El nombre Jehová es el nombre de Dios en hebreo, proveniente de las traducciones de la Biblia de la Reforma. ¿Por qué algunos lo rechazan hoy?
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¿POR QUÉ ES CORRECTO EL NOMBRE JEHOVÁ?
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Se puede decir tranquilamente que la presencia del nombre de Dios en hebreo, Jehová, en las traducciones de la Biblia de la Reforma, no ha sido por muchos siglos bien vista en el cristianismo. Pero últimamente, la presión en contra de este nombre en el mundo evangélico se ha redoblado significativamente. Ello es debido básicamente a dos factores: la multiplicación del número de versiones y traducciones bíblicas en la actualidad que hacen otras propuestas en cuanto a la transliteración o traducción del nombre de Dios, y el avance entre los evangélicos de un movimiento fuertemente influido por el judeomesianismo. Por su parte, la Iglesia católica-romana tiene el asunto, por así decirlo, completamente resuelto, dado que nunca ha aceptado la vocalización “Jehová” y que en los últimos diez años ha establecido por norma que tan sólo se use el nombre “Señor” en su liturgia.
Hace unos años, publicamos un artículo en el que se explicaba las razones por las que, en la revisión de la Reina-Valera 1909 que está llevando a cabo, la Sociedad Bíblica Trinitaria iba a mantener el nombre “Jehová”.
[1] A las razones allí expuestas, con este artículo queremos exponer porqué consideramos que el nombre Jehová es el nombre de Dios correcto y verdadero en las Escrituras en hebreo.
Esta afirmación se basa en dos consideraciones fundamentales. La primera, que el cuestionar la vocalización del nombre Jehová se tiene que hacer pasando por alto la autoridad de la vocalización masorética del Antiguo Testamento hebreo, lo cual afecta directamente a la doctrina bíblica de la
preservación del texto inspirado. La segunda, que el nombre Jehová se explica perfectamente, desde el punto de vista del hebreo, tanto en cuanto a su significado como a las distintas alteraciones que conoce la vocalización en el texto masorético.
La primera de estas razones, la preservación de las vocales hebreas del texto bíblico, merecería, por su importancia y por haber producido desde los tiempos de la Reforma una inmensa cantidad de literatura, ser tratada en otro artículo por separado. La segunda de estas razones puede ser tratada aquí sólo en parte, debido a que no se puede hacer un estudio pormenorizado de las cuestiones relativas a las distintas alteraciones vocálicas del nombre Jehová.
De todos modos, en este artículo pretendemos presentar suficientes razones para mostrar que Reina y Valera estuvieron en lo correcto al presentar el nombre de Dios en el Antiguo Testamento como Jehová.
La decisión de Reina y Valera, en su contexto
Los traductores de la Biblia en español en el tiempo de la Reforma, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, hicieron una clara toma de posición a favor del nombre “Jehová” (originalmente en sus versiones, Iehoua). Hay que darse cuenta de la importancia de esta decisión de los traductores, pues con ello se ponían decididamente a contracorriente de la tradición de 1600 años, iniciada por la Septuaginta (LXX) y continuada por la Vulgata, de verter el nombre de Dios en el Antiguo Testamento como “Señor”. Las traducciones preprotestantes, como la de Wyclif (1395), mantuvieron esta tradición, como lo hicieron también las primeras traducciones de la Reforma, como la de Lutero en alemán (1534). Reina y Valera tampoco siguieron versiones en español de las que se sirvieron para su traducción, como la del Antiguo Testamento de Ferrara (1555) o la traducción de los Salmos de Juan Pérez de Pineda (1557), las cuales vertían el nombre de Dios como “A.” (de Adonai) y “Señor” respectivamente.
No obstante, las primeras traducciones de la Reforma, en base sin duda a una nueva apreciación de la autoridad del texto de las Sagradas Escrituras, comenzaron a reconsiderar la cuestión del nombre de Dios en el Antiguo Testamento y, aunque les costaba corregir la tradición de traducir “Señor”, sí que empezaron a introducir en la Biblia el nombre “Jehová” o su traducción precisa.
En inglés, la traducción de Tyndale (1530) transliteró a “Iehovah” en Éxodo 6:3. En 1535, la traducción al francés hecha por Olivétan traduce el nombre como “l’Éternel” (el Eterno) en Éxodo 3:15-16,18, y también transliteró a “Jéhovah” en Éxodo 6:3. En 1539, la primera versión autorizada en inglés, la llamada Great Bible, lo transliteró dos veces (Salmo 33:12 y 83:18), mientras que la traducción de los refugiados ingleses en Ginebra, la Geneva Bible (1560), usó “Jehovah” cuatro veces (Éxodo 6:3, Salmo 83:18, Jeremías 16:21 y 32:18). Posteriormente, la Versión Autorizada, o Biblia del Rey Jacobo, transliteraría “Jehová” en cuatro ocasiones (Éxodo 6:3, Salmo 83:18, Isaías 12:2 y 26:4) y la mantendría también tres veces en nombres compuestos de lugar (Génesis 22:14, Éxodo 17:15 and Jueces 6:24).
Por tanto, la traducción de Casiodoro de Reina, la Biblia del Oso, que data de 1569, tiene una gran importancia en el conjunto de las Biblias de la Reforma, al ser la primera que fue totalmente consistente a la hora de verter el nombre de Dios en el Antiguo Testamento como Iehoua (6715 veces). Más tarde, la misma consistencia se verá también en la reedición de la Biblia de Ginebra hecha por Teodoro de Beza en 1588, que revisó la versión hecha por Calvino (la Biblia de la Espada) en 1560: la revisión de Beza tradujo de manera totalmente consistente el nombre “Jehová” como “l´Éternel” (el Eterno) en todas sus apariciones en el Antiguo Testamento. El nombre “Éternel” llegaría a ser así durante siglos el nombre propio y característico de los protestantes para hablar de Dios.
Razones de Reina y Valera para usar “Jehová”
La generalización del nombre “Iehova” fue una novedad tan importante que tanto Reina como Valera la tuvieron que justificar debidamente.
“Hemos retenido el nombre Iehouá no sin gravísimas causas”, decía Reina en el prólogo de la Biblia, para a continuación rechazar la idea judaica de que sea ilícito o una profanación pronunciar el nombre de Dios tal como se encuentra en la Biblia.
Reina hizo referencia al pasaje de Levítico 24:11, el pasaje en el que un hijo de una israelita y un padre egipcio blasfemó el nombre de Dios (en hebreo, qālal, que siempre significa “maldecir, blasfemar”; pero traducido en la LXX como
eponomazô, que simplemente quiere decir “nombrar o pronunciar”, dando así a entender que el castigo de pena capital fue porque un extranjero pronunció el nombre propio de Dios).
“Los Rabbinos modernos de la palabra “pronunciar” (no entendiendo la intención de la ley) sacaron esta superstición en el pueblo, Ser ilícito pronunciar, o declarar, el sacro nombre, no mirando que (además de que el intento de la ley era claro por la ocasión del blasfemo) después de aquella ley lo pronunciaron Gedeón, Samuel, David, y todos los profetas, y píos Reyes, y finalmente fue dulcísimo en la boca de todo el pueblo, como parece por todo el discurso de la Sacra historia”.
Está claro que la traducción de la LXX de este texto de Levítico nos pone sobre la pista del porqué tradujo el nombre de Dios como “Señor” en todo el Antiguo Testamento. Según Reina, la traducción del nombre como “Señor” hecha por los traductores de la LXX se debió a este rechazo por parte de los traductores judíos de que los gentiles pronunciaran el nombre de Dios. “Pero entonces”, se podría objetar, “¿qué ocurre con el uso de la Septuaginta por los escritores del Nuevo Testamento?” A ello respondió Reina:
“Ellos nunca se encargaron de hacer versiones, ni de corregir las hechas: más atentos a mayor y más principal negocio, que era la anunciación del advenimiento del Mesías, y de su Reino glorioso, servíanse de la común versión, que entonces estaba en uso, que parece haber sido la de los Setenta, porque en ella tenían abasto para su principal intento. Otra obligación tiene quien hace profesión de traducir la divina Escritura, y darla en su enterez”.
Por su parte, en un tono mucho menos polémico y más didáctico, Cipriano de Valera también defendió en el Prólogo de su versión (1602) el uso de “Jehová”. Principalmente, ofreció el significado del nombre “Jehová”:
“Iehovah es nombre Hebreo derivado del verbo substantivo ser, y así Jehová, quiere decir el que tiene ser de sí mismo; el que fue, es y será eternalmente, y es el que da ser a las criaturas. Este es el de la Esencia divina, e incomunicable a las criaturas. Iah, tan frecuente en los Salmos, y en algunos otros lugares de la Escritura, es su abreviatura: Y así es nombre proprio de la Esencia divina, que significa y es lo mismo que Iehovah”.
El propósito principal de Valera pareció ser despejar la idea que sea ilícito para los no-judíos pronunciar el nombre Jehová, aportando la evidencia bíblica de los paganos que lo pronunciaron,
“como Labán; Batuel, Faraón, los egipcios, Gabaonitas, Rut, Aquis, Híram, la Reina de Sabá, Naamán, Rabsaces” (Gn 24:31, 50; Ex 5:2; 10:7, 10, 11; Ex 18:10; Nm 23:17; 24:11, 13; Jos 2:10; 9:9; Rut 1:17; 1 Sa 29:6: 1 Re 5:7; 10:9; 2 Re 5:11; 19:25, 31).
Como evidencia adicional extrabíblica a favor del nombre “Iehova”, Valera aduce que fue del comercio y trato que tuvieron los paganos con los judíos, que los romanos idólatras llamaran a su dios principal “Iove” (o Iovis, e. d., Júpiter).
Para cerrar esta cuestión, Valera concluye con una solemne advertencia al lector a no profanar el nombre de Dios, usándolo sin reverencia.
¿Jehová o Jahvé?
A pesar de que el Texto Masorético del Antiguo mantiene de manera uniforme y consistente el nombre Jehová (o Yehová), en la actualidad normalmente no se considera que sea la forma correcta, sino que esta sería el nombre “Jahvé” (o Yahvé).
Desde los tiempos de los masoretas (s. VII-XI), la pronunciación Jehová fue siempre considerada correcta. El primero en ponerla en duda, con gran escándalo, fue el escritor judío Elías Levita, en su obra
Massoret ha-Massoret (1538). Levita fue seguido poco tiempo después el teólogo católico-romano Gilbert Génébrard en su
Chronologia (1567), quien propuso por primera vez la pronunciación “Yahve”, basado en el testimonio del siglo V de Teodoreto, obispo de Ciro, quien señaló que los judíos no pronunciaban el nombre en su forma plena, pero que los samaritanos lo pronunciaban “Yahvé”, y los judíos “Yah”.
[2]
A pesar de estas dos obras, la posición a favor de “Yahvé” permanecería como minoritaria entre los eruditos hasta el siglo XIX. Sería el prestigioso hebraísta alemán Wilhem Gesenius (1786-1842), en su obra
Thesaurus, el primero en presentar la idea que las vocales del nombre “Jehová” son las del nombre
Adonai (“Señor”, en hebreo, y en consonancia con la práctica judía de pronuncia
Adonai en vez de leer el Tetragrámaton con su vocalización, Jehová). De esta manera, quedaba en el aire la cuestión de cuál tendría que ser entonces el nombre original de Dios. Entre otras posibilidades, Gesenius avanzó el nombre “Yahvé”, basándose en el testimonio de Teodoreto. Con todo, Gesenius no descartaba completamente el nombre “Jehová”:
“También aquellos que consideran que [Jehova] fue la pronunciación real (Michaëlis in Supplem. p. 534) no están totalmente sin base sobre la que defender su opinión. De esta manera, las sílabas abreviadas יְהוֹ
y יוֹ
, con las que comienzan muchos nombres propios, se pueden explicar de manera más satisfactoria”.
Como curiosidad, Gesenius también hizo referencia al parecido entre el nombre “Jehová” con el dios principal de los latinos, “Iove”. La explicación que dio fue la contraria de la dicha por Valera, es decir, que fueron los paganos los que influyeron a los israelitas y no al revés. Posteriormente, Gesenius se retractaría completamente de esta idea, considerándola una “pérdida de tiempo”.
Por la influencia de Gesenius, teólogos alemanes como Heinrich Ewald (1803-1875) y Ernst Hegnstenberg (1802-1862) popularizaron el uso del nombre “Jahweh”,
[3] hasta llegar a ser considerado hoy por muchos, tal vez la mayoría, como el nombre original de Dios. Sin embargo, este nombre todavía tiene que hacer frente a grandes dificultades:
- a) La mayor de ellas, la falta completa de apoyo documental en los textos bíblicos hebreos, por lo que es enteramente especulativo.
- b) Descansa sobre el testimonio de un teólogo cristiano, Teodoro de Ciro, que ni siquiera sabía el hebreo.
- c) Hay que tener en cuenta que los samaritanos también llamaban a Dios “Yafeh” (e.d. “el bello”) como una manera poética de referirse a Dios, con lo que también podría tratarse simplemente de una confusión.
- d) Por último, es altamente improbable que los masoretas hubieran ocultado la pronunciación original y verdadera del nombre de Dios, sustituyéndola para ser leída por las vocales de “Adonai”. Primero, por la simple y evidente razón que la vocalización en ambas palabras es distinta; y segundo, porque en la actualidad se reconoce cada vez más el hecho de que los masoretas no eran judíos rabínicos, sino karaítas, una corriente en el judaísmo que siempre han reconocido y usado con libertad el nombre “Yehova”, como lo siguen haciendo, por lo demás, en la actualidad.
Significado del nombre Jehová
Contrariamente a lo que se suele afirmar, el nombre Jehová sí que tiene un significado concreto. Se trata de una forma nominal (por cuanto es el nombre propio de Dios), pero que tiene como raíz el verbo “ser” en hebreo (
hāyāh).
Sobre la base de esta raíz verbal, en la primera sílaba (ye-) se discierne claramente el prefijo de la tercera persona masculino singular del imperfecto o incumplido, lo cual sugiere claramente el tiempo
futuro.
La segunda sílaba (-ho-) señala claramente a la forma del participio masculino singular (cuya forma completa sería
hoyeh), sugiriéndose así el p
resente del verbo.
La tercera y última sílaba (-vah), se corresponde a la terminación de la tercera persona masculino singular en perfecto o cumplido de los verbos que acaban con la consonante
he (la “h” en español), lo cual sugiere el tiempo
pasado.
El significado del nombre Jehová sería, de esta manera, el compuesto “Él será, es, fue”. El nombre “Jehová”, pues, transmite la idea de
eternidad, y esta es la razón por la que Biblias de la Reforma en francés
tradujeron el nombre de Dios (en vez de transliterarlo) como “el Eterno”.
“Y Él fue, y Él es, y Él será en gloria”. Esto es lo que se canta en hebreo a cada servicio en las sinagogas, en el himno
Adon Olam (“Señor eterno”). Y, por supuesto, es también cómo en la Biblia se denomina al Señor Jesucristo: “Gracia
sea a vosotros y paz, del que es y que era y que ha de venir” (Apocalipsis 1:4, RV-SBT).
Última evidencia en apoyo al nombre Jehová
A continuación, ofrecemos una lista de los nombres teofóricos hebreos de la Biblia que comienzan o terminan como el nombre “Jehová” [ofrecemos simplemente la transliteración; pueden ver cómo están escritos en la Biblia en español consultando las citas].
[4]
Yehoadah (1 Cro 8:36)
Yehoaddan (2 Cro 25:1)
Yehoajaz (2 Re 10:35)
Yehoash (2 Re 11:21)
Yehojanan (1 Cro 26:3)
Yehoiakin (2 Re 24:6)
Yehoiada (2 Samuel 8:18)
Yehoiakim (2 Re 23:34)
Yehoiarib (1 Cro 9:10)
Yehonadab (2 Re 10:15)
Yehonatan (1 Cro27:25)
Yehoram (1 Re 22:50)
Yehosef (Sal 81:5/6)
Yehoshabeat (2 Cro 22:11)
Yehoshafat (2 Sa 8:16)
Yehosheba (2 Re 11:2)
Yehoshua (Nm 13:16)
Yehozabad (2 Re 12:21)
Yehozadak (1 Cro 6:14)
Asimismo, están los nombres teofóricos que acaban con la misma sílaba final que el nombre “Jehová”
Ab
iah (1 Sa 8:2)
Ah
iah (1 Sa14:3)
Amaz
iah (2 Re 12:21)
Atal
iah (2 Re 11:3)
Jizk
iah (2 Re 18:1)
Jil
kiah (2 Re 18:37)
Yedid
iah (2 Sa12:25)
Yesa
iah (1 Cro 3:21)
Yerem
iah (Jer 27:1)
Yos
iah (1 Re 13:2)
Mica
iah (2 Re 22:12)
Mor
iah (Gn 22:2)
Obad
iah (1 Cro 3:21)
Pekah
iah (2 Re 15:22)
Sera
iah (2 Sa 8:17)
Shema
iah (1 Re 12:22)
Ur
iah (2 Sa 11:3)
Uz
iah (2 Re 12:21)
Zajar
iah (2 Re 14:29)
Zedek
iah (1 Re 22:11)
A modo de conclusión, nótese cómo el nombre de Dios en el Antiguo Testamento, “Jehová”, es confirmado por el nombre de nuestro bendito Señor y Salvador, “Jesús”, tanto en hebreo (“Yehoshua”) como en griego, (“Iesous”), nombre que tiene un significado absolutamente glorioso: “Jehová es salvación”.