Cuando no se toma en cuenta al lugar ni a los lugareños
Cuando no se toma en cuenta al lugar ni a los lugareños
Cuando no se toma en cuenta al lugar ni a los lugareños
Es increíble el paralelo que existe entre el colonialismo político y el espiritual. Lo que siempre se observó en las misiones evangélicas de las distintas denominaciones, se hizo especialmente evidente con el Recobro.
Al hecho de que al incursionar en otras regiones, países y ciudades, los obreros no imaginaran siquiera que pudieran encontrarse con hermanos ya despertados a la realidad espiritual que ellos procuraban difundir, se suma que se nos miró como los colonizadores europeos vieron a nuestros indígenas charrúas: aborígenes desnudos y salvajes, necesitados de vestirse, hablar y caminar “a la europea”. En la historia de la América española es fácil observar como el “cristianizar” a los indígenas equivalía a hispanizarlos.
Con el bautismo recibían un nuevo nombre, se les cambiaba su indumentaria y se reformaban sus costumbres. Su “evangelización” no atendía a una transformación interior sino sólo lo exterior. Así también en el África, los jefes tribales que se ponían bajo el benigno protectorado de la reina Victoria, podían contar con que sus hijos estudiaran en Oxford y volvieran hechos todos unos gentleman’s hablando perfecto inglés. De esta manera el Imperio Británico consolidaba sus dominios.
La idiosincrasia de los uruguayos nunca fue tomada en cuenta por los misioneros extranjeros, ni siquiera por los obreros del Recobro. Como se verá, probablemente esta sea la explicación que tras treinta años de presencia del Recobro en el país, nunca haya pasado de ser un minúsculo grupo ignorado por los demás cristianos en las distintas localidades.
Por un lado, nuestro país fue un invento inglés para terminar con las interminables luchas de argentinos y brasileños por la posesión de nuestro territorio. Por otro lado, nuestra gente que quiso independizarse de la corona española, resistió las invasiones inglesas, y luchó contra los portugueses y brasileños, tampoco quiso sujetarse al gobierno centralista de Buenos Aires. Lo indómito de nuestro pueblo se muestra en que no se sujeta a imposiciones foráneas, y cuando se ha visto forzado por la imposición de armas más fuertes, como cuando fue arrastrado en la guerra de la Triple Alianza al genocidio contra el heroico pueblo hermano del Paraguay, los frutos del arrepentimiento se vieron bien pronto y persisten todavía. Con todos nuestros defectos, somos así.
Bien lo dijera en cierta ocasión el hermano Oscar Calles:
- Los argentinos somos críticos; pero los uruguayos son hipercríticos.
Tal juicio es certero, porque no tan fácilmente decimos “Amén” a cuanto se nos dice.
Si se nos respetase como “cristianos pensantes” que también tenemos la mente de Cristo (1Co.2:16), otros hubiesen sido los resultados.
Así fue que cuando comenzamos a ser visitados por los referentes más notorios del Recobro en Argentina y Brasil, a la desavenencia entre ellos mismos se sumó los desencuentros con algunos de nosotros.
Para entender mejor esta situación, es necesario retroceder un poco en el tiempo para distinguir entre las personalidades y ministerios de Watchman Nee y Witness Lee, que aunque en el Recobro se procura identificarlos plenamente, hay al menos un aspecto que quizás ayude a explicar las diferencias.
La gran ventaja que tuvo Watchman Nee, fue la de tener experimentados y competentes colaboradores cercanos, en un nivel que él consideraba superior al suyo, como era el caso de Miss Barber, una veterana misionera confidente suya con quien consultaba y aprendía muchas cosas de la Palabra de Dios. Witness Lee, en cambio, siempre estuvo en un nivel demasiado superior al de sus colaboradores más inmediatos, de modo que difícilmente pudiera ser corregido por ellos, sea por falta de discernimiento o por no animarse a cuestionarle. Así el propio Witness Lee testificaba de Watchman Nee: “Según mi conocimiento, el hermano Nee no cometió equivocaciones debido a que él tuvo mucho claridad en cuanto a la meta corporativa de Dios, la iglesia.” (La Historia de la Iglesia, pg.13). En cambio, Witness Lee alcanzó a decir en cierta oportunidad: “Me temo que algunos de mis más cercanos colaboradores todavía no tienen una visión clara de la iglesia”. Lamentablemente, nosotros no podríamos decir del hermano Lee lo que él dijera del hermano Nee. Pese a la excelencia de su ministerio, los errores por él padecidos nunca fueron corregidos y difícilmente lo sean en el futuro, pues el Recobro los ha canonizado. Su mejor legado probablemente sean sus Estudios-Vida de los libros de la Biblia, y el resumen seleccionado de los mismos en sus notas al texto bíblico. No creo haya comentario bíblico espiritualmente más enriquecedor que estas obras. En mi opinión, el mejor libro de Witness Lee es Experiencia de Vida (mensajes dados en los años 50 en Taiwán antes de su emigración a los Estados Unidos). Extrañamente, este ha sido el libro suyo menos promocionado por el Recobro. En ese libro no aparece ninguna enseñanza diferente a los escritos de Watchman Nee; están en la misma línea y tenor. En los editados posteriormente ya aparecen innovaciones particulares, que seguidas sin chistar por sus colaboradores, singularizan al Recobro de todo lo hasta entonces conocido.
Recuerdo ahora que cuando llegó la primera edición de la Versión Recobro del N.T., nos pusimos a leerla con avidez. Al paso que en el texto o en las notas nos llamaba la atención algo que parecía equivocado, lo anotábamos en las hojas en blanco al final. Luego estudiábamos el caso más exhaustivamente, cotejando con el texto griego. Después compartíamos nuestras observaciones con los referentes del Recobro en la región, recomendando las correcciones para futuras ediciones del NT. Poco menos que se escandalizaban con tales muestras de atrevimiento. ¡Enmendarle la plana a Witness Lee! Si los cambios provenían de Anaheim serían aceptados en todo el mundo. Pero si las sugerencias partían de Montevideo, ¡ni valía la pena tomarlas en cuenta! Tal actitud nos asustaba, pues en nada difería de la del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová de Brooklyn, Nueva York.
Por supuesto que nuestros cuestionamientos podían ser infundados; pero los responsables en el Recobro, locales y regionales, ni se molestaban en intentar una explicación.
Así que con toda la literatura de las editoriales Living Stream Ministry en los EEUU y Árvore da Vida del Brasil, debimos aplicar aquello de “examinadlo todo; retened lo bueno” de 1Ts.5:21. En verdad, lo bueno para retener de los escritos de Witness Lee sinceramente creo que supera al 99%, quedando apenas unas fracción decimal pasible de cuestionamiento. Difícilmente en otras editoriales evangélicas y demás autores de quienes provechosamente nos servimos pudiéramos hallar tan alto porcentaje de verdad.
Pero el caso es que en aquellos excepcionales casos que nuestra conciencia se resistía a aprobar, los referentes del Recobro se mostraban irreductibles y hasta fastidiados por nuestra actitud. Aunque nunca se dijo, en la práctica se daba a los escritos de Witness Lee un tratamiento igualitario (cuando no superior) al de las propias Escrituras divinamente inspiradas. De este modo, poca diferencia se hacía con José Smith y El Libro de Mormón; Mary Baker Eddy y Ciencia y Salud entre la Ciencia Cristiana y los escritos de Hellen White entre los adventistas.
Cuando cuestionábamos alguna cosa que oíamos de los hermanos disertantes o en las lecturas que compartíamos en las reuniones, se nos decía que no estábamos ejercitando el espíritu sino la mente. Que nuestra argumentación era intelectual y anímica proveniente de nuestra psiquis y no del espíritu. ¿Pero qué hacían ellos cuando en sus pláticas exponían las ventajas del Recobro por sobre todo sistema denominacional conocido? ¿Acaso no usaban también de todos los recursos dialécticos disponibles haciendo toda una apología del Recobro? ¿Por qué ellos podían y nosotros no? ¿Quién de ellos podía discernir que cuando hablaban lo hacían en el espíritu y nosotros en la carne? Además, el hablar espiritualmente, ¿no incluía también al entendimiento? (1Co.14:15).
Sin embargo, no todas las cosas que hoy día se censuren en el Recobro se puedan achacar a Witness Lee. Algunas de las extravagancias actuales que actúan como disuasivos a quienes se acercan a sus reuniones, contradicen explícitas enseñanzas de Witness Lee.
La costumbre de leer sus libros recitando cláusulas, frases y palabras, no se ve que haya contribuido a fijar los conceptos en la memoria, ni a iluminar la mente con tales destellos de las verdades bíblicas. A la manera que los católicos recitan el Credo o rezan el Padre Nuestro y el Ave María, los hermanos también se han acostumbrado a proclamar frases hechas, que con su mera enunciación no alcanzan a comprender cabalmente. Si alguien asumiera la iniciativa de explicarlas con sus propias palabras e ilustraciones de modo que se hiciesen comprensibles, probablemente provoque un bajón en la reunión, pues se temería que el hermano está expresando sus propias ideas con un hablar que no es el mismo del ministerio. Tal prerrogativa apenas la tienen los referentes reconocidos como auténticos voceros del ministerio.
La realidad es que en sus reuniones no se puede decir que sea ejercitado el espíritu y el entendimiento, sino más bien la boca y el puño.
Cada frase dicha suele ser colectivamente confirmada con un ¡Amén!, ¡Aleluya! y el ¡Oh, Señor Jesús! acostumbrado. Tales aclamaciones son acompañadas con un rítmico movimiento del brazo derecho que alza el puño cerrado en tres tiempos: primero a la altura del estómago, luego frente a la cara y después algo más lejos por sobre la cabeza. Por supuesto que según sea el grado de mimetismo que cualquier hermano haya alcanzado así será también la uniformidad de su accionar, pero este siempre fue el más común. Las aclamaciones son en sí mismas inobjetables, así como la forma que con algún movimiento del cuerpo alguien quiera acompañar la aseveración, dándole especial fuerza a la sentencia. La libertad en el Espíritu de los reunidos debe dar lugar a las manifestaciones espontáneas de los circunstantes, dentro del orden que es de esperar. Pero lo insólito se da precisamente al revés: será mirado como raro, inmaduro o que no está en el espíritu, cualquiera que no diga y haga conforme todos dicen y hacen. Se dirá que esta es una evidencia de la perfecta unidad del cuerpo local en el Espíritu, pero este argumento apenas convencerá a los hermanos menos entendidos. La uniformidad exterior no es precisamente una de las marcas del Espíritu.
La enseñanza de Witness Lee previene de este error: “No debemos decir que una cierta forma es la mejor forma para practicar la vida de la iglesia, o que una cierta forma es la mejor forma de tener una iglesia local”... “Puede que tratemos de hacer a la iglesia en otra ciudad como la iglesia en nuestro lugar. No debemos hacer esto”. (La Especialidad, La Generalidad, y el Sentido Práctico de la Vida de la Iglesia, pgs.33,34).
(continuará, si Dios quiere).
Ricardo
Cuando no se toma en cuenta al lugar ni a los lugareños
Cuando no se toma en cuenta al lugar ni a los lugareños
Es increíble el paralelo que existe entre el colonialismo político y el espiritual. Lo que siempre se observó en las misiones evangélicas de las distintas denominaciones, se hizo especialmente evidente con el Recobro.
Al hecho de que al incursionar en otras regiones, países y ciudades, los obreros no imaginaran siquiera que pudieran encontrarse con hermanos ya despertados a la realidad espiritual que ellos procuraban difundir, se suma que se nos miró como los colonizadores europeos vieron a nuestros indígenas charrúas: aborígenes desnudos y salvajes, necesitados de vestirse, hablar y caminar “a la europea”. En la historia de la América española es fácil observar como el “cristianizar” a los indígenas equivalía a hispanizarlos.
Con el bautismo recibían un nuevo nombre, se les cambiaba su indumentaria y se reformaban sus costumbres. Su “evangelización” no atendía a una transformación interior sino sólo lo exterior. Así también en el África, los jefes tribales que se ponían bajo el benigno protectorado de la reina Victoria, podían contar con que sus hijos estudiaran en Oxford y volvieran hechos todos unos gentleman’s hablando perfecto inglés. De esta manera el Imperio Británico consolidaba sus dominios.
La idiosincrasia de los uruguayos nunca fue tomada en cuenta por los misioneros extranjeros, ni siquiera por los obreros del Recobro. Como se verá, probablemente esta sea la explicación que tras treinta años de presencia del Recobro en el país, nunca haya pasado de ser un minúsculo grupo ignorado por los demás cristianos en las distintas localidades.
Por un lado, nuestro país fue un invento inglés para terminar con las interminables luchas de argentinos y brasileños por la posesión de nuestro territorio. Por otro lado, nuestra gente que quiso independizarse de la corona española, resistió las invasiones inglesas, y luchó contra los portugueses y brasileños, tampoco quiso sujetarse al gobierno centralista de Buenos Aires. Lo indómito de nuestro pueblo se muestra en que no se sujeta a imposiciones foráneas, y cuando se ha visto forzado por la imposición de armas más fuertes, como cuando fue arrastrado en la guerra de la Triple Alianza al genocidio contra el heroico pueblo hermano del Paraguay, los frutos del arrepentimiento se vieron bien pronto y persisten todavía. Con todos nuestros defectos, somos así.
Bien lo dijera en cierta ocasión el hermano Oscar Calles:
- Los argentinos somos críticos; pero los uruguayos son hipercríticos.
Tal juicio es certero, porque no tan fácilmente decimos “Amén” a cuanto se nos dice.
Si se nos respetase como “cristianos pensantes” que también tenemos la mente de Cristo (1Co.2:16), otros hubiesen sido los resultados.
Así fue que cuando comenzamos a ser visitados por los referentes más notorios del Recobro en Argentina y Brasil, a la desavenencia entre ellos mismos se sumó los desencuentros con algunos de nosotros.
Para entender mejor esta situación, es necesario retroceder un poco en el tiempo para distinguir entre las personalidades y ministerios de Watchman Nee y Witness Lee, que aunque en el Recobro se procura identificarlos plenamente, hay al menos un aspecto que quizás ayude a explicar las diferencias.
La gran ventaja que tuvo Watchman Nee, fue la de tener experimentados y competentes colaboradores cercanos, en un nivel que él consideraba superior al suyo, como era el caso de Miss Barber, una veterana misionera confidente suya con quien consultaba y aprendía muchas cosas de la Palabra de Dios. Witness Lee, en cambio, siempre estuvo en un nivel demasiado superior al de sus colaboradores más inmediatos, de modo que difícilmente pudiera ser corregido por ellos, sea por falta de discernimiento o por no animarse a cuestionarle. Así el propio Witness Lee testificaba de Watchman Nee: “Según mi conocimiento, el hermano Nee no cometió equivocaciones debido a que él tuvo mucho claridad en cuanto a la meta corporativa de Dios, la iglesia.” (La Historia de la Iglesia, pg.13). En cambio, Witness Lee alcanzó a decir en cierta oportunidad: “Me temo que algunos de mis más cercanos colaboradores todavía no tienen una visión clara de la iglesia”. Lamentablemente, nosotros no podríamos decir del hermano Lee lo que él dijera del hermano Nee. Pese a la excelencia de su ministerio, los errores por él padecidos nunca fueron corregidos y difícilmente lo sean en el futuro, pues el Recobro los ha canonizado. Su mejor legado probablemente sean sus Estudios-Vida de los libros de la Biblia, y el resumen seleccionado de los mismos en sus notas al texto bíblico. No creo haya comentario bíblico espiritualmente más enriquecedor que estas obras. En mi opinión, el mejor libro de Witness Lee es Experiencia de Vida (mensajes dados en los años 50 en Taiwán antes de su emigración a los Estados Unidos). Extrañamente, este ha sido el libro suyo menos promocionado por el Recobro. En ese libro no aparece ninguna enseñanza diferente a los escritos de Watchman Nee; están en la misma línea y tenor. En los editados posteriormente ya aparecen innovaciones particulares, que seguidas sin chistar por sus colaboradores, singularizan al Recobro de todo lo hasta entonces conocido.
Recuerdo ahora que cuando llegó la primera edición de la Versión Recobro del N.T., nos pusimos a leerla con avidez. Al paso que en el texto o en las notas nos llamaba la atención algo que parecía equivocado, lo anotábamos en las hojas en blanco al final. Luego estudiábamos el caso más exhaustivamente, cotejando con el texto griego. Después compartíamos nuestras observaciones con los referentes del Recobro en la región, recomendando las correcciones para futuras ediciones del NT. Poco menos que se escandalizaban con tales muestras de atrevimiento. ¡Enmendarle la plana a Witness Lee! Si los cambios provenían de Anaheim serían aceptados en todo el mundo. Pero si las sugerencias partían de Montevideo, ¡ni valía la pena tomarlas en cuenta! Tal actitud nos asustaba, pues en nada difería de la del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová de Brooklyn, Nueva York.
Por supuesto que nuestros cuestionamientos podían ser infundados; pero los responsables en el Recobro, locales y regionales, ni se molestaban en intentar una explicación.
Así que con toda la literatura de las editoriales Living Stream Ministry en los EEUU y Árvore da Vida del Brasil, debimos aplicar aquello de “examinadlo todo; retened lo bueno” de 1Ts.5:21. En verdad, lo bueno para retener de los escritos de Witness Lee sinceramente creo que supera al 99%, quedando apenas unas fracción decimal pasible de cuestionamiento. Difícilmente en otras editoriales evangélicas y demás autores de quienes provechosamente nos servimos pudiéramos hallar tan alto porcentaje de verdad.
Pero el caso es que en aquellos excepcionales casos que nuestra conciencia se resistía a aprobar, los referentes del Recobro se mostraban irreductibles y hasta fastidiados por nuestra actitud. Aunque nunca se dijo, en la práctica se daba a los escritos de Witness Lee un tratamiento igualitario (cuando no superior) al de las propias Escrituras divinamente inspiradas. De este modo, poca diferencia se hacía con José Smith y El Libro de Mormón; Mary Baker Eddy y Ciencia y Salud entre la Ciencia Cristiana y los escritos de Hellen White entre los adventistas.
Cuando cuestionábamos alguna cosa que oíamos de los hermanos disertantes o en las lecturas que compartíamos en las reuniones, se nos decía que no estábamos ejercitando el espíritu sino la mente. Que nuestra argumentación era intelectual y anímica proveniente de nuestra psiquis y no del espíritu. ¿Pero qué hacían ellos cuando en sus pláticas exponían las ventajas del Recobro por sobre todo sistema denominacional conocido? ¿Acaso no usaban también de todos los recursos dialécticos disponibles haciendo toda una apología del Recobro? ¿Por qué ellos podían y nosotros no? ¿Quién de ellos podía discernir que cuando hablaban lo hacían en el espíritu y nosotros en la carne? Además, el hablar espiritualmente, ¿no incluía también al entendimiento? (1Co.14:15).
Sin embargo, no todas las cosas que hoy día se censuren en el Recobro se puedan achacar a Witness Lee. Algunas de las extravagancias actuales que actúan como disuasivos a quienes se acercan a sus reuniones, contradicen explícitas enseñanzas de Witness Lee.
La costumbre de leer sus libros recitando cláusulas, frases y palabras, no se ve que haya contribuido a fijar los conceptos en la memoria, ni a iluminar la mente con tales destellos de las verdades bíblicas. A la manera que los católicos recitan el Credo o rezan el Padre Nuestro y el Ave María, los hermanos también se han acostumbrado a proclamar frases hechas, que con su mera enunciación no alcanzan a comprender cabalmente. Si alguien asumiera la iniciativa de explicarlas con sus propias palabras e ilustraciones de modo que se hiciesen comprensibles, probablemente provoque un bajón en la reunión, pues se temería que el hermano está expresando sus propias ideas con un hablar que no es el mismo del ministerio. Tal prerrogativa apenas la tienen los referentes reconocidos como auténticos voceros del ministerio.
La realidad es que en sus reuniones no se puede decir que sea ejercitado el espíritu y el entendimiento, sino más bien la boca y el puño.
Cada frase dicha suele ser colectivamente confirmada con un ¡Amén!, ¡Aleluya! y el ¡Oh, Señor Jesús! acostumbrado. Tales aclamaciones son acompañadas con un rítmico movimiento del brazo derecho que alza el puño cerrado en tres tiempos: primero a la altura del estómago, luego frente a la cara y después algo más lejos por sobre la cabeza. Por supuesto que según sea el grado de mimetismo que cualquier hermano haya alcanzado así será también la uniformidad de su accionar, pero este siempre fue el más común. Las aclamaciones son en sí mismas inobjetables, así como la forma que con algún movimiento del cuerpo alguien quiera acompañar la aseveración, dándole especial fuerza a la sentencia. La libertad en el Espíritu de los reunidos debe dar lugar a las manifestaciones espontáneas de los circunstantes, dentro del orden que es de esperar. Pero lo insólito se da precisamente al revés: será mirado como raro, inmaduro o que no está en el espíritu, cualquiera que no diga y haga conforme todos dicen y hacen. Se dirá que esta es una evidencia de la perfecta unidad del cuerpo local en el Espíritu, pero este argumento apenas convencerá a los hermanos menos entendidos. La uniformidad exterior no es precisamente una de las marcas del Espíritu.
La enseñanza de Witness Lee previene de este error: “No debemos decir que una cierta forma es la mejor forma para practicar la vida de la iglesia, o que una cierta forma es la mejor forma de tener una iglesia local”... “Puede que tratemos de hacer a la iglesia en otra ciudad como la iglesia en nuestro lugar. No debemos hacer esto”. (La Especialidad, La Generalidad, y el Sentido Práctico de la Vida de la Iglesia, pgs.33,34).
(continuará, si Dios quiere).
Ricardo