¿QUÉ DICE LA BIBLIA AL RESPECTO?
Se repite la historia. Nuevamente un líder de una institución autoproclama que su
organización o movimiento es superior, o en este caso, única y verdadera a otra.
Lamentablemente, millones de personas, ignorantes a lo que dice la Biblia, creen ésta
y otras mentiras de éste y otros líderes religiosos naciendo un sectarismo que
fragmenta a las personas, sus familias, sus comunidades y hasta países.
Es muy importante que todo aquél bendecido que proclama haber conocido a Dios y
siente convicción por el Espíritu de ser un hijo de Él, entienda que la única Iglesia que
existe sobre la faz de la tierra es la iglesia de Dios. Las siguientes Escrituras dan fe de
esta verdad y nos animan a colocar en perspectiva nuestra relación vertical con Dios y
sus propósitos. El apóstol Pablo escribió:
“…a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús,
llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Corintios 1:2).
“No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios
10:32).
“Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de
Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto
no os alabo” (1 Corintios 11:22).
“Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado
apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Corintios 15:9).
“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la
iglesia de Dios que está en Corinto…” (2 Corintios 1:1).
“Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que
perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba” (Gálatas 1:13).
“…el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios? “…la
iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (I Timoteo 3:5, 15);
¿Está claro a quién pertenece la iglesia? A Dios, ¡Sólo Escritura!
Ninguna organización, sistema, denominación o red, incluyendo la Iglesia Católica
Apostólica Romana y su líder, el Papa (un hombre falible), puede reclamar o proclamar
exclusividad. Ninguna religión, filosofía, secta o denominación evangélica aunque
proclame o reclame tradición, antigüedad, o contemporaneidad puede
autoproclamarse como la única iglesia; como tampoco atribuirse “el camino” de
salvación para sus seguidores.
EL ÚNICO QUE SALVA ES EL SOBERANO DIOS
El único que salva es Dios quien entregó a su Hijo Jesucristo, el Cordero de Dios
para quitar el pecado del mundo en la cruz, para salvación de Su pueblo más de
2,000 años atrás. La evidencia en las Sagradas Escrituras es sobreabundante:
“Yo, yo Jehová (el Señor), y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:11).
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en
quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo
estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por
nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue
sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado
de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue
llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no
abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará?
Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue
herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte;
aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso
quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación
por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su
mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por
su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por
cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo
él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Isaías 53:3-12).
A continuación otras citas que arrojan luz de que el único que salva es Dios quien se
entregó por nosotros.
“Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con
respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el
que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por
nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:23-25).
Ez. 34:7-15, 31; Jn. 1:29; 10:14-17, 28-29; Mt. 1:18, 20-21; Jn. 3:16; 14:6; 19:30; Hch. 13:30; 10:9;
Gál. 3:13; Ef. 1:3-14; 2:1-9; Col. 1:12-14, 21-22, 26-27; 2:13-14).
Éstas y muchas citas más nos afirman que ninguna institución creada por los hombres
sobre la faz de esta tierra puede salvar a nadie. No hay otro camino. Ni Buda, ni
Mahoma, ni el Papa católico, ni una organización o líder religioso puede salvar a nadie.
Este gran e incomparable acto es un acto de amor y gracia del Soberano Dios, hecho
posible en la muerte, sepultura y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Este
único evento fue la ofrenda del cuerpo de Jesucristo, que se presentó una vez y para
siempre para quitar de en medio el pecado y hacer perfectos para siempre a los
santificados – a los reconciliados con Dios.
“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10).
“De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio
del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para
siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado…En esa
voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una
vez para siempre…porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados” (Hebreos 9:26; 10:10, 14).