Re: ¿creen los protestantes evangélicos que Jesús era Dios cuando nació?
Eso de que Dios no deja nada sin respuesta es matizable. En realidad no es que Dios no responda, sino que más bien nosotros no podemos comprenderlo todo. San Pablo lo dice claramente:
1Cor 13,9-12
Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
La Revelación está completa. La comprensión de la Revelación, todavía no. De ahí que el dogma haya evolucionado a lo largo de la historia de la Cristiandad. Lo explica muy bien San Vicente de Lerins en su Commonitorio:
¿Que le estará preocupando a L.F.P.
Vemos unas frases de Vicente de Lennis, en una época en la que se iniciaba el monasticismo (siglo V)
Citas de la Sagrada Escritura
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. Mt 7, IS.
Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras. 2Jn 10.
Carísimos, no creáis a cualquier espiritu, sino examinad los espiritus si son de Dios, porque muchos seudoprofetas han salido (a escena) en el mundo. I Jn 4, 1.
Ojo a los perros, guardaos de los malos obreros, cuidado con la mutilación. Flp 3, 2.
Si se alzare en medio de ti un profeta o un soñador que te anuncia una señal o un prodigio, aunque se cumpliese la señal o el prodigio de que te habló, diciendo: vamos tras de otros dioses, dioses que tú no conoces, y sirvámosles, no escuches las palabras de ese profeta o ese soñador. Dt 13, 1-3.
Evita las profanas y vanas parlerías, que conducen a una mayor impiedad, y su palabra cunde como gangrena, 2 Tim 2, 16.
¡Ay de ellos, que han seguido la senda de Caín y se dejaron seducir del error de Balaám por la recompensa, y perecieron en la rebelión de Coré! Jds 11.
No os dejéis llevar de doctrinas varias y extrarñas; porque es mejor fortalecer el corazón con la gracia que con viandas, de las que ningún provecho sacarán los que a ellas se apagaron. Heb 13, 9.
Y aun todo lo tengo por pérdida a causa del sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por cuyo amor todo lo sacrifiqué y lo tengo por basura, con tal de ganar a Cristo. Flp 3, 8.
...Con fe y buena conciencia. Algunos que la perdieron naufragaron en la fe. / Tim 1, 19.
Caminábais bien. ¿Quién os ha impedido obedecer a la verdad? Cal 5, 7.
Asi dice Yave: Haced alto en los caminos y ved, preguntad por las sendas antiguas: ¿Es ésta la senda buena? Pues seguidla, y hallaréis reposo para vuestras almas. Jere, 16.
Para que ya no seamos niños, que fluctúan y se dejan llevar de todo viento de doctrina por el juego engañoso de los hombres, que para seducir emplean astutamente los artificios del error. Ef 4, 14.
Que siempre están aprendiendo, sin lograr jamás llegar al conocimiento de la verdad. 2 Tim 3, 7.
Ahora veamos lo que nos ha aportado L.F.P.
Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es entonces posible en la Iglesia de Cristo?
Ciertamente que debe haber progreso, ¡Y grandísimo! ¿Quién podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara impedirlo? Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso por la fe, no de modificación.
Es característica del progreso el que una cosa crezca, permaneciendo siempre idéntica a sí misma; es propio, en cambio, de la modificación que una cosa se transforme en otra.
Así, pues, crezcan y progresen de todas las maneras posibles la inteligencia, el conocimiento, la sabiduría, tanto de la colectividad como del individuo, de toda la Iglesia, según las edades y los siglos; con tal de que eso suceda exactamente según su naturaleza peculiar, en el mismo dogma, en el mismo sentido, según una misma interpretación.
Que la religión de las almas imite el modo de desarrollarse los cuerpos, cuyos elementos, aunque con el paso de los años se desenvuelven y crecen, sin embargo permanecen siendo siempre ellos mismos. Hay gran diferencia entre la flor de la infancia y la madurez de la ancianidad; no obstante, quienes ahora son viejos son los mismos que fueron adolescentes. El aspecto y el porte de un individuo cambiará, pero se tratará siempre de la misma naturaleza y de la misma persona. Los miembros de un lactante son pequeños y más grandes los de los jóvenes, y siguen siendo los mismos. Tantos miembros tienen los adultos cuantos tienen los niños; y si algo nuevo aparece en edad más madura, ya preexistía en el embrión; así, nada nuevo se manifiesta en el adulto que ya no se encontrase de forma latente en el niño.
No cabe ninguna duda de que éste es el proceso regular y normal del progreso, según el orden preciso y bellísimo del crecimiento: el crecer en la edad revela en los grandes las mismas partes y proporciones que la sabiduría del Creador había delineado en los pequeños. Si la forma humana adoptase con el tiempo un aspecto extraño a su especie, si se le añadiese o se le quitase algún miembro, necesariamente todo el cuerpo moriría o se haría monstruoso, o al menos se debilitaría.
Estas mismas leyes de crecimiento debe seguir el dogma cristiano, de modo que con el paso de los años se vaya consolidando, se vaya desarrollando en el tiempo, se vaya haciendo más majestuoso con la edad, pero de tal manera que siga siempre incorrupto e incontaminado, íntegro y perfecto en todas sus partes y, por así decir, en todos sus miembros y sentidos, sin admitir ninguna alteración, ninguna pérdida de sus propiedades, ninguna variación en lo que está definido.
Pongamos un ejemplo. Nuestros padres, en el pasado, han sembrado en el campo de la Iglesia el buen grano de la fe; sería por demás injusto e inconveniente si nosotros, sus descendientes, en lugar del trigo de la auténtica verdad tuviésemos que recolectar la cizaña fraudulenta del error. En cambio, es justo que la siega corresponda a la siembra y que recojamos, cuando el grano de la doctrina llega a la madurez, el trigo del dogma. Si con el paso del tiempo, una parte de la semilla original se ha desarrollado alcanzando felizmente la plena madurez, no se puede decir que haya cambiado el carácter específico de la semilla; puede darse un cambio en el aspecto, en la forma, una concreción más precisa, pero la naturaleza propia de cada especie permanece intacta.
¿Ha cumplido estos requisitos la Iglesia Romana a partir de su separación de la ortodoxia?
¿Cumple su dogmática los principios que señala Vicete de Lerins?
Observemos esta frase:
Si se alzare en medio de ti un profeta o un soñador que te anuncia una señal o un prodigio, aunque se cumpliese la señal o el prodigio de que te habló, diciendo: vamos tras de otros dioses, dioses que tú no conoces, y sirvámosles, no escuches las palabras de ese profeta o ese soñador. Dt 13, 1-3.
Se ha producido esto en el romanismo?
Si cambiamos la frase
"vamos tras de otros dioses" por "
vamos tras de otras diosas" si se ha producido.
A esto LFP le añade lo que quien desee tener que lo pida.
Pero se olvida que esto tiene unos requisitos. Estan en el inicio del Evangelio de Juan.
"A los que le recibieron (a Cristo)
se les dió potestad de ser hechos hijos Dios, los cuales no son engendrados de carne y sangre, sino de Dios".
La diferencia esta en ser recibido por una iglesia o en recibir a Cristo.