Originalmente enviado por: Alejandro Pimentel:
¡Cuán lejos estamos de la verdad! (nótese que digo «estamos»). Con razón que Nietzsche dijo que Dios está muerto, pero que él no lo había matado, más bien lo encontró muerto en aquellos que dicen que está vivo (mil disculpas por no recordar la cita exacta). Soy protestante (de «tradición» reformada), pero hay veces que no quisiera reconocerlo en público. Me avergüenzo de mis hermanos protestantes que participan en este «foro cristiano» porque lo han convertido en un «foro romano» —ese foro de la antigua Roma imperial donde los condenados a morir usaban toda suerte de armas para ver a quién vejaban, herían y asesinaban primero. No me puedo avergonzar de mis hermanos católicos porque no soy uno de ellos, aunque las actitudes que muestran son igual de vergonzosas.
Mis hermanos protestantes cometen el mismo pecado que cometió parte de la curia romana del siglo XVI: ignorancia intransigente. Nótese que he calificado la ignorancia como «intransigente», porque la ignorancia en sí no es pecado. Todos somos ignorantes en cierto sentido, Pero la intransigencia es otra cosa… Uds. saben a lo que me refiero.
Me viene a la mente esa fabulosa serie de películas de la década de los 70: El planeta de los simios et alli. En una parte, Charlton Heston es juzgado por herejía, pero cuando quiere defenderse a sí mismo y «hablar» delante del trío de magistrados (orangutanes), estos se tapan la boca, los oídos y los ojos respectivamente: ¡ignorancia intransigente!
¡Así hicieron con Lutero y Calvino! ¡Así hizo Lutero con los judíos! ¡Así hizo Calvino con Miguel de Servet! ¡Así hicieron los príncipes alemanes con los anabaptistas! ¡Así hicieron los franceses con los hugonotes! Y la lista fácilmente puede seguir con Lord Cromwell, el Tribunal del Santo Oficio, los puritanos de Nueva Inglaterra (qué irónico… escapar de la persecución religiosa en Europa para establecer una persecución religiosa en América), y este foro.
Hermanos cristianos, cuánto quisiera que este foro sea un medio para enriquecer nuestras vidas. ¿Por qué no podemos aprender de nuestras diferencias?
Dicen los expertos que para este nuevo milenio se avecina una era donde el antiguo paganismo y secularismo hará mella en las sociedades supuestamente cristianas. No sé si esto es cierto. Lo que sí estoy convencido es que el verdadero mensaje cristiano debe traer esperanza al mundo.
Con esto no quiero dar a entender que debemos tirar por la borda nuestras convicciones religiosas y teológicas. Todos las tenemos y si hurgamos más descubriremos que hasta presuposiciones filosóficas tenemos. Pero, creo que (inocentemente) todo eso debe ser secundario al verdadero mensaje de Cristo: «Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con toda el alma, con toda tu mente… Amarás al prójimo como a ti mismo. Estos dos preceptos sustentan la ley entera y los profetas» (Biblia del Peregrino).
Alejandro Pimentel