Es como preguntar qué fue primero: si el huevo o la gallina. Es evidente que cuando el poder terrenal abrazó el cristianismo ocurrieron dos cosas, una buena y otra mala:
1) La buena: Dios permitió así que se detuviera el derramamiento de sangre y los cristianos pudieran tener paz y tranquilidad de conciencia y culto (sólo durante ciertos años, y por niveles).
2) La mala: Dar camino libre al paganismo para permear y diluir al Cristo interior por un falso cristo oficial y oficioso, ebrio de la sangre de los justos. Es decir, que a raíz de aquello se abrió la puerta a una religión cristiana en la que abundaba (y abunda) todo lo que Dios dio por terminado en la Cruz, a saber:
-Estructura piramidal de poder con separación sacerdocio/laicado
-El dislocamiento de María/Santos para convertirlos en figuras vestales receptáculo de adoración y paseo por plaza.
-La rigidez del culto, echando al Espíritu Santo literalmente de una patada.
-La estatua, el diezmo-bula, la exclusividad del sacerdocio, el templo externo, etc.).
En definitiva el poder absoluto que corrompe absolutamente, de lo cuál la ICR y sus hijas son y han sido claro ejemplo. Aún así, creo que Dios en su precioso sentido del humor optó por esta opción para separar a los que de verdad son suyos. A fin y al cabo, los que quieren oír siempre salen de enmedio de ella, por mucho que ella les quiera arrancar la cabeza. Y si no que se lo pregunten a mi querido Miguel de Molinos, et al.
Amor,
Ibero