En el plano médico, las estadísticas muestran la gran incidencia que tienen, especialmente en la población homosexual, las enfermedades de transmisión sexual, por razones muy obvias, y que caracterizan a los homosexuales. El hecho de que las relaciones sentimentales de ellos se basen exclusivamente en la búsqueda de placer carnal sin responsabilidad; obviamente por la imposibilidad de procrear (finalidad heterosexual), hace prácticamente imposible la monogamia entre homosexuales o lesbianas. Eso permite que exista una gran facilidad para transmitir las enfermedades infecciosas, pues cada homosexual mantiene relaciones con diferentes compañeros; muchos de ellos ocasionales.
El 47 % admite haber tenido relaciones con algún par de cientos de hombres, otro 28 % con más de trescientos, y los que se podrían considerar “casi” monógamos, con 10 o algo menos en toda su vida.
Científicamente, el recto no está creado para las relaciones sexuales, pues es parte del aparato digestivo, es el último tracto intestinal que está destinado a asimilar los últimos alimentos útiles para el organismo; por tanto el recto contiene vasos linfáticos extremadamente desarrollados, que reabsorben casi todo (incluso los medicamentos y los virus).
En un estado normal (entre los heterosexuales), esta función no es peligrosa, pues el recto es el conducto que abre su esfínter solo para expulsar su contenido pero sin dejar entrar nada. Pero en el caso de las prácticas anormales o antinaturales de los homosexuales, el mismo conducto abre la puerta a muchos, diferentes y peligrosísimos tipos de virus que en una vida normal no tendrían casi oportunidad de éxito.
Ya antes de la aparición impresionante y del bum del SIDA entre los homosexuales, muchos de los homosexuales promiscuos, estaban infectados ya con el virus de la hepatitis B. Esta enfermedad contagiosa especialmente a través del semen y de la sangre, yque tiene una gran incidencia mortal, paradójicamente tienen casi el mismo tratamiento medicamentoso que el VIH y se emparentan con él.
Las consecuencias negativas, tanto físicas como mentales del estilo de vida de los homosexuales y las lesbianas, han dado como resultado un promedio de longevidad bastante más bajo que en el resto de la población. Esto se debe no sólo al SIDA, sino a que los ataques al corazón, el cáncer, las fallas hepáticas y otras enfermedades y peligros (como el suicidio, depresiones, separaciones, etc.), son bastante más frecuentes entre ellos. Comparados con los heterosexuales, los homosexuales tienen 8 veces más propensión a contraer hepatitis; 14 veces más a contraer la sífilis y 5.000 veces más a contraer el SIDA. En efecto, un estudio reciente ha mostrado que menos del 2% de los homosexuales alcanzan los 65 años de edad. En cambio, en el resto de la población masculina la edad promedio para morir de un hombre casado era de 80 años y el 80 % viven más de 65 años. Entre las lesbianas que murieron, la edad promedio era de 45 años y sólo el 26% murió de edad avanzada.