30. De este cuerpo usa, por favor, moderadamente; sábete que habrás de ser resucitado de entre los muertos para ser juzgado precisamente con ese cuerpo39. Pero si te viniere cualquier pensamiento de desconfianza, como si ello no pudiese suceder, juzga por otras cosas tuyas que tampoco parecen reales. Pues tú mismo, dime, piensa dónde estabas hace cien años o más. Y, si partiste de ser una realidad tan pequeña y vil, ¿cómo es que has llegado a tal desarrollo con tal armonía de tu figura externa? El que hizo que existiera lo que no existía anteriormente, ¿acaso no podrá resucitar a lo que ya fue y murió? El que cada año, en favor nuestro, levante el trigo que, sembrado, perece y se pudre, ¿tendrá dificultad en resucitarnos a nosotros mismos por quienes él mismo resucitó? Ves cómo los árboles se mantienen ahora durante tantos meses sin fruto y sin hojas; pero todos ellos, pasado el invierno, recobran la vida tras haber estado como muertos. ¿No seremos nosotros, mucho más y mucho más fácilmente, llamados de nuevo a la vida? La vara de Moisés se transformó, por voluntad de Dios, en algo muy diferente de ella misma, en una serpiente. ¿No podrá, pues, el hombre caído en la muerte ser restituido a sí mismo?
31. No hagas caso de los que dicen que no resucita este cuerpo, pues resucitará. Testigo de ello es Isaías cuando dice: «Resucitarán los muertos, y se levantarán los que están en los sepulcros» (Is 26,19)40 y, según Daniel: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno» (Dan 12,2).