La tercera epístola de Juan no tiene un propósito doctrinal específico, sino más bien práctico y pastoral. Sin embargo, se podría decir que uno de los elementos doctrinales que aporta esta carta es la relación entre la verdad y el amor en la vida cristiana. Juan elogia a Gayo por andar en la verdad y por mostrar amor a los hermanos, especialmente a los desconocidos (3 Juan 1:3-6). También contrasta el ejemplo de Gayo con el de Diótrefes, un líder arrogante que rechaza la autoridad de Juan, habla mal de él y de los demás, y no recibe a los maestros legítimos (3 Juan 1:9-10). Juan advierte a Gayo que no imite lo malo, sino lo bueno, y que el que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios (3 Juan 1:11). Por último, Juan presenta a Demetrio como otro modelo de fidelidad, del cual todos dan buen testimonio, incluso la verdad misma (3 Juan 1:12).
Así, la tercera epístola de Juan nos enseña que la verdad y el amor son inseparables en la fe cristiana, y que se manifiestan en la obediencia a Dios, el respeto a la autoridad apostólica, la hospitalidad hacia los siervos de Dios, y el rechazo al mal y a los falsos maestros.
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