Diversos artículos sobre la vergonzante campaña contra la Iglesia Católica en este país que se llama, todavía, España.
Y el burro delante "pa que no se espante":
Asunto profesores religión:
¿Deben ser personas ejemplares los profesores de religión?
Sin duda. Tampoco es que deban ser santos con corona y con alas en las espaldas como ángeles, pero deben de mantener un testimonio personal acorde con lo que están enseñando
¿Y si no lo son?
Pues deben dejar de ser profesores de religión
¿Y si se casan con un divorciado?
Deben de ser consecuentes consigo mismo y abandonar la enseñanza de la fe católica. Porque, ¿cómo pueden enseñar acerca de la indisolubilidad del matrimonio si ellos mismos viven con un divorciado?
Para ver esto claro, hemos de leer la carta de San Pablo a los Romanos, la parte en la que habla a los "maestros judíos de la ley":
Rom 2,17
He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.
Cambiemos la palabra "judío" y "ley" por las de "cristiano" y "evangelio" y tenemos la solución bíblica a esta polémica
¿Y si lo que enseñan no es religion católica?
Los maestros EDUCAN a nuestros hijos. Por tanto, es exigible que mantenga un comportamiento ético correcto o, cuanto menos, que no hagan ostentación de actuaciones que van en contra de la fe en la que queremos que nuestros hijos crezcan. Es decir, yo no puedo exigir a un maestro de química que sea católico practicante y buen padre de familia, pero sí puedo exigirle que no enseñe a mis hijos sobre la validez moral de una vida apartada de esas condiciones. Es decir, mientras si el maestro se limita a dar su asignatura, la cosa no tiene mayor problema. Pero, ¿quién nos garantiza que un profesor de física no puede "moralizar" incorrectamente a nuestros chavales?
Creo que en la Escuela Pública no existe esa garantía y, lo que es peor, no parece que vaya a existir en un futuro a medio y largo plazo
Luis Fernando Pérez
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La educación de los hijos, a pesar de la bendición que trae consigo, ya es una tarea lo suficientemente difícil como para que encima desde el Estado se nos pongan trabas cada dos por tres. Cuando dejamos a nuestros retoños en la escuela, estamos confiando en la profesionalidad de unos maestros que no se limitan a llenarles las cabezas de conocimientos empíricos sino que también se quiera o no, trasmiten una forma de pensar y de vivir, aunque sea nada más a través de su ejemplo personal en la convivencia diaria. Pues bien, si somos católicos responsables en España y queremos que, aparte de en nuestra casa, en el colegio nuestros chavales sean educados en los valores éticos y morales del evangelio, tenemos dos opciones:
- Ganar el suficiente dinero como para pagar un colegio privado en el que sepamos que el profesorado es como debe de ser tanto profesional como humanamente.
- Confiar en que la divina providencia se disfrace de suerte y en el colegio público al que asisten nuestros hijos, el profesorado sea, no ya católico, sino decididamente anticatólico.
Porque claro, si, por poner un ejemplo, yo, como católico, le enseño a mi hijo que la homosexualidad es una aberración y un pecado, pero luego aparece un profesor que, en nombre de la liberad de cátedra, le enseña justo lo contrario, ¿qué puedo hacer?
En este país llamado España resulta cada vez más complicado el educar a los niños y niñas del futuro en los valores de la civilización cristiana. No sólo resultan bombardeados desde los medios de comunicación con basura inmoral y perversa sino que ni tan siquiera en la escuela pública tienen garantizada la educación basada en los principios morales y éticos que nacen de 20 siglos de presencia cristiana en el mundo.
Como padres católicos no nos queda más remedio que empezar a levantar nuestra voz de forma clara y contundente o, de lo contrario, nos espera un futuro pavoroso.
Y si alguna vez se plantea de verdad, y no sólo en foros o en artículos periodísticos, una opción política de carácter plenamente católica para este país, este tema de la educación ha de ser absolutamente prioritario
Luis Fernando Pérez Bustamante
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O la coherencia o la nada
Pudo llamar por teléfono, y ni tan siquiera tal cosa hacía falta. Lo sabía perfectamente. Pero no: doña Resurrección Galera, la profesora de Religión del colegio público almeriense Ferrer Guardia, de los Llanos de la Cañada, provincia de Almería, apareció en el centro rodeada de micrófonos y cámaras de TV, con toda una cohorte de políticos, sindicalistas y compañeros, y no dudó en ofrecer su relato y enseñar su casa a don Juan Bedoya (prohibidas las rimas vulgares con el apellido), el enviado de El País, el periódico que ha hecho suya la epopeya de la nueva heroína para conseguir el verdadero objetivo: apedrear a la Iglesia. Porque claro, de lo que se trataba no era de confirmar si el pérfido obispo almeriense había denegado la Declaración Eclesiástica de Idoneidad, sino de montar el número. A fe mía que lo ha conseguido.
El País (4 de septiembre) ha montado, una vez más, el tinglado de la antigua farsa... anticristiana, con los habituales mimbres. A saber:
1. La iglesia es cruel. Resurrección, llena de "dolor y rabia" (quizás más rabia que dolor) no puede cumplir su vocación de profesora de religión por haberse casado con un divorciado.
2. La religión no tiene entidad científica. O sea, entre nosotros, que es poco seria. No tiene entidad como para ser una asignatura y mucho menos como para ser una vivencia. O sea, que la fe, objeto de los presuntos desvelos del escribano cuando hay posibilidad de armar follón, es una tontuna. Debe desaparecer de las escuelas y, de paso, del mundo.
3. La hipócrita acusación de hipocresía. La profesora está llena de amargura, pero suspira por el verdadero cristianismo de Jesús, naturalmente opuesto a la perfidia burocrática de la jerarquía eclesiástica, porque ambas instituciones, por supuesto, son antitéticas. A la Iglesia de Jesús, naturalmente, la representa la propia Resurrección, frente a los curas, que han manipulado su mensaje y se han constituido en un órgano de poder. Así, las lágrimas de cocodrilo de doña Resurrección, no le impiden anunciar, no sólo una demanda laboral (sería comprensible, si se queda sin trabajo), sino una impugnación ante el Tribunal Constitucional (TC) contra la totalidad del sistema de financiación de las clases de religión, es decir, el sistema en el que ella ha vivido y trabajado varios lustros, sin decir ni pío. Y, en verdad, del TC puede esperarse cualquier cosa.
4. La locura (locos llenos de furia y rabia, o así, que dijo el Bardo): en el artículo de El País sale a relucir, ¿a que no se lo imaginan?, la Inquisición. Galileo, y el hijo de la familia hebrea Mortara (palabra que no nos inventamos nada, está todo en el reportaje). Doña Resurrección afirma que algunos obispos la habrían quemado en la hoguera si estuviésemos en la Edad Media (la profe no se entera, la hoguera fue utilizada con mayor profusión durante la edad moderna con llegada del ilustrado Renacimiento, pero es que las críticas al Medievo, puestas negro sobre blanco, siempre resultan muy eficaces).
Pero de todas las declaraciones (una sola a favor, breve y machacada por el comentario subsiguiente) en contra de la decisión del Obispado de Almería, que considera que una profesora de religión católica debe ser coherente con la doctrina de la Iglesia, la que más me ha llamado la atención ha sido la del secretario general de de Enseñanza de UGT, Juan Ramón Copa, quien calificó el caso como "escandaloso y kafkiano": la decisión de una Iglesia que despide (no despide, pero es igual) a una profesora de Religión católica por casarse con un divorciado mientras admite al arzobispo Milingo, tras casarse con una mujer por el rito de la Iglesia Moon. Pues verá, señor Copa, es que existe una pequeña diferencia entre Milingo (prohibido hacer rimas vulgares con el apellido) y Resurrección: el uno se ha arrepentido de su boda, la otra no sólo no se arrepiente, sino que la aprovecha para lanzar una campaña contra la Iglesia, ahora que los poderosos del mundo (los medios y los políticos, por ese orden) la jalean.
Doña Resurrección, por lo demás, naturalmente presa del dolor, continúa su discurso: "¿Qué ley permite este despido inhumano, qué ley prohíbe enamorarse, a qué ley acuden los obispos para decir que mi marido y yo vivimos en adulterio?" Pues muy sencillo: acuden a la ley moral que usted estaba encargada de enseñar a sus discípulos, la que cree en el compromiso de uno con una y para siempre. ¿Es pecado enamorarse? Naturalmente que no. Lo que es pecado es convertir cada enamoramiento en un matrimonio y en una convivencia, rompiendo un compromiso anterior o colaborando a romper el compromiso del cónyuge.
Pero es que, además, doña Resurrección, el pecado conlleva pena moral, no legal, así que no se preocupe mucho. La Iglesia podrá reprobar su actitud. Que es, doña Resurrección, exactamente lo que usted reprobaría a su actual pareja si mañana se enamorara de otra y convirtiera ese sentimiento en convivencia, dejándola a usted tirada. Le exigiría lo mismo que el Obispado de Almería le está exigiendo a usted: que sea coherente, que sea fiel a su compromiso, libremente asumido.
Por tanto, puede usted enamorarse cuantas veces lo desee, puede incluso convivir con todos sus enamorados dejando atrás al anterior cada vez que vuelva a enamorarse, y en cada uno de esos pasos puede hacer usted mofa y cuchufleta de las reprobaciones eclesiásticas: pero parece excesivo pedirle a la Iglesia que, mientras usted hace eso, la Iglesia certifique su "idoneidad" para enseñar a sus alumnos la indisolubilidad del matrimonio. Es más, la Iglesia está obligada a "despedirla". Si no lo hiciera, incurriría en una falta grave. Especialmente en su caso, porque ha sido usted quien ha elevado su particular querella a debate nacional. Porque entonces (otra cuestión que esperamos esté enseñando a sus alumnos) la Iglesia estaría provocando escándalo, y ese Jesús a quien usted alude, advirtió que al escandalizador más le valdría colgarle una rueda de molino y arrojaran al mar.
La enseñanza significa transmisión de pensamiento, de ideas y de actitudes. Ningún alumno va a aprender ética de un homicida, ni matemáticas de quien no sepa sumar. Y si quiere ejemplos de coherencia, vayan dos por delante, dos ejemplos que le tocan de cerca, práctico el uno, teórico el otro. Francisco Ferrer Guardia, que da nombre a su centro escolar, fue un pedagogo anarquista coherente con sus ideas ácratas. Tan coherente, que fue acusado de instigar la Semana Trágica catalana, sometido a Consejo de Guerra y fusilado en el Castillo de Montjuich. Naturalmente, los católicos discrepamos de su "Escuela Moderna", pero admiramos la coherencia de vida entre sus postulados y su biografía. Si se hubiese conformado con una acracia a medida, al igual que usted y El País pretenden un catolicismo a medida de los propios gustos de cada uno, seguramente se habría ahorrado el fusilamiento, pero tampoco le hubiesen puesto su nombre a un colegio.
Segundo caso, esta vez de coherencia doctrinal: el del político almeriense del PP (nada que ver con la ministra Pilar del Castillo, que está haciendo "todo lo que puede" por que usted permanezca en un puesto incompatible con su actuación) y presidente de la Diputación de Almería, Rogelio Rodríguez, quien ha apoyado al obispado (y, por tanto, se ha ganado las iras de El País). Don Rogelio ha dicho algo tan simple y definitivo como ésto: "Hay que predicar con el ejemplo". Resulta que don Rogelio está divorciado y vuelto a casar, pero ha dejado tranquilos, y en su sitio, los principios, por más que, si alguna vez fueron suyos, los haya violentado. Don Rogelio no vive como piensa, pero no ha terminado por pensar según vive.
Porque aquí de lo que estamos hablando es de coherencia. Mala cosa cuando al coherente le tachamos de integrista, porque sin coherencia no hay pensamiento que valga. O las ideas, y la información, sirven para ser puestas en práctica (aunque sea en la práctica de las propias convicciones) o es que no se valoran en nada ni tampoco sirven para nada. Sin coherencia la vida social no es posible, pero es que el pensamiento tampoco. De hecho, el mundo actual se enfrenta a un dilema: O la coherencia o la nada.
@Hispanidad.com
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Una asamblea andaluza de 1.300 profesores de Religión apoya al obispo de Almería
Los maestros aseguran que lo que se pretende es acabar con la asignatura en las escuelas
La Asociación Profesional de Profesores de Religión en Centros Estatales de Andalucía, que agrupa a 1.350, lamentó en su reunión del pasado 16 de junio «la campaña orquestada por determinados grupos y medios de comunicación contra la presencia de la Religión en los centros públicos y contra el marco jurídico actual, encubriéndola en la hipócrita defensa de una profesora de Religión de Almería que con sus actuaciones públicas ha dejado al descubierto sus carencias para formar parte del colectivo de profesores de Religión». Ayer, Galera visitó el colegio donde dio clases.
Resurrección Galera, acompañada de su marido, visitó ayer el colegio Ferrer Guardia, donde impartía clases
Álex Navajas/A. Domínguez - Madrid.-
Los representantes de los 1.350 docentes también aseguraron en el comunicado final de la reunión que «repugna a esta Asamblea que quienes vienen haciendo todo lo que pueden para acabar con la presencia de la Religión en la Escuela, quieran convertirse ahora en paladines de la defensa de los derechos laborales de la profesora, que se ha autoexcluido para el ejercicio de las enseñanza de la Religión y Moral Católica».
Ayer, la delegada de medios de comunicación del obispado de Almería, María Cassinello, declaró a LA RAZÓN que «Resurrección Galera no ha querido nunca acercarse al obispado a hablar con el obispo», aunque reconoció que no se suele comunicar a los profesores la no renovación del contrato. Respecto al número de profesores a los que no se les vuelve a contratar, Cassinello no dio cifras concretas, pero aseguró que «casi siempre se renueva el contrato, porque es gente seria».
Legislaciones de otros países
La portavoz del obispado de Almería observó que «otros países tienen legislaciones muy similares para la elección de los profesores de Religión», y que en España, las otras tres grandes religiones, el protestantismo, el islamismo y el judaísmo, «tienen los mismos acuerdos de enseñanza con el Estado que la religión católica». A raíz de estas declaraciones, Kamal Bem, miembro del Departamento de Educación de la Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España (ATIME). declaró a LA RAZÓN que «en el Islam no se elegiría un profesor de Religión que pudiera dar mal ejemplo a los alumnos o que, simplemente, no viviera aquello que enseña».
Mientras, ayer se siguieron vertiendo críticas sobre el obispo de Almería, Rosendo Álvarez Gastón. Según declaró ayer a Europa Press el secretario general de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT (FETE-UGT), Jesús Ramón Copa, no renovar el contrato de trabajo a una profesora de Religión por haberse casado con un hombre divorciado es «escandaloso y kafkiano», cuando la Iglesia sí ha admitido al arzobispo de Lusaka (Zambia), Emmanuel Milingo, tras casarse con una mujer por el rito de la secta Moon.
Responsables de la Federación de Enseñanza de Comisiones Obreras aseguraron también ayer que «explorarán» las «vías judiciales y sindicales» posibles para «conminar al Gobierno a que modifique» los acuerdos con la Santa Sede en materia de contratación de personal docente de la asignatura de Religión.
El presidente de la Federación Estatal de Profesores de Enseñanza Religiosa (sindicato cercano a CCOO), Luis Guridi, aseguró que «hay otros muchos casos» de no renovaciones de contrato de profesores cada año, aunque no facilitó más datos.
Por otra parte, la ministra de Educación, Cultura y Deporte, Pilar del Castillo, volvió a insistir ayer que «será la Conferencia Episcopal, la Iglesia, quien tiene que tomar la decisión, porque son los que tienen la competencia de acuerdo con el marco legal, en el que nos tenemos que mover, de hacer las propuestas de los profesores de Religión». (Efe, Ep)
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Asunto Gestcartera:
El dinero de la Iglesia
Los escándalos financieros tienden a confundir a los bienpensantes y a los políticos, a partes iguales. Los lectores sin prejuicios se pierden en la abstrusa terminología de los medios informativos, mientras los políticos intentan, simplemente, sacar tajada del invento. Así, toda persona o institución, cuyo nombre aparezca en un artículo sobre un escándalo financiero tiende a ser convertido en verdugo, aunque se trate de la víctima, a través de la confusión entre “implicados” y “afectados”. Ocurre que en el escándalo Gescartera sólo hay un verdugo: los promotores o colaboradores de esta agencia de valores, incluidos los altos cargos de la Administración. Hay una tercera categoría, que son los árbitros del partido, la CNMV, que puede pecar por tonta, por mala, o por las dos cosas a la vez.
Así, entre los afectados, es decir, entre las víctimas, se cuentan diversas instituciones religiosas o humanitarias, entre ellas un obispado y algunas ordenes regulares. Pues bien, la traducción popular y política es ésta: la Iglesia está implicada, cuando lo que ha sido es estafada.
Aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid, el PSOE e Izquierda Unida han jugado con este equívoco, y han solicitado que el Estado suprima las subvenciones a la Iglesia. Aquí se deja ver, una vez más, el sentido patrimonialista que determinados políticos tienen del dinero que manejan, que no es suyo, sino de todos los españoles. Esos mismos españoles que, en la única posibilidad que se les permite de decidir el objetivo de sus impuestos, apoyan que parte de ellos, una parte muy pequeña, porque el Estado no permite más, pero representativa, vaya a financiar a la Iglesia, Olvidan también, la labor social de esa misma Iglesia. Olvidan, asimismo, que ocho millones de españoles acuden a misa cada domingo. Olvidan, por último, que los católicos financiamos con nuestros impuestos actividades que atentan claramente contra nuestras convicciones, por ejemplo, el aborto.
Pero en algo sí tienen razón los progres de la izquierda española (por cierto, cuando esa izquierda española abandone su progresismo anticlerical, alcanzará el poder. La derecha nunca ha sido consciente de lo mucho que debe al sentimiento mayoritariamente católico, practicante o no, de la sociedad española). Tienen razón en aquello que desearían no tener. Es decir, ¿por qué un obispado, o una orden religiosa, o Caritas española tiene que ceder su liquidez a una agencia de valores, organismo especulativo donde los haya? ¿Que gana menos, es decir, que pierde dinero? Pues que gane menos o lo pierda. La Iglesia, como toda institución, secular o religiosa, necesita patrimonio, pero está menos claro que necesite otra liquidez que la del día a día (esta bien, del mes a mes). Si a un obispado le sobran 500 millones de pesetas, no debe cederlos para su administración a una sociedad o agencia de valores, sino emplearlo, de forma inmediata, en evangelizar, remodelar su maltrecho patrimonio inmobiliario (es decir, iglesias y locales), canalizarlo a través de Caritas, crear un medio informativo, etc. El resto es providencial, es decir, confianza en la Providencia, que nunca abandona a los lirios del campo.
Naturalmente, esta actitud sitúa a la Iglesia en inferioridad de condiciones respecto a cualquier otra institución humana, al menos con criterios contables o pecuniarios: Pues muy bien, viva la inferioridad.
Es cierto que, en una sociedad moderna, resulta muy difícil sustraerse a los mecanismos financieros. Desde el momento en que se abre una cuenta corriente, no ya en una agencia de valores, sino en una caja de ahorros, la entidad introduce ese dinero en los circuitos financieros, sea a través de la compra de deuda pública o en los mercados secundarios, tanto de renta fija como variable, eminentemente especulativos, porque el primer mandamiento de la economía moderna es que el dinero no puede permanecer parado. En cualquier caso, el ideal es que la Iglesia se aleje lo más posible de los mercados financieros, donde sólo una de cada 200 pesetas (o euros, o dólares) tienen por objetivo apoyar la inversión y la creación de puestos de trabajo. Las, o los, 199 restantes, se dedican a la especulación, que sólo de forma indirecta apoya al tejido económico... muy digno tejido, sí señor, pero que tampoco constituye el objetivo de la Iglesia.
Recientemente, el mandamás de uno de los movimientos seculares más importantes de la Iglesia católica, enviaba a todos sus asociados españoles unas normas de administración económica auténticamente espartanas. Reducía el número de vehículos que podían tener en propiedad cada una de sus filiales, el número de teléfonos móviles, los periodos de vacaciones y otras manifestaciones de riqueza mundana. Porque nada corrompe más a cualquier movimiento cristiano que la superabundancia de bienes. La Iglesia mendicante puede resultar muy pesada para el conjunto de la sociedad, pero suele ser más fiel al evangelio. Claro que, seguramente, ni el PSOE ni Izquierda Unida estaban pensando en este principio cuando proponían suprimir la financiación pública de la Iglesia católica en España: lo que intentan es ahogar financieramente a la Iglesia, pero esto no es una noticia.
En cualquier caso, el caso Gescartera puede marcar la renovación de la gestión económica de la Iglesia. Que no es poco.
Eulogio López
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Las cuentas del gran Álvaro Cuesta
Ya lo dijo el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero: los socialistas no van a utilizar el escándalo Gescartera para atacar al Gobierno (es mentira, claro está, pero este tipo de declaraciones demuestran que el joven líder opositor de tonto no tiene un pelo). Y en parte es cierto: la modernidad socialista no está utilizando Gescartera para cobrarse la cabeza de un ministro, sino para vapulear a la Iglesia, que, ante el vacío ideológico de la izquierda, es la única forma (junto al aborto, claro está) de mantener en alto la bandera progre. Ahora bien, por esa razón, de atacar al Gobierno se encargan sus lugartenientes, que un estadista no puede mancharse las manos de barro.
Y así llega don Álvaro Cuesta, el gran capitán de Zapatero, made in mayo-francés-68-¡oh-sí!, y aprovecha las pérdidas "cosechadas" en Gescartera por la Iglesia para pedir que el Estado deje de financiar a la Iglesia. La respuesta de la diputada popular Ana Mato, ha resultado pertinente: "La mayoría de los ciudadanos españoles quieren que se financie a la Iglesia Católica porque la mayoría de los ciudadanos somos católicos". Hablamos de pertinencia por el plural de doña Ana, por el "somos". Que una diputada del PP se confiese católica es como para que las campanas del país toquen a gloria.
Con todo, resulta que esa no es la respuesta a don Álvaro y su sino. En pocas palabras, el mensaje, convenientemente aireado por la progresía, de don Álvaro, sigue la técnica de las cifras mágicas: El Estado, ha venido a concluir el ilustre progre, subvenciona al a Iglesia con unos 300.000 millones de pesetas. ¡Qué barbaridad! Hay que dejar de pagar dinero a curas especuladores que invierten (es decir, pierden y son estafados) dinero en un latrocinio como Gescartera.
No hay nada como una cifra redonda, es decir, mágica, para ganar el debate público, ya que no el debate intelectual. Porque, claro, resulta que más del 90% del monto total exhibido por nuestro Gran Capitán de El Tercio de la Contabilidad Nacional, es el dinero abonado por el Ministerio de Educación a los colegios religiosos concertados. Es decir, que el Estado se ahorra un dinero inmenso, dado que si los alumnos de los centros concertados tuvieran que acudir a una escuela pública para cumplir con el precepto estatal de la enseñanza obligatoria, la broma le saldría por un pico. Y resulta, además, que la mayoría de los españoles, empezando por los hijos de los votantes socialistas, prefieren llevar a sus hijos a un colegio de curas que a una escuela o instituto público. Y a eso, el señor Cuesta lo llama "subvenciones".
Sigamos con las cifras, resulta que los españoles, porque les da la gana, y a través del IRPF, financian a la Iglesia con 15.000 millones de sus impuestos. El Estado aporta otros 7.000, para mantener a una Iglesia que paga a sus curas con el salario mínimo. La iglesia obtiene mucho más de las limosnas de los fieles, proporcionadas por la misma razón: porque les da la gana.
La Iglesia recibe migajas del Estado (y se ve obligada a acudir al patrocinio privado) por mantener en pié el grueso del patrimonio artístico español. Otro ahorro para el Estado, así como obras asistenciales de todo tipo, desde sanitarias a cuidado de inmigrantes, sin techo, ancianos (cada día más relevante y donde el Estado ahorra mucho dinero gracias a la Iglesia y a los particulares), vagabundos, disminuidos, drogadictos, prostitutas, etc, dinero y asistencia que se ahorra el Estado. A cambio, la Iglesia sólo recibe, y de forma claramente discriminatoria, dinero para instituciones como Caritas, la mayor y más eficaz ONG del planeta.
La Iglesia, tampoco recibe un duro por alimentar universidades y centros de investigación, medios informativos y electrónicos, foros de debate, así como por proporcionar consuelo y sentido de la trascendencia a la legión de desesperados que pueblan el mundo en general y España en particular, que no deja de ser una obra más gloriosa, y eficaz que el tratamiento psicológico. Pero se trata de un intangible difícil de encuadrar en un balance.
Total, que el Estado aporta a la Iglesia para su gastos corrientes, 7.000 millones de pesetas, seguramente menos del 5% de todo el movimiento pecuniario eclesial, sin contar patrimonio. Si yo fuera Álvaro Cuesta, tendría mucho cuidado con las cifras. Su manera de razonar es centrífuga. Por la misma razón, aludida para quitarle dinero a la Iglesia, se podría decir que el Estado subvenciona a los médicos de la sanidad pública para que cuiden la salud de la población. Más que subvencionarles, uno diría que les está pagando por un realizar un labor social de primer orden. O lo mismo que decir que el Estado subvenciona a los automovilistas al construir carreteras o a los patones cuando instala semáforos.
Pero dicho todo esto, caminando desde el final al principio, es cierto que determinadas obispados y órdenes religiosas invirtieron a través de Gescartera. En hispanidad.com no nos ha gustado la reacción de algunos prelados. Es lógico que, ante un ataque mezquino, la Iglesia se defienda, pero también lo es que Gescartera debería servir para modificar determinados hábitos en la financiación de la Iglesia. Insistimos en lo dicho en nuestro editorial del pasado martes 22: La Iglesia necesita patrimonio (principalmente inmobiliario) y liquidez (por ejemplo, para atender al clero jubilado), pero más lo primero que lo segundo. Ahorrar no es función de una institución que, como los lirios del campo, confía en la Providencia y, aunque es cierto que en el mundo moderno no se puede vivir sin liquidez, la liquidez de la Iglesia no debe depositarse en una agencia de valores, organismo de suyo especulativo, que compra acciones de Repsol a las diez y cuarto y las vende a la diez y media. Si en un momento dado a una institución católica le sobra el dinero, tiene mil objetos donde emplearlo y mil necesidades que cubrir. Este criterio de liquidez tendente a cero fue el empleado por Juan Pablo II para reformar las finanzas vaticanas, que hoy viven, principalmente, de la limosna de los fieles canalizada a través de las diócesis. Y otro ejemplo que marcó Juan Pablo II fue el de dejar en manos de laicos especializados (por ejemplo, del banquero español José Ángel Sánchez Asiaín) la gestión de la "liquidez" o "falta de liquidez", vaticana. Y la dejó bien. Gescartera podría ser el punto de inflexión para un cambio de estas características en la Iglesia española. Los padres de familia, los gestores o los ministros, hacen bien en atesorar "remanentes" para llegar a fin de mes o a fin de año: a la Iglesia sólo debe interesarle llegar a la Eternidad (otro intangible contable, espacial y temporal). ¿Qué se trata de una ingenuidad idealista? Sí, así califica el mundo (no el periódico, sino la mundanidad) la vida y la doctrina de los creyentes.
Hay otro problema. Los progresistas deberían aplaudir a la Iglesia, porque es a institución más descentralizada que existe. Cada obispo es soberano en su diócesis y cada abad o dirigente regular hace de su capa un sayo en su ámbito. Por tanto, no cabe una gestión económica unificada. Un gestor habitual se volvería loco en un esquema de estas características, tan poco empresariales. Pero ahí está la gracia: la Iglesia no es una empresa.
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