¿Y POR QUÉ NO COLOCÓ EL TEXTO SINO SOLAMENTE LA ETIQUETA?
¿Entonces vamos a debatir sobre 1 Timoteo 3:16 sin siquiera enseñar su contenido?
¿Vamos a desmantelar una interpretación sin mostrar el texto que supuestamente no la respalda?
Eso es como querer desmontar una casa sin tocar ni un ladrillo.
Si el texto “no sirve” para establecer esas premisas, ¿no sería más honesto mostrarlo y decir: “por esto, por esto y por esto no aplica”?
Pero no: se etiqueta, se desacredita, se pontifica… y se deja el contenido en la sombra, como si el solo gesto de mencionarlo bastara para invalidarlo.
¿Dónde está el rigor bíblico?
¿Dónde está el análisis textual?
¿Dónde está el contraste con otras traducciones, con el griego, con el contexto inmediato?
Porque si vamos a decir que “todas son falsas”, más vale que el argumento no se esconda detrás de una omisión.
Que se cite el texto, que se desmenuce, que se confronte.
Si no, lo que queda no es exégesis, sino opinión disfrazada de certeza.
Y en consecuencia, es muy fácil abrir la boca, pero otra cosa es abrir la biblia.