuperando verdades, pero creo que finalmente tenemos que llegar a la Verdad.

Cuando el lunes viajaba como a las 5 de la mañana, la familia venía en el vehículo durmiendo, yo venía hacia el sur y a mi izquierda tenía la cordillera, y pude tener mi devocional con el Señor mientras viajaba: me tocó presenciar un amanecer. El día estaba despejado y lo pude presenciar completo. Cuando salimos estaba oscuro, pero en medio de toda la oscuridad a mi izquierda, detrás de la cordillera, comenzó a asomarse un resplandor, muy tenue. Poco a poco, mientras eso iba en aumento, las tinieblas comenzaron a desaparecer. En mi conversación con el Señor, mientras presenciaba eso, entendía que el Señor me decía: “Así es la revelación. Es progresiva y va en aumento.” Pero el punto es éste: llegó un momento en que la claridad dio paso a un hermoso sol. Lo que amaneció finalmente fue el sol, ¡Aleluya! La claridad, los rayos, son las verdades, pero finalmente tras esas verdades, debe aparecer Cristo, ¡sólo Cristo!

La verdad final a la cual tenemos que ir, hermanos, es Cristo. No las doctrinas, no las verdades, sino Cristo. Cristo como la gran doctrina, Cristo como la gran verdad, Cristo como la verdad suficiente. ¡Alabado sea el Señor!

La búsqueda del Señor

Hace algún tiempo atrás comencé una búsqueda personal del Señor, porque me sentía cansado. Notaba que me esforzaba mucho, pero había poco fruto; notaba que compartía la palabra, pero que no llegaba. Inicialmente mi oración era sólo esta: “Señor, si tú no edificas la casa, en vano trabajamos los que la edificamos”. “Señor, si tú no edificas la casa, en vano velamos. Por demás es que nos levantemos de madrugada y vayamos y nos esforcemos. Señor, si tú no estás en esto, si no eres tú el que estás edificando, todo esfuerzo es vano”. Pero mientras hacía esta única oración todos los días, me sentía como ir atravesando un bosque, como ir corriendo las ramas a un lado para avanzar. Hasta que en un momento sentí que había cruzado ese bosque y ya no había más ramas ni árboles que apartar, que ya había cruzado, por decir así, lo que de alguna manera no me dejaba ver. Y al otro lado del bosque estaba sólo el Señor.

Él, ni siquiera “lo de Él”, sino simplemente Él, Él mismo. Y frente a Él escuché su voz decirme: “¿Sabes? tú me has estado buscando para que yo te use, has estado buscándome por mi poder, por mi unción, para que yo trate con los hermanos, para que yo obre en ellos; por la palabra, por tu ministerio; pero yo te quiero a ti, y quiero que tú me quieras a mí.” Hemos estado compartiendo esto con los hermanos en Santiago y un pastor decía un día: “¿Saben? lo que más ha llegado a quebrantar mi corazón es saber que por muchos años yo he querido usar al Señor, porque hasta nuestra búsqueda de Él es para nuestra conveniencia”. ¿Cómo se siente usted cuando se sabe usado? Yo lo entendí por primera vez también allí.

El Señor me decía: “No quiero que estés interesado por lo que yo te pueda dar, en lo que puedas sacar de mí ... (que es tanto ¿no es cierto?) ... quiero que seas para mí, y yo quiero ser para ti.” Cristo el todo. Cristo el todo en mi vida. Para mí este encuentro con el Señor significó: “Yo quiero ser tu doctrina de aquí en adelante, no quiero que tengas más doctrinas, yo voy a ser tu doctrina; no quiero que tengas más teologías, yo voy a ser tu teología”. Cristo mi doctrina, Cristo mi teología. Creo que si vamos a avanzar, hermanos, si vamos a llegar al cenit de la revelación, se nos tiene que aparecer Cristo, y Cristo ser todosuficiente para nosotros.

Y entonces yo decía: “¿Qué hay ahora? Si Cristo es todo, si Cristo es la doctrina, ¿qué vendrá? ¿cómo funciona la vida? ¿en qué va a consistir la vida?”. En algo tan simple y tan glorioso ¡aleluya! Vamos a amar a Cristo con todo el corazón, vamos a amarle con toda la mente, con todo el alma y con todas las fuerzas, y vamos a amar al prójimo como a nosotros mismos. El Señor dijo: “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. En esta verdad está implicada la santidad y la unidad, y la humildad, y la misericordia. El Señor dijo claramente que de estos dos mandamientos depende todo lo demás.

¿En qué más va a consistir la vida? En que vamos a creerle al Señor, vamos a amarle, vamos a seguirle, vamos a vivirlo. ¿Y qué mas? ¡Nada más! Esto es plenitud. Esto es la vida eterna: que lo conozcamos a Él y a Jesucristo su Hijo que nos fue enviado. Un corazón cautivado por El, una vida completa al servicio de Él, amándole. Hermanos, creo que aquí está el motor práctico, aquí está lo que despierta la pasión, la fuerza y el fervor, ¡el amor, el amor! Y yo le dije al Señor: “Señor, no sé amar, no puedo amarte como dice el primer mandamiento. ¿Qué será amarte con todo el corazón, con toda la mente, con toda el alma, con todas las fuerzas? No lo sé”. Y por primera vez el Señor me llevó al Cantar de los cantares. Nunca había estado ahí. Para mí era un libro tan enigmático como el Apocalipsis.

El Señor me llevó al Cantar de los Cantares, y me dio esta orientación: “Vas a leerlo, vas a orarlo, vas a meditarlo, como si fuera un manual donde yo te voy a enseñar cómo amarme y cómo tú puedes experimentar mi amor; vivir y experimentar cómo yo te he amado, y cómo tú puedes amarme, cómo yo soy digno de ser amado, cómo merezco ser amado.” Ahora tengo mi propia versión del Cantar de los cantares, que es como lo viví en mi relación con el Señor. Él me lo fue mostrando. No digo que sea la interpretación, a lo mejor es para mí no más, y estoy ahí recorriendo ese camino, de estar con Él y hacerlo a Él mi todo.

El discípulo al que Jesús amaba

¿Por qué tenía que ser Juan y no otro el que el Señor usara para advertir a la iglesia sobre esta verdad? Porque fíjense, hermanos queridos, que mirando los evangelios uno descubre que, dentro de los doce, el Señor tenía un círculo más íntimo compuesto de tres: Pedro, Juan y Jacobo. Con ellos el Señor vivió algunas cosas que no vivió con los demás. Pero aun dentro de estos tres, Juan tuvo una relación con Cristo que no la tuvo ninguno de los otros dos.

Veamos en el evangelio de Juan capítulo 13. Esto para mí es tremendo. Desde Juan 13 hasta Juan 17 está la última enseñanza que le entregó a sus discípulos en esa noche antes de ser entregado. Después en Juan 18 usted lee y el Señor sale camino a la cruz. En el 13:21 él dice: “De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. Y uno de sus discípulos ... fíjense “y uno de sus discípulos” ¿cómo se identifica a este discípulo? “al cual Jesús amaba”. Yo leo este pasaje y me da un poco de celo, digo ¿y yo qué? Me imagino que así se sentían los otros.

Todos eran discípulos, pero de entre los discípulos hay uno al cual Jesús amaba. ¿Qué quiere decir eso? ¿Que a los otros no los amaba? ¿Que sólo amaba a Juan? Esta expresión aparece cuatro veces en los evangelios: “Juan, el discípulo al cual Jesús amaba”. ¡Oh, qué tremendo!, ser conocido como el discípulo al que Jesús amaba. No quiere decir que a los demás no los amaba, pero quiere decir que Juan había abierto su corazón de tal manera, había sido un recipiente tan abierto, que había sido alcanzado por el amor de Cristo más profundamente que los demás. No es que el Señor haga diferencia y que quiera amar a uno más que otro. La diferencia la hacemos nosotros. Usted hace la diferencia. Si su disposición es como la de Juan, si su corazón es como el de Juan, si la abertura de su vasija es como la de Juan, usted va a experimentar el mismo amor que experimentó Juan, el mismo amor de Jesús.

Entonces dice el relato: “Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús”. Esto parece simplemente un detalle del relato, pero tiene significado. Juan era el que estaba más cerca, el que estaba recostado al lado del Señor, y esto tiene importancia, porque enseguida dice: “A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba”. El Señor acababa de decir: “Alguien de ustedes aquí me va a entregar ...”, y Pedro que estaba más lejos ..., ¿van entendiendo la figura? Pedro que estaba más lejos le dice al que estaba más cerca, ¿por qué no le preguntas tú, por favor? Tú que estás más cerca ... Pedro no estaba lo suficientemente cerca de Él como para preguntarle a Él directamente, sino que lo hizo a través de Juan, el que estaba más cerca.

Y mira el versículo 25, aquí está el clímax: “Él entonces ...” El discípulo al que Jesús amaba, “recostado cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?”. Estaba recostado al lado, pero cuando le dijeron: “Juan, pregúntale tú”, ¿saben lo que hizo Juan? Se acercó más y se acurrucó en el pecho del Señor. ¿Eso fue una improvisación, hermanos? ¿Eso fue algo que se le ocurrió a Juan hacer en ese momento? ¿Se salió del libreto y del protocolo y de todo? No; aquí estamos al final del ministerio del Señor, de aquí sale a la cruz, entonces aquí está reflejada la experiencia de Juan con Jesús durante esos tres años y medio. Juan sabía lo que era ser amado por Jesús y Juan sabía lo que era amar a Jesús. ¿Saben, hermanos? Juan escuchó los latidos del corazón de Jesús. Él sabía lo que era sentir latir el corazón de Jesús. Probablemente no lo supo ninguno de los demás.

“Juan, el discípulo al cual Jesús amaba” suena un poco escandalizante para nosotros. Pero no es escandalizante, ¡es desafiante! Si hacemos de Cristo nuestro todo, hermanos queridos, y dejamos que él cautive nuestro corazón, nosotros también seremos Juan, también se dirá de nosotros “el que Jesús ama”, “este discípulo amado por Jesús”. Y Juan cuando escribe sus cartas dice: “Nosotros amamos a Dios, pero porque él nos amó primero.”

Si hay algo que resume lo que vivió Juan durante esos tres años y medio, y que lo marcó y lo transformó para el resto de sus días, fue que Jesús lo amó. El Señor me decía: “No me vas a poder amar como dice el primer mandamiento hasta que experimentes mi amor primero”. Porque uno no puede dar lo que no tiene; nosotros le amamos porque Él nos amó primero. A veces para nosotros esto es información bíblica, pero quien lo dice es Juan, y cuando él está diciendo: “Nosotros le amamos porque Él nos amó primero”, él está remitiéndose a esa experiencia gloriosa, no a teoría, no a conceptos, ¡a experiencia! “Yo sé lo que es ser amado por Jesús –dice Juan–; yo era su regalón, yo me recosté sobre su pecho, yo oí latir su corazón.”

La necesidad de una experiencia con Cristo

Ahí hay una experiencia reflejada, profunda, el primer amor que embargó a la iglesia, que cautivó a la iglesia del primer siglo. ¡Bendito sea el Señor!

Yo digo que esto lo podemos aprender intelectualmente, pero tiene que haber una experiencia, tiene que haber un momento en que se le aparezca a uno Él, Él solo, ni siquiera “lo de Él”, Él solito. Él vale por sí mismo, Él es el tesoro. Que Él nos sea suficiente. ¡Bendito sea el Señor!


 
http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas14/page05.htm

La revelación de Cristo en el corazón del creyente es un poderoso recurso para vivir en Cristo. El ejemplo del apóstol Pablo nos muestra cómo cualquier circunstancia de la vida cotidiana puede ser enfrentada con gozo en Cristo, y cómo en cada una de ellas Cristo puede ser magnificado.
Gonzalo Sepúlveda H.

El vivir en Cristo

A Pablo le ocurrió lo que Isaías profetizó siglos antes. El Señor dijo por él: “Fui hallado de los que no me buscaban, me manifesté a los que no preguntaban por mí.” Si en alguien se cumplió esa palabra fue en Saulo de Tarso. No andaba buscando al Señor, sino persiguiendo a los que eran de Cristo. Él no preguntaba dónde estaba Cristo, él respiraba amenazas, con cartas de los principales sacerdotes para ir de casa en casa, apresando y forzando a blasfemar a los creyentes. Él era un enemigo de Cristo. Persiguió a la iglesia de Dios. Pero el Señor le salió al encuentro. ¡Gloria al Señor por todos aquellos a través de los siglos, a quienes el Señor les salió al encuentro! A nosotros también el Señor se nos manifestó cuando ni aun preguntábamos por él.

La revelación de Cristo

Y entonces Pablo podrá decir: “Agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre ... revelar a su Hijo en mí”. ¡Bendito sea su nombre! Cristo revelado en el corazón de Pablo. Entonces Pablo comenzó a ver lo que nunca había visto y a entender lo que nunca había entendido. Hizo un descubrimiento inmensa-mente grande, que le revolucionó la vida entera. En seguida comenzó a predicar que Jesús era el Cristo y a demostrar por las Escrituras que Jesús era el Hijo de Dios. (Hechos 9:20-22).

En Damasco, Pablo recibió una revelación acerca de Jesucristo. Aquí en Filipenses, está el vivir de Pablo como un creyente que tiene a Cristo revelado en su corazón. ¡Al Padre nuestro que está en los cielos le agradó que tú y yo tuviésemos al Señor Jesucristo revelado en nuestros corazones! Y en esto no somos menores que Simón, hijo de Jonás. Bien se nos puede decir hoy: “Bienaventurado eres” (Mateo 16:17). Hoy podemos confesar que Jesús es el Cristo el Hijo del Dios viviente.

El fruto de la revelación

Tantas cosas que dice Pablo en Filipenses capítulo 1:1-26: habla de su oración, de su amor, de su gozo, de su dolor, de sus tribulaciones, de sus prisiones, de la liberación que vendrá sobre él en respuesta a la intercesión de los hermanos; habla de la confianza que tiene, y del por qué tiene esa confianza. Al final lo resume todo en una frase: “Para mí el vivir es Cristo”. ¿Por qué este gozo que tengo, este amor, estas prisiones, este clamor, esta confianza? ¡Porque para mí el vivir es Cristo! Es la respuesta de Pablo.

La presencia de Pablo entre los hermanos era una gloria para ellos. ¡Qué gozo! ¡El apóstol viene y nos hablará del Señor! – dirían los filipenses (1:26). Pero inmediatamente el apóstol pone en alto al Señor. “No es por mí mismo que voy. No es por algo mío. Vuestra gloria de mí es en Cristo Jesús. Es decir, si voy a ustedes, voy en Cristo. Y si va a haber gozo en ustedes por mi presencia, en realidad es por la presencia de Cristo en mí. La gloria y el gozo de ustedes, y el gozo mío es en Cristo y por Cristo, y porque él es manifestado. Nada más.” Pablo no está buscando enaltecerse a sí mismo. Él busca enaltecer siempre a Cristo.

Aquí hay un hombre que tiene a Cristo revelado en su corazón. El fruto de esto es que nos encontramos con un hombre rogando con gozo por los hermanos. El gozo de este hombre no está en cosas externas. Él se goza en cosas tan simples como encerrarse en su pieza y orar. Cuando alguien tiene a Cristo revelado en su corazón orar no es una pesada carga, sino que ora con gozo. Es un vivir en Cristo.

Él tiene comunión con los hermanos. Si tiene a Cristo revelado, ¿cómo no va a tener comunión con los hermanos, que también tienen a Cristo revelado? El fruto de Cristo revelado se manifiesta en vida y en comunión con todos los santos.

El entrañable amor de Jesucristo

“Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo”. ¿Cómo es el amor de Cristo? Entrañable. ¿Dónde está ese amor de Cristo? Está en tu corazón. ¿Y por qué está en tu corazón? Porque el Señor está revelado adentro y el entrañable amor de Jesucristo te hace amar. ¡Qué contradicción más grande es, qué feo se ve, cuando un hermano no es capaz de amar a su hermano! Eso demuestra en qué amor anda, en qué camino anda, con qué fuerza anda. Pablo dice: “Os amo, pero no con mi amor. Cristo en mí me produce un vivir en amor. Os amo con el entrañable amor de Jesucristo”. Hermano, ¿está Cristo revelado en tu corazón? Entonces, que se ensanche el ducto para que los ríos de agua viva fluyan por tu interior.

Quitemos todo obstáculo que oprime el libre fluir de ese amor que no es nuestro, sino de Otro. El libre fluir de esa vida que no es nuestra, sino la vida de Cristo en nosotros. La iglesia no puede tener esperanza en otro amor. Si nos amamos, es en Cristo.

Las prisiones en Cristo

Luego dice: “Mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio” ¡Qué extraño suena esto! Está bien que el amor y las oraciones de Pablo se hagan manifiestas en Cristo. Pero aquí dice que también sus prisiones se han hecho patentes (manifiestas) en Cristo. ¡Las prisiones! O sea que Pablo no solamente vive una parte de su vida en Cristo. ¡Está preso y todavía está viviendo a Cristo!

Estuvo con la iglesia en Filipos, se regocijó con ellos, después estuvo preso, y siguió viviendo en Cristo ¡y ahora es un prisionero en Cristo! ¡Está con cadenas, pero está en Cristo! En otra ocasión, estando encadenado, casi convierte a un rey, porque estaba encadenado en Cristo. (Hechos 26:28-29). Porque para él el vivir era Cristo. ¿Entiende el mensaje, hermano?

¿Entiende que es poderoso el Señor para producir en un hombre y en una mujer, por deforme que sea, por débil que sea, o –como dice en Isaías 35– por torpe que sea, un vivir en Cristo? No vamos a servir al Señor solamente cuando todo esté externamente bien. ¡Cuando llega el día de la enfermedad y de la prueba todavía estamos en Cristo!

Cristo magnificado en mí

Nuestra vida consiste en tantas relaciones, somos un vecino en Cristo, un médico en Cristo, un mecánico, un esposo en Cristo, una esposa en Cristo, un soltero en Cristo, una doncella en Cristo. ¿Cómo será eso? ¡En Cristo! Un hijo en Cristo, un padre en Cristo. Un administrador en Cristo. Uno que vive a Cristo en todas las áreas de su vida. ¿Por qué es esto? Pablo nos lo dice: “Porque para mí el vivir es Cristo”. Y por eso está confiado. “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada será avergonzado” (1:20). ¡Qué alta nos dejó la medida Pablo! ¿De cuántas cosas aun nos avergonzamos? Que nos socorra el Señor. “Antes bien con toda confianza como siempre.” “Como siempre” –dice Pablo porque siempre está viviendo en Cristo.

“Como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo o por vida o por muerte” (1:20). “Ahora que estoy preso, ahora que estoy en la peor situación, ahora también será magnificado Cristo en mí ... “cuerpo” dice aquí, pero es en él. “Como siempre, no seré avergonzado. Como en tantas oportunidades, ahora también será magnificado Cristo en mí”. Hermanos míos, estas cosas son vitales.

Pablo tenía clarísima la razón de ser de su vida. El por qué y para qué estaba en el cuerpo. “Ahora también, como siempre, será magnificado Cristo en mi cuerpo. O por vida o por muerte”. ¡Oh, hermano! Para eso está usted aquí, en este planeta. Para esto usted nació en este país. Para eso estamos en este mundo. Hermano, usted está aquí para que Cristo sea magnificado en usted. ¡Qué simple, pero qué profundo! ¡Qué alcance tiene todo esto!

No sé qué es usted, cuál sea su profesión, su trabajo, su vida, su familia, su mundo. Cada cual tiene su pequeño mundo. No sé cuáles sean sus preocupaciones, sus desvelos. Lo bueno y lo malo que le ocurre a usted, pero todo es secundario, todo viene después de esto. Usted está en el mundo para que Cristo sea magnificado en usted. No está por otra cosa. El éxito es secundario. Casarse o no casarse es secundario. Ser feliz o no ser feliz en la tierra es secundario. Que se cumpla en usted y en mí esto. Que sea magnificado Cristo ahora también. Yo no sé con qué se va a enfrentar usted mañana. Que podamos decir: “Ahora también sea magnificado Cristo en mí.” ¡Gloria al Señor!

El ejemplo de Cristo

Consideremos cómo el Padre miraba desde los cielos el caminar de su Hijo Jesucristo en la tierra, cómo lo observaba, como lo guió y lo defendió cuando huyó a Egipto. Cómo lo guardó cuando lo trajo de vuelta. Cuando fue al desierto y triunfó sobre el enemigo y luego en todo su caminar, jamás lo dejaba solo (Juan 8:29), porque ahí estaba el Hijo glorificando al Padre, magnificando al Padre. En sus actos, en sus dichos, en sus pensamientos, en todo su ser, en todo momento, siempre, sin ser avergonzado nunca, Cristo magnificó al Padre que le observaba desde los cielos. ¡Bendito sea su santo nombre! Ahora es tu turno y mi turno. Ahora estamos nosotros en la tierra. Y el Padre quiere ver a Cristo formado en nosotros, a Cristo manifestado y magnificado en cada circunstancia y en cada cosa que te pase y que me pase.

Vivir en Cristo

¿Qué es el vivir, hermanos? Esto es vivir. Me levanto en la mañana, me lavo, oro, tomo el bus o el auto, voy a la oficina, voy a ver los hermanos, paso aquí paso allá, voy a comprar o voy a vender, vuelvo a la casa, almuerzo, me relaciono con mi familia, estoy con los hijos, o estoy en la casa, veo lo que falta, voy y vuelvo, eso es vivir. ¿Qué es el vivir? Es todo lo que hago. Tan simple. Todo lo que hacemos es el vivir. Nos relacionamos con la gente hasta que volvemos a la casa y nos acostamos y dormimos. El vivir es Cristo. Es decir, no soy un creyente de reuniones. No soy espiritual en los Retiros. No es magnificado Cristo en los grandes eventos, sino en todo mi vivir. ¡Tan simple como esto!

Cuando Ud. va a comprar, compre en Cristo, hermano. Cuando usted va con la tarjeta de crédito, hermana, compre en Cristo. Los que manejamos vehículos tenemos que aprender a conducir un vehículo en Cristo. Aun en las horas que dedico al descanso, he de hacerlo en Cristo.

¿Será posible mirar la televisión en Cristo? (¿Será una locura lo que estoy diciendo?) Estoy seguro que si nos sentamos frente al televisor en Cristo sabremos perfectamente cuándo hay que cambiar de canal o cuándo hay que apagarlo. Mírela en la carne y cosechará los frutos de la carne. “Con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mí”, hasta en las cosas más íntimas. ¿De qué cosas tendría que hablar? De todo, pues, hermano. ¿Qué cosas tendría que tocar? Hasta la más pequeña, la más sutil. Pero, ¿será fanatismo eso? Esto es lo que quisiera Satanás susurrar a nuestro oído.

Estamos hablando a los que tienen a Cristo revelado en su corazón. No estamos hablando con los que se conforman con el formalismo religioso, externo, dominical, de reuniones, de cultos y nada más. Estamos hablando de los que tienen a Cristo revelado, confesado, a los que se glorían en Cristo y tienen sus fuentes allá arriba. No porque la ley me lo exija; no porque las demandas de la palabra santa de Dios me obliguen a hacerlo, sino porque tengo una vida poderosa adentro, santa, preciosa, que se manifiesta, gloriosa, en todas las áreas de mi vida.

¿Sabes cuándo contristamos al Espíritu? ¿Sabes cuándo traemos dolor y muerte? Cuando no se ve a Cristo. Cuando Cristo no es magnificado. Cuando mi carne se levanta, entonces hay muerte, hay confusión, hay dolor, hay problemas en la casa, hay ... ¡qué digo, Señor!

Hermano, ¿cómo tratas a tu esposa? Las Escrituras tienen muchas demandas, pero las Escrituras por sí solas no pueden. Aunque tú te sepas de memoria todas las charlas matrimoniales, si la vida de Cristo no tiene una expresión por ti, estás perdido. Aunque vayas a los mejores asistentes, consejeros y siquiatras que existan, si no fluye la poderosa vida de Cristo por ti, te quedarás sólo con las recomendaciones.

¡Para mí el vivir es Cristo! ¡Qué simple suena la frase, pero qué profundo es su contenido! ¿Te das cuenta? ¿Te fijas que por aquí está el rumbo que el Señor nos está trazando? Andemos por este camino, así evitaremos tristeza en la iglesia local, y la obra del Señor no se verá entorpecida.

Cristo, poderoso en nosotros

Amado hermano, entiéndelo. Si lo entiendes, tendrás ganancia. Tú mismo serás irreprensible en el día de Cristo; estarás lleno de frutos de justicia, que son por medio de Cristo. (1:11). ¡Qué terrible es cuando llevamos años en el Señor, y todavía la esposa no aprende a ser una esposa en Cristo, y el esposo todavía no aprende a ser un esposo en Cristo. ¿Dónde están los frutos de justicia que son por medio de Jesucristo? ¿O no está Cristo?

Esta noche yo me quiero asegurar de ser libre de la sangre de todos. Yo no sé si hay alguno aquí que no está en Cristo. Si no está en Cristo, usted está reprobado. ¿Por qué han de haber tantos frutos de muerte? No olvidemos, los frutos son por medio de Jesucristo.

El salmo 93 dice: “Poderoso eres Jehová. Jehová en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas.” A Él están sujetos ángeles, principados y potestades. ¡Gloria al Señor! Podemos cantar cánticos espirituales, hablar en nuevas lenguas y exaltar con regocijo hasta quedar fatigados al Señor que está arriba en los cielos. Sí, pero no se olvide que este Dios poderoso en los cielos es también poderoso dentro de nosotros. No se olvide nunca de 2ª Corintios capítulo 13:3: “Pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí, el cual no es débil para con vosotros, sino que es poderoso en vosotros.” Hermano, atiende esta palabra, porque es tu recurso. Dijimos que veníamos a este Retiro a llenar nuestros estanques. Mira esta palabra: “Cristo no es débil para con nosotros, sino que es poderoso en nosotros.” ¡El Señor es poderoso en nosotros! ¡Cristo en mí es poderoso!

Sin Cristo, nada

Pero en mí mismo, nada puedo. Mi cultura no me basta, mi educación no me basta, mi título no me basta. Todo lo aprendido no me basta ¡Sólo Cristo me basta!

¿Será posible un noviazgo en Cristo? Abundan los ejemplos malos. Los ejemplos de las estrellas del cine y la televisión. ¡Qué horribles! Bellos rostros, pero sus corazones están llenos de maldición y de amargura. Preciosas figuras externas, pero por dentro no se sacian de pecar. Están llenos de adulterio. ¿Será posible un noviazgo en Cristo? ¿Será posible sentir algo por una persona y que eso sea regulado por Cristo? ¡Es posible! ¿Por qué? Porque está Cristo adentro, y porque es poderoso para socorrer a un joven y a una señorita. El verdadero noviazgo, ese acercamiento, (llamémosle como le llamemos) no puedes hacerlo en tus fuerzas. Porque se supone que para ti, joven, Cristo es tu vida. Si Cristo no es tu vida, vamos a tener que recogerte del suelo. Vamos a tener que sufrir otro fracaso más, y otro dolor más ...

¿Se levantará una nueva generación de jóvenes para los cuales su vivir sea Cristo? Eso quiere el Padre. El está mirando desde arriba y los ángeles están expectantes a ver si alguno de estos jóvenes, si alguna de estas señoritas están dispuestos a decir esta noche: “Yo quiero vivir en ti”.

Hay expectación en los cielos esta noche. Para que tú hermano, para que tú hermana, puedas vivir esta etapa en Cristo. Pero no sólo esta etapa. Los que llevan un año o muchos años, basta de traer dolor, basta de traer amargura, ¡basta ya! Has traído suficiente muerte, has cosechado suficiente muerte por andar en ti mismo, por andar en la carne, por satisfacer los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. ¡Oh, hermano mío, escucha lo que el Señor te habla, y no se endurezca tu corazón! Es posible ser un esposo en Cristo. Es posible ser una esposa en Cristo. Es posible vivir en Cristo. Es posible disfrutar la alegría en Cristo. Que el descanso sea en Cristo, que el dolor sea en Cristo. Incluso a la hora de morir, hay que morir en Cristo.

Cooperemos con el Espíritu Santo

No puedo dejar de hacer un llamado ahora. Que Cristo sea magnificado también ahora. Si no, no tengo razón para vivir.
Hermanos, en el Señor hay perdón. En el Señor hay misericordia. El día de ayer se terminó. Ahora hay otro día, mañana hay una nueva misericordia para nosotros. Tus fracasos y los míos van quedando atrás. El Señor está perfeccionando la obra que él mismo comenzó. Hay una obra de Dios en ti. Cooperemos hoy día con el Espíritu Santo para que nos persuada. ¡Persuádenos, Señor! ¡ Señor, ayúdame, quiero vivir en ti! Que se cumpla en mí tu palabra. Que para mí el vivir sea Cristo.
 
Bueno Bart, parece que estamos en la misma sintonía



solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. (Efesios 4:37)




:angel:
 
Re: DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD

Originalmente enviado por: Maripaz
DESDE MI CRUZ A TU SOLEDAD



Te escribo desde mi cruz a tu soledad,
a ti, que tantas veces me miraste sin verme
y me oíste sin escucharme.

A ti, que tantas veces prometiste
seguirme de cerca
y sin saber por qué te distanciaste
de las huellas que dejé en el mundo
para que no te perdieras.

A ti, que no siempre crees que estoy contigo,
que me buscas sin hallarme
y a veces pierdes la fe en encontrarme,
a ti, que a veces piensas que soy un recuerdo
y no comprendes que estoy vivo.

Yo soy el principio y el fin,
soy el camino para no desviarte,
la verdad para que no te equivoques
y la vida para no morir.

Mi tema preferido es el amor,
que fue mi razón para vivir y para morir.

Yo fui libre hasta el fin,
tuve un ideal claro
y lo defendí con mi sangre para salvarte.

Fui maestro y servidor,
soy sensible a la amistad
y hace tiempo que espero
que me regales la tuya.

Nadie como yo conoce tu alma,
tus pensamientos, tu proceder,
y sé muy bien lo que vales.

Sé que quizás tu vida
te parezca pobre a los ojos del mundo,
pero Yo sé que tienes mucho para dar,
y estoy seguro que dentro de tu corazón
hay un tesoro escondido;
conócete a ti mismo
y me harás un lugar a mi.

Si supieras cuánto hace
que golpeo las puertas de tu corazón
y no recibo respuesta.

A veces también me duele que me ignores
y me condenes como Pilatos,
otras que me niegues como Pedro
y que otras tantas me traiciones como Judas.

Y hoy, te pido paciencia para tus padres,
amor para tu pareja,
responsabilidad para con tus hijos,
tolerancia para los ancianos,
comprensión para todos tus hermanos,
compasión para el que sufre,
servicio para todos.

Quisiera no volver a verte egoísta,
orgulloso, rebelde, disconforme, pesimista.

Desearía que tu vida fuera alegre,
siempre joven y cristiana.

Cada vez que aflojas, búscame y me encontrarás;
cada vez que te sientas cansado,
háblame, cuéntame.
Cada vez que creas que no sirves para nada
no te deprimas,
no te creas poca cosa,
no olvides que yo necesité de un asno
para entrar en Jerusalén
y necesito de tu pequeñez
para entrar en el alma de tu prójimo.

Cada vez que te sientas solo en el camino,
no olvides que estoy contigo.
No te canses de pedirme
que yo no me cansaré de darte,
no te canses de seguirme que yo
no me cansaré de acompañarte,
nunca te dejaré solo.

Aquí a tu lado me tienes,
estoy para ayudarte.

Te quiero mucho,

tu amigo:

Jesús



Bellísimo, tu mensaje.
Por esto Maripaz, yo insisto en que él que conoce a Jesús, no le abandona jamás. Su amor es incomparable.
 
Muy bello el poema Maripas:

Verdaderamente el conecer y ser conocido por Cristo el Amado es algo que imprime caracter, (el sello del Espiritu) El estar injertados en Cristo estar "en Cristo" es algo maravilloso no es religión.

Por esos se dice:" nos nos todos los que están ni son todos los que son"


Esto hablando de lglesia local llegan personas que no han nacido de nuevo (Hay que nacer de nuevo) y sólo han cambiado de religión un barniz superficial que se cae que se pierde. La maravillosa relación con Dios por medio de Jesucristo ésta permanece constante en los suyos comprados por su preciosa sangre.
Cantar y hacer lo que hacen los cristianos en una reunión no hace a nadie cristiano. Es un milagro hecho en nuestra vida. Luego esos se van y vuelven a la religión, la verdad no habían salido de ella habían solo cambiado de religión y sabemos que las religiones no salvan solo Jesucristo.
Nacer en un hogar cristiano tampoco hace cristianos como una herencia heredada de padres a hijos. Bautisarse tampoco hace cristianos. La Biblia enseña las Buenas Nuevas de salvación en Jesucristo.
No nos extrañemos haya personas que se dicen cristianas y no pueden dar razón de su fe.
Cristo es el objeto de la fe. La Biblia nos habla de Dios de su caracter de su plan de salvación.
El Espíritu Santo nos revela a Jesucristo y hace realidad para nosotros los salvos su Palabra. Dios comenzó una obra preciosa en nosotros y la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.

Alabado sea el Señor
 
Fe de erratas:

Fe de erratas:

Perdpma Maripaz que te cambié tu nombre y es conocer y ser conocido
 
Bueno Bart, parece que estamos en la misma sintonía

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Hola Maripaz:

Bien dicho estamos en Cristo, y nos estamos dando un banquete para el espíritu.

A disfrutarlo : )

Saludos y bendiciones

Bart.
 


http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas14/page08.htm

Algo estuvo oculto en Cristo desde los siglos eternos. Ese algo – la Iglesia – no se manifestó hasta que Cristo murió en la cruz. Poco después, Pablo recibió la luz necesaria para dar a conocer ese misterio escondido. Pero, ¿cuál es el lugar que ocupa la Iglesia en el propósito eterno de Dios? ¿Cuál es la razón de su existencia? ¿Cuál es su dignidad, su obra presente y su gloria final?

Rodrigo Abarca B.


El misterio de Cristo

Quiero compartir una palabra acerca del propósito supremo de Dios: el misterio de la voluntad de Dios, que es llenarlo todo de Cristo, desde lo más grande hasta lo más pequeño.

El apóstol Pablo es quien nos habla acerca del misterio de Dios. Esta es una expresión propia de él. En Colosenses, en Efesios, y en un versículo al final de Romanos se nos habla del misterio de Dios, y se nos dice que ese misterio estuvo escondido desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos. ¿Y en qué consiste ese misterio?

¿Qué es un misterio? Un misterio es algo secreto, es algo que no se ha manifestado, pues está oculto; y dice la Escritura, que Dios ha tenido desde la eternidad un misterio, un secreto guardado, en lo más profundo de su corazón y que ese misterio de Dios tiene que ver con el por qué Dios ha creado todas las cosas.

Cuando contemplamos lo que Dios ha hecho, nuestro corazón se maravilla: el espacio las galaxias, las estrellas innumerables en el cielo, el sol, la luna, los planetas que giran en sus órbitas, las cosas grandes y las cosas pequeñas, la vida sobre el planeta tierra; toda esa multiforme manifestación de formas de vida, todas diferentes, cada una expresando una inteligencia distinta.

No sabemos mucho de todas esas cosas. Sin embargo, he aquí que todo lo que Dios hizo tiene un propósito, una meta, y la Escritura dice que ese propósito permaneció oculto desde las edades sin fin. Dios no quiso contar ese secreto a los ángeles. Ellos no sabían por qué ni para qué fueron creados. Esperaron hasta que Dios decidió dar a conocer el secreto. ¿Y, entonces, en qué consiste ese secreto?

En Colosenses capítulo 1 versículos 15 en adelante se nos habla acerca del misterio de Dios; de lo que estaba escondido en el corazón de Dios, y que es la razón por la cual El hizo, hace y hará por siempre todas las cosas. Y está resumido en el versículo 15 al versículo 19: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten; y Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, Él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.” Ese misterio –dice el apóstol– trata acerca del Hijo de Dios. Pero antes, mira lo que dice en 1:13: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. En la Escritura esa frase, “el reino de su amado Hijo”, bien se puede traducir como “el reino del Hijo de su amor”. El Padre ha querido desde la eternidad dar la preeminencia a su Hijo, llenar a su Hijo con toda la gloria que El posee, y para eso el Padre creó todas las cosas, para que todas esas cosas que él ha hecho puedan glorificar a Cristo. ¡Bendito sea el Padre que quiso exaltar a su Hijo! Y para exaltarlo Él creó, y en todas las cosas que el Padre creó fue poniendo la imagen de su Hijo, no abiertamente, pero cada cosa que El hizo llevaba la impronta de su Hijo.

El lugar de la iglesia en el plan de Dios

Esto es algo que el Espíritu de Dios tiene que revelar en nuestro corazón: Todo lo que tú tocas, todo lo que tú ves, todo fue concebido a partir de Cristo. Pero estaba escondido. Los ángeles no lo sabían, el universo no lo sabía. Porque Dios tenía algo más en mente, algo que Él concibió en su corazón, para dar a su Hijo esa preeminencia. Dios tenía algo más, algo que también fue concebido en el seno de la deidad, y se ocultó dentro del Hijo. ¿Y en qué consiste eso? ¿De qué modo Dios el Padre hará a su Hijo preeminente sobre todas las cosas?

Efesios 1:9-10 dice: “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de las tiempos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra.” El misterio de la voluntad de Dios que ahora ha sido revelado es reunir todas las cosas en Cristo. ¿Qué significa reunir? ¡Reunir significa traer bajo el gobierno de Cristo la totalidad de las cosas para que Cristo pueda llenarlo todo! ¡Aleluya! Poner todo bajo su Hijo para que su Hijo pueda llenarlo todo, henchirlo todo de El mismo, desde lo más grande hasta lo más pequeño.

Desde los arcángeles hasta las más pequeñas criaturas invisibles y microscópicas, todo, todo fue creado para dárselo a su Hijo, que es el Hijo de su amor, a quien ama el Padre con toda intensidad. El Padre dijo: “Quiero honrar a mi Hijo, quiero que todos conozcan el amor con que amo a mi Hijo. ¿Cómo haré eso? Voy a crear miríadas de seres, voy a crear un universo y le voy a dar a mi Hijo la gloria, para que todos lo honren y lo amen, y se postren a sus pies. Yo quiero –dijo el Padre– darle todo a mi Hijo”.

Pero hicimos una pregunta, ¿Cómo el Padre va a hacer que Cristo su Hijo tenga la preeminencia en todo? Mire lo que dice Colosenses 1: 18: “Y Él es ...” ¿Quién es? ¿De quién está hablando? ¡De Cristo! “Y él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia, él (Cristo) que es el principio, el primogénito de entre los muertos...”. Si ligamos “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” con la última frase (porque lo que sigue es un paréntesis explicativo), entonces leemos así: “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia ... para que en todo tenga la preeminencia”.

“Cristo es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, para que en todo tenga la preeminencia”. Así el misterio de Dios empieza a aclararse. ¡Lo que Dios se propone es hacer que su Hijo sea preeminente haciéndolo cabeza de la iglesia! Mire lo que dice Efesios 1:20 al 23: “La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos, y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero, y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas” ¿a quién? “a la iglesia”, lo mismo que Colosenses, “y lo dio por cabeza a la iglesia para que en todo tenga la preeminencia.” Y acá dice “Y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”. Amén.

Dios quiso crear para su Hijo un cuerpo, para que Él pudiese ser contenido, revelado, y expresado por medio de ese cuerpo. El no quiso dar a conocer a su Hijo directamente, sino que quiso que su Hijo viniese a ser manifestado en toda su gloria, a través de la iglesia. ¿Que significa esto? Tal vez tú, cuando piensas en la iglesia, no la ves así. Pero necesitamos ahora ver las cosas desde la perspectiva de Dios, entender como Dios entiende. La iglesia no es un proyecto más, no es algo que se nos ocurrió a los hombres. No lo pensamos nosotros, y no es la obra de ningún hombre. No es el diseño, ni la inteligencia, ni la habilidad humana lo que pensó, lo que creó a la iglesia. Ella existe desde antes de que todo existiera. ¿Cómo? Estuvo escondida en Cristo desde la eternidad, porque ella es parte de Cristo, según el propósito de Dios. Ella está unida a Cristo y forma una sola cosa con Él.

Luego, ese cuerpo habría de ser la expresión perfecta de su Hijo. Dios habría de dar a conocer el misterio que estaba escondido desde los siglos a través de ese cuerpo. Ese cuerpo fue creado exclusivamente para Cristo, no tiene otra finalidad, otra razón de ser que Cristo. Todo lo que él puso en ese cuerpo, todo el diseño de Dios involucrado al crear ese cuerpo tiene que ver con Cristo, y solamente con Jesucristo.

La figura de Adán y Eva

¿Quién es ese cuerpo? Cuándo comenzamos a ver en el capítulo 1 de Génesis, encontramos lo siguiente. Dios dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Pasaron miles de años, antes de que pudiésemos entender qué quería decir “Hagamos al hombre a nuestra imagen”.

Cuando Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” no se estaba refiriendo a meros individuos, sino a algo mucho más amplio, a un organismo, a un hombre corporativo. La imagen de Dios es Cristo. Colosenses dice: “Él es la imagen del Dios invisible”. Entonces el hombre fue creado para que Cristo pudiese entrar en él y pudiese expresarse a sí mismo a través de él. ¡Oh hermanos, qué gloria es esta!

La Escritura, para mostrarnos la relación de la iglesia con Cristo nos da una figura que muestra la íntima dependencia que existe entre ambos. Esa figura está en Efesios 5:30 al 32 “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio”. ¿Qué misterio? No el misterio del hombre y la mujer, eso no es lo grande. ¿Qué es lo grande entonces? “mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” . Lo grande no es la relación hombre-mujer en el matrimonio, sino lo que eso prefigura, lo que eso revela: el misterio de Cristo y la iglesia. ¿Y cómo lo revela?

Cuando Dios hizo al hombre creó primero a Adán. Tomó a Adán del polvo de la tierra y luego dice que Adán estuvo vivo. La Escritura nos dice que Adán es figura del que había de venir. Adán no solamente es Adán, sino que también representa a Cristo, porque es figura de Cristo. Así que Adán es un tipo, es Adán pero también es un tipo, ¿tipo de quién? De Cristo. En Adán encontramos también a Cristo, prefigurado en la vida de Adán, en lo que Dios hizo en Adán. ¿Qué hizo Dios en Adán? Dice que tras haberlo formado, lo puso en el huerto y trajo a él a todos los seres vivientes para que viniesen a Adán, para que Adán les pusiese nombres.

Pero luego que terminó de poner nombres dice: “Mas para Adán no se halló ayuda idónea”, ¿en quién? Entre los animales. ¿Por qué no se halló ayuda idónea para Adán? ¿Por qué los animales no podían ser ayuda idónea para Adán? Porque no estaban hechos de la misma sustancia que Adán, y no podían pensar como Adán, no podían experimentar las cosas como las experimentaba Adán. El perro podía entender el cariño de Adán, pero Adán no podía hablar al corazón de ese perro. No tenía uno igual a él entre todos esos animales, ninguno.

Entonces, como no se halló ayuda idónea para Adán, Dios lo hizo caer en un profundo sueño (en las Escrituras el sueño es una figura de la muerte). Y mientras dormía Adán, Dios metió su mano en su costado, y de adentro de Adán sacó la carne de Adán, sacó los huesos de Adán, sacó la misma sustancia de Adán, e hizo una mujer, y se la trajo a Adán. Y cuando Adán se despertó, dijo: “Esta es ahora carne de mi carne, es hueso de mis huesos. Está hecha de lo mismo que estoy hecho yo; ésta es igual a mí, pero de otra manera. Yo soy varón, ella es varona. Soy yo mismo, pero de otra manera. Esta es ayuda idónea para mí”. Y se unió a su mujer y fueron una sola carne.

Algo dentro de Cristo

Queridos hermanos, esto –dice Pablo– prefigura el misterio de Cristo y la iglesia. Desde la eternidad Dios escondió algo dentro de Cristo. La iglesia no comenzó hace 2000 años, simplemente apareció en la tierra hace 2000 años, pero la iglesia estaba escondida desde la eternidad, con el Señor. La iglesia es más antigua que el universo, es más antigua que los ángeles celestiales, está junta desde la eternidad con el Hijo de Dios.

Un día, en el tiempo y en la historia humana, el Hijo de Dios entró en el mundo y se hizo carne. Fue llevado a la cruz, y fue clavado en la cruz. Y cuando Cristo murió en la cruz –dice Juan el apóstol– vino un soldado y clavó en su costado una lanza, ... ¿y qué salió del costado de Jesús? Sangre y agua. ¿Y qué es la sangre? ¿qué es el agua? La sangre y el agua son la vida de Cristo. Y ese día, invisible a los ojos humanos, pero visible para Dios, el Padre metió su mano dentro de Cristo y sacó a la iglesia. ¡Aleluya!.

Ella había estado oculta desde los siglos, pero ahora vino a la vida, hecha de la misma sustancia de Cristo, sacada de Cristo, de los huesos de Cristo, de la carne de Cristo, sangre de su sangre, vida de su vida, carne de su carne, hueso de sus huesos. Cada partícula de ella fue sacada de Cristo. Cada célula de ella fue tomada de Cristo. Ella es como Cristo, está hecha de Cristo, todo en ella es Cristo, nada en ella está fuera de Cristo. Ella, desde la cabeza hasta los pies es Cristo, pero de otra forma.

Ella fue sacada de Cristo para que fuese su ayuda idónea. ¿Ayudarlo a qué? Para que por medio de ella y a través de ella Cristo fuese expresado, revelado, manifestado, exaltado, glorificado, y tenga la preeminencia sobre todas las cosas.

La gloria de la iglesia

La iglesia es la ayuda idónea de Cristo. Por medio de ella Dios se ha propuesto llevar a cabo su plan. ¿Cómo es esto?, nosotros ya sabemos que Cristo el Señor fue exaltado. También sabemos que el Padre sujetó bajo Cristo todas las cosas. También sabemos que Él puso a Satanás bajo los pies de Cristo, y que no solamente puso a Satanás, sino que puso a todas las huestes espirituales de maldad bajo los pies de Jesucristo. Y no solamente eso, Él puso los reinos de este mundo bajo los pies de Jesucristo. Pero no sólo eso, Él también puso el universo entero a los pies de Jesucristo. Todo lo sujetó bajo sus pies. Y cuando dice “todo lo sujetó”, no se exceptúa nada. Nada dejó que no esté sujeto a los pies de Cristo. Dios lo dice, y sin embargo, al presente no vemos que todas las cosas le sean sujetas.

¿Cómo es que no vemos que todas las cosas estén sujetas a Cristo? Sal a la calle y mira, ¿cuántos están sujetos a Cristo? Todavía hay hombres que viven sus vidas sin reconocer al Señor Jesucristo. Todavía los demonios siguen actuando en el mundo. Todavía Satanás parece que hace y deshace. Todavía nos parece que las cosas no están sujetas a Cristo, todavía hay muerte, hay enfermedad, hay dolor, y entonces ¿por qué dice que todo está sujeto a Cristo, y, no obstante, nos parece que no todo está sujeto a Cristo? ¿Hay una contradicción?

Dios quiere que todo lo que ha sido hecho en Cristo, que ha sido obrado en Cristo, que ha sido ganado en Cristo, y recuperado, establecido, para siempre, sea manifestado a través de la iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Es a través de la iglesia que Dios va finalmente a someter, en la experiencia real, todo bajo los pies de Cristo, ¡Oh, hermanos qué responsabilidad tenemos!

A lo largo de toda esta dispensación, desde el momento en que Cristo ascendió a los cielos, y se sentó a la diestra de Dios, el Padre está obrando, el Espíritu Santo está obrando, para traer todo lo de Cristo a la tierra y encarnarlo en la iglesia. Todo lo que Cristo consiguió, Él lo quiere vaciar en la iglesia en la tierra. Por eso Pablo le escribe a los Colosenses: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria”. Todo esto, dice el apóstol, tiene su comienzo cuando Cristo viene a morar en el corazón del creyente. Así comienza. Todas las riquezas de la gloria están en Cristo, todo lo que la iglesia es está en Cristo. No hay nada que añadir, no hay nada agregar, nada. Todo está completo, todo está terminado, todo se hizo perfecto en Cristo. Todo lo que la iglesia debe vivir y experimentar, todo está en Cristo. Pero ahora todo eso que está en Cristo debe ser traído a la tierra, y ser vivido y experimentado por la iglesia.

La tragedia presente de la iglesia

¿Sabes cuál es la tragedia de la iglesia? ¿Sabes en qué ha fallado la iglesia? En que otras cosas, a lo largo de los siglos, han usurpado a Cristo en la iglesia. Se han introducido las cosas del hombre, la imaginación humana, la inteligencia humana, las buenas intenciones humanas, los ministerios humanos. Hay mucho que no es de Cristo que se introdujo en la Iglesia. Y corrompió a la iglesia y la contaminó. “Os he desposado como a una virgen pura, para presentaros sin mancha”, dice Pablo: “Ustedes son de Cristo, son su novia, son carne de su carne, huesos de sus huesos, ustedes existen para que Él pueda ser manifestado, glorificado, vaciado completamente en ustedes, para que Él pueda llenarlo todo en todos.”

Pero, hermanos queridos, otras cosas entraron en la iglesia, cosas buenas, loables, inteligentes, sabias, pero que son menos que Cristo. Sí, no estamos hablando del pecado, estamos hablando de la habilidad humana, de la capacidad humana. Todas cosas que son buenas pero que son menos que Cristo, y son inútiles, y no sólo son inútiles, sino que no sirven, no sólo no sirven, sino que echan a perder, no sólo echan a perder, sino que traen muerte al cuerpo de Cristo. Porque la vida de la iglesia es Cristo.

Nosotros necesitamos que nuestra mente sea cambiada por el Señor, para mirar las cosas desde la perspectiva de Él. La iglesia le pertenece a Cristo, no nos pertenece a nosotros. Fue creada para Cristo, existe para Cristo, salió de Cristo, y volverá un día a Cristo. ¡Aleluya! Cuando ese día llegue, todo lo del hombre va a estar excluido de la iglesia, sólo va a quedar lo de Cristo. Hasta la mas pequeña piedra de la nueva Jerusalén va a proceder de Cristo.

La iglesia es de Cristo

No hay lugar para lo del hombre en la iglesia, no hay lugar para la carne en la iglesia, no hay lugar para nada que proceda del corazón humano en la iglesia, todo en ella, absolutamente todo, ha de venir de Jesucristo. Todo, todo lo demás tiene que ser excluido.

¿Qué cosas se han adentrado en la iglesia que deban ser excluidas? ¿Saben hermanos? La iglesia tiene una sola cabeza: Cristo. Y Pablo dice: “Yo fui hecho ministro en la iglesia”, pero esta palabra perdió el significado. ¿Sabe? Ahora cuando alguno dice “ministro” nos suena como algo eminente, alguien importante. ¡Cómo hemos echado a perder los vocablos que usan las Escrituras! Les hemos dado connotaciones que no tienen. “Yo fui hecho ministro en la iglesia”. ¿Sabes lo que quiere decir con eso Pablo?. Yo soy un siervo. La iglesia es más importante que yo, ¡Oh hermanos! Los que son pastores, los que son obreros, tienen que saber que la iglesia es más importante que su ministerio. Es más, tu ministerio no tiene ningún valor aparte de la iglesia. Tú existes para la iglesia, tú fuiste hecho para la iglesia, pero la iglesia es para Cristo. La iglesia no es para los hombres. Los hombres han hecho de la iglesia una cuestión de plataforma y desarrollo personal. Hay hombres que han dividido a la iglesia. Cada uno se ha repartido un pedazo de la iglesia, y llaman a eso la obra de Dios en la tierra. Pero la obra de Dios no es la obra de ningún hombre: es la obra de Cristo, y la obra de Cristo es la iglesia. Solamente suya. Realmente es suya. Hermanos, no queremos criticar a nadie, amamos a todos los hijos de Dios. Sin embargo, la iglesia es de Cristo y nosotros necesitamos modificar radicalmente nuestro concepto.

La dignidad de la Iglesia

Pablo, siervo de Jesucristo nos ha declarado este misterio. ¿Y saben? Nos dice: “Yo vivo para Él. Para decirle a la iglesia lo que ella es en Cristo.” ¿Cuántos le dicen a la iglesia, en nuestros días, de su gloria, de su herencia, de su posición celestial? ¿Te han dicho que Cristo y tú, iglesia querida, son una sola cosa, que tú tienes en ti la vida de Cristo, la gloria de Cristo, el poder de Cristo? ¿Que todos los recursos de Cristo son tuyos, Iglesia, que todo lo que Cristo es te ha sido dado y es tu herencia, es tu patrimonio y es tu propiedad?

Para eso existen apóstoles, para eso hay profetas y evangelistas, hay pastores, hay maestros: Para decirles a los santos cuánta gloria han recibido, cuánta herencia han recibido en Cristo, cuánta gracia se les ha dado en Cristo, qué posición celestial se le ha dado en Cristo, cómo Dios los exaltó y los sentó con Cristo en lugares celestiales. Y qué ministerio recibió la iglesia de Cristo, para que la multiforme sabiduría de Dios, dice Pablo, sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades, a los lugares celestiales. ¡Ah, hermano querido! La iglesia no sólo tiene un lugar en la tierra, tiene también un lugar en el universo. Aún los ángeles aprenderán de la iglesia el misterio eterno de Dios. Los ángeles sabrán de la iglesia por qué fueron creados. ¡Oh hermanos, qué grande, qué preciosa es la iglesia! Pero no es grande porque tenga grandeza propia, sino porque tiene la grandeza de Cristo.

“Yo vi descender a la ciudad de Jerusalén”, dice Juan. “Al final de todo, cuando todo se consumó, yo, Juan, vi descender del cielo a la desposada del Cordero, y tenía la gloria de Dios. Estaba vestida de la gloria de Dios. Toda ella era gloria de Dios”. ¡A él sea la gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades! Entonces todo expresará la gloria de Dios en la iglesia.

“¡Cristo en vosotros, la esperanza de gloria!” La gloria algún día estará totalmente revelada en la iglesia. El universo entero podrá contemplar en ella la gloria de Dios, y admirarla por todas las edades por los siglos de los siglos. Amén.

Ese es nuestro destino, hermanos. Nosotros que somos menos que el polvo, que no tenemos ningún mérito en nosotros mismos. Él quiso (el más alto, el más sublime) tomar al cuerpo que es la iglesia y levantarlo, y llevarlo a la estatura de la gloria, y a la posición de su Hijo. Y nosotros somos ese cuerpo, hermanos. Los más pequeños sentados con Cristo, en lo más alto. Para expresar que sólo Él tiene gloria, que no hay mérito en nosotros, que toda la gloria y todo el mérito le pertenecen a Él. Y solamente a Él, por los siglos de los siglos. Amén.

 


http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas14/page09.htm

La imagen de Dios es Cristo. Pero no es Cristo solo, en su individualidad, sino en la multiplicidad de relaciones con el Padre y con el Espíritu Santo. Relaciones de sujeción, de cooperación, de comunicación, de santidad. La imagen de Dios es, en este sentido, un modelo de relaciones, cuya expresión más perfecta se vive en la tierra en la iglesia, el Cuerpo de Cristo.

Roberto Sáez F.

La imagen de Dios

"Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” (Gén.1:26-27).

El texto que hemos leído tiene dos expresiones en plural referidas a Dios: “Hagamos” y “nuestra”. De esto se desprende que Dios no es un individuo, que Dios coexiste en una pluralidad de personas. Como la Escritura nos dice que el Señor Jesucristo es la imagen de Dios (Col.1:15), tenemos la tendencia de pensar que la imagen de Dios es Cristo solo. Pero vamos a ver a través de esta palabra, que siendo el Señor Jesucristo la imagen visible de Dios, ÉL solo no es la imagen de Dios.

Cristo es la imagen de Dios en tanto nos revela a Dios y en tanto nos muestra cómo ÉL se relaciona con Dios en una multiplicidad de relaciones: En una relación de amor, de vida, de sujeción, de autoridad, de mutualidad, de compañerismo, de participación, de pertenencia, de recreación.

La vida del Señor Jesucristo aquí en la tierra se mostró siempre en relación con el Padre y con el Espíritu Santo. El evangelio de Juan tiene 21 capítulos, y de ellos hay 18 que contienen la relación que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En el capítulo 1, están las tres personas: La voz de Dios, el Hijo en el bautismo, y el Espíritu Santo posándose sobre ÉL como paloma. Juan comienza su evangelio dándonos inmediatamente una visión de la trinidad. ¡Aleluya! Esto me conmueve, me llena de gozo.

El saber que la trinidad ha coexistido eternamente en una multiplicidad de relaciones, las cuales voy a intentar describir ahora.

La imagen de Dios es un modelo de relaciones. Imagen de Dios es lo mismo que estilo de vida de Dios, la manera de vivir que tiene Dios. La imagen de Dios no es una silueta – aunque la imagen física de Dios lo es, en cuanto a la parte humana de Jesús, por cuanto ÉL es hombre – pero la imagen que Cristo vino a proyectar es más que eso. Para explicarlo, voy a usar algunas figuras.

La imagen de Dios como familia

La imagen que Cristo nos trae de Dios es una imagen de un Dios que vive una vida familiar, en una mutualidad de dar y recibir. Allí en el seno de la Deidad se ha vivido eternamente la más dulce, la más bella armonía, la más preciosa relación familiar, en esa primera familia eterna. Es Padre, es Hijo, no por casualidad lleva Dios estos título. Es que entre ellos ha habido una relación familiar de Padre a Hijo, de Hijo a Padre, eternamente.

Miremos un poco el libro de Proverbios. Cap. 8: “¿No clama la sabiduría, y da su voz la inteligencia? ... Con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día en día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. (vv.1,30). En estas breves palabras encontramos esta relación entre la Sabiduría (el Padre) y la Inteligencia (el Hijo) en el tiempo eterno pasado, antes de la creación, cuando sólo existía Dios. Ahí estaba la Sabiduría dando voz a la Inteligencia, tomando consejo, ordenándolo todo, recreándose en la multiplicidad de proyectos que se fueron generando. Así nacieron las primeras criaturas, y todo el orden de Dios por el despliegue de su sabiduría y de su inteligencia.

De esto se desprende que Dios no es un individuo, sino que se regocijó eternamente en compartir el plan de su creación. El Padre y el Hijo se deleitaban en estar juntos, en hacerlo todo con el mismo poder, con la misma gracia, en una participación de obras, de trabajos, de delicias, en una mutualidad de vida, de compartir, de comunicación, de consejos, de acuerdos, de convenios entre ellos.

Nosotros fuimos diseñados en conformidad a esta imagen, a la imagen de Dios, por lo cual, no se concibe que seamos individualistas. De ahí la iglesia, el cuerpo de Cristo. Por eso la comunión, por eso el pueblo de Dios – lo que nos indica que lo que Dios está haciendo con nosotros es plasmar su imagen en una pluralidad de hombres y mujeres que llevarán por los siglos de los siglos la imagen de este Dios maravilloso. Porque estamos aprendiendo a compartir, a estar juntos, a pensar juntos, a planificar juntos, a relacionarnos, a amarnos, a soportarnos, a sobrellevarnos ¡Gloria a Dios! ¡Bendito sea su Nombre!

La imagen de Dios como autoridad – sujeción

Siendo familia, ellos también han vivido en contextos de autoridad y de sujeción. Porque Dios es autoridad. Sin embargo, ninguno de los tres es autoridad absoluta por sí solo. Ninguno de los tres hace nada por sí mismo. Cada vez que Dios va a hacer algo, ha tomado consejo. Aun la venida del Señor Jesucristo y su sacrificio fue acordado antes de la fundación del mundo en un anticipado y determinado consejo de Dios. Jesús no vino por sí mismo. Fue enviado del Padre. Cuando ÉL entregó su vida, nadie se la quitó. ÉL tuvo poder para ponerla y tuvo poder para volverla a tomar, pero no se levantó por sí mismo, sino que el Padre mediante el Espíritu eterno, levantó a Cristo de entre los muertos. No vino por sí mismo, ni se levantó de entre los muertos por sí mismo. Lo hizo en una interdependencia con su Padre y con el Espíritu Santo.

En el reino de los cielos, todas las criaturas obedecen con agrado. Todas las leyes del universo se someten a la autoridad de Dios. El ejercicio de la autoridad requiere que haya subordinados, pero en la pluralidad de personas de la trinidad, la autoridad no es vertical. La forma en que se vive la autoridad en la trinidad es esta: “Sujetos unos a otros”.

Hay una expresión que aparece unas 50 veces en el Nuevo Testamento, y es “unos a otros”. “Amaos unos a otros”, “Soportaos unos a otros”, “Orad unos por otros”, “Perdonándoos unos a otros”, “Sobrellevándoos unos a otros”, etc. La expresión “unos a otros” es, en este sentido, la imagen de Dios. Es la imagen de Dios en el cielo, el estilo de vida del cielo. Y esa imagen es la que Cristo trajo para implantar en medio de la iglesia.

El Hijo dio testimonio que el Padre que le envió era mayor que ÉL. Sin embargo, el Padre hace descansar sobre los hombros del Hijo toda la responsabilidad del destino de toda la vida, de todos los mundos y de todo el universo. El Padre a nadie juzga, porque todo el juicio ha dado al Hijo. El Padre ha dado toda la potestad al Hijo en el cielo y en la tierra. El Hijo, por su parte, se humilló hasta lo sumo obedeciendo al Padre, sujetándose. Pero el Padre lo levantó, y lo levantó tan arriba, que no existe un lugar más alto en los cielos que el de Jesús. El Hijo lo honró en la tierra, y el Padre ha levantado al Hijo y ha ordenado que todos los ángeles le adoren.

El Hijo de Dios demostró una total sujeción a su Padre en los días de su carne. Allí en el evangelio de Juan podemos darnos cuenta cuán perfecta era esa relación. Dijo: “No he venido para hacer mi voluntad, yo hago lo que escucho de mi Padre, las palabras que yo hablo no son mías, son de mi Padre que me envió.” “La doctrina que yo enseño no es mía, es de mi Padre que me envió”. “Yo hago siempre lo que a ÉL le agrada”. Nunca el Señor Jesús hizo nada de sí mismo en los días de su carne. El Hijo se regocijó eternamente en obedecer al Padre, pero como hombre tenía que aprender a obedecer, por lo cual fue sometido a padecimientos. Así fue perfeccionado en esta virtud que es propia del estilo de vida de Dios.

El Espíritu Santo actualmente está cumpliendo una misión en el mundo, que es glorificar al Hijo. No está centrando las cosas en ÉL, sino en Cristo. Está bajo sujeción y bajo autoridad. El Espíritu Santo no es el Señor en la tierra. El reino le pertenece a Cristo, pero la administración le pertenece al Espíritu Santo en esta dispensación.

Así Dios, por medio de Jesucristo, por Su Palabra, por su testimonio, por la manera que se comporta, nos revela la imagen de Dios, y de esto se desprende entonces que los modelos piramidales de la relación de autoridad-sujeción están fuera de la imagen de Dios. La imagen que Cristo nos ha proyectado respecto de la relación autoridad-sujeción en el estilo de vida de Dios es la de un sometimiento de unos a otros.

Por lo tanto, en la vida de la iglesia no puede ser de otro modo la aplicación de la imagen de Dios. La sujeción jamás es de “todos a uno”. Nunca. En Dios no es así. La sujeción es de “unos a otros”.

La autoridad no es sólo para gobernar, sino para proteger, para cuidar, para proveer, para velar. La autoridad extiende un manto de cobertura a todos los que están bajo nuestro cuidado.

Las jerarquías de mando son propias de las instituciones humanas, y tienen el carácter de ser “oficiales”, en tanto que la autoridad espiritual no es oficial, porque viene de Dios. La autoridad oficial viene de un cargo. Permítanos el Señor funcionar por la autoridad espiritual que Dios nos dio.

La epístola a los filipenses nos enseña a incorporar en nosotros “el sentir de Cristo”. Es otra forma de decir “el estilo de vida de Dios”. Es otra forma de decir que lo que había en Cristo era la imagen de Dios. ¿En qué consiste esta frase de Filipenses que aparece como 12 veces: “el sentir que hubo en Cristo Jesús”?: “Ruego a Evodia y a Síntique que sean de un mismo sentir en el Señor.” (4:2). “Así que en aquello a que hemos llegado sintamos lo mismo” “Sintiendo entre vosotros un mismo amor, un mismo ánimo”. “Sintiendo lo mismo”. Todas esas expresiones de la carta a los filipenses nos enseñan la imagen de Dios.

El sentir de Cristo fue mostrado en la actitud de Cristo. El sentir de Cristo es una actitud que debemos asumir frente a Dios y frente a la comunidad de creyentes. La actitud es que siendo Dios se hizo hombre. Es que siendo rico se hizo pobre. Y es que siendo pobre se hizo nada. Y siendo hombre se hizo esclavo. El sentir de Cristo está también en la cruz, en el dar y en el amor.

Si todos sentimos lo mismo, habrá sujeción a la autoridad. Pues la autoridad está regulada por el sentir de Cristo.

La imagen de Dios como mutualidad

La imagen de Dios es un modelo de relaciones. En nuestra existencia en este mundo nosotros también nos pasamos relacionándonos. Pasamos la mayor parte del tiempo con amigos, compañeros, con vecinos, con los parientes, con los papás, con hermanos de sangre, con hermanos espirituales, con los patrones, con los empleados, con los tíos, con los abuelos, con la esposa, etc.

Pero la familia es el ambiente más íntimo; ahí somos conocidos tal y cual somos. Allí nos conocen nuestras virtudes y nuestros defectos. Y allí estamos aprendiendo a ser padres y a ser hijos, procurando tejer un hogar donde reine la paz, la armonía, donde reinen las buenas costumbres y los buenos hábitos.

Todo esto es expresión de un tercer tipo de relación que se encuentra en la familia eterna: la mutualidad. Es decir que lo que uno hace lo hace también el otro. El Padre tiene poder para resucitar a los muertos, pero el Hijo igualmente tiene ese poder. Han compartido eternamente el poder de crear, de ordenarlo todo. El Padre tiene ese poder, el Hijo lo tiene, y el Espíritu Santo también lo tiene. Ellos han vivido en una mutualidad eternamente. En una reciprocidad en la entrega, en el compartir, en los servicios, en la cooperación conjunta de creatividad y recreación.

Pablo hablaba siempre de la mutualidad entre las iglesias, precisamente en Filipenses 4, donde dice a los hermanos que nadie participó con él en razón de dar y recibir, sino solamente ellos, los filipenses. Y los bendice y los alaba, porque ellos nunca se olvidaron de esa relación de iglesia-obreros, en que los obreros les dan la palabra, y las iglesias sostienen a los obreros.

La mutualidad en el dar y recibir es algo que tiene aplicación práctica en todas las esferas de la vida. En el trabajo, ¿cuántas veces no ha habido un compañero que te reemplazó en el turno? Pero cuando te tocó a ti, hiciste lo mismo. En el hogar, ¿cuántas veces la mamá hace la comida ... y cuando ella está enferma, los hijos la reemplazan? Mutualidad.

¿Cómo está la gracia de dar y recibir en nuestra familia terrenal? ¿Acaso todas las familias humanas no anhelamos tener un hogar dulce, apacible, armonioso, sin iras, sin contiendas, sin escándalos, sin rabietas, un hogar donde haya mansedumbre, un hogar delicioso, tierno? ¿Existe en nuestros hogares una falta de solidaridad?

Hay hogares en que sus miembros se parecen a esas sanguijuelas de Proverbios, porque los hijos sólo piden y no saben dar. Dice así Proverbios: “La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame! ¡dame!” (30:15). A los padres también nos gusta que los hijos nos den satisfacciones, que nos ayuden, que sean solidarios.

La reciprocidad en el dar y recibir es una cualidad que estuvo eternamente en Dios. Y es también una cualidad que se está formando en nosotros.

La imagen de Dios como honorabilidad

Reconocemos que las personas honorables son las que tienen dignidad, valor. A todos nos gusta relacionarnos con esas personas. Nos gusta buscar a las personas que tienen valor. Nos gusta ser amigos de ellos, nos gusta estar con ellos.

Jesús se relacionó con tantas personas, y es que la valoración que Cristo hace de las personas no es sobre la base de la cultura, de la educación, el dinero o las cosas que tienen, sino tan sólo porque son personas. Jesús se acercó a una mujer de Samaria llena de pecados, y dignificó a todas las mujeres al relacionarse con ella. Y cuando se acercó a los publicanos y a los pecadores, ÉL demostró que los valoraba, aunque nunca se convirtió a ellos, sino que ellos se convirtieron a ÉL.

Dios es el único digno de toda gloria y honor. Y sólo ÉL merece la alabanza y la adoración. Ahora, nosotros, siendo indignos, ÉL nos hizo dignos, por su gracia, mediante la redención efectuada por la sangre preciosa de Cristo. Nos ha hecho dignos. Si lo es una mujer de Samaria, cuánto más lo es un redimido por la sangre de Jesús.

1ª Pedro 2:17 nos dice: “Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.” Cuántas veces herimos a los que nos rodean. Los apocamos, los subestimamos, los menospreciamos. No estamos conforme con el papá que tenemos, o no estamos conformes con la mamá. Y los padres no estamos conformes con los hijos. Nos cuesta aceptar que somos diferentes. Queremos cambiar a las personas para que sean como nosotros queremos que sean. Y nos olvidamos que es Dios quien hace la obra. Es cierto, los padres tenemos una función rectora de los pasos de nuestros hijos, pero muchas veces en nuestro afán por la efectividad nos olvidamos de la afectividad.
Padres, honremos a nuestros hijos. ¿Y qué significa honrar a nuestros hijos? Significa que ellos son valiosos tan sólo porque son personas. Tenemos la tendencia de honrar a los que sobresalen, a los que se destacan, a los que son hermosos, a los que son esbeltos, y tenemos la tendencia a menospreciar a los que no lo son. Pero Dios te ama con la nariz que tienes, y con la boca que tienes, por lo que tú eres. ¡Aleluya! Si todos valoramos la imagen de Dios, el estilo de vida de Dios, todos estaremos colaborando para plasmar la imagen de Dios en nuestra familia.

La imagen de Dios en pluralidad

El estilo de vida de Dios es una modelo de relaciones. La imagen de Dios es un modelo de vida. Es un modelo de compañerismo, es una relación de participación, de interdependencia, de recreación. Es una relación deliciosa, de comunicación, de santidad, de mutualidad, de sujeción a la autoridad. Es una multiplicidad de relaciones. ¿Te agrada la imagen de Dios? ¿Quieres incorporarla a tu casa y a la iglesia local donde participas? ¿Quieres amar a los hermanos? ¿Quieres encontrar que tu hermano es valioso?

¿Sabes? Tienes que saber una cosa que es fundamental: que tú solo, que yo solo, no podemos traer la imagen de Dios. La imagen de Dios no se va a incorporar en mí como individuo, la imagen de Dios es para vivirla en una pluralidad, como Dios la ha vivido eternamente en una pluralidad de personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la iglesia, los ministros, los pastores, los diáconos, los pequeñitos y los grandes, los de un talento y los de muchos talentos, relacionémonos, compartamos la mutualidad de servicios, en una cooperación conjunta de servicios, de tareas inconclusas. Pongámonos de acuerdo, planifiquemos, hagamos cosas juntos, pero hagámoslo juntos, ¡hagámoslo juntos! porque solos no podemos. Y diré a mi hermano: “Te necesito”. “Necesito del cuerpo de Cristo”. “Necesito de mi hermano, de mi hermana”. “Necesito de ti”.

Nos necesitamos. Es la única forma de traer la imagen de Dios.

 
¡Muy buen banquete!

¡Muy buen banquete!

Pura y fresca Palabra de Dios para nuestras vidas, delitosa y que nos alimenta

GRACIAS A DIOS PORQUE TU RENUEVAS NUESTRA MENTE CONFORME A TU PALABRA.

¡GRACIAS POR QUE PODEMOS COMENTARLA GLORIFICANDOTE A TI SEÑOR!
 
Aquí traigo un mensaje que me ha hecho llorar de gozo y agradecimiento a Dios.

¡No te lo pierdas! ¡Corre, búscalo! ¡Siente Su Inmenso Amor!

Saludos y bendiciones.

Bart

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http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas15/page04.htm

He aquí el principio de un «Manual de amor» para el creyente que quiere avanzar en su devoción hacia Cristo. Un mensaje basado en los primeros capítulos del «Cantar de los cantares», y dedicado especialmente a los jóvenes, a los que comienzan, y también a aquellos cuya vida espiritual ha ido por montes y por valles.

Rubén Chacón V.

El primer amor: El comienzo

Quiero expresar una palabra que es continuación de lo que compartí la vez pasada 1. Y aunque es una palabra digna de ser oída por todos, creo que está especialmente dirigida a los hermanos que están recién iniciándose en la vida de Cristo. Creo que esta palabra está también dirigida a aquellos que en su autoevaluación consideran que no han podido alcanzar una estabilidad espiritual.

Y creo que también esta palabra es especialmente para los jóvenes. Algo que no dije la vez anterior es que Juan, el discípulo que llegó a ser conocido como “el discípulo al que Jesús amaba”, tiene que haber tenido apenas unos veinte años cuando el Señor lo llamó. Era un joven. Si un joven de veinte años abre su corazón al amor del Señor, puede ser cautivado como Juan lo fue.

Un Manual de amor

Como les dije la última vez, el Señor me dio como clave que si yo quería conocer su amor, me introdujera en “Cantares”, y lo tomara como un manual de enamoramiento, de cómo ir, paso a paso transitando un camino, donde uno pudiera ir conociendo el amor de Cristo y, finalmente, ser llenos de toda la plenitud de Dios. (Ef.3:19).

“El Cantar de los cantares” no comienza con nosotros amando al Señor. Eso es algo fundamental: tú y yo no podemos amar al Señor, sino sólo en respuesta a su amor. Es sólo cuando conocemos su amor, que ese mismo amor que experimentamos nos faculta para responder con amor al que nos amó. No hay otra alternativa. No hay en nosotros la posibilidad de generar un amor que pueda corresponder al amor de Cristo. Dios mismo, con su amor, lo produce. Nosotros no podemos amar al Señor, sino sólo en respuesta a su amor. Como lo dijo Juan, amamos a Dios, pero porque él nos amó primero ... El amor no consiste en que tú o yo hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y nos dio a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”.

La historia de una mujer común

“El Cantar de los cantares” comienza con la historia de una mujer. Y esto es lo que me bendice: que es una mujer común y corriente. Una mujer que no comienza amando a su amado. Es una mujer común y corriente, como tú y como yo. El “Cantar de los cantares” comienza en un punto donde todos podemos comenzar. No parte con una medida por allá arriba, donde el noventa y nueve por ciento, por no decir todos, quedamos excluidos. Parte en un punto allí tan bajito ... porque no hay otra alternativa. Dios mismo tiene que venir a tomarnos allá abajo y levantarnos.

El anhelo

“El Cantar de los cantares” comienza con la historia de una mujer, y esa mujer eres tú y soy yo. Esta mujer es la Iglesia, ¡ella es la Iglesia! ¡La Iglesia es ella! ¡tú eres ella! ¡ella eres tú! ¿Y con qué comienza? Versículo 2: “¡Oh, ... (comienza con un ¡Oh!). “¡Oh, si él me besara con besos de su boca!”. Y ese “¡oh!” es un anhelo, un deseo, una aspiración. ¿A qué cosa está aspirando? ¿qué cosa está anhelando esta mujer? ... “los besos de su boca” ¿qué es eso? ¡Su amor, quiere experimentar su amor! ¡Oh, si pudiera conocer su amor! ¡Oh, si pudiera sentir su amor! ¡Oh, si pudiera experimentar su amor!

“¡Oh, si él me besara con besos de su boca!”, y esto es todo lo que necesitamos para partir. No dice: “Partan orando 24 horas, ayunen 7 días a la semana.” ¿Puedes comenzar con un anhelo? ¿Cuántos, como ella, decimos: “¡Oh, si él me besara con besos de su boca! ¡Oh, si pudiera conocer su amor!”? A mí el Señor me alcanzó bien abajo y me dijo: “¿Puedes anhelarme? ¿Puedes partir con este anhelo?” ...

¿A cuántos de ustedes les cuesta orar? A los que les cuesta orar, podrían a lo menos, disponerse a comenzar a anhelar, no a orar ... ¡a anhelar! Así comenzó conmigo el Señor, como un niñito. No me dijo: “Anda a orar”; me dijo: “Comienza a anhelar”, y yo comencé a anhelar. Y durante el día, le decía: “Señor, quiero conocer tu amor. Señor, quiero experimentar ... no quiero tener tu amor como información bíblica; no quiero saber de tu amor como un concepto, como un versículo aprendido de memoria ... ¡Quiero experimentar tu amor!”. Y él me dijo: “Parte anhelando ... anhela los besos de mi boca, anhela el experimentar mi amor”.

¿Por qué tiene este anhelo ella? Porque ella dice: (y eso es lo que dices tú y dice la Iglesia, y yo): “Porque tus amores son mejores que el vino” ¿Son sus amores mejores que el vino? Eso nos hace anhelar conocer su amor. ¿Y qué es el vino?
Podríamos decir que el vino es el vino del mundo, entonces los amores del Señor son mejores que lo mejor que el mundo nos pueda ofrecer. Pero también he pensado que el vino puede ser el vino del Espíritu, y en este sentido también digo que es mejor el amor de Cristo que las manifestaciones carismáticas. Que mejor que los dones es el Dador de los dones. Que mejor que los carismas es el Dador de los carismas. Así que, sea que el vino represente el vino del mundo o el vino del Espíritu, ella es capaz de decir: “Yo anhelo conocer tu amor, porque tus amores son mejores que el vino”.

Ella dice: “Y delicioso es el aroma de tus perfumes”. ¡El Señor siempre es tan fragante! “Y tu propio nombre –dice ella–, tu propio nombre, es un perfume derramado. Por eso las doncellas te aman, por eso las que te ven te anhelan, y te desean.”

Así que, punto número uno: todo comienza con un anhelo, todo comienza con un “¡Oh!”. Oremos ese “¡Oh!”, digámoslo en la mañana, al mediodía, en la noche. “¡Oh, Señor, quiero conocer tu amor!” Noten que ella no partió amándolo: partió anhelándolo.

El ruego

Segunda cosa, ella rogó. Versículo 4. ¿Podrías al anhelo agregarle un ruego? Un ruego que tiene una sola oración bien cortita, una sola palabra: “Atráeme, atráeme”. Esa es una palabra muy importante, porque ella reconoce con esa palabra que no tiene la capacidad para ir tras él. Ella está reconociendo en esta frase su impotencia. “A menos que tú me atraigas, Señor, yo no podré ir tras ti”. Así que, junto con anhelar, comenzó a rogar: “¡Atráeme, atráeme, hazlo tú, Señor, manifiéstate a mí, aparécete, revélate, tómame tú, Señor, y condúceme”.

“Atráeme, y en pos de ti correremos”. Noten que el “correremos” está en plural, porque ella está diciendo: “Si tú logras atraerme, voy a ser parte del séquito, de aquellos muchos que corren tras de ti”. Hay muchos que ya en la historia han ido tras el Señor. Antes de nosotros, muchos han amado al Señor, pero ahora yo, Señor, quiero ser parte del grupo que corre tras de ti. Si tú me atraes, yo voy a correr, y me voy a unir a los muchos que en la historia han corrido tras de ti.

Anhelar y rogar ... ¡es todo lo que necesitas para partir! Qué bueno, quedamos todos incluidos, no hay nadie que haya quedado fuera, todos podemos empezar.

Bastaron esas dos cosas, el anhelo y el ruego ... Y yo lo fui haciendo así, literalmente, como un niño, como un aprendiz, anhelé ... Y después, cuando entendí lo del ruego, le agregué el ruego, y anhelé y rogué, y anhelaba y rogaba, y no he dejado de anhelar y de rogar. Bastaron esas dos cosas, y el Señor comenzó a hacerlo.

Las demandas del Rey

¿Cuál es la frase que sigue? Dice ella: “El rey me ha metido en sus cámaras”. Esta es la primera acción que toma él. Quiere decir que al Señor le bastó para comenzar a obrar, el que ella anhelara y rogara. Y cuando el Señor vio el anhelo y el ruego, él comenzó a manifestarse a ella. “El rey” –dice ella– “me ha metido en sus cámaras”.

¿Qué es esto? ¿Qué experiencia es esta? Noten que ella no había dicho nada de quién era él. Había dicho que anhelaba los besos de su boca, que sus amores eran mejores que el vino, que era delicioso el aroma de sus perfumes, que su nombre era como perfume derramado, pero no había dicho quién era. ¿Es un campesino? ¿un soldado? ¿un príncipe? ¿Quién es?

Esta es la primera indicación que nos da de él: Él es Rey ¡Él es Rey! ¡Él es Rey! ¡Aleluya! Así que, ¿qué es esta experiencia de que “el Rey me ha metido en sus cámaras”? ¡Ella compareció ante su autoridad! Uno anhela su amor y ruega por su amor, y lo que ve, antes de gustar su amor, es su autoridad ... es su majestad.

Y en esta cámara, hermanos, frente al Rey, se escucha esto: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu mente y con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Y es en esta cámara donde se escucha al Rey decir: “Y el que amare padre o madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí, y el que procura salvar su vida la pierde, pero el que la pierde por causa de mí, por amor a mí, la halla.” En esta cámara se escucha decir al Rey: “No améis al mundo ni a las cosas que están en el mundo, porque si alguno ama al mundo y las cosas que están en el mundo el amor del Padre no está en él”. En esta cámara se escucha al Rey decir: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?, todo el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios, o pensáis que la Escritura dice en vano que el Espíritu que el ha hecho morar en nosotros, nos anhela celosamente?”

¿Qué es, en definitiva, este encuentro con el Rey en su cámara? Es esto: que si tú quieres experimentar a Cristo y su amor, plenamente, enteramente, tienes que entregarte a él también plena y enteramente. Todo o nada, todo por todo, todo lo tuyo por todo lo de él.

“Los besos de su boca” ... Este el beso nupcial. La gente en esa época no se besaba en la boca, sino hasta que eran marido y mujer. Así que ella está diciendo, cuando anhela: “¡Yo lo quiero a él como mi esposo, yo lo quiero para mí, yo quiero ser de él y él mío!”. Y el Rey entonces le dice: “Muy bien, el precio de eso es que yo también quiero que tú seas completamente mía. ¿Quieres que yo sea enteramente de ti, Iglesia de Cristo?”, dice el Señor, “entonces, yo quiero que tú seas enteramente de mí. Yo me doy todo a cambio de tu todo, todo mi todo por todo tu todo.” Es como que el Señor sale y primero nos pone el precio de lo que estamos anhelando, de lo que estamos rogando. Y cuando eso ocurre, nos ocurre lo que le ocurrió a ella, lo que te ocurrió a ti y a mí. ¿Qué es?

Conscientes de nuestra negrura

En el versículo 5, ella hace una declaración terrible. Dice: “Morena soy”. Es en la cámara del Rey, frente a estas demandas tan absolutas, donde aparece nuestra negrura. Ella no había tomado conciencia de su negrura, sino hasta que el Rey la metió en su cámara. Entonces se miró a sí misma. Frente a estas demandas, ¿quién es capaz, quién es competente por sí mismo?

¿Amar a padre y madre más que a Cristo? ... ¿Amas a Cristo más que a tu papá y tu mamá? ¿Amas a Cristo más que a tu hijo o tu hija? ¿Amas a Cristo con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con todas tus fuerzas?

En la cámara del Rey ella descubrió su negrura, y nosotros también allí hemos descubierto nuestra negrura. Pero no sólo descubrió su negrura, sino descubrió la causa de ella.

La causa de la negrura

Ella dice en el versículo 6: “No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró, los hijos de mi madre se airaron contra mí; me pusieron a guardar las viñas; y mi viña, que era mía, no guardé.” Lo que pasa, dice ella, es que yo tenía una viña que guardar y he estado ocupado en guardar tantas viñas (viñas en plural), pero la que era mía no guardé. Ahí está mi error. Y ¿cuál es esa viña? ¡Esa viña es Cristo! Él es tu prioridad, el es lo primero, no sólo es tu viña, sino es tu primera viña. Y está bien todo lo demás que hacemos y está bien trabajar, y está bien servir y está bien hacer todo lo que hacemos, pero cuando hacemos eso y descuidamos nuestra viña, la que es nuestra, la que es la prioridad, la que es la fuente de todo lo demás, la que es el motor que nos impulsa para hacer lo demás que hacemos, entonces, amados hermanos, hemos equivocado el camino, nos hemos desviado. “¡Éfeso, Éfeso, has dejado tu primer amor!”

Por eso, ella quiere inmediatamente remediar su error, y dice: “Hazme saber, oh tú, a quien ama mi alma, ¿dónde apacientas? He entendido que la causa de mi negrura es que te he descuidado a ti, que no he estado viviendo para ti, que no he estado centrado en ti, que no te he hecho mi prioridad, que mi tiempo se va en tantas cosas y nunca tengo tiempo para ti. Que todo está primero que tú”.

Así que ella quiere corregir, y dice inmediatamente ... (¿Quieres conocer el amor de Cristo? Entonces tienes que decir como ella): “Hazme saber, oh tú a quién ama mi alma dónde apacientas, dónde haces descansar el rebaño al mediodía. Pues ¿por qué yo había de estar como errante junto a los rebaños de tus compañeros?”. No quiero andar más equivocado, no quiero andar más errando, quiero ir y centrarme en el blanco correcto. ¿Dónde estás tú, Señor, dónde te hallo?

Rey, pero también pastor

Y aquí está implícito algo tan hermoso: que además de Rey, ella se da cuenta de que él es Pastor. Por eso dice: “¿Dónde apacientas?”. Y eso también me bendice tanto, bendice tanto mi alma. Él no es sólo rey, imponente, majestuoso, absoluto, y que lo demanda todo: él también es Pastor. Y revelado aquí como Pastor es tan perfecto y tan exacto.

Porque después que uno lo ha visto como Rey, que ha contemplado sus demandas absolutas, completas y perfectas, uno podría desanimarse y decir: “Esto no es para mí”. Pero entonces él aparece y dice: “Yo mismo que demando, yo mismo te voy a tomar de la mano y te voy a llevar, y lo que hoy no es posible para ti, yo mismo lo voy a hacer posible; si hoy día no quieres, yo pacientemente voy a hacer que quieras; si hoy no puedes, yo paso a paso, día a día, un poquito cada vez, voy a enseñarte a hacerlo posible”. Necesitamos ese Pastor. Sólo si él es Pastor además de Rey, esto será posible. Pero esta es la buena noticia: ¡Cristo es Rey, y Cristo también es Pastor! ¡Él es el Obispo y Pastor de nuestras almas! ¡Aleluya!

No es sólo un Rey implacable, es también un Pastor paciente. Dime si no, hermano, ¿cuánto te ha esperado él? ¿ha tenido paciencia? ¿te ha esperado? ¡Oh, cuánto me ha esperado a mí, hermanos! ¡Cuánto hemos abusado literalmente de su gracia, y él ha tenido toda la paciencia! Le hemos dicho: “Ahora sí, Señor”, y le hemos dado vuelta la espalda. Y él ha seguido esperándonos: “¡Oh, dime tú, al que ama mi alma ¿dónde, dónde apacientas, Señor?” “Necesito este Pastor” – dice ella–, “necesito ser pastoreada por alguien así ...” Y sale buscándolo.

Siguiendo las huellas del rebaño

Entonces las doncellas le dicen: “Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres, ve, sigue las huellas del rebaño, y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores”. Y ella salió, siguiendo las huellas del rebaño ... ¿Qué es esto, hermano querido? Lo que hemos estado hablando estos días ... tú no puedes solo. ¿Qué tienes que hacer? ... Sigue las huellas del rebaño, sigue a los que saben donde está él, sigue a aquellos que te pueden ayudar. No es algo que tienes que buscar tú solo. Sigue las huellas del rebaño. Hay otros que van delante de ti.

Ella lo hizo, y salió siguiendo las huellas del rebaño, llevando detrás de ella sus propias cabritas ... A lo mejor tu familia, tus hijos, esa casa donde el Señor te ha puesto, los que son más pequeñitos que tú, a los cuales el Señor te ha puesto para ayudarles. Toma tus cabritas, sigue las huellas del rebaño, hasta encontrarlo a él. Y ella lo encontró ...

Es Él quien sale al encuentro

Yo les digo: si uno es el que está buscando a alguien, y uno lo encuentra ¿quién se supone que debiera hablar primero? ¿el que está buscando o el hallado? ¡El que está buscando! Ella lo salió a buscar y lo encontró, pero ¿sabe? no habló primero ella ... ¡Él le habló primero! Porque a nosotros nos parece que nosotros hemos tomado la iniciativa, pero es él el que tomó la iniciativa. A nosotros nos parece que, ¡oh!, le vamos a dar una sorpresa porque lo encontramos, y no es así: Él nos estaba esperando hacía tiempo. En esto del amor no es uno el que toma la iniciativa: es él que lo produjo, es él que nos ha estado persuadiendo y llamando desde siempre.

En la parábola del hijo pródigo, me impresiona que cuando él dice: “He pecado contra el cielo, voy a volver a la casa de mi padre”, y vuelve ... Cuando se produce el encuentro, el relato no dice que fue el hijo el que vio al padre: Dice que el padre vio de lejos venir al hijo. Y no dice que fue el hijo el que corrió: Fue el padre el que corrió. Y no fue el hijo el que abrazó: Fue el padre el que abrazó al hijo ¡Aleluya! No es el hijo el que besó al padre: Es el padre el que besó al hijo. En otras palabras, el padre lo estaba esperando. El padre estaba antes que el hijo.

Es hermoso el correr hacia Cristo

Así que él le salió al encuentro, y le habló primero, ¡con un piropo tan hermoso, hermanos..., que ustedes, hermanas, se van a gozar ahora si no lo conocen. Él le dice a ella: “A yegua de los carros de Faraón te he comparado, amiga mía ...” No es un insulto, hermanos, no. Usted sabe, los caballos árabes son los caballos más hermosos. ¿Usted ha visto correr un caballo por la pradera? ¿Qué le está diciendo él?: “Yo te vi cuando comenzaste a correr a mí, y tu correr hacia mí era como ver a un caballo corriendo en una pradera. Tu correr hacia mí era hermoso. No pude hacer otra cosa que compararte a los mejores caballos que usa el Faraón”.

Él la había visto desde el primer momento en que ella comenzó a correr hacia él. Recuerden que le había dicho: “Atráeme; en pos de ti correremos”, y nuestro correr hacia él es hermoso. Dios le dijo a Daniel: “Daniel, desde el primer día que dispusiste tu corazón a buscarme y a humillarte delante de mí, yo oí tu oración.” Ella no lo veía a él, pero él la veía a ella, y él la vio venir, y al Señor le pareció tan hermoso ese venir. ¡Es tan hermosa la disposición de tu corazón, Dios la ve, y para él es hermosa!

Un recibimiento inmerecido

“Amiga mía ...” Cuando ella llega a él viene adornada con adornos que ella misma se había fabricado. Con sus propios méritos, con sus propias obras. Y el Señor dice algo extraño, porque cuando una mujer se pone bellos adornos, collares y aros, uno no dice: “¡Qué lindo es tu cuello!”, uno dice: “¡Qué lindo es tu collar!”. Porque para eso se ponen el collar, ¡para que resplandezca el collar! Pero como eran adornos que ella misma se había fabricado, él le dice: “Hermosas son tus mejillas entre los pendientes”. No los pendientes que tú traes (que no sirven), ¡tus mejillas me son hermosas! No tus collares: ¡es tu cuello entre los collares!

Como ella ha venido vestida con sus propios méritos, él le dice: “Zarcillos de oro te haremos, con incrustaciones de plata”. “Yo te voy a poner verdaderos adornos, yo te voy a vestir con verdadera gloria”. Pero ella, que viene con toda su negrura, quedó impactada con un recibimiento así. ¡Díganme si uno no se deshace con un recibimiento así! “Le parezco hermosa sin serlo ... yo estoy tan consciente, tan consciente de mis debilidades, de mi negrura, y resulta que él igual me ve hermosa, igual así soy para él bella”.

Este recibimiento la cautivó. Cuántas veces no hemos sentido que, por nuestro pecado, el Señor va a desecharnos, o lo vamos a encontrar enojado, o nos va a apuntar con el dedo y nos va a condenar, pero el Señor una y mil veces nos ha impresionado, y no nos recibe como nosotros pensábamos que nos iba a recibir.

El nardo de la gratitud da su olor

Así que –dice ella– “mientras que el rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor”. No el nardo de él, está hablando ella ... Mientras él estaba en su reclinatorio, con un recibimiento así, dice ella: “Mi nardo dio su olor”. ¿Qué es nuestro nardo? ¡Nuestra gratitud” Frente a un recibimiento así ¿qué podemos hacer?, ¡dar gracias, alabar! Brotó de ella el nardo de la gratitud, de la acción de gracias, el nardo del gozo, de la adoración, de la alabanza.

Y cuando estudié esta parte, inmediatamente me vino la figura de una mujer del Nuevo Testamento. Leámoslo ahí en Lucas capítulo 7, versículo 36: “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora...” Qué bonito que diga así, esa expresión quiere decir que era una mujer de mala fama. ¿Qué hizo esta mujer? ... “Al saber que Jesús estaba en la mesa en casa del fariseo – la misma escena de Cantares, en la mesa – ¿qué hizo ella? ... trajo un frasco de alabastro con perfume, un frasco de alabastro con nardo puro, y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies y los enjugaba con sus cabellos y besaba sus pies y los ungía con el perfume.”

¿Por qué esta mujer de mala fama, al escuchar que Jesús estaba en esa casa, fue intrusamente y se metió a esa casa? No se encontró digna ni siquiera de ponerse delante de él, sino que estando detrás de él, se echó a sus pies, y comenzó a llorar sobre los pies de Jesús, y con sus lágrimas los lavó y con sus cabellos los secó, y sacó su perfume y ungió sus pies con el perfume.

Es la misma reacción de la mujer de Cantares. Las mujeres en la Biblia representan a la Iglesia. Esta mujer pecadora eres tú y soy yo. Es la Iglesia de Cristo, porque ella, siendo pecadora, no vio en Jesús a alguien que la condenaba. Siendo pecadora, no vio en Jesús a alguien que le reprochaba su pecado, sino encontró en Jesús amor, alguien que la acogía. Todos los hombres anteriores a Jesús la habían tomado para abusar de ella, y los más santos que no la tomaron, la despreciaron. Y un día Jesús la miró, y fue el primer hombre que la miró con amor. ¿Dónde hay otro como Jesús, hermanos? La miró con amor, y le dijo: “Yo no te condeno, yo he venido a dar vida a los muertos, he venido a salvar a los pecadores”. Y cuando uno es recibido así, ¿qué cosa hace? Lo que ella hizo. Nuestro nardo da su olor. ¿Qué hace uno sino llorar y tener gratitud?, ¡Bendito sea el Señor, bendito sea Dios!

Volvamos a “Cantares” ... Entonces, véanla ahí, teniendo aferrados así los pies de él. Al Señor lo conquistamos y lo tomamos por los pies. ¿Recuerdan a Marta y María? María ¿dónde estaba? ¡a los pies! ¿Quieres conquistar al Señor? Arrójate a sus pies, tómalo por los pies. Ahí el Señor es conquistado y ganado.

Requiebros de amor

Entonces ella, teniéndolo para sí, dice: “Mi amado es para mí un manojito de mirra, que reposa entre mis pechos. Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi”. Ahí no entiendo nada, pero lo único que sé es que debe ser algo bonito, no conozco el lugar, ni las cosas que nombran aquí. Él le dice a ella: “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí eres bella, tus ojos son como palomas.” Ella le dice: ¡No, señor, no!... “He aquí que tú eres hermoso, amado mío y dulce”. ¿Cómo me dices esto, Señor? No soy yo la hermosa; eres tú el hermoso, “amado mío y dulce”.

¿Dónde va a encontrar palabras más dulces que las del Señor?, “Nuestro lecho es de flores. Las vigas de nuestra casa son de cedro, y de ciprés los artesonados”. Ella le dice: “¡Señor! ¿cómo puedes decir que yo soy bella, si yo soy apenas una rosa de Sarón y un lirio de los valles. Yo soy una flor silvestre, una flor común, los montes están llenas de estas flores, Señor, ¿cómo puedes hallar hermosura en mí? El le dice: “Bueno, ya que eres tan humilde ... si eres solamente como un lirio, eres como un lirio entre los espinos”.

¡Mire cómo la piropea el Señor!: “Bueno, está bien, si eres un lirio no más, entonces eres un lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas” ¡Como un lirio entre los espinos! Todas las otras –le dice él– son como espinos, y tú eres cómo un lirio entre esos espinos. Ella no se queda ¿no? (en esto no hay que quedarse). Ella le dice: “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes.” “Bueno, si tú me has dicho que soy como un lirio entre los espinos, yo te digo que tú eres como un manzano entre árboles silvestres ...”

Y se fueron de piropo en piropo, y la alabanza iba y venía entre ellos. Son palabras que se dicen uno a otro, muy cortitas, porque no hay mucho conocimiento uno del otro todavía. Pero si usted avanza en Cantares va a ver que el diálogo comienza a alargarse y a completarse, porque ya se conocen más, ya pueden decirse más cosas uno del otro, hasta que llegan a describirse completamente de pies a cabeza, porque la comunión y el conocimiento se profundizó, y así cómo él la conoció a ella completamente, ella también lo conoció a él completamente.

Para amar al Señor necesitamos conocerlo. Para amarlo profundamente, necesitamos conocerlo profundamente. Y para conocerlo profundamente necesitamos tener comunión con Él. pero usted puede empezar por aquí, anhelando ... rogando ... y sabiendo que él tiene la iniciativa y lo va a conducir y lo va a llevar de la mano, como un buen pastor, y lo va a esperar.

¡Bendito sea el Señor!

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1 “Aguas Vivas” Nº 14, pp. 15-18.

Aguas Vivas
http://www.aguasvivas.cl




 
MIRAR LA TIERRA DESDE EL CIELO

Me llamaste desde la montaña
y me dijiste: "¡eres águila, ven, vuela!".
Yo, sin darme cuenta, subia con mis piernas,
con mi esfuerzo y cargada de palabras
que no vienen de Tí,
ellas hablan sobre Tí, pero no son Tuyas.
Tú has hecho que me dé cuenta y he decidido
que soltaré la carga que me impide volar...
Y vuelo hacia Tí, y oigo Tu voz
que sale de dentro de mí
y me dirige.
Ahora planeo, sin esfuerzos propios......
A través del aire que Tu has creado,
que Tú has puesto para mí.
Llévame a la roca, escóndeme bajo Tus alas.
Enséñame Tus Palabras
Háblame con Tu Dulzura
Solos Tu y yo, que nadie nos estorbe.....
Volemos juntos una vez más,
enséñame Tu mundo desde Tu óptica.
Quiero ver como Tu ves
Deseo volar para siempre contigo....
Y si así es Tu Voluntad,
no permitas que jamás vuelva a mirar
hacia el cielo, desde la tierra..
QUIERO MIRAR LA TIERRA DESDE EL CIELO, CONTIGO.

Maripaz

¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado? (Cantares 8:5)





Maripaz . Julio 2001


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RECONOCER SU VOZ


Y dime amiga.......¿Cómo sabes que Él te habla?
¿cómo reconoces Su Voz entre tantas voces,
tantos ecos, tanto ruido?.........

Es que......LE AMO
y hemos pasado tanto tiempo juntos
que incluso antes de que empiece a hablarme
mis ojos le buscan, pues sé
que tiene algo que decirme.
A veces es una leve frase
y otras.....una profunda conversación.


Pero dime amiga......¿Qué hace diferente Su Voz?

Es sencillo......Su Fidelidad
y que Sus Palabras son Verdad

Mis ovejas oyen mi voz,
y yo las conozco,
y me siguen.(Juan 10:27)

Mas dime amiga......¿Qué hace especial Su Voz?

Una pregunta: ¿Has amado alguna vez?
¿No te quema el corazón la pasión?
¿No ardía nuestro corazón en nosotros,
mientras nos hablaba en el camino,
y cuando nos abría las Escrituras?
(Lucas 24:32)

Perdona que insista ,amiga......
hay otros que buscarán tu amor y tus favores
y te hablarán para conquistarte......
¿Qué tiene Él mejor que estos?

Yo soy de mi Amado, y mi Amado es mío
(Cantares 6:3)
Ponme como un sello sobre tu corazón,
como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
Ni lo ahogarán los ríos.
Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,
De cierto lo menospreciarían.
(Cantares 8:6-7)






BUSCANDO A TU AMADO


Amiga......anoche tuve un sueño
y mi alma está inquieta


Dime, cuéntame, quizá pueda ayudarte


Tu Amado llamaba a mi puerta....
amiga.......¿te molesta que Él me busque?


No querida, al contrario, me gozo en pensarlo


Amiga.......¿no sientes celos de mí?
presiento que Él también desea amarme


No entiendes, querida.....Él ya te ama
Te ha amado desde siempre,
desde la fundación del mundo.
Cuando eras un pequeño embrión....
Él ya esta sintiendo Su Amor por tí..
Hasta el punto que lo dió todo
para conseguir tu amor......
Dió Su Vida hasta morir

Y dime, amiga...¿Te importaria si yo
correspondiera a Su Amor?


Más que eso querida..hoy hablaré con Él
para que no cese de hablar a tu corazón
y sientas el fuego de la pasión en ti
y.......desees amarle.
Hoy me llamas amiga.......
Pero el día que le digas que sí,
cuando te unas a Él
serás más que mi amiga.....
serás mi hermana......
serás llamada "hija de Dios".

Yo dormía, pero mi corazón velaba.
Es la voz de mi amado que llama:
Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía,
Porque mi cabeza está llena de rocío,
Mis cabellos de las gotas de la noche.
(Cantares 5:2)


Mari Paz . Julio 2001
 
Maripaz.

De verdad éstos poemas me emocionan me llenan de amor hacia el amado.

Dime no me falto algo en la presentación¡, hay una parte que depronto me la salté, se me hace como nueva unas 6 lineas, por a ver la presentación para salir de dudas.

PRECIOSO
 
Originalmente enviado por: vilobe42
Maripaz.

De verdad éstos poemas me emocionan me llenan de amor hacia el amado.

Dime no me falto algo en la presentación¡, hay una parte que depronto me la salté, se me hace como nueva unas 6 lineas, por a ver la presentación para salir de dudas.

PRECIOSO





Yo misma también me emociono releyéndolos. Me acordé de ellos al ver el precioso escrito que nos trajo Bart.


No te preocupes por la presentación, está muy bonita. :corazon:
 

http://www.aguasvivas.cl/aguasvivas15/page05.htm


Entre los rasgos distintivos de la imagen de Dios están también el amor, la cruz y la gracia de dar. Tres preciosos rasgos que son en realidad uno solo, y que ha quedado demostrado ampliamente por el Padre y por el Hijo de Dios en su relación con el hombre.

Roberto Sáez F.

La imagen de Dios (2ª Parte)
La imagen de Dios (2ª Parte)

En el mensaje anterior mencioné cuatro rasgos distintivos de la imagen de Dios. Esta mañana quiero destacar otro, que muestra tres cosas vinculadas entre sí: el amor, la cruz y la gracia de dar.

El amor

El amor es el rasgo más distintivo de la imagen de Dios. Juan nos dice: “Dios es amor”. En estos días se nos ha enseñado cómo el Señor Jesucristo vino a plasmar la imagen de Dios en los Doce, cuando aún no había ministerio, ni había apostolado. Solamente había una relación entre Cristo y sus apóstoles. Y era una relación de amor. Ellos empezaron a palpar, a ver, de una manera muy objetiva y práctica –muy didáctica, además– cómo el Señor Jesucristo revelaba la imagen de Dios con ternura, con amor, con mansedumbre.

Ellos vieron a Cristo amar intensamente a su Padre. Y escucharon uno de los últimos consejos, en el capítulo 15 de Juan, cuando Jesús se despide de ellos: “Permanezcan en mi amor, así como yo he permanecido en el amor de mi Padre.” Y es que si había algo que sostuvo humanamente a Jesús en su paso por la tierra, fue recordar aquel eterno amor con que el Padre le había amado. ¡Cómo olvidarse de ese amor! ¡Cómo traicionar ese amor! ¡Cómo ser infiel a ese eterno amor!

Cristo había vivido en una relación de mutualidad con su Padre, y eternamente había gustado lo delicioso que era el amor de su Padre. Con su Padre habían planificado y habían hecho todas las cosas. Aun su muerte había sido planificada con el Padre y con el Espíritu Santo. Cristo murió, no por casualidad, no porque lo obligaron a morir: su muerte obedeció a un anticipado y determinado consejo de Dios. Él dijo: “Nadie me quita la vida, yo la pongo, y tengo poder para volverla a tomar”. El Señor no actuó por sí mismo en la resurrección (habiendo podido hacerlo), sino que esperó el tiempo señalado por el Padre: al tercer día resucitó. El Hijo de Dios no se levantó por sí solo, sino que el Padre, mediante el Espíritu Eterno, lo levantó de entre los muertos. ¡Aleluya!

A Jesús lo sostuvo el amor del Padre. Cómo no vivir por ese amor, cómo no recordarlo en medio de las tentaciones que tuvo y de las crisis de su alma (porque él sintió la vida humana como todos nosotros ... la única diferencia entre él y nosotros es que en él no había pecado, pero él sintió la humanidad nuestra con todas sus contingencias, con el hambre y con el cansancio, con la soledad y con el dolor por la traición sufrida). Los discípulos vieron a Jesús relacionarse con su Padre. Depender de su Padre. Orar a su Padre. Escuchar a su Padre. Estar a solas con su Padre. Deleitarse en tomar contacto con el Cielo.

Un día Jesús llevó a tres de ellos a un monte. Y como si se hubiera abierto una ventana, una puerta entre el cielo y la tierra, Cristo fue transfigurado a la vista de esos discípulos. Ellos vieron la gloria de Dios. De eso daba testimonio Juan, que lo que contemplaron sus ojos, lo que palparon sus manos tocante al Verbo de vida, eso lo habían visto. Ellos tuvieron una gran revelación de Jesucristo, y de la comunión que tenía el Señor Jesús con su Padre. En ese instante se oyó por segunda vez la voz desde el cielo que dijo: “Este es mi Hijo amado; en él tengo contentamiento, a él oíd.” ¡Qué revelación más profunda de la imagen de Dios! Una revelación plena, llena de la gloria de Dios.

La imagen de Dios, según hemos dicho en estos días, no es una silueta, sino que es un estilo de vida. Una imagen que se caracteriza por la interdependencia, por la mutualidad, por la sujeción del uno al otro. Pero toda esta multiplicidad de relaciones están vinculadas por el amor. Y es esto lo que el Señor Jesucristo vino a traer. Y resumió toda su enseñanza y sus demandas, y toda la ley de Moisés en dos mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Porque en esto se resume toda la ley y los profetas.

La cruz

El amor se relaciona con la cruz. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que envió a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. Es por amor que Cristo descendió del cielo. Es por amor que el Padre nos dio a su Hijo. El amor lo movió a probar la cruz en el Gólgota. El amor movió al Padre a entregar al Hijo por nosotros. Y el amor por nosotros movió al Hijo para dar su vida en rescate de los pecadores. El amor llevó la implicancia de la cruz, la entrega y el sacrificio.

Dios es amor, y su amor permitió que él pudiera pagar este alto precio para rescatar nuestras vidas. Y entonces viene como fruto este otro rasgo distintivo de la imagen de Dios, que es el dar. Por amor sufre la cruz, por amor se niega, por amor lo entrega todo, y entonces ahí está el fruto del amor que es el dar. Detrás de todo acto de dar está la cruz, y detrás de la cruz está el amor.

El amor implica la cruz y la cruz implica el dar. Todo está muy interrelacionado. Es el rasgo distintivo de Dios. Es su estilo de vida, y de esto aprendemos que la cruz es algo que ha estado eternamente en el corazón de Dios. Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han vivido eternamente de esta forma.

El Padre compartía primero con el Hijo, del Padre eran todas las cosas. Y cuando el Padre fue ofendido en su autoridad y en su gloria por aquél ángel principal que se reveló contra Dios y que creó un caos en el reino de los cielos, el Padre, en una actitud ejemplar, no se vindica a sí mismo, teniendo toda la autoridad para hacerlo, sino encarga al Hijo la obra de juzgar al diablo, y de juzgar el pecado de la humanidad. Y en la cruz el Señor Jesucristo hace un juicio, representando la voluntad del Padre ofendido en su autoridad y en su santidad. El Hijo de Dios reivindica la autoridad del Padre.

El Padre no lo hace por sí solo. El Padre envía al Hijo. El Hijo obedece al Padre. El Hijo se somete al Padre, y la demostración más grande de la cruz en él, es que en el momento más importante, en que tenía que definirse la entrega de su vida en la cruz más espantosa y dolorosa, y de la manera más vil, ignominiosa y vergonzosa, el Señor Jesucristo dice: “Padre, si quieres (apelando a la voluntad del Padre), pasa de mí esta copa, pero que no sea como yo quiero, sino como tú quieres.” Y el Padre lo confirmó en el corazón del Hijo. El Hijo tal vez recordó aquel instante de la eternidad, antes que las cosas fueran creadas, cuando en esa reunión del consejo eterno de la Deidad, se aprobó el acuerdo, y alguien preguntó: ¿Quién irá por nosotros? Y el Hijo dijo: “Heme aquí, envíame a mí”.

La obediencia fue probada

Pero esa obediencia, ese “Heme aquí” fue probado. El Hijo nunca había tenido una humanidad, y en su humanidad estaba siendo probada la obediencia a través de padecimientos. Y llegó el momento culminante de demostrar su capacidad de obediencia ... ¡como hombre! ¡Aleluya! Porque Jesús obedeció hasta la muerte y muerte de cruz. El Hijo se inclinó ante la cruz. El Hijo vio los horrores, los espantos. Las profecías hablaban de los dolores, del varón de dolores, del experimentado en quebrantos, del momento cuando le serían arrancados los pelos de la barba.

Cuando el Hijo enfrentó la cruz sufrió los dolores como sufriría cualquier ser humano. Por la sensibilidad del bendito Hijo de Dios, nos parece que murió anticipadamente. Fue crucificado al mediodía, y horas más tarde había expirado. No pudo soportar el dolor. No pudo soportar las burlas por más tiempo. Si lo midiéramos en términos científicos, y médicos, el corazón humano de Jesús, reventó de impresión. Su sangre fue derramada, su costado herido por la lanza derramó aquella sangre. Se vació de su sangre. Fue horrorosa la cruz. Fue por ti y fue por mí. ¡Bendita cruz! ¡Bendita obediencia! ¡Bendito acto de amor, sublime amor! ¡No hay amor más grande que el de Aquel que descendió del cielo, dejando su trono de gloria y pagó este alto precio! ¡Oh, qué precio! Derramó su vida por ti y por mí. En esa cruz quedaron solucionados todos los problemas. Toda la rebelión, toda la desobediencia, todas las consecuencias de la caída, toda la desgracia, toda la muerte, quedó solucionada en la cruz. ¡Cristo venció! ¡Aleluya!

Pero la cruz del Gólgota, cruz histórica, cruz real, palpable, que la vieron millares de ojos, es sólo una expresión de la imagen de Dios, del carácter de Dios, del estilo de vida de la Deidad. Eternamente ellos vivieron en la cruz. ¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiera querido obedecer al Padre? ¿Qué hubiera pasado si el Señor Jesús, en algún momento de la eternidad pasada, hubiera querido actuar por sí solo? ... Dios ya no sería uno. Dios estaría dividido. Pero lo que ha permitido que Dios siguiera siendo uno es la cruz. Porque han tenido la capacidad de negarse a sí mismos, y el Padre lo ha demostrado de la manera más tremenda, más gráfica y más palpable. La cruz del Gólgota es el hecho histórico en que Dios nos demostró su amor. A través de la cruz histórica, la cruz visible, nos muestra la cruz espiritual, la cruz de su carácter, de su vida, de su imagen. Eternamente la cruz ha estado en él, y eternamente lo estará. Y por eso la cruz tiene que ser aplicada a nuestras vidas.

Nuestra experiencia

En el pasado nosotros dimos muchos mensajes de la cruz, pero aun conociendo la doctrina de la cruz, no la habíamos experimentado como en los últimos años. ¿Cuántos de nosotros al momento de enfrentar la cruz quisimos soslayarla? Y en eso no fuimos dignos. ¿Cuántos, enfrentándose a la cruz, tuvieron una alternativa, un vaso de vinagre mezclado con hiel para calmar el dolor? ¿Cuántos de nosotros, al enfrentar la cruz nos hemos ‘drogado’ con alguna alternativa que nos dé alguna gratificación para que la cruz no sea tan dolorosa?

No sé si estamos tan conscientes de cuán necesaria es la cruz para nuestra vida natural, para nuestro viejo hombre, para la herencia pecaminosa carnal, para esa vana manera de vivir que recibimos de nuestros padres. No sé qué tan conscientes estamos de lo malos que somos por dentro, de lo perverso que somos, de la inclinación natural que tenemos a hacer lo malo.

No sé cuántos de nosotros habremos llegado a decir: “¡Miserable de mí!” No sé cuántos de nosotros tendremos una buena opinión de nosotros todavía: “Yo no soy tan malo. Yo nací en un hogar cristiano”. Qué bueno los que nacieron en un hogar cristiano y nunca han pecado con esos pecados groseros. Pero hay tantos que todavía, teniendo esa vida formal en un hogar cristiano, no conocen la cruz: están llenos de justicia propia. Piensan que porque no han probado el mundo ellos son mejores que otros. ¡Cuántos tendrán una justicia propia! ¡Oh, que nos libre el Señor! Que sepamos que de la mollera hasta la planta de los pies todo en nosotros es hinchazón y podrida llaga. Que nuestra justicia, lo mejor de nuestros actos, es como trapos inmundos en la presencia de Dios. Que no somos justos en nosotros mismos, que nada bueno hay en nosotros. Que el pecado, el mal, está en nosotros. Que del todo somos pecadores.

Pero gracias a Dios que nos ha justificado de nuestros pecados y ha puesto dentro de nosotros la santa vida de su Hijo, que nos mora, y ahora no tenemos ninguna gloria en nosotros mismos. Ahora sabemos de la circuncisión hecha en la carne. No en la carne humana, sino en la carne que es nuestra humanidad. Fuimos circuncidados. Dios echó nuestro cuerpo pecaminoso carnal en la circuncisión de Cristo. Hemos sido crucificados juntamente con Cristo. ¿Cuántos saben que el día que Cristo murió ellos también murieron? ¿Que están muertos como estuvo Cristo? Lo estuvimos nosotros en la muerte conjunta con Cristo, que fuimos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo. Y que ahora la vida que estamos gozando es la vida de resurrección, es la vida del hombre nuevo, es la vida de Cristo en nosotros. Que no es una vida particular tuya y mía, sino que es una vida que está manifestada en el cuerpo de Cristo.

La gracia de dar

El amor de Dios y la cruz de Cristo producen en nosotros la gracia de dar. Cuando hemos conocido el amor de Dios, y cuando hemos conocido la cruz, no nos cuesta dar, porque una vez que pruebas la cruz, ya tu vida está rendida. Ahora eres de Cristo. Ahora Cristo está en ti. Ahora tú no te mandas solo. Ahora el reino de Dios está entre nosotros. Ahora la autoridad de Dios y de su Cristo han venido a nosotros. Y el reino de Dios nos está regulando.

Las ofrendas están en el Nuevo Testamento, y están en el Antiguo Testamento graficadas con el culto hebreo, con el sistema de sacrificios de animales. Ofrendar en el Antiguo Testamento tenía un costo. Había que rendir un animal, no cualquier animal, sino el mejor, y ofrecerlo a Dios. En el acto de ofrendar estaba implícita la cruz, porque había que sacrificar. Al mismo tiempo de dar había que sacrificar.

Creo que nosotros estamos viviendo días de renovación, días de purificación, días de restauración. Entonces estamos viendo que es fácil dar hoy día, porque todos nos estamos rindiendo, todos estamos tomando la cruz, todos estamos aceptando que para venir a Dios y adorarlo, hay que entregarlo todo, hay que rendirlo todo. Y a la hora de ofrendar, la Escritura nos enseña primero a ofrendarnos nosotros a Dios.

Ofrendándose primero a sí mismos

En Romanos aparece esa palabra que todos conocemos: “Así que, hermanos, os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:1-2)

En esta palabra se nos invita a venir al altar de Dios, a venir a la cruz, se nos invita a rendirlo todo en el altar, a ofrecer nuestros cuerpos en sacrificio vivo. Porque no sirve mucho que un hermano que vive en pecado ofrende a Dios. No sirve que un hombre traiga una ofrenda a Dios si su vida no está consagrada. Podría este hombre pensar que está comprando un beneficio, que está comprando la paz, el perdón. Que está comprando la bondad de Dios para él. Si así fuera, Dios quedaría en deuda con él. Pero Dios no quiere quedar en deuda con nadie.

El rasgo distintivo de Dios es el amor, y toda acción que se haga tiene que ser por amor. Los que dan a Dios, lo dan de corazón, porque entienden que en ese acto de dar hay un acto de adoración.

Para ofrendar, primeramente tenemos que darnos nosotros. Rindámosle la mente al Señor. Rindámosle el corazón, los ojos, los oídos, los pies, las manos, traigamos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios.

Cuando tú te quedas con tus ojos y no se los rindes a Dios, caerás en la lascivia. Cuando tú te quedas con tus manos y no se las rindes a Dios, tocarás lo ajeno. Cuando tú no le entregas los pies a Dios, entonces tú caminarás por caminos que no son los caminos de Dios. Pero si traemos todo nuestro ser rendido al altar de Dios, entonces habrá una experiencia, la renovación de nuestro entendimiento, la comprensión de lo que es agradable y perfecto según Dios, y no según nuestra mente. Y entonces ya no viviremos conforme a la corriente de este mundo, sino que nos adaptaremos al reino de Dios, a sus principios, a su Palabra, y viviremos por la voluntad de Dios. ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!

Por qué Dios nos pide que demos

¿Comprendemos que el amor implica la cruz, y que la cruz implica el dar? ¿Que el uno sigue al otro? ¿Qué están interrelacionados, y que en todo acto de dar está detrás el amor y está la cruz, está la entrega? Que Dios nos bendiga, hermanos. Que Dios nos abra el entendimiento. Que Dios llene el corazón nuestro de bondad. Que nos haga crecer en la gracia de dar. Que todos nosotros podamos aumentar nuestras dádivas para la obra de Dios. Dios nos elevó a la comunión con él y nos hace partícipes de sus obras. Tal vez ese sea el más grande sentido de que Dios nos pide a nosotros que demos. Nos quiere enseñar cómo vive él. Nos quiere plasmar su imagen. Quiere que seamos como él es.

¿Usted quiere ser como Dios es? ¿Quiere parecerse al Padre? ¿Quiere parecerse al Hijo? ¿Quieres ser como es Dios? Entonces tenemos que caminar por esta senda. Tenemos que caminar en amor. Toda esta multiplicidad de relaciones está impregnada del amor. Dice que el amor es el vínculo perfecto. ¿Qué es un vínculo? Un vínculo es un lazo que aprieta, que sujeta, que afirma. El vínculo perfecto para esta multiplicidad de relaciones de dar, de recibir, de soportar, de sobrellevar, el vínculo perfecto es el amor.

¡Aleluya!

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