El ajuste de Hilel
Mientras el Sanedrín presidió en Jerusalén, no hubo un calendario fijo, sino que cada año se evaluaba a fin de determinar si debía ser declarado un año bisiesto.
Cuando Hilel II instituyó el calendario perpetuo debido a la inminente disolución del Sanedrín (ver Meses), él también incorporó al calendario los años bisiestos.
El calendario de Hilel tiene ciclos de diecinueve años, en que cada ciclo contiene siete años bisiestos: el 3.º, el 6.º, el 8.º, el 11.º, el 14.º, el 17.º y el 19.º.
La longitud del año bisiesto estándar es de 384 días, si bien también puede tener 383 o 385.
Existen exactamente catorce modelos diferentes a los que se pueden adaptar los años hebreos, se distinguen por la longitud del año y el día de la semana en que cae Rosh Hashaná. Debido a que las reglas son sumamente complejas, es posible que un cierto modelo se repita varias veces en el curso de unos cuantos años y luego no se repita durante muchísimo tiempo. Pero el calendario judío es famoso por su extrema precisión: aquí no se “pierde” ni se “gana” tiempo como ocurre en otros calendarios.
Antes del ajuste
El Sanedrín tenía en cuenta distintos factores en el curso de sus deliberaciones a fin de establecer si un año determinado debía ser declarado un año bisiesto. El factor principal, que tenía precedencia sobre todos los demás, era el equinoccio de primavera. Si el equinoccio de primavera caía más tarde que en la primera mitad del mes de Nisán (vale decir, el 16 del mes o más tarde), entonces, ese año se declaraba automáticamente un año bisiesto. Esto se debe a que, tal como se mencionó anteriormente, el versículo afirma: “Observarás el mes de la primavera y entonces harás la ofrenda de Pesaj”6 .
Sin embargo, no bastaba con que Pesaj cayera después del equinoccio, en que era “oficialmente” primavera; también, era necesario que hubiera ciertas “condiciones ambientales” de primavera. Por ejemplo, si en la Tierra de Israel, la cebada aún no había madurado7, y los árboles todavía no tenían los frutos de la estación, entonces, eso era razón suficiente para postergar el mes de Nisán agregando un segundo mes de Adar. La primavera tenía que sentirse en el aire; tenía que ser una época verde.
Había también varios factores no relacionados con la estación que el Sanedrín tenía en cuenta. Por ejemplo, cuando las rutas o los puentes estaban en mal estado, debido a la época de lluvias, impidiendo así que los peregrinos pudieran viajar a Jerusalén para Pesaj.
Mientras el Sanedrín presidió en Jerusalén, no hubo un calendario fijo, sino que cada año se evaluaba a fin de determinar si debía ser declarado un año bisiesto.
Cuando Hilel II instituyó el calendario perpetuo debido a la inminente disolución del Sanedrín (ver Meses), él también incorporó al calendario los años bisiestos.
El calendario de Hilel tiene ciclos de diecinueve años, en que cada ciclo contiene siete años bisiestos: el 3.º, el 6.º, el 8.º, el 11.º, el 14.º, el 17.º y el 19.º.
La longitud del año bisiesto estándar es de 384 días, si bien también puede tener 383 o 385.
Existen exactamente catorce modelos diferentes a los que se pueden adaptar los años hebreos, se distinguen por la longitud del año y el día de la semana en que cae Rosh Hashaná. Debido a que las reglas son sumamente complejas, es posible que un cierto modelo se repita varias veces en el curso de unos cuantos años y luego no se repita durante muchísimo tiempo. Pero el calendario judío es famoso por su extrema precisión: aquí no se “pierde” ni se “gana” tiempo como ocurre en otros calendarios.
Antes del ajuste
El Sanedrín tenía en cuenta distintos factores en el curso de sus deliberaciones a fin de establecer si un año determinado debía ser declarado un año bisiesto. El factor principal, que tenía precedencia sobre todos los demás, era el equinoccio de primavera. Si el equinoccio de primavera caía más tarde que en la primera mitad del mes de Nisán (vale decir, el 16 del mes o más tarde), entonces, ese año se declaraba automáticamente un año bisiesto. Esto se debe a que, tal como se mencionó anteriormente, el versículo afirma: “Observarás el mes de la primavera y entonces harás la ofrenda de Pesaj”6 .
Sin embargo, no bastaba con que Pesaj cayera después del equinoccio, en que era “oficialmente” primavera; también, era necesario que hubiera ciertas “condiciones ambientales” de primavera. Por ejemplo, si en la Tierra de Israel, la cebada aún no había madurado7, y los árboles todavía no tenían los frutos de la estación, entonces, eso era razón suficiente para postergar el mes de Nisán agregando un segundo mes de Adar. La primavera tenía que sentirse en el aire; tenía que ser una época verde.
Había también varios factores no relacionados con la estación que el Sanedrín tenía en cuenta. Por ejemplo, cuando las rutas o los puentes estaban en mal estado, debido a la época de lluvias, impidiendo así que los peregrinos pudieran viajar a Jerusalén para Pesaj.