Re: ¿Porque se guardan los mandamientos y el sabado?
Para el hermano de los videos esos cuestionamientos ya estan contestados, lo demas es una aberrante forma de justificar doctrinas injustificables en la biblia como la inmortalidad del alma, y que 9 mandamientos solo pasaron y el sabado no etc.
Una de las cosas que mas le encantan al diablo es hacer creer que los adventistas somos unos legalistas empedernidos. (cosa que si eran los fariseos)
Por otro lado la otra cosa que le encanta es pisotear la ley de Dios tal y como estaba profetizado en Daniel.
ya he citado a Elena white y el tema de la voluntad santificada muriendo al yo.
Ahora citare a uno de los pastores modernos con mas poder (27 mil personas convertidas en una campaña de oracion es mucho) Alejandro Bullon.
Para que vean que no somos extremistas legalistas, sino personas que buscan obedecer a Dios por amor.
No nos desviemos a Izquierda ni a derecha, recordemos que en Cristo:
Salmos 85:10
La misericordia y la verdad se encontraron: La justicia y la paz se besaron.
Entró en mi oficina sin llamar y se sentó en la silla que había enfrente de mi mesa. Transpiraba. Era evidente que estaba nervioso.
"¡Pastor, estoy perdido!", dijo sin rodeos. Apenas tres palabras. Ciertamente, no es necesario decir más palabras para describir la tragedia de una persona en conflicto.
Conocía bien a aquel joven. Habíamos trabajado juntos muchas veces ideando programas para los jóvenes.
Ahora, allí, con los ojos lagrimeantes, repetía:
"Lo puede creer, pastor, estoy perdido!" y entonces, con voz entrecortada por la emoción me contó su drama:
"Soy cristiano de nacimiento. Todos creen que soy un buen cristiano. Mis padres creen que soy un hijo maravilloso. Los hermanos de la iglesia piensan que soy un joven consagrado. Y hasta me nombraron dirigente juvenil. Muchas veces oigo a los padres decir a sus hijos: 'Me gustaría que fueses como aquel joven'. Todos creen que soy un cristiano modelo, pero no es verdad, pastor, soy un miserable. Acabo de hacer algo horrible, y no es la primera vez que lo hago. Hasta tuve ganas de morir. Yo no soy lo que todos piensan que soy".
Traté de decir algo, pero él me interrumpió: "Yo no quiero ser así, pastor. Quiero ser un cristiano de verdad, pero no lo consigo. He luchado muchas veces, me he esforzado, pero siempre termino derrotado".
Me dolía verlo de esa manera.
"Usted está chasqueado conmigo, ¿verdad?", me preguntó después, con ansiedad.
¿Chasqueado? Lo que sentía era un nudo en la garganta. Traté de esconder mi tristeza, ml dolor, porque en realidad el drama no era solamente de aquel joven. En ese momento tenía en mente a muchos otros jóvenes de ml Iglesia, y hasta es posible que aquella tarde hubieses podido estar tú sentado también en aquella silla.
"¡Pastor, estoy perdido!" ¿Perdido? Sí, dentro de la Iglesia y, sin embargo, perdido. ¿Es posible estar dentro de la Iglesia y estar, al mismo tiempo, perdido? Lamentablemente, sí. Existen los que, como en el caso de aquel joven, están perdidos haciendo lo que no deben cuando nadie los ve, pero existe también otra clase de perdidos:
Aquellos que hacen todo correctamente, que cumplen aparentemente todo lo que la Iglesia demanda; que viven preocupados solamente por los detalles externos de los reglamentos y las normas, pero que están Igualmente perdidos.
Me acuerdo del joven rico. Era un joven como cualquier otro de la Iglesia de nuestros días. Quizá los líderes de su congregación estaban demasiado preocupados con las normas, las leyes y los reglamentos. "No puedes hacer esto", "No puedes hacer aquello", "Hacer eso es pecado", "Hacer aquello también es pecado". Quizás aquel joven creció con un concepto equivocado de Dios, imaginándolo sentado en su trono de justicia, dictando reglas, con rostro serio y la vara en la mano, listo para castigar al desobediente.
Desde pequeño sus padres y maestros le habían enseñado a cumplir fielmente todas las normas. Eran líderes preocupados sólo con la Imagen de la iglesia. Actualicemos un poco la historia: Si, por ejemplo, una señorita apareciera vestida en forma inconveniente, llevarían el problema a la junta de la iglesia; la Joven, como ama a su iglesia, dejaría de usar esa ropa y todos en la iglesia que-darían contentos, sin preocuparse por lo que pasa en el fondo del corazón de la joven. Lo que les importa es que ella cumpla la norma, que sea un buen miembro de iglesia. Y el joven rico aprendió, de ese modo, a cumplir externamente todas las normas y leyes. Aparentemente era un joven de buen comportamiento, activo en la iglesia, participaba de los programas y cultos, podía ser señalado como un joven ejemplar; pero allá en el fondo alguna cosa no andaba bien. No era feliz, tenía la sensación de que estaba perdido a pesar de cumplir todo.
Cierto día anunciaron la llegada de Jesús a su ciudad. La historia aparece registrada en el capítulo 10 de Marcos. Los fariseos, siempre preocupados por los detalles de la ley, fueron los primeros en salir a enfrentar a Jesús: "¿Le es lícito al marido repudiar a su mujer?" ¿Es pecado cortarse el cabello?" "¿Es pecado orar sentado? "¿Es pecado tener un salón para actividades recreativas al lado del templo?" "¿Es pecado ir a la playa?" El Señor Jesús no se detuvo mucho tiempo a discutir con ellos. Se dirigió hacia donde estaba un grupo de niños, puso sobre sus rodillas, les acarició la cabecita con amor, y besó aquellas caritas inocentes.
El joven rico quedó emocionado al ver aquella escena. Nunca se había imaginado que Jesús pudiera ser capaz besar y hacer un cariño. Esa no era la imagen que se había formado acerca del Hijo de Dios. Por primera vez en su vida sintió el deseo de abrirle su corazón a alguien. Corrió cuando Jesús estaba saliendo ya de la ciudad, se arrodilló delante de él, y dijo: "Buen Maestro, ¿que haré para heredar la vida eterna?" En realidad, lo que estaba diciendo era: "¿Qué tengo que hacer para ser salvo? Siento que estoy perdido. No tengo seguridad de la salvación". ¿Por qué se sentía así? ¿No era, acaso, un buen miembro de iglesia? ¿No cumplía todas las normas? ¡Ah, amigo mío! cumplir sólo externamente los mandamientos nunca fue sinónimo de salvación. Ser, en apariencia, un buen miembro de la iglesia no quiere decir estar salvo. Es posible, en cierto modo, obedecer todo y estar completamente perdido. ¡Dentro de la iglesia, y perdido!
El Señor Jesús trató de llevar a aquel joven de lo conocido a lo desconocido. El joven conocía la letra de la ley, de modo que Jesús le dijo: "Guarda los mandamientos". Eso era un tratamiento de choque. "Señor -dijo el joven confuso-, todo eso lo he observado desde mi niñez, pero la angustia no desaparece, la desesperación aumenta, la sensación de estar perdido es cada día mayor".
Jesús lo miró con ternura y lo amó. ¿Sabes? Jesús también te ama a ti. No Importa si eres pobre o rico, si eres negro o blanco, si eres feo o hermoso. El te ama. El te comprende. Eso es lo que dice la Biblia. En este momento tú eres lo más importante para Dios. Tú, con tus luchas, con tus fracasos, con tus conflictos, con tus dudas e incertidumbres; tú con tus deformaciones de carácter, con tu temperamento irascible, eres el objeto de todo su amor y cariño. Puede ser que en algún momento de tu vida sientas que nadie te quiere, que tus padres no te com-prenden, que no aprecian tu valer, que la vida te negó las oportunidades que le dio a otros, que el mundo entero no te acepta. Incluso puede ser que ni te quieras a ti mismo, ni te aceptes. Todo eso puede ser verdad, pero Dios siente afecto por ti y te comprende. En este momento, mientras lees estas líneas, está muy cerca de ti, listo para ayudarte, socorrerte y valorarte.
Hace siglos, allá en Judea, más allá del Jordán, Cristo miró con amor al joven rico. Vio sus conflictos internos, sus luchas, sus angustias. Vio su desesperada situación: Dentro de la iglesia, pero perdido al cumplir tan sólo exteriormente los mandamientos, perdido obedeciendo en apariencia todas las normas.
"¿Sabes cuál es tu problema, hijo mío? -le dijo Jesús-, tan sólo uno: Tú no me amas. En tu corazón no hay lugar para mí, en tu corazón sólo hay lugar para el dinero. Es verdad que estás dispuesto a guardar mis mandamientos, pero no me amas, y mientras no me ames yo no acepto nada de ti. De nada vale en ese caso guardar los mandamientos, cumplir las normas, obedecer las reglas: si no me amas, nada de eso tiene sentido, continuarás sintiendo esa horrible sensación, ese vacío interior. Vamos a hacer una cosa, mi querido hijo, vete ahora a tu casa, saca del corazón el amor a las cosas de este mundo, colócame en el centro de tu vida y, entonces, ven y sígueme".
La Biblia dice que el joven, "contrariado con estas palabras, se retiró triste". ¡Qué desgracia! Estaba más dispuesto a guardar externamente los mandamientos que a amar al Señor Jesús. ¿Por qué? Porque, tal vez, es más fácil aparentar que se es bueno que entregar el corazón a Dios.
Es posible que estés pensando: "Afortunadamente yo no tengo riquezas". Puede ser. Pero, a veces, no necesitamos tener riquezas para destronar a Jesús del corazón. ¿No será que, acaso, amas más a un artista de la TV que a Jesús? ¿Podrían, un deporte, una enamorada, una profesión, los estudios, y otras cosas buenas en sí mismas, ocupar el lugar de Cristo en tu corazón? ¿Podría ser que, incluso, amaras la iglesia, la doctrina de la iglesia, el nombre de la iglesia, más que al Señor Jesús?
Te pregunto: ¿Cuál debería ser nuestra primera preocupación, amar a Jesús o sólo guardar los mandamientos? A veces estamos más preocupados porque los jóvenes obedezcan las normas en lugar de que amen a Jesús. Pero el interés de Jesús es diferente: "Dame, hijo mío, tu corazón", dice él mientras llama a la puerta del corazón humano.
Nunca deberíamos olvidar que es posible cumplir las normas sin amar a Jesús, pero que es imposible amar a Cristo y no obedecer sus normas. Entonces, ¿cuál debería ser nuestro primer interés, nuestro gran objetivo? Si el ser humano amara a Jesús con todo su corazón, sería incapaz de hacer algo que lastimara a su Redentor. Es decir que, en consecuencia, su vida sería una vida de obedien-cia.
¿Sabes cuál es nuestro gran drama en la vida espiritual? ¿Sabes por qué a veces nos sentimos infelices en la iglesia? Porque nos falta amor por Cristo. Algunos estamos en la iglesia porque nos gusta, porque la doctrina nos convenció, porque el pastor nos hizo una invitación que no pudimos rechazar. O porque nuestros padres lo quieren, o quizá para agradar a los hijos, o a la esposa, o simplemente porque todo ser humano tiene que tener una religión, pero no porque amemos a Jesús al punto de decirle: "Yo no pudo vivir sin ti".
-Pastor -me dijo una ancianita cierto día-, llevo casi 60 años de casada. Puede preguntarle a mi marido y él le dirá que siempre fui una esposa perfecta. Hice todo lo que una buena esposa debe hacer, actué siempre del mo-do correcto, pero nunca fui feliz.
-¿Por qué?
-Porque yo no amo a mi marido, pastor.
-Pero, entonces, ¿por qué se casó?
La ancianita, emocionada, dijo:
-En mis tiempos de jovencita una no escogía al mari-do. Eran los padres los que lo escogían. Un día mi padre dijo: "Hija, dentro de dos meses vas a casarte con el hijo de mi compadre". Así que preparamos el ajuar. Los detalles para la fiesta quedaron todos arreglados y, faltando dos días para el casamiento, conocí a ml novio. No me gustó. Nunca logré quererlo, pero me casé porque tenía que obedecer. Fui una esposa perfecta, pero nunca fui feliz.
¿Cómo ser feliz al lado de alguien a quien no se ama? El bautismo es una especie de casamiento con Cristo. Muchos cristianos tal vez puedan decir: "Señor, estoy en la iglesia, bautizado hace cinco, diez o quince años. En todo ese tiempo cumplí, de alguna manera, lo que la iglesia pide, pero nunca fui feliz". ¿Por qué? Porque no es posible ser feliz al lado de alguien a quien no se ama. Convivir con una persona a quien se ama es ya una tarea difícil, así que, imaginen qué será cuando no hay amor. Nun-ca podremos ser felices estando en la Iglesia solamente porque nacimos en ella, o debido a la presión social, religiosa o familiar. Todos esos motivos sólo tienen algún sentido cuando el gran motivo es el amor por Cristo. Si no es así, la vida cristiana llega a ser un infierno, una horrible carga que sobrellevar. Hacer las cosas sólo porque estamos bautizados, sólo para cumplir, sólo para agradar a los hombres, es lo peor que puede acontecernos. Siempre estaremos pensando en salir, en abandonar todo o, quizá, cuando nadie nos ve, estaremos haciendo las cosas que no debemos hacer.
Todas las normas de la iglesia, todas las cosas que tengamos que abandonar, todo lo que tengamos que aprender, tendrá algún significado únicamente cuando el amor de Cristo Impele e Impulse nuestro ser. Nuestra oración no debiera ser: "Señor, ayúdame a guardar tus mandamientos", sino: "Señor, ayúdame a amarte con todo mi ser".
Otros por el mismo amor al mundo y al dinero rechazan sus mandamientos.
El joven rico se fue triste y no volvió más. Estaba listo para ser en apariencia un buen miembro de Iglesia, pero no para entregar su corazón al Maestro.