Almas del purgatorio, rezar por ellas, nos lo devuelven multiplicado por 100

 
 
 
El purgatorio de las religiones cristianas es aquella región del mundo de los espíritus que los espiritualistas denominan las "Tierras Crepusculares (Mundo Gris o de Penumbras, “Twilight Lands”) junto con las Tierras del Alba o del Amanecer (“Dawn Lands”).
No son pocos quienes al morir se hallan en estas regiones del mundo del espíritu, si bien la gran mayoría de los mortales que fallecen hallan su adecuado lugar en algún estrato de la Primera Esfera espiritual, la cual, con sus muchos Subplanos, se ubica por encima de esos purgatorios, y está imbuida de más luz, armonía y calidez que los purgatorios.
Purgar significa expiar, deshacerse de lo nefasto, de lo que está diametralmente opuesto a la armonía decretada por Dios Mismo para TODA Su Creación. Por descontado que esto duele y escuece, porque es como quemar y hacer cenizas algunas convicciones y actitudes que uno llamaba "mi manera de ser". Todo odio hacia otros - sean quienes sean -, todo repudio y aversión visceral, todo prejuicio arraigado, deben ser incinerados en el purgatorio antes de que la persona - ahora un espíritu - pueda progresar a regiones más luminosas. Mientras albergue esas cosas no podrá avanzar. Simplemente es la ley de la decantación, o de la afinidad, propiamente nombrada. Si en el seno de una persona hay grijas y piedras, ¿cómo va a poder ascender hasta donde sólo el fino limo se tolera? Sus guijarros le retendrán allá abajo... hasta que los suelte, hasta que se desprenda de ellos, dejando de catalogarlos como "su ser" o "su manera de ser".

Es su libre albedrío el que aquí opera supremo. Dios Padre no intervendrá, porque LIBRES nos creó, y Él jamás revoca Sus decretos.
El individuo mismo debe ponderar lo que resulta de sus adscripciones e identificaciones. Y sólo cuando el resultado no le satisfaga se planteará la necesidad de hacer algún cambio... ¡en sí mismo! Inútil que pretenda cambiar su entorno. Su entorno es no más que un reflejo o espejo de la realidad de su alma, mucho más allá que aquí, aunque aquí en la Tierra también. O cambia ella, o nada cambiará...

Orar por quienquiera que se halle en el purgatorio es una de las más bellas y beneficentes acciones que nosotros los mortales podemos ejecutar.
Las oraciones de nosotros, los mortales, tienen el poderoso don añadido de ser emitidas desde la fe. Y su poderío es inimaginable para nosotros. Son capaces de llevar a los beneficiados oportunidades de oro para salir de sus penumbras, y aunque ellos no las aprovechen, para nosotros que oramos por su bien, son una gran bendición, pues demuestran que entendemos que todos estamos vinculados. ¡Oh, no sabes cuánto te agradecerán tus oraciones aquellos por quienes oras, ya sea que estén en el purgatorio o en la Primera Esfera del mundo de los espíritus! Imposible que te hagas idea......