
Muchos debates surgen en torno al nacimiento virginal de Jesús.
Algunos plantean que Dios utilizó directamente el óvulo de María para crear a Jesús, mientras que otros afirman que Jesús fue implantado en María como embrión celestial completo, sin participación genética humana.
Esta diferencia es más profunda de lo que parece, ya que afecta directamente a lo que entendemos sobre la identidad de Jesús, su origen celestial, y la verdadera naturaleza de su humanidad.


Muchos sostienen que el Espíritu Santo tomó literalmente el óvulo de María, aportando así una parte esencial de la humanidad física de Jesús.
- Consecuencia lógica: Jesús tendría una humanidad derivada de María, heredando directamente una genética caída, aunque sin pecado por intervención sobrenatural.

Otros sostenemos que Jesús, siendo realmente el Verbo eterno de Dios, fue implantado directamente en el vientre de María como embrión humano completo (un segundo Adán), formado enteramente por el Espíritu Santo, sin aportación genética humana alguna.
- Consecuencia lógica: Jesús sería una humanidad enteramente nueva, proveniente del cielo, sin heredar nada de la corrupción del viejo Adán.

Quienes defienden que Jesús surge del óvulo de María parecen ignorar varios problemas serios:
- Primero: Si Jesús es el Verbo de Dios (Juan 1:1), significa que existía plenamente antes de María, y no puede adquirir rasgos o naturaleza que antes no poseía. Si obtiene de María su naturaleza humana, entonces Jesús no sería realmente el mismo Verbo eterno que descendió del cielo. Sería un ser nuevo creado desde cero en el vientre de una mujer pecadora.
- Segundo: Si la humanidad de Jesús proviene de una naturaleza humana caída (María), incluso con intervención milagrosa, seguiría siendo parte del viejo hombre. Pero la Escritura afirma claramente que Jesús es un "segundo hombre", una nueva creación, que nada tiene que ver con la primera creación caída:
Esto indica explícitamente que la humanidad de Jesús proviene directamente del cielo y no de una madre terrenal.
- Tercero: Algunos se aferran a la idea de que Jesús debía tener rasgos judíos o rasgos físicos de María para ser verdaderamente humano y judío. Pero ¿acaso el Dios que creó a Adán directamente del polvo, no podría crear también un segundo Adán (Jesús) con rasgos judíos perfectos, sin necesidad de un óvulo corrupto? ¿Dónde dice la Escritura que Dios necesitaba del ADN de María para cumplir su promesa a Abraham?

Dios prometió a Abraham una descendencia (Génesis 15), pero nunca especificó que ésta debía proceder directamente del ADN humano caído. Al contrario, el nacimiento milagroso de Isaac, donde Dios claramente intervino de manera sobrenatural, es símbolo anticipado de que la descendencia verdadera (Cristo) surgiría por poder divino directo, no por medios naturales.
El Dios que puede levantar hijos a Abraham aun de piedras (Mateo 3:9), ¿no podría también cumplir perfectamente las promesas sobre la humanidad del Mesías sin utilizar material genético corrupto?

Algunos argumentan que, si Jesús fuera una humanidad totalmente nueva, distinta al viejo Adán, entonces tampoco podría salvarnos realmente, pues sería "otro".
Pero precisamente esta es la esencia misma del evangelio:
- La salvación nunca se trató de "reparar" al viejo hombre, sino de que el viejo hombre muera y sea reemplazado por un nuevo hombre celestial (Romanos 6:6-7; 2 Corintios 5:17). Jesús vino precisamente para morir en nuestro lugar y sustituir nuestra vieja humanidad corrupta con una humanidad nueva, celestial y perfecta.
Eso sí sería verdaderamente imposible e incoherente con la Escritura.

La única solución bíblica coherente es que Jesús, el Verbo eterno (Juan 1:1,14), descendió del cielo tal como él mismo afirma literalmente:
"Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:38).
Esto significa que Jesús no tomó una parte genética humana corrupta, sino que su humanidad completa y perfecta fue directamente implantada en María por Dios mismo mediante el Espíritu Santo.
De esta forma se cumple literalmente que Jesús es el "segundo Adán", una nueva creación humana, celestial e incorrupta:
"Por lo cual, entrando en el mundo dice: 'Me preparaste cuerpo'" (Hebreos 10:5).
Este "cuerpo preparado" no es genéticamente corrupto, sino totalmente nuevo, celestial, santo y sin pecado.

Aunque esta posición pueda sonar extraña para quienes están acostumbrados a la tradición, es la única interpretación verdaderamente lógica, bíblica y consistente con todo lo que enseña la Escritura sobre Cristo:
- Jesús es plenamente Dios, el mismo que existía eternamente antes de María.
- Jesús no puede proceder parcialmente de una humanidad corrupta.
- Jesús, al ser el "segundo hombre", es necesariamente una nueva creación celestial y sin contaminación.
- Esto no disminuye su humanidad, sino que la hace realmente perfecta, celestial y verdadera salvación para todos nosotros.
Al final, nuestra fe no está puesta en un Jesús mitad-corrupto, mitad-divino, sino en un verdadero Jesús celestial, perfecto y completo, que descendió del cielo, fue implantado sobrenaturalmente en María, murió por nosotros y resucitó victorioso para otorgarnos su nueva humanidad celestial.

Este tema es crucial y no se puede tomar a la ligera.
Algunos, intentando evitar que Jesús herede la corrupción del viejo hombre (Adán), han propuesto soluciones extrañas e incoherentes.
Veamos algunas en detalle, y por qué no resisten la lógica bíblica ni biológica:

Algunos sugieren que María fue concebida de forma "inmaculada" (sin pecado original) para que Jesús pudiera tomar su humanidad sin corrupción.
Pero esta solución plantea problemas serios:
- Contradice las Escrituras, ya que la Biblia jamás enseña que María fuera libre del pecado original. Por el contrario, María misma reconoce su necesidad de salvación (Lucas 1:47), indicando que estaba bajo la corrupción común a toda la humanidad.
- Además, si Dios tuvo que hacer a María sin pecado para que Jesús naciera sin corrupción, ¿no habría que hacer también inmaculada a la madre de María, y así sucesivamente? Esto generaría una cadena infinita de inmaculadas concepciones hacia atrás, lo cual es absurdo.

Otra propuesta muy peculiar sostiene que la corrupción humana vendría exclusivamente del padre (del espermatozoide), y no del óvulo femenino.
Esta teoría:
- No tiene absolutamente ninguna base bíblica.
- Carece por completo de lógica científica, ya que genéticamente tanto el óvulo como el espermatozoide aportan material hereditario (ADN) igualmente humano y caído.
- Es simplemente una excusa desesperada y arbitraria para intentar explicar cómo Jesús podría nacer sin corrupción si provenía parcialmente de María.

Aquí está la contradicción más grave:
- Si Jesús es realmente el Verbo eterno de Dios (Juan 1:1), Él es un ser vivo, consciente, eterno y plenamente divino antes de entrar al vientre de María.
- Si alguien sugiere que el Verbo eterno tuvo que convertirse literalmente en una célula masculina (espermatozoide) para fecundar el óvulo de María, estaríamos diciendo algo impensable: que un ser divino vivo se degradó al nivel de una célula masculina no humana, muriendo así como persona antes de comenzar la nueva vida. Esto significaría la destrucción total de su identidad eterna previa.
- Por definición, un espermatozoide aislado no es una persona viva. Destruir un espermatozoide no tiene consecuencias morales porque no posee la vida humana ni personalidad consciente. Por lo tanto, el Verbo divino eterno nunca podría haber existido como un espermatozoide sin aniquilar su existencia personal divina previa.

Hay una diferencia fundamental y profunda entre ser una persona (embrión humano vivo) y ser células reproductivas separadas:
- Un embrión humano vivo es desde su primera existencia una persona humana completa, con ADN propio, identidad humana plena, en desarrollo continuo hasta la edad adulta.
- Un espermatozoide o un óvulo aislados no son personas humanas. Son células humanas potenciales, sin vida humana propia ni continuidad de identidad personal.
- Por lo tanto, Jesús necesariamente debía entrar en este mundo directamente como embrión humano completo desde el cielo, para mantener su continuidad de identidad personal eterna (Hebreos 10:5; Juan 6:38).

Algunos preguntan: ¿Si Dios creó a Adán directamente adulto, por qué no hizo lo mismo con Jesús?
- Adán fue creado adulto directamente porque Dios inició así la humanidad original. Pero Jesús vino a salvarnos desde dentro, compartiendo nuestra misma experiencia desde su origen más profundo y completo (Hebreos 2:14).
- Para que Jesús realmente fuera "hecho semejante a nosotros en todo" (Hebreos 2:17), debía comenzar desde la primera etapa humana posible (embrión), compartiendo así absolutamente todo nuestro proceso de vida humana, excepto el pecado.

Otros sostienen que Jesús tuvo que tomar ADN o rasgos de María por haber recibido alimentación o sangre de ella en su vientre.
Esta idea surge del desconocimiento biológico:
- Durante el embarazo, el embrión nunca mezcla directamente su sangre con la de la madre. La placenta funciona como una barrera perfecta, separando ambos sistemas sanguíneos completamente.
- La sangre materna solo transfiere nutrientes y oxígeno, nunca células o material genético directo. Por lo tanto, Jesús podía alimentarse plenamente de María sin recibir material genético corrupto alguno.

Todas estas teorías intentan, en vano, evitar la implicación real de lo que la Biblia enseña claramente:
- Jesús, el Verbo eterno, existía como ser divino consciente antes de nacer.
- Jesús nunca degradó su naturaleza eterna para convertirse en espermatozoide. Hacer esto destruiría la continuidad de su persona eterna.
- Jesús tuvo que descender del cielo directamente como embrión humano completo (segundo hombre) implantado sobrenaturalmente en María (Lucas 1:35), sin aportación genética humana corrupta.
- Jesús compartió nuestra humanidad plenamente, pero sin pecado y sin corrupción, siendo una nueva creación celestial y perfecta (1 Corintios 15:47).
Esa es la humanidad real de Jesús, y esta humanidad nueva, celestial y perfecta es precisamente la única que puede salvarnos de la corrupción del viejo Adán.
Espero que esta reflexión profundice nuestra comprensión bíblica sobre quién es realmente Jesús y nos ayude a valorar correctamente la profunda coherencia de la verdad bíblica sobre Él.
¡Bendiciones!