Re: Chavez finalmente acepta su posibilidad de morir
[h=1]Hugo Boss: lo que aprendí de la enfermedad mental de Hugo Chávez[/h] Por Christopher Hitchens
Christopher Hitchens escribió sobre su visita a Venezuela en 2008 junto a
Sean Penn, durante la cual obtuvo una rara visión de la salud mental de
Hugo Chávez
Seann Penn y Christopher Hitchens durante su visita a Venezuela en 2008
Cuentas recientes de una necrofilia politizada por parte de Hugo Chávez puede parecer casi demasiado espeluznante para creer, pero puedo atestiguar por experiencia personal que bien puede ser una subestimación. En las primeras horas del 16 de julio, justo a la medianoche para ser más precisos, el capo de Venezuela ofició una ceremonia macabra. Esto implicó la exhumación de los restos mortales de Simón Bolívar, líder de la rebelión de América Latina contra España, quien murió en 1830. De acuerdo con un
vívido artículo escrito por Thor Halvorssen el 25 de julio de 2010 en el
Washington Post, el esqueleto se desmenuzó –inclusive Chávez twitteó los procedimientos para la audiencia– y algunos dientes y huesos fueron separados para ser examinados. Las piezas residuales fueron colocadas en un ataúd marcado con el sello del gobierno de Chávez.
En uno de los discursos de libre asociación que lo han vuelto célebre, Chávez hizo un llamamiento a Jesucristo para escenificar la resurrección de Lázaro y reanimar las partes constitutivas de Bolívar. Dijo: "Tuve algunas dudas pero tras observar sus restos, mi corazón dijo 'Sí, soy yo' Padre, ¿eres tú o quién eres tú? La respuesta: 'Soy yo, pero despierto cada cien años cuando despierta el pueblo’".
Como si "canalizara-televisara” esta identificación no muy sutil de Chávez con el héroe nacional, la televisión venezolana se vio obligada a emitir imágenes de Bolívar, seguidas por las de los restos, y luego fotos del jefe. La banda de sonido fue el himno nacional. Desde que los medios norcoreanos declararan a Kim Jong-il como la reencarnación de Kim II Sung que no había tenido lugar este claro intento por crear un necrocracia, o tal vez mausolocracia, en la que el reclamante vivo asumiera el manto carnal de los difuntos.
El cadáver de Simón Bolívar es como cualquier cadáver, pero su legado es mucho más digno de robo que el de Kim II Sung.
El general en su laberinto, la novela de Gabriel García Márquez, es un buen punto donde comenzar si quieren entender la combinación de cualidades trágicas y heroicas que mantienen aún hoy vivo su recuerdo. (En Nueva York, la
estatua ecuestre de Simón Bolívar todavía domina la intersección de la Avenida de las Américas y de Central Park South.) La idea de unos Estados Unidos de Sudamérica será siempre un sueño poco convincente, pero en la sangrienta batalla por su logro Bolívar corta una cifra considerable, como lo hizo en sus otras capacidades como traidor, criminal de guerra y fornicador en serie, también amorosamente retratado por Márquez.
En el otoño de 2008 fui a Venezuela como invitado de Sean Penn, quien mantiene una templada amistad con Chávez. El tercer miembro de nuestra partida era el excelente historiador Douglas Brinkley, y pasamos un buen rato volando por todo el país en avión presidencial de Chávez y también saltando con él de mitin en mitin a nivel del suelo.
Al jefe le encanta hablar y ha batido récords de longitud de discursos como Fidel Castro. Bolívar es el tema del que nunca se cansa. Su primer movimiento uniformado de amotinamiento –que no pudo llevar a cabo con un golpe militar en 1992–, lleva su nombre en honor a Bolívar.
Volviendo tardíamente pero con éxito a la política electoral, llamó a sus seguidores "Movimiento Bolivariano". Desde que asumió la presidencia, el nombre oficial del país ha sido la República Bolivariana de Venezuela (Chávez habrá deseado en más de una oportunidad haber nacido en Bolivia). En las reuniones de gabinete solía dejar una silla vacía en caso que el espíritu de Bolívar optara por asistir a los procedimientos chavistas. No pasó mucho tiempo para que esta obsesión heroica lo revelara a sí mismo en formas extrañas.
Una tarde, mientras volábamos los cielos, Brinkley preguntó delicadamente si las grandes compras de Chávez de buques de guerra rusos no podrían ser interpretadas por Washington como una violación de la Doctrina Monroe. La respuesta del jefe fue impresionantemente inmediata. No lo sabía con seguridad, dijo, pero deseaba fervorosamente que así lo fuera. "Los Estados Unidos nacieron con impulso imperialista. Ha habido una larga confrontación entre Monroe y Bolívar... Hay que acabar con la Doctrina Monroe". En su diatriba contra la maldad montada por Estados Unidos, Penn intervino para decir que seguramente a Chávez le gustaría ver el arresto de Osama Bin Laden.
Me impresionó enormemente la forma en que el jefe despreció esta obertura. El esencialmente dudaba de la existencia de Al-Qaeda y los informes de sus ataques contra el enemigo del norte. "Yo no sé nada de Osama Bin Laden que no llegue a mí a través del filtro de Occidente y su propaganda". A esto, Penn respondió que Bin Laden había proporcionado un buen número de sus propias emisiones de videos. Me impresionó una vez más la forma en que Chávez rechazó esta lúcida oferta como ejemplo de prueba de vida. Estas llamadas evidencias eran un mero producto de la televisión imperialista. Después de todo, “Hay una película con norteamericanos pisando la Luna”, se burló, “¿Significa eso que realmente haya ocurrido? En la película, la bandera yanqui vuela en línea recta, entonces, ¿hay viento en la Luna?”. Mientras Chávez sonreía triunfante con esta lógica, se creó una situación embarazosa entre mis camaradas.
Chávez, en otras palabras, está muy cerca del momento culminante en el que anunciará que es un huevo escalfado y que requiere de un pedazo muy grande de pan tostado con manteca para que pueda tumbarse y tomar una siesta relajante.
Incluso su macabra búsqueda de alimento en el ataúd de Simón Bolívar fue impulsada inicialmente por su teoría de que la autopsia demostraría que el Libertador había sido envenenado, muy probablemente por ruines colombianos. Esto tal vez sería una licencia póstuma por la continua hospitalidad venezolana a las FARC, la banda narco-criminal, con una actividad transfronteriza que poco hace para fomentar la fraternidad regional.
Mucha gente se rió cuando Chávez apareció en el podio de las Naciones Unidas en septiembre de 2006 y declaró que olía a azufre del diablo debido a la presencia de George W. Bush. Pero la evidencia es que él tiene una debilidad idiota por los hechizos y los encantamientos, así como muchos de los síntomas de paranoia y megalomanía. Tras el fracaso del intento de Bolívar de crear la Gran Federación de Colombia –que unió brevemente a Venezuela, Colombia, Ecuador, y otras naciones–, el ministro de EE.UU. en Bogotá, el futuro presidente William Henry Harrison, dijo de él que "bajo la máscara del patriotismo y apego a la libertad, realmente ha estado preparando los medios para invertir con el mismo poder arbitrario". La primera vez fue una tragedia, esta vez también es una tragedia, pero mezclada con un fuerte elemento de farsa.