Re: ¿Cuanto gana tu pastor?
En Santiago de Chile, la gran mayoría de los sacerdotes diocesanos recibe un sueldo del Arzobispado que corresponde a $120.000 pesos chilenos mensuales (equivalente a US$230 al mes). Esa es la Iglesia multimillonaria.
Copio acá una entrevista al obispo auxiliar de Santiago de Chile, que además es el presidente del Consejo Económico del Arzobispado. Es muy interesante.
Macroeconomía eclesiástica
Monseñor Fernando Chomali
Para el obispo auxiliar, presidente del Consejo Económico del Arzobispado de Santiago y miembro del comité de financiamiento de la Iglesia a nivel nacional, la situación patrimonial de la Iglesia chilena es crítica. Los recursos de la diócesis son paupérrimos y dice que la realidad en regiones es aún peor…Y como es acelerado, su desafío es lograr de aquí a tres años la contribución al culto del 16% de la feligresía.
Tiene mente de ingeniero civil y corazón de sacerdote. Es ejecutivo, metódico y trabajador a niveles enfermizos, pero al mismo tiempo es apasionado, bondadoso e irradia una espiritualidad que llega hasta la médula. Quizás por eso que cuando se necesitó poner alguien potente a la cabeza del Consejo Económico del Arzobispado de Santiago, monseñor Francisco Javier Errázuriz no dudó en elegirlo. Dicen que tuvo buen ojo, pues el obispo auxiliar de Santiago, monseñor Fernando Chomalí Garib (49), se lo tomó tan en serio que se propuso duplicar los ingresos actuales de aquí a tres años.
-Si no lo logro…No sé qué pasaría si no lo logro –dice con cara de preocupación–. Tenemos tanta necesidad, hace falta tanto dinero para continuar con nuestra obra evangelizadora, que si yo pudiera tomarme los medios de comunicación para sensibilizar a la gente, te prometo que lo haría…Pero ya sabes, cuando se trata de la Iglesia es mejor actuar con prudencia.
El día de la entrevista estaba tan presionado por el tema, que no tuvo empacho en hablar sin censura ni límite de tiempo, de la sensibilidad de los chilenos, de la práctica del catolicismo, de las vocaciones, de los sacerdotes que no hacen votos de pobreza… de todo. Recibió a Capital en su oficina en el Arzobispado de Santiago, donde curiosamente no hay papeles ni carpetas. Todo el material de trabajo está en su notebook y su mini palm. Dos apoyos que lo acompañan a todos lados y le permiten cumplir con los cientos de compromisos que tiene diariamente.
Tiene montones de cargos. Aparte de las responsabilidades señaladas, es miembro de la Comisión Nacional de Bioética de la Conferencia Episcopal desde 2003 y desde el 2005 párroco de María Madre de la Misericordia y rector de la Iglesia Rectoral de la Sagrada Familia, ambas en La Dehesa. También es el titular del decanato de Manquehue, de la Zona Cordillera y moderador de la Curia Metropolitana.
-¿Con qué palabra definiría la situación financiera del Arzobispado de Santiago?
-¡Uh!, estamos en una situación crítica.
-¿Peor o mejor que otros tiempos?
-La Iglesia nunca ha estado en una situación de superávit, pero hoy día, dada la enorme complejidad que existe en la sociedad, el dinero que recibimos alcanza cada vez menos.
-¿Pero cuál es el sentido profundo de la contribución del 1% a la Iglesia?-Es un signo de pertenencia. Si yo soy miembro de la Iglesia, tengo que hacerme parte de todo lo que pasa al interior de ella, de cómo se pagan las cuentas, cómo se construye una parroquia en una población, cómo se financian las obras sociales, cómo se capacita a los agentes pastorales, cómo se hacen las catequesis, y –lo que es más importante– cómo se forma un sacerdote. Todo eso requiere de recursos. Sin embargo, tomando en cuenta todo lo que los fieles reciben, tanto en términos tangibles como intangibles, el aporte es bastante pobre. Apenas el 8% de los que se declaran católicos, que según el último censo bordean el 70% de la población, contribuye con el 1% de sus ingresos a la Iglesia.
-¿Cómo está la Iglesia Católica respecto de otros credos?
-Pienso que otros credos se sienten muchos más co-responsables económicamente de su iglesia que los católicos.
-¿A qué atribuye eso?
-Yo le he dado muchas vueltas a ese tema y creo que hemos fallado en comunicar lo que hacemos. Pienso que hemos sido demasiado tímidos y escrupulosos respecto de algo que es muy obvio. La Iglesia es una institución que sirve mucho.
-Pero algo más debe pasar. Según cifras internacionales, Chile es un país bastante caritativo. Fundaciones como el Hogar de Cristo, Las Rosas, María Ayuda, entre otras, cuentan con aportantes muy comprometidos. Y si vamos más allá, diversos movimientos apostólicos logran aportes que superan con creces lo que la Iglesia dioce-sana reúne anualmente. ¿Qué tienen ellos que tienen mejor convocatoria?
-Cuando a ti te dicen que con mil pesos estás ayudando a que cuatro niños tomen desayuno cada mañana, eso te cala profundamente. La labor de la Iglesia, en cambio, es menos tangible. Está en la conversación con el sacerdote, en el trabajo evangelizador de los agentes pastorales, en los cursos de crecimiento, en la limpieza del templo, en las casas de acogida, en la misa dominical, en los servicios sacramentales… Es como hacerle ver a las personas el valor inestimable del aire. ¡Difícil!. Pero hay una cosa que quiero que quede clara. El 1% de contribución a la iglesia no es un acto de caridad, es un acto de justicia respecto de lo que significa la Iglesia para cada uno de los fieles. Lo que hace el Hogar de Cristo, la Fundación Las Rosas, que son obras maravillosas, son obras de caridad, y felicito a quien las apoya. Pero eso no los exime de su obligación con la Iglesia. Lo mismo quienes pertenecen a movimientos con espiritualidades propias.
-Sin embargo, pareciera que la gente siente que cumplió con la Iglesia al hacer actos de caridad.
-Sí, mucha gente cree que eso. Pero está equivocada.
-¿Y qué están haciendo ustedes para revertir esa situación?
-Bueno, para empezar estamos recurriendo a los medios. ¡Si yo pudiera hacer una gran campaña televisiva! Pero en fin, también hay que ser cuidadoso… Nuestra gran tarea es hacer que los fieles reconozcan el gran servicio que reciben de la Iglesia. Lo agradable que es llegar a un templo limpio, conversar con un sacerdote que está adecuadamente preparado, participar de una celebración litúrgica como corresponde, un matrimonio, un bautizo y la vida eclesial en general. La gente tiene que saber que un sacerdote diocesano requiere de siete u ocho años de formación. Yo, por ejemplo, estudié en Roma cuatro años y parte importante del financiamiento de esos estudios provinieron de la Iglesia alemana. A mi me parece que la sociedad chilena de hoy perfectamente podría financiar los doctorados y licenciaturas de los sacerdotes, entendiendo que lo que ellos aprenden va en directo beneficio de la población. Para que tengas una idea, cada sacerdote cuesta entre 30 y 40 millones de pesos. Es muy caro porque son muy poquitos por curso.
-¿Alemania sigue siendo un gran benefactor de la Iglesia chilena?
-No. Hoy día ellos están más enfocados a Europa del Este, Africa, Asia, países con muchísimas más necesidades que nosotros.
-¿Por qué es tan rica la Iglesia católica alemana?
-Tiene muchos recursos producto de la obligatoriedad que tienen los alemanes creyentes de dar el 1% de sus ingresos. Por ley ellos tienen que poner en sus contratos de trabajo a qué iglesia pertenecen o a qué obra social quieren colaborar, y se los descuentan de su sueldo. Y como hay muchos católicos y estamos hablando de un país que tiene un ingreso per cápita de 36 mil dólares al año, el aporte es importante.
-¿Esa obligatoriedad podría hacerse acá?
-Difícil. Sería considerado como un impuesto y en Chile la gente no quiere saber nada de impuestos.
La realidad de los sacerdotes
-¿Cuánto gana un sacerdote diocesano en Chile?
-La gran mayoría de los sacerdotes y religiosas reciben una congrua de 120 mil pesos mensuales. Dinero que claramente no les alcanza para vivir. Algunos viven condiciones infrahumanas. Ello es muy doloroso.
-¿Con cuánto estarían bien?
-En mi opinión un sacerdote debiese recibir un aporte tal que le permita moverse en libertad, disponer de un medio de locomoción adecuado, tener una casa digna donde vivir, alimentarse adecuadamente y tener recursos para dar a los más necesitados… A los sacerdotes nos piden mucho. Con unos 300 mil pesos mensuales quizás podrían lograrlo.
-Pero eso no es poco para un país pobre como éste. Hay familias enteras que viven con 120 mil pesos mensuales, y menos.
-Eso es cierto y habla muy mal de nuestro país. El sacerdote se debe a la comunidad y para ello tiene que estar en buenas condiciones. Una persona subalimentada o estresada por problemas económicos no puede servir a la comunidad. La obligación del Arzobispado de Santiago es hacerse cargo de los sacerdotes para que puedan ejercer su ministerio de manera digna.
-¿Qué paga un sacerdote con esos 120 mil pesos?
-Sus gastos. Alimentación, traslados, vestimenta. Además, siempre ayudamos a alguien.
-¿Recibe lo mismo un sacerdote de La Legua que uno de la Dehesa?
-Lamentablemente no. Hay algunos que, dado el lugar donde trabajan, reciben más o menos. Hay casos en que el arzobispado ni siquiera tiene que ayudarles con una congrua, pues los fieles se hacen cargo de sus gastos. La realidad de La Dehesa, por ejemplo, es muy distinta de la de La Legua. En términos generales, cada parroquia recauda el 1%, y dependiendo del monto y las necesidades se quedan con un porcentaje y entregan otro. En mi parroquia en La Dehesa el 85% de lo que se recauda va al Arzobispado de Santiago, a la Conferencia Episcopal u otros, y retiene solo el 15%. Pero hay otras parroquias que solo entregan el 10% de lo que recaudan y se quedan con el 90%.
-¿Quién determina la redistribución de esas platas?
-El Arzobispado de Santiago. Hay un estatuto.
-¿Podría afectar en la contribución del 1% el contraste que ven algunos fieles entre una Iglesia que se declara austera y la imagen de algunos sacerdotes pulcramente vestidos?
-Los sacerdotes diocesanos estamos llamados a llevar una vida austera y muy en concordancia al medio. Pienso que todo lujo de parte de un sacerdote no es un buen testimonio. Yo no desearía que me asociaran con una persona poco austera.
-Ahora, hay muchos que tienen un buen pasar porque provienen de familias adineradas.
-Absolutamente. Yo, por ejemplo, lo más probable es que por el contexto familiar que tengo nunca me falte nada. Eso lo tengo más que claro. Doy gracias a Dios por eso. Pero no tengo tan claro que lo puedan decir la gran mayoría de los sacerdotes. Por lo mismo, nosotros tenemos que velar respecto de ellos. Somos hermanos.
-Hay sentimientos encontrados respecto de la situación económica de la Iglesia. Es probable que si le preguntáramos a la gente cómo creen que está la Iglesia financieramente, la gran mayoría diría que se trata de una organización rica. ¿Por qué cree usted que existe esa percepción?
-Quizás porque en otros tiempos la Iglesia vivió una situación de mucha holgura. A principios del siglo pasado hubo gente muy generosa que hizo grandes donaciones materiales, sobre todo en terrenos y propiedades. Pero eso ya no se da. El 1% de contribución representa casi el 60% del dinero con el que cuenta la diócesis de Santiago. El resto son pequeñas donaciones, arriendos, etc. Todo lo que tiene la Iglesia que es visible, las iglesias en el centro, los terrenos para construir iglesias, son un intangible. Nada se vende, nada es liquidable. Tú ves mi parroquia en La Dehesa, que es una maravilla. Bueno, te digo aquí y ahora que aunque me ofrezcan todo el oro del mundo, esa iglesia jamás se vendería para construir un edificio, jamás. El encuentro con el Señor no tiene precio.
-Aunque esa plata solucione todos los problemas de la diócesis.
-Aunque así fuera.
-¿Cuánto cree usted ha afectado en el compromiso de los fieles con su Iglesia las situaciones de algunos sacerdotes vinculados a escándalos?
-Han sido experiencias tremendamente lamentables para la Iglesia. Cualquier acto que implique la agresión a una persona o a un niño por parte de un clérigo es absolutamente condenable. No hay cabida en el sacerdocio para esas personas. Sin embargo, me parece que representan una gota en el océano de agresión en la cual estamos inmersos y una gota dentro de la labor magnífica que hace la Iglesia. Hay algunas personas que podrían excusarse de colaborar con la Iglesia por ese hecho, pero no son las personas con una fe madura que piensan que al final la conducción es del Espíritu Santo.
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