Amigo Travese, te agradezco por tu interés en que lea los Evangelios. Gracias al Señor, es mi lectura predilecta.
Volvamos una vez mas:
El hecho de que Jesús haya dicho que tenía que irse para que el Padre mande Su Espíritu Santo, nuestro Consolador, no significa que haya sido desterrado de nuestras vidas. Jesucristo sigue estando con nosotros (todos los días, hasta el fin del mundo).
Tal vez esa afirmación católica (de que está.. ALLA.. en el Trono) es para que les cierre la blasfemia que te tiene atrapado, de que "Si bien Cristo es la Fuente, María es el canal de bendición...." O sea, Como Cristo está lejos, le pedimos a María que interceda.
Yo te repito. El Consolador me enseña, me capacita y me defiende. Pero mi Señor está conmigo y con cada uno de sus hijos TODOS LOS DÍAS. Por eso acudo a Él directamente, sin necesidad de ningún canal. Sencillamente porque Jesús lo pidió de esa manera... VENID A MI.
Algunos versículos del Evangelio de Juan:
Hablando Jesús, dijo:
"No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros." (14:18)
"Todavía un poco y el mundo no me verá mas, pero vosotros me veréis" (14:19)
"En aquel día vosotros conoceréis que estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros." (14:20)
"El que me ama, mi Palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él." (14:23)
"El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida." (1 Juan 5:12)
"Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20)
Bueno, para quienes lo deseen y para quienes quieran leer este fin de semana, les dejo un escrito sobre EL ORIGEN DEL CANON.
Espero que les sea de bendición.
Un abrazo en Cristo
Daniel
(Juan 8:32)
EL SIGNIFICADO DEL CANON
Para entender correctamente lo que el canon bíblico significa para la Iglesia, y para cada cristiano, hemos de tener en cuenta:
1. La Iglesia confesó, pero no confirió, la canonicidad de los libros inspirados.
2. La Iglesia informó al mundo, y sigue informándole, acerca del fundamento sobre el que se asienta, pero no es ella la que formó dicho fundamento, sino Cristo mismo.
3. La Iglesia fue la editora, no la autora del canon.
4. El reconocimiento del canon, no la formación del canon, por parte de la Iglesia fue aquel proceso por medio del cual el pueblo fiel fue discerniendo, con creciente toma de conciencia, su fundamento profético y apostólico. Este proceso tiene su propia historia, en la que es notable ver cómo y cuándo la Iglesia primitiva consideró uno por uno los 27 libros que componen el N.T. como la colección de escritos divinamente inspirada y de igual autoridad que el A.T. (cf. El fundamento Apostólico, caps. VI y VII).
5. El canon debe controlar a la Iglesia, no la Iglesia al canon, porque Dios es soberano no sólo como Señor y Salvador, sino como Revelador. Ninguna Iglesia debe pretender, someter el canon a su autoridad, sino todo lo contrario: someterse ella a la autoridad del canon. Este es su deber primario.
Ninguna Teología, como hace el modernismo existencialista o racionalista, debe pretender tampoco someter el canon, y la misma Iglesia, a la arbitrariedad de la última modo filosófica (léase la cita de Zwinglio al comienzo de este estudio).
6. El canon es una norma cerrada y única. «Al aceptar el canon y reconocer sus límites, la Iglesia no sólo distinguió entre escritos canónicos y no canónicos, sino que señaló los límites donde se encierra la única tradición apostólica autorizada. Todo esto carecería de significado si al mismo tiempo hubiera de haber continuado una tradición oral ¡limitada también canónica» (H. Ridderbos y Oscar Culimann).
Estas tres citas sitúan el problema en su auténtica perspectiva:
- «Los escritos bíblicos no poseen autoridad divina porque están en el canon, sino que están en el canon porque son inspirados, es decir, porque poseen autoridad divina» (N.B. Stonehouse).
- «la autoridad precede a la canonicidad» (F.F. Bruce).
- «Al establecer el principio del canon, la Iglesia ha reconocido por esta misma actitud, que a partir de entonces, a partir de aquel momento, la tradición ya no era más criterio de verdad. Subrayó la tradición apostólica. Declaró implícitamente que, a partir de aquel momento, toda tradición posterior debería quedar sujeta y sumisa al control de la tradición apostólica (la Biblia)» (Oscar Cullmann).
El Canon cristiano-hebreo y el Canon romano
Hay unanimidad total entre todas las Iglesias que pretenden el nombre de cristianas por lo que se refiere al Nuevo Testamento, es decir, en cuanto al número de libros y al texto. Todas tenemos el mismo N.T.
Pero no ocurre así con el Antiguo Testamento. Nuestras Biblias tienen 39 libros inspirados, cuyo texto corresponde exactamente a la división de 24 rollos practicada por Israel.
En cambio, en las Biblias editadas por los católico-romanos aparecen 7 libros más, amén de ciertas adiciones a algunos libros canónicos. Por las razones que expondremos seguidamente, estos libros son apócrifos, no inspirados, mera literatura humana, con todo el valor histórico (en algunos casos, no siempre), o literario que se quiera, pero escritos humanos al fin.
Los libros apócrifos son: Tobías, Judít, Sabiduría, Eclesiástico (no confundir con Eclesiastés), Baruc, 1 y 2 de Macabeos y las siguientes adiciones: Esther (10 vv. del cap. 10 al 16 de las versiones católico- romanos), Daniel 3:24-90 y caps. 13 y 14 de dichas versiones.
Estos son los libros judíos no canónicos que Roma acepta como tales; pero existen aún otros libros apócrifos que ni los judíos ni la Iglesia Cristiana, ni Roma han aceptado jamás (por ejemplo: 2 y 3 de Esdras, la oración de Manasás, Enoc, etc.).
1) Las razones que aduce Roma en favor de su canon
a) Que algunos Padres de la Iglesia (muy pocos por cierto) citaron estos libros como si fueran inspirados. Cierto, pero también citaron los otros apócrifos. ¿Por qué no los admiten todos, guiados meramente por estas citas?
b) Que los libros apócrifos se encuentran en muchas versiones antiguas. En la versión llamada de los Setenta, sobre todo, que sirvió de base para muchos versiones posteriores. Vale aquí lo mismo que hemos dicho ya: ¿por qué no acepta, pues, Roma todos los apócrifos que contienen estas ediciones?
2) Las razones que tenemos para no incluir los apócrifos
a) No formaron parte nunca del canon judío. Pablo afirma que los judíos fueron los depositarios de la Revelación (Romanos 3:2) y el suyo es, por tanto, el canon válido. No existe ni un solo ejemplar del Antiguo Testamento editado en hebreo que contenga los apócrifos.
b) Los libros apócrifos no son citados nunca por el Señor ni por sus apóstoles en el N.T., según reconoce el Diccionario de la Biblia de Herder (católico), articulo: Canon de¡ A.T., p. 269. Téngase en cuenta que el N.1 cita 280 veces al A.1 y casi siempre de la versión griega de los Setenta que contenía los apócrifos.
c) Josefo, el gran historiador judío, testifica que los apócrifos no se hallaban en el canon judío.
d) Filón, el gran filósofo judío de Alejandría y la comunidad judía alejandrina de habla griega (que solía usar la versión de los Setenta) no consideraron, ni usaron jamás, los apócrifos como Sagrada Escritura.
e) No encontramos los apócrifos en ningún catálogo de libros canónicos reconocidos por la Iglesia en sus primeros cuatro siglos de existencia.
f) Los más ilustres Padres de la Iglesia rechazaron categóricamente los apócrifos: Melitón, Atanasio, Jerónimo, Cirilo, Rufino.
g) la versión de los Setenta fue una edición compuesta por motivos culturales, no religiosos. Tolomeo II Filadelfo quería reunir en la famosa biblioteca de Alejandría la sabiduría de todo el mundo antiguo y mandó ordenar la traducción al griego de todos los libros existentes en hebreo o escritos por los hebreos, de modo que pudiera disponer de todo el acervo cultural judío. Fue traducido todo este material por judíos alejandrinos alrededor del año 280 a.C.
h) Los mismos libros apócrifos delatan no ser de inspiración divina. Por ejemplo, los libros de los Macabeos que tienen un cierto e indudable interés (y aun en ocasiones un evidente valor histórico) renuncian a toda pretensión de inspiración (2 Macabeos 15:39).
i) Los apócrifos enseñan doctrinas contrarias a otras enseñanzas bíblicas (Sabiduría 10: 1-4 compárese con Génesis 6:5-7); dejan sentir la influencia pagana sobre sus autores, pues toleran la salvación por obras, los encantamientos mágicos, las oraciones por los muertos, etc.
j) Casi todos estos apócrifos fueron escritos mucho después de que se hubiera cerrado el tiempo del canon del A.T. que duró hasta Malaquías. Sus autores no pueden ser profetas, ni tener el oficio profético, ni ser, por tanto, inspirados. 1 Macabeos 3:46-49 demuestra que Israel, después de Malaquías, se regía por el «Libro de la Ley», y en 1 Macabeos 9:27 se confiesa paladinamente que Israel vivía en una época «desde el tiempo en que no había entre ellos profetas».
k) La mayoría de estos libros son fraudulentos desde el principio, pues suelen apoyarse en la autoridad de algún gran hombre de Dios del pasado, como si fuera su verdadero autor.
l) Aunque fue permitida la lectura de dichas obras, tanto en Israel como en la Iglesia Cristiana, para instrucción, jamás fueron tenidas por canónicas ni inspiradas, sino hasta el Concilio de Trento (1546, diecisiete siglos después que la Iglesia había vivido sin ellas); este concilio no fue representativo de la Cristiandad, y hoy en día los mejores teólogos católico-romanos desean que haya sido superada la época tridentina (cf. José Grau, Catolicismo Romano: Orígenes y Desarrollo, tomo 11).
m) La inclusión de estos libros en el canon romano se explica históricamente por la actitud que el Vaticano tomó en el siglo XVI de oponerse sistemáticamente a todo cuanto afirmaran los reformadores por el solo hecho de venir de ellos. Además, proveyó a Roma argumentos para algunas de sus doctrinas que no podían recibir espaldarazo de los demás libros (purgatorio, oraciones por los muertos, etc.).
La sola autoridad de Atanasio y de Jerónimo, si tuviéramos que atenernos sólo al testimonio de los llamados Padres de la Iglesia, vale más que todas las declaraciones de Trento.
n) Las Iglesias Evangélicas, al rechazar la apócrifa, siguen fieles a la norma que rigió la historia de Israel y la Iglesia Primitiva.
Algunas reflexiones sobre la teología del Canon
La aportación de H. Ridderbos
Hace medio siglo, en 1955, Herman N. Ridderbos llamó la atención sobre la naturaleza histórico-redentora del canon. Todavía en 1988 se hacían nuevas ediciones de su obra.
Este teólogo holandés recogía y desarrollaba una línea de pensamiento latente desde hace siglos en la teología protestante. Hodge, Bruce, Cuilmann, Ramm y otros laboraron y laboran en este campo de la teología bíblica sobre el canon.
Con toda rotundidad, Ridderbos afirma que la puesta en escrito de la tradición apostólica y su valoración como canon fue única y exclusivamente la obra del mismo Señor resucitado. Fue su acto final en la historia de la salvación y la revelación especial antes de la segunda venida. Había escogido a sus apóstoles para ser sus representantes, habiéndoles dado autoridad para serle testigos de su persona y de su obra, de su enseñanza y de su resurrección. El conjunto de este testimonio escrito bajo dicha autoridad apostólica es la roca sobre la que habló en Mateo 16:1 8. Sobre esta roca corno fundamento, la Iglesia tiene que cimentarse y edificarse.
Al clarificar la naturaleza única, y conclusivo, de la obra redentora de Jesucristo con el cierre del canon bíblico, Ridderbos ha hecho una importante contribución a la teología evangélica. la historia de la salvación es el registro de las obras de la gracia divina para la salvación del mundo. De etapa en etapa, la maravillosa redención llevada a cabo por Dios en Cristo -de manera única, irrepetible y siempre perfecto- fue registrada por escrito y convertida en norma, canon, para el pueblo de Dios.
Así como en la cruz el Salvador pudo decir «Consumado es» Juan 19:30), también podía exclamar al ser completado el canon: «Realizado es». Ya no queda nada más por revelar hasta la segunda venida de Cristo. Corno escribe Ridderbos: «al completarse el canon, la historia de la redención llegaba a su conclusión; ya podía empezar la historia de la Iglesia».
Concretamente, la historia de la Iglesia del N.T. no empezó el día de Pentecostés. Comenzó al cerrarse el canon. Porque lo que leemos en Hechos forma parte todavía de la historia de la salvación.
El libro de Hechos es llamado, con toda propiedad, el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Por medio de sus apóstoles, Cristo establece la Iglesia y esto se describe en términos de crecimiento de la Palabra, tanto o más que de crecimiento numérico de personas:
«Y crecía la Palabra de¡ Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén..»
«... la Palabra del Señor crecía y se multiplicaba...»
«... y la Palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia...»
«...así crecía y prevalecía poderosamente la Palabra del Señor»
(Hechos 6:7; 12:24; 13:49; 19:20)
Y así fue cómo la Palabra llegó desde Jerusalén a Roma. Cuando Pablo hubo predicado el Evangelio en el corazón mismo del Imperio Romano, Cristo Jesús entró triunfante como Rey de reyes allí donde Satán tenía su poderoso trono, la ciudad de las siete colinas (Apocalipsis 17:9). La tarea de los apóstoles llegó a su fin. El libro de los Hechos de los Apóstoles podía cerrarse ya.
Las obras de Dios son perfectas. Y la obra de la redención es la más perfecta y maravillosa obra divina. ¿Cómo imaginar siquiera la más mínima imperfección en la obra reveladora del Salvador? El Señor no hace nunca las cosas a medias; nunca ha dejado por terminar ninguna de sus obras. Si la salvación expresa el carácter perfecto de las actuaciones divinas, también tiene que mostrarlo el relato inspirado de esta redención.
Mientras que el Espíritu Santo sigue obrando en la historia de la Iglesia, no debemos confundir, sin embargo, su trabajo providencial en medio de su pueblo con la inspiración por parte de este mismo Espíritu del registro sagrado de acontecimientos salvíficos llevados a cabo por Dios en Cristo. Es decir, debemos diferenciar la historia de la salvación -la historia del canon- de la historia de la Iglesia. 0 lo que es lo mismo, discernir el fundamento del edificio que, luego, va edificándose sobre dicho fundamento único (Efesios 2:20).
Cuando el libro de los Hechos de los Apóstoles llega al final, este final cierra los últimos episodios de la redención llevada a cabo por Cristo. Ya no queda nada más que decir tocante a la redención y a la revelación. Sólo quedaba por hacer una cosa, una sola cosa: la puesta por escrito de algunos documentos más del Nuevo Testamento y el cierre definitivo del canon.
Como señala Ridderbos, esta perspectiva supone un importante discernimiento desde otro punto de vista:
El cierre del canon no forma porte de la historia de la Iglesia. Porque la Iglesia no hizo el canon; como tampoco el Evangelio fue obra suyo. Tanto el Evangelio como el Canon crearon a la Iglesia.
La autoridad de los apóstoles es la autoridad de Cristo mismo. No hay diferencia entre lo que Pablo enseña por «mandamiento» o por «permiso», o, sin tener mandamiento, bajo su propia responsabilidad.
La autoridad del apostolado fue ejercida personalmente en el primer siglo y quedó limitada a este tiempo. los apóstoles murieron y su testimonio dejó de ser personal para convertirse en palabra escrita. El apostolado fue un ministerio único e irrepetible por la misma razón. Único por quedar circunscrito a aquellos que el Señor llamó e invistió de autoridad, una autoridad ejercida con la ayuda del Espíritu Santo, que hizo de los escritos apostólicos textos inspirados e infalibles. Así lo explica Ridderbos:
«Los apóstoles no fueron simplemente testigos o predicadores en sentido general, en sentido eclesiástico. Su palabra es una palabra reveladora, es, en realidad, el testimonio único, dado una vez por todas, sobre Jesucristo; un testimonio frente al cual tanto la Iglesia como el mundo son responsables y por el cual seremos juzgados todos, creyentes e inconversos».
La autoridad de la Biblia
¿De dónde procede la autoridad de la Biblia? De su autor: Dios.
-Porque Dios es la máxima autoridad, su Palabra es la máxima autoridad.
-Porque Dios es absoluto, su Palabra es autoridad absoluta.
La naturaleza de la autoridad de la Biblia es triple:
- necesaria
- total
- final
«Si la Biblia es el portador único de la autoridad del Dios Creador único y de Jesucristo, el Salvador único del mundo, ello supone que no puede surgir -ni en la Iglesia ni fuera de ella, otra fuente de autoridad que pretenda suplantar su lugar. La autoridad de la Biblia radica en Dios, el único que tiene derecho soberano sobre el universo entero»
(Andrés Kirk)
El Canon: ¿Confesión de fe de la Iglesia o fuente de la fe de la iglesia?
Marción y el canon del Nuevo Testamento
«El desafío de Marción al cristianismo obliqa a las iglesias a decidir qué libros debían estar incluidos en los Escrituras sagradas y cuáles no. En esta perspectiva, Marción habría hecho más bien que daño a la Iglesia. ¿No quedó establecido el canon del Nuevo Testamento como consecuencia del desafío de Marción a la cristiandad?»
Con estas u otras palabras parecidas se suele explicar hoy en multitud de libros y seminarios la génesis del canon novotestamentario y los origenes de su formación.
¿Es correcta dicha «explicación»? 0, dicho de otro modo, ¿queda despachada así, suficientemente, toda la compleja problemática de la gestación del canon cristiano?
Evidentemente, Marción sirvió de acicate para que las iglesias proclamaran y confesaran cuáles eran a su parecer los escritos inspirados del Nuevo Testamento.
Todos estamos de acuerdo en que Marción ayudó a la Iglesia a definirse en su confesión de fe sobre el canon sagrado de manera oficial e inequívoca.
Pero no olvidemos que mientras la proclamación de la Iglesia es confesión de fe, el Canon es fuente de fe. Es decir, algo muy distinto. Sin esta fuente primera no existiría la posterior confesión.
¿Historia de la formación o del reconocimiento del canon?
La Iglesia no decidió nunca qué libros tenían que formar el Nuevo Testamento. la Iglesia, las iglesias, confesaron los escritos que habían recibido de la autoridad de los apóstoles, porque eran conscientes de que debían cimentarse sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (cf. Ef. 2:20).
El Señor, en su providencia, ya había decidido desde el principio los libros que constituirían el Canon inspirado.
Muchos hablan hoy de la «historia de la formación del canon». Creo que este lenguaje puede inducir a confusión y operar como una cortina de humo que dificulta la visión clara de toda la problemática inherente en las cuestiones que atañen a la autoridad del Nuevo Testamento. En lugar de referirnos a la «formación del canon», sería más concreto y exacto matizar: «historia del reconocimiento del canon».
Porque la Iglesia no formó, sino que reconoció el canon. la Iglesia no engendró el N.T., sino que reconoció agradecida los escritos que le eran dados por el testimonio apostólico.
En términos sencillos, digamos que la Iglesia fue la editora, pero no la autora del canon inspirado.
Autores como Ridderbos, Bruce y Ramm han señalado atinadamente que Dios es soberano tanto en la revelación como en la salvación. Por consiguiente, la génesis del canon no hay que ir a buscarla en la historia de la Iglesia, sino en la historia de la salvación.
El carisma de la inspiración no lo dio Dios a la Iglesia, sino a sus profetas y apóstoles escogidos precisamente con la finalidad de que fueran testigos autorizados de la vida, la muerte, la resurrección y las enseñanzas de Jesucristo (cf. Jn. 17:20). Testigos inspirados, se entiende.
La autoridad inspirada de los apóstoles es el fundamento, mientras que las confesiones y los credos de la Iglesia pertenecen al edificio que va construyéndose a lo largo de los siglos hasta que Cristo vuelva, para ser un templo santo en el Señor.
Repitámoslo: el testimonio y los credos de la Iglesia son confesión de fe. Pero el canon mismo es fuente de fe, fuente inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16).
Significado de la condena de Marción
¿Por qué fue criticado, y rechazado, Marción al reducir el número de los libros del Nuevo Testamento?
La oposición que recibió de parte de los líderes más destacados de las iglesias y de cristianos de mayor valía, como lreneo y Tertuliano, no obedecía a rencillas ni antipatías personales. Ellos estaban contra Marción porque rechazaba gran parte de los Evangelios y otras porciones de los escritos apostólicos que no admitía en su lista -o canon- particular.
¿Qué significa esto? Que ya existía una colección de libros tenidos como inspirados en las iglesias y considerados canónicos, independientemente del hecho de que el discernimiento de cada comunidad necesitó cierto tiempo para reconocer algunos de estos escritos, exactamente como había ocurrido en el antiguo Israel para reconocer todo el Antiguo Testamento.
la condena de Marción como hereje es inimaginable sin la existencia previa de una colección de escritos tenidos como inspirados. Ello supone el concepto bien arraigado de una norma identificada corno una colección de la que era ¡lícito apartarse, pues era canon para la Iglesia de Iodos los tiempos.
Por ejemplo, lreneo defiende los 4 Evangelios, ni uno más ni uno menos (Ady. Haer, 111, 1 1) con un claro sentido de continuidad con lo que siempre se había creído y con las fuentes inspirados de donde se había bebido. La dependencia de Ireneo de anteriores y continuados convicciones con respecto al canon de los 4 Evangelios se remontaba a Papías y a Policarpo.
Para Tertuliano, los 4 Evangelios tienen por autores a los apóstoles, a quienes impuso el Señor mismo el encargo de predicar las buenos nuevas. Si tenemos también por autores a discípulos de los apóstoles (los apostólicos Marcos y Lucas) estos últimos no han escrito solos, si. no con los apóstoles y según los apóstoles (cf. lucas 1:2). Porque la predicación de los discípulos podría ser sospechosa de vanagloria si no estuviera apoyada por la autoridad de los maestros y por la autoridad de Cristo mismo, quien hizo a los apóstoles maestros (Tertuliano, Contra Marción, IV, 2).
Aquí tenemos compendiada toda la teología del Canon.
El Canon, ¿Historia de la Iglesia, o historia de la Salvación?
El vocablo griego «Canon» que utilizamos, tanto por nuestra parte como en el cristianismo primitivo, se empleaba con dos significados: 1. Para referirse a una regla o norma (Gálatas 6:16).
2. Haciendo alusión a una lista o colección de libros inspirados. Desde el tiempo del período apostólico (historia bíblica, o de la salvación) hasta la época postapostólica (la época de la Iglesia) se produjo una progresión, o evolución, del lenguaje: primero fue el canon de la fe, como regla y norma reconocidas desde el principio de la predicación apostólica como inspirados (y éstos sobre la base de su apostolicidad, su antigüedad y su verdad).
Esta progresión conlleva asimismo una continuidad. Comprobamos esta ininterrumpida continuidad en el testimonio de Justino, lreneo, Tertuliano y otros autores hasta llegar a Atanasio, quien confiesa recibir como inspirado lo que ha sido transmitido desde el principio con este carácter.
Marción, pues, no movió a las iglesias a formular una lista de libros autorizados como si nunca antes hubiese habido ninguna. Marción, simplemente, forzó a las iglesias a confesar su fe con rotundidad, para informar al mundo inequívocamente de las fuentes de su fe.
Porque la Palabra de Dios es fuente de fe, mientras que la palabra de la Iglesia es solamente confesión de fe.
Afirmaba Zwinglio con razón:
«La Santa iglesia Cristiana, de la cual Jesucristo es la única cabeza, ha nacido de la Palabra de Dios, en la cual permanece y no escucha la voz de un extraño».
El canon no es el producto de la decisión de la Iglesia, de ninguna iglesia.
La diferencia entre Roma y la Reforma en este punto no consiste en el valor intrínseco de la Escritura como Palabra de Dios, que ambas reconocen igualmente. La diferencia tiene que ver con el reconocimiento de ese valor divino de la Escritura y la manera de llevarse a cabo. Según Roma, dicho reconocimiento dependería de la Iglesia C.R. Según la Reforma, de las mismas evidencias de la Escritura que se impone por sí misma a la Iglesia. La Reforma, a diferencia de Roma, no ató el canon a la Iglesia, sino la Iglesia al canon. Como enseñaba Calvino:
«Por lo que la Iglesia, al recibir la Sagrado Escritura y al vindicarla por su sufragio, no la hace más auténtica, como si antes hubiese sido dudosa; sino porque la Iglesia la reconoce como la pura verdad de su Dios, la reverencia y la honro, obligada por su deber de piedad» 0. Calvino, Institución, 1, 7)
la verdad histórica, pura y simple, es que todo lo que constituye el Nuevo Testamento no fue el producto, sino la base de la decisión de la Iglesia al expresar la conciencia de su aceptación y reconocimiento de lo que el Espíritu le reveló que era canon, es decir, norma inspirada. Es aplicable al N.T. lo que Josefo decía de los libros del Antiguo:
«se impusieron al consenso general de Israel como órdenes de Dios».
El desafío de Marción obligó a la Iglesia a confesar, pero no a elaborar el canon cuya gestación y orígenes arrancan de la historia de la salvación.
Volvamos una vez mas:
El hecho de que Jesús haya dicho que tenía que irse para que el Padre mande Su Espíritu Santo, nuestro Consolador, no significa que haya sido desterrado de nuestras vidas. Jesucristo sigue estando con nosotros (todos los días, hasta el fin del mundo).
Tal vez esa afirmación católica (de que está.. ALLA.. en el Trono) es para que les cierre la blasfemia que te tiene atrapado, de que "Si bien Cristo es la Fuente, María es el canal de bendición...." O sea, Como Cristo está lejos, le pedimos a María que interceda.
Yo te repito. El Consolador me enseña, me capacita y me defiende. Pero mi Señor está conmigo y con cada uno de sus hijos TODOS LOS DÍAS. Por eso acudo a Él directamente, sin necesidad de ningún canal. Sencillamente porque Jesús lo pidió de esa manera... VENID A MI.
Algunos versículos del Evangelio de Juan:
Hablando Jesús, dijo:
"No os dejaré huérfanos, vendré a vosotros." (14:18)
"Todavía un poco y el mundo no me verá mas, pero vosotros me veréis" (14:19)
"En aquel día vosotros conoceréis que estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros." (14:20)
"El que me ama, mi Palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él." (14:23)
"El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida." (1 Juan 5:12)
"Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí" (Gálatas 2:20)
Bueno, para quienes lo deseen y para quienes quieran leer este fin de semana, les dejo un escrito sobre EL ORIGEN DEL CANON.
Espero que les sea de bendición.
Un abrazo en Cristo
Daniel
(Juan 8:32)
EL SIGNIFICADO DEL CANON
Para entender correctamente lo que el canon bíblico significa para la Iglesia, y para cada cristiano, hemos de tener en cuenta:
1. La Iglesia confesó, pero no confirió, la canonicidad de los libros inspirados.
2. La Iglesia informó al mundo, y sigue informándole, acerca del fundamento sobre el que se asienta, pero no es ella la que formó dicho fundamento, sino Cristo mismo.
3. La Iglesia fue la editora, no la autora del canon.
4. El reconocimiento del canon, no la formación del canon, por parte de la Iglesia fue aquel proceso por medio del cual el pueblo fiel fue discerniendo, con creciente toma de conciencia, su fundamento profético y apostólico. Este proceso tiene su propia historia, en la que es notable ver cómo y cuándo la Iglesia primitiva consideró uno por uno los 27 libros que componen el N.T. como la colección de escritos divinamente inspirada y de igual autoridad que el A.T. (cf. El fundamento Apostólico, caps. VI y VII).
5. El canon debe controlar a la Iglesia, no la Iglesia al canon, porque Dios es soberano no sólo como Señor y Salvador, sino como Revelador. Ninguna Iglesia debe pretender, someter el canon a su autoridad, sino todo lo contrario: someterse ella a la autoridad del canon. Este es su deber primario.
Ninguna Teología, como hace el modernismo existencialista o racionalista, debe pretender tampoco someter el canon, y la misma Iglesia, a la arbitrariedad de la última modo filosófica (léase la cita de Zwinglio al comienzo de este estudio).
6. El canon es una norma cerrada y única. «Al aceptar el canon y reconocer sus límites, la Iglesia no sólo distinguió entre escritos canónicos y no canónicos, sino que señaló los límites donde se encierra la única tradición apostólica autorizada. Todo esto carecería de significado si al mismo tiempo hubiera de haber continuado una tradición oral ¡limitada también canónica» (H. Ridderbos y Oscar Culimann).
Estas tres citas sitúan el problema en su auténtica perspectiva:
- «Los escritos bíblicos no poseen autoridad divina porque están en el canon, sino que están en el canon porque son inspirados, es decir, porque poseen autoridad divina» (N.B. Stonehouse).
- «la autoridad precede a la canonicidad» (F.F. Bruce).
- «Al establecer el principio del canon, la Iglesia ha reconocido por esta misma actitud, que a partir de entonces, a partir de aquel momento, la tradición ya no era más criterio de verdad. Subrayó la tradición apostólica. Declaró implícitamente que, a partir de aquel momento, toda tradición posterior debería quedar sujeta y sumisa al control de la tradición apostólica (la Biblia)» (Oscar Cullmann).
El Canon cristiano-hebreo y el Canon romano
Hay unanimidad total entre todas las Iglesias que pretenden el nombre de cristianas por lo que se refiere al Nuevo Testamento, es decir, en cuanto al número de libros y al texto. Todas tenemos el mismo N.T.
Pero no ocurre así con el Antiguo Testamento. Nuestras Biblias tienen 39 libros inspirados, cuyo texto corresponde exactamente a la división de 24 rollos practicada por Israel.
En cambio, en las Biblias editadas por los católico-romanos aparecen 7 libros más, amén de ciertas adiciones a algunos libros canónicos. Por las razones que expondremos seguidamente, estos libros son apócrifos, no inspirados, mera literatura humana, con todo el valor histórico (en algunos casos, no siempre), o literario que se quiera, pero escritos humanos al fin.
Los libros apócrifos son: Tobías, Judít, Sabiduría, Eclesiástico (no confundir con Eclesiastés), Baruc, 1 y 2 de Macabeos y las siguientes adiciones: Esther (10 vv. del cap. 10 al 16 de las versiones católico- romanos), Daniel 3:24-90 y caps. 13 y 14 de dichas versiones.
Estos son los libros judíos no canónicos que Roma acepta como tales; pero existen aún otros libros apócrifos que ni los judíos ni la Iglesia Cristiana, ni Roma han aceptado jamás (por ejemplo: 2 y 3 de Esdras, la oración de Manasás, Enoc, etc.).
1) Las razones que aduce Roma en favor de su canon
a) Que algunos Padres de la Iglesia (muy pocos por cierto) citaron estos libros como si fueran inspirados. Cierto, pero también citaron los otros apócrifos. ¿Por qué no los admiten todos, guiados meramente por estas citas?
b) Que los libros apócrifos se encuentran en muchas versiones antiguas. En la versión llamada de los Setenta, sobre todo, que sirvió de base para muchos versiones posteriores. Vale aquí lo mismo que hemos dicho ya: ¿por qué no acepta, pues, Roma todos los apócrifos que contienen estas ediciones?
2) Las razones que tenemos para no incluir los apócrifos
a) No formaron parte nunca del canon judío. Pablo afirma que los judíos fueron los depositarios de la Revelación (Romanos 3:2) y el suyo es, por tanto, el canon válido. No existe ni un solo ejemplar del Antiguo Testamento editado en hebreo que contenga los apócrifos.
b) Los libros apócrifos no son citados nunca por el Señor ni por sus apóstoles en el N.T., según reconoce el Diccionario de la Biblia de Herder (católico), articulo: Canon de¡ A.T., p. 269. Téngase en cuenta que el N.1 cita 280 veces al A.1 y casi siempre de la versión griega de los Setenta que contenía los apócrifos.
c) Josefo, el gran historiador judío, testifica que los apócrifos no se hallaban en el canon judío.
d) Filón, el gran filósofo judío de Alejandría y la comunidad judía alejandrina de habla griega (que solía usar la versión de los Setenta) no consideraron, ni usaron jamás, los apócrifos como Sagrada Escritura.
e) No encontramos los apócrifos en ningún catálogo de libros canónicos reconocidos por la Iglesia en sus primeros cuatro siglos de existencia.
f) Los más ilustres Padres de la Iglesia rechazaron categóricamente los apócrifos: Melitón, Atanasio, Jerónimo, Cirilo, Rufino.
g) la versión de los Setenta fue una edición compuesta por motivos culturales, no religiosos. Tolomeo II Filadelfo quería reunir en la famosa biblioteca de Alejandría la sabiduría de todo el mundo antiguo y mandó ordenar la traducción al griego de todos los libros existentes en hebreo o escritos por los hebreos, de modo que pudiera disponer de todo el acervo cultural judío. Fue traducido todo este material por judíos alejandrinos alrededor del año 280 a.C.
h) Los mismos libros apócrifos delatan no ser de inspiración divina. Por ejemplo, los libros de los Macabeos que tienen un cierto e indudable interés (y aun en ocasiones un evidente valor histórico) renuncian a toda pretensión de inspiración (2 Macabeos 15:39).
i) Los apócrifos enseñan doctrinas contrarias a otras enseñanzas bíblicas (Sabiduría 10: 1-4 compárese con Génesis 6:5-7); dejan sentir la influencia pagana sobre sus autores, pues toleran la salvación por obras, los encantamientos mágicos, las oraciones por los muertos, etc.
j) Casi todos estos apócrifos fueron escritos mucho después de que se hubiera cerrado el tiempo del canon del A.T. que duró hasta Malaquías. Sus autores no pueden ser profetas, ni tener el oficio profético, ni ser, por tanto, inspirados. 1 Macabeos 3:46-49 demuestra que Israel, después de Malaquías, se regía por el «Libro de la Ley», y en 1 Macabeos 9:27 se confiesa paladinamente que Israel vivía en una época «desde el tiempo en que no había entre ellos profetas».
k) La mayoría de estos libros son fraudulentos desde el principio, pues suelen apoyarse en la autoridad de algún gran hombre de Dios del pasado, como si fuera su verdadero autor.
l) Aunque fue permitida la lectura de dichas obras, tanto en Israel como en la Iglesia Cristiana, para instrucción, jamás fueron tenidas por canónicas ni inspiradas, sino hasta el Concilio de Trento (1546, diecisiete siglos después que la Iglesia había vivido sin ellas); este concilio no fue representativo de la Cristiandad, y hoy en día los mejores teólogos católico-romanos desean que haya sido superada la época tridentina (cf. José Grau, Catolicismo Romano: Orígenes y Desarrollo, tomo 11).
m) La inclusión de estos libros en el canon romano se explica históricamente por la actitud que el Vaticano tomó en el siglo XVI de oponerse sistemáticamente a todo cuanto afirmaran los reformadores por el solo hecho de venir de ellos. Además, proveyó a Roma argumentos para algunas de sus doctrinas que no podían recibir espaldarazo de los demás libros (purgatorio, oraciones por los muertos, etc.).
La sola autoridad de Atanasio y de Jerónimo, si tuviéramos que atenernos sólo al testimonio de los llamados Padres de la Iglesia, vale más que todas las declaraciones de Trento.
n) Las Iglesias Evangélicas, al rechazar la apócrifa, siguen fieles a la norma que rigió la historia de Israel y la Iglesia Primitiva.
Algunas reflexiones sobre la teología del Canon
La aportación de H. Ridderbos
Hace medio siglo, en 1955, Herman N. Ridderbos llamó la atención sobre la naturaleza histórico-redentora del canon. Todavía en 1988 se hacían nuevas ediciones de su obra.
Este teólogo holandés recogía y desarrollaba una línea de pensamiento latente desde hace siglos en la teología protestante. Hodge, Bruce, Cuilmann, Ramm y otros laboraron y laboran en este campo de la teología bíblica sobre el canon.
Con toda rotundidad, Ridderbos afirma que la puesta en escrito de la tradición apostólica y su valoración como canon fue única y exclusivamente la obra del mismo Señor resucitado. Fue su acto final en la historia de la salvación y la revelación especial antes de la segunda venida. Había escogido a sus apóstoles para ser sus representantes, habiéndoles dado autoridad para serle testigos de su persona y de su obra, de su enseñanza y de su resurrección. El conjunto de este testimonio escrito bajo dicha autoridad apostólica es la roca sobre la que habló en Mateo 16:1 8. Sobre esta roca corno fundamento, la Iglesia tiene que cimentarse y edificarse.
Al clarificar la naturaleza única, y conclusivo, de la obra redentora de Jesucristo con el cierre del canon bíblico, Ridderbos ha hecho una importante contribución a la teología evangélica. la historia de la salvación es el registro de las obras de la gracia divina para la salvación del mundo. De etapa en etapa, la maravillosa redención llevada a cabo por Dios en Cristo -de manera única, irrepetible y siempre perfecto- fue registrada por escrito y convertida en norma, canon, para el pueblo de Dios.
Así como en la cruz el Salvador pudo decir «Consumado es» Juan 19:30), también podía exclamar al ser completado el canon: «Realizado es». Ya no queda nada más por revelar hasta la segunda venida de Cristo. Corno escribe Ridderbos: «al completarse el canon, la historia de la redención llegaba a su conclusión; ya podía empezar la historia de la Iglesia».
Concretamente, la historia de la Iglesia del N.T. no empezó el día de Pentecostés. Comenzó al cerrarse el canon. Porque lo que leemos en Hechos forma parte todavía de la historia de la salvación.
El libro de Hechos es llamado, con toda propiedad, el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Por medio de sus apóstoles, Cristo establece la Iglesia y esto se describe en términos de crecimiento de la Palabra, tanto o más que de crecimiento numérico de personas:
«Y crecía la Palabra de¡ Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén..»
«... la Palabra del Señor crecía y se multiplicaba...»
«... y la Palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia...»
«...así crecía y prevalecía poderosamente la Palabra del Señor»
(Hechos 6:7; 12:24; 13:49; 19:20)
Y así fue cómo la Palabra llegó desde Jerusalén a Roma. Cuando Pablo hubo predicado el Evangelio en el corazón mismo del Imperio Romano, Cristo Jesús entró triunfante como Rey de reyes allí donde Satán tenía su poderoso trono, la ciudad de las siete colinas (Apocalipsis 17:9). La tarea de los apóstoles llegó a su fin. El libro de los Hechos de los Apóstoles podía cerrarse ya.
Las obras de Dios son perfectas. Y la obra de la redención es la más perfecta y maravillosa obra divina. ¿Cómo imaginar siquiera la más mínima imperfección en la obra reveladora del Salvador? El Señor no hace nunca las cosas a medias; nunca ha dejado por terminar ninguna de sus obras. Si la salvación expresa el carácter perfecto de las actuaciones divinas, también tiene que mostrarlo el relato inspirado de esta redención.
Mientras que el Espíritu Santo sigue obrando en la historia de la Iglesia, no debemos confundir, sin embargo, su trabajo providencial en medio de su pueblo con la inspiración por parte de este mismo Espíritu del registro sagrado de acontecimientos salvíficos llevados a cabo por Dios en Cristo. Es decir, debemos diferenciar la historia de la salvación -la historia del canon- de la historia de la Iglesia. 0 lo que es lo mismo, discernir el fundamento del edificio que, luego, va edificándose sobre dicho fundamento único (Efesios 2:20).
Cuando el libro de los Hechos de los Apóstoles llega al final, este final cierra los últimos episodios de la redención llevada a cabo por Cristo. Ya no queda nada más que decir tocante a la redención y a la revelación. Sólo quedaba por hacer una cosa, una sola cosa: la puesta por escrito de algunos documentos más del Nuevo Testamento y el cierre definitivo del canon.
Como señala Ridderbos, esta perspectiva supone un importante discernimiento desde otro punto de vista:
El cierre del canon no forma porte de la historia de la Iglesia. Porque la Iglesia no hizo el canon; como tampoco el Evangelio fue obra suyo. Tanto el Evangelio como el Canon crearon a la Iglesia.
La autoridad de los apóstoles es la autoridad de Cristo mismo. No hay diferencia entre lo que Pablo enseña por «mandamiento» o por «permiso», o, sin tener mandamiento, bajo su propia responsabilidad.
La autoridad del apostolado fue ejercida personalmente en el primer siglo y quedó limitada a este tiempo. los apóstoles murieron y su testimonio dejó de ser personal para convertirse en palabra escrita. El apostolado fue un ministerio único e irrepetible por la misma razón. Único por quedar circunscrito a aquellos que el Señor llamó e invistió de autoridad, una autoridad ejercida con la ayuda del Espíritu Santo, que hizo de los escritos apostólicos textos inspirados e infalibles. Así lo explica Ridderbos:
«Los apóstoles no fueron simplemente testigos o predicadores en sentido general, en sentido eclesiástico. Su palabra es una palabra reveladora, es, en realidad, el testimonio único, dado una vez por todas, sobre Jesucristo; un testimonio frente al cual tanto la Iglesia como el mundo son responsables y por el cual seremos juzgados todos, creyentes e inconversos».
La autoridad de la Biblia
¿De dónde procede la autoridad de la Biblia? De su autor: Dios.
-Porque Dios es la máxima autoridad, su Palabra es la máxima autoridad.
-Porque Dios es absoluto, su Palabra es autoridad absoluta.
La naturaleza de la autoridad de la Biblia es triple:
- necesaria
- total
- final
«Si la Biblia es el portador único de la autoridad del Dios Creador único y de Jesucristo, el Salvador único del mundo, ello supone que no puede surgir -ni en la Iglesia ni fuera de ella, otra fuente de autoridad que pretenda suplantar su lugar. La autoridad de la Biblia radica en Dios, el único que tiene derecho soberano sobre el universo entero»
(Andrés Kirk)
El Canon: ¿Confesión de fe de la Iglesia o fuente de la fe de la iglesia?
Marción y el canon del Nuevo Testamento
«El desafío de Marción al cristianismo obliqa a las iglesias a decidir qué libros debían estar incluidos en los Escrituras sagradas y cuáles no. En esta perspectiva, Marción habría hecho más bien que daño a la Iglesia. ¿No quedó establecido el canon del Nuevo Testamento como consecuencia del desafío de Marción a la cristiandad?»
Con estas u otras palabras parecidas se suele explicar hoy en multitud de libros y seminarios la génesis del canon novotestamentario y los origenes de su formación.
¿Es correcta dicha «explicación»? 0, dicho de otro modo, ¿queda despachada así, suficientemente, toda la compleja problemática de la gestación del canon cristiano?
Evidentemente, Marción sirvió de acicate para que las iglesias proclamaran y confesaran cuáles eran a su parecer los escritos inspirados del Nuevo Testamento.
Todos estamos de acuerdo en que Marción ayudó a la Iglesia a definirse en su confesión de fe sobre el canon sagrado de manera oficial e inequívoca.
Pero no olvidemos que mientras la proclamación de la Iglesia es confesión de fe, el Canon es fuente de fe. Es decir, algo muy distinto. Sin esta fuente primera no existiría la posterior confesión.
¿Historia de la formación o del reconocimiento del canon?
La Iglesia no decidió nunca qué libros tenían que formar el Nuevo Testamento. la Iglesia, las iglesias, confesaron los escritos que habían recibido de la autoridad de los apóstoles, porque eran conscientes de que debían cimentarse sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (cf. Ef. 2:20).
El Señor, en su providencia, ya había decidido desde el principio los libros que constituirían el Canon inspirado.
Muchos hablan hoy de la «historia de la formación del canon». Creo que este lenguaje puede inducir a confusión y operar como una cortina de humo que dificulta la visión clara de toda la problemática inherente en las cuestiones que atañen a la autoridad del Nuevo Testamento. En lugar de referirnos a la «formación del canon», sería más concreto y exacto matizar: «historia del reconocimiento del canon».
Porque la Iglesia no formó, sino que reconoció el canon. la Iglesia no engendró el N.T., sino que reconoció agradecida los escritos que le eran dados por el testimonio apostólico.
En términos sencillos, digamos que la Iglesia fue la editora, pero no la autora del canon inspirado.
Autores como Ridderbos, Bruce y Ramm han señalado atinadamente que Dios es soberano tanto en la revelación como en la salvación. Por consiguiente, la génesis del canon no hay que ir a buscarla en la historia de la Iglesia, sino en la historia de la salvación.
El carisma de la inspiración no lo dio Dios a la Iglesia, sino a sus profetas y apóstoles escogidos precisamente con la finalidad de que fueran testigos autorizados de la vida, la muerte, la resurrección y las enseñanzas de Jesucristo (cf. Jn. 17:20). Testigos inspirados, se entiende.
La autoridad inspirada de los apóstoles es el fundamento, mientras que las confesiones y los credos de la Iglesia pertenecen al edificio que va construyéndose a lo largo de los siglos hasta que Cristo vuelva, para ser un templo santo en el Señor.
Repitámoslo: el testimonio y los credos de la Iglesia son confesión de fe. Pero el canon mismo es fuente de fe, fuente inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16).
Significado de la condena de Marción
¿Por qué fue criticado, y rechazado, Marción al reducir el número de los libros del Nuevo Testamento?
La oposición que recibió de parte de los líderes más destacados de las iglesias y de cristianos de mayor valía, como lreneo y Tertuliano, no obedecía a rencillas ni antipatías personales. Ellos estaban contra Marción porque rechazaba gran parte de los Evangelios y otras porciones de los escritos apostólicos que no admitía en su lista -o canon- particular.
¿Qué significa esto? Que ya existía una colección de libros tenidos como inspirados en las iglesias y considerados canónicos, independientemente del hecho de que el discernimiento de cada comunidad necesitó cierto tiempo para reconocer algunos de estos escritos, exactamente como había ocurrido en el antiguo Israel para reconocer todo el Antiguo Testamento.
la condena de Marción como hereje es inimaginable sin la existencia previa de una colección de escritos tenidos como inspirados. Ello supone el concepto bien arraigado de una norma identificada corno una colección de la que era ¡lícito apartarse, pues era canon para la Iglesia de Iodos los tiempos.
Por ejemplo, lreneo defiende los 4 Evangelios, ni uno más ni uno menos (Ady. Haer, 111, 1 1) con un claro sentido de continuidad con lo que siempre se había creído y con las fuentes inspirados de donde se había bebido. La dependencia de Ireneo de anteriores y continuados convicciones con respecto al canon de los 4 Evangelios se remontaba a Papías y a Policarpo.
Para Tertuliano, los 4 Evangelios tienen por autores a los apóstoles, a quienes impuso el Señor mismo el encargo de predicar las buenos nuevas. Si tenemos también por autores a discípulos de los apóstoles (los apostólicos Marcos y Lucas) estos últimos no han escrito solos, si. no con los apóstoles y según los apóstoles (cf. lucas 1:2). Porque la predicación de los discípulos podría ser sospechosa de vanagloria si no estuviera apoyada por la autoridad de los maestros y por la autoridad de Cristo mismo, quien hizo a los apóstoles maestros (Tertuliano, Contra Marción, IV, 2).
Aquí tenemos compendiada toda la teología del Canon.
El Canon, ¿Historia de la Iglesia, o historia de la Salvación?
El vocablo griego «Canon» que utilizamos, tanto por nuestra parte como en el cristianismo primitivo, se empleaba con dos significados: 1. Para referirse a una regla o norma (Gálatas 6:16).
2. Haciendo alusión a una lista o colección de libros inspirados. Desde el tiempo del período apostólico (historia bíblica, o de la salvación) hasta la época postapostólica (la época de la Iglesia) se produjo una progresión, o evolución, del lenguaje: primero fue el canon de la fe, como regla y norma reconocidas desde el principio de la predicación apostólica como inspirados (y éstos sobre la base de su apostolicidad, su antigüedad y su verdad).
Esta progresión conlleva asimismo una continuidad. Comprobamos esta ininterrumpida continuidad en el testimonio de Justino, lreneo, Tertuliano y otros autores hasta llegar a Atanasio, quien confiesa recibir como inspirado lo que ha sido transmitido desde el principio con este carácter.
Marción, pues, no movió a las iglesias a formular una lista de libros autorizados como si nunca antes hubiese habido ninguna. Marción, simplemente, forzó a las iglesias a confesar su fe con rotundidad, para informar al mundo inequívocamente de las fuentes de su fe.
Porque la Palabra de Dios es fuente de fe, mientras que la palabra de la Iglesia es solamente confesión de fe.
Afirmaba Zwinglio con razón:
«La Santa iglesia Cristiana, de la cual Jesucristo es la única cabeza, ha nacido de la Palabra de Dios, en la cual permanece y no escucha la voz de un extraño».
El canon no es el producto de la decisión de la Iglesia, de ninguna iglesia.
La diferencia entre Roma y la Reforma en este punto no consiste en el valor intrínseco de la Escritura como Palabra de Dios, que ambas reconocen igualmente. La diferencia tiene que ver con el reconocimiento de ese valor divino de la Escritura y la manera de llevarse a cabo. Según Roma, dicho reconocimiento dependería de la Iglesia C.R. Según la Reforma, de las mismas evidencias de la Escritura que se impone por sí misma a la Iglesia. La Reforma, a diferencia de Roma, no ató el canon a la Iglesia, sino la Iglesia al canon. Como enseñaba Calvino:
«Por lo que la Iglesia, al recibir la Sagrado Escritura y al vindicarla por su sufragio, no la hace más auténtica, como si antes hubiese sido dudosa; sino porque la Iglesia la reconoce como la pura verdad de su Dios, la reverencia y la honro, obligada por su deber de piedad» 0. Calvino, Institución, 1, 7)
la verdad histórica, pura y simple, es que todo lo que constituye el Nuevo Testamento no fue el producto, sino la base de la decisión de la Iglesia al expresar la conciencia de su aceptación y reconocimiento de lo que el Espíritu le reveló que era canon, es decir, norma inspirada. Es aplicable al N.T. lo que Josefo decía de los libros del Antiguo:
«se impusieron al consenso general de Israel como órdenes de Dios».
El desafío de Marción obligó a la Iglesia a confesar, pero no a elaborar el canon cuya gestación y orígenes arrancan de la historia de la salvación.