Re: QUIENES SON FARSANTES? los detractores de Elena White o quien acusan?
Estimado Ernesto Gil. Tú dices:
"Estás tan confundido y perdido que ni te das cuenta de como te contradices. Primero comparas a Elena White con Isaías, Jeremías y "otros profetas". Segundo calificas a Ernesto Torres de "falso profeta" porque "desdeña la misma ley de Dios". ¿Cómo te contradices?
Veamos:
Al igual que tus compañeritos de aventurilla (los Elenianos) crees que Dios escogió a una "guardadora del domingo", "adoradora del dios sol", "adoradora del dios mitra", "seguidora de la bestia", "dominguera", "papista", etc., etc., etc., como Su mensajera... pues, como bien sabes, Elena White recibió varias visiones mientras aseguraba que el "sábado Judío" no tenía importancia alguna y mientras se reunía todos los días del sol (domingos) para rendir su "falso culto".
Quedas al descubierto así que "gracias por la publicidad directa sin costo alguno".
Respondo: ¿Sabes que el Señor nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable?
El "que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo."
"Pero ustedes son linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que los ha llamado de LAS TINIEBLAS a su admirable LUZ.” (1ra Pedro 2,9-10)
Veamos estos antecedentes que llenarán de ira a Ernesto…
Moisés fue llamado luego de huir al desierto tras haber dado muerte a un egipcio.(Éxodo 2:11). A la edad de 40 años se identifica con su pueblo lo que le costará su posición en el palacio.
Lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Éxodo 3:4
Nuestro Señor eligió entre los de su nación a humildes pescadores para ser sus discípulos: "SUBIO al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar."
Como encuentra a sus primeros seguidores, pescadores , a los que ofrece ser pescadores de hombres. La fuerza de la llamada de Jesús debió de ser muy fuerte para Simón(Pedro), Andrés, Santiago y Juan, pues dejan todo lo que tienen, su único medio de subsistencia, la pesca, para seguirles. Al indicar que los dos últimos hermanos nombrados abandonan a su padre en la barca, supongo que quiere remarcar la potencia de esta llamada hasta tal punto que estas personas, pobres y humildes, abandonan por completo a su familia, también en el plano económico, pues la pesca era su medio de subsistencia, sin saber exactamente a lo que se introducían.
A la cabeza de uno de los grupos en los cuales estaban divididos los apóstoles, se destaca el nombre de Felipe. Fue el primer discípulo a quien Jesús dirigió la orden terminante: "Sígueme." Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Había escuchado la enseñanza de Juan el Bautista, y le había oído anunciar a Cristo como el Cordero de Dios. Felipe buscaba sinceramente la verdad, pero era tardo de corazón para creer. Aunque se había unido a Cristo, la manera en que lo anunció a Natanael demuestra que no estaba plenamente convencido de la divinidad de Jesús. Aunque Cristo había sido proclamado por la voz del cielo como Hijo de Dios, para Felipe era "Jesús, el hijo de José, de Nazaret." Otra vez, cuando los cinco mil fueron alimentados, se reveló la falta de fe de Felipe. Para probarle, Jesús preguntó: "¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?" La respuesta de Felipe tendía a la incredulidad: "Doscientos denarios de pan no les bastarán, para que cada uno de ellos tome un poco." Jesús estaba apenado. Aunque Felipe había visto sus obras y sentido su poder, no tenía fe. Cuando los griegos preguntaron a Felipe acerca de Jesús, no aprovechó como honor y motivo de gozo la oportunidad de presentarlos al Salvador, sino que se fue a decirlo a Andrés. Otra vez, en las últimas horas transcurridas antes de la crucifixión, las palabras de Felipe propendieron a desalentar la fe. Cuando Tomás dijo a Jesús: "Señor, no sabemos a dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino?" el Salvador respondió: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. . . . Si me conocieseis, también a mi Padre conocierais." De Felipe provino la respuesta incrédula: "Señor, muéstranos al Padre, y nos basta." Tan tardo de corazón, tan débil en la fe, era el discípulo que había estado con Jesús durante tres años.
En feliz contraste con la incredulidad de Felipe, se notaba la confianza infantil de Natanael. Era hombre de naturaleza intensamente fervorosa, cuya fe se apoderaba de las realidades invisibles. Sin embargo, Felipe era alumno en la escuela de Cristo, y el divino Maestro soportó pacientemente su incredulidad y torpeza. Cuando fue derramado el Espíritu Santo sobre los discípulos, Felipe llegó a ser un maestro según el orden divino. Sabía de qué hablaba y enseñaba con una seguridad que infundía convicción a los oyentes.
Mientras Jesús estaba preparando a los discípulos para su ordenación, un hombre que no había sido llamado se presentó con insistencia entre ellos. Era Judas Iscariote, hombre que profesaba seguir a Cristo y que se adelantó ahora para solicitar un lugar en el círculo íntimo de los discípulos. Con gran fervor y aparente sinceridad, declaró: "Maestro, te seguiré a donde quiera que fueres." Jesús no le rechazó ni le dio la bienvenida, sino que pronunció tan sólo estas palabras tristes: "Las zorras tienen cavernas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recueste su cabeza." * Judas creía que Jesús era el Mesías; y uniéndose a los apóstoles esperaba conseguir un alto puesto en el nuevo reino, así que Jesús se proponía desvanecer esta esperanza declarando su pobreza.
Los discípulos anhelaban que Judas llegase a ser uno de ellos. Parecía un hombre respetable, de agudo discernimiento y habilidad administrativa, y lo recomendaron a Jesús como hombre que le ayudaría mucho en su obra. Les causó, pues, sorpresa que Jesús le recibiese tan fríamente.
Los discípulos habían quedado muy desilusionados de que Jesús no se había esforzado por conseguir la cooperación de los dirigentes de Israel. Les parecía que era un error no fortalecer su causa obteniendo el apoyo de esos hombres influyentes. Si hubiese rechazado a Judas, en su ánimo habrían puesto en duda la sabiduría de su Maestro. La historia ulterior de Judas les iba a enseñar el peligro que hay en decidir la idoneidad de los hombres para la obra de Dios basándose en alguna consideración mundanal. La cooperación de hombres como aquellos que los discípulos deseaban asegurarse habría entregado la obra en las manos de sus peores enemigos.
Sin embargo, cuando Judas se unió a los discípulos no era insensible a la belleza del carácter de Cristo. Sentía la influencia de aquel poder divino que atraía las almas al Salvador. El que no había de quebrar la caña cascada ni apagar el pábilo humeante no iba a rechazar a esa alma mientras sintiera un deseo de acercarse a la luz. El Salvador leyó el corazón de Judas; conoció los abismos de iniquidad en los cuales éste se hundiría a menos que fuese librado por la gracia de Dios. Al relacionar a este hombre consigo, le puso donde podría estar día tras día en contacto con la manifestación de su propio amor abnegado. Si quería abrir su corazón a Cristo, la gracia divina desterraría el demonio del egoísmo, y aun Judas podría llegar a ser súbdito del reino de Dios.
Dios toma a los hombres tales como son, con los elementos humanos de su carácter, y los prepara para su servicio, si quieren ser disciplinados y aprender de él. No son elegidos porque sean perfectos, sino a pesar de sus imperfecciones, para que mediante el conocimiento y la práctica de la verdad, y por la gracia de Cristo, puedan ser transformados a su imagen.
Judas tuvo las mismas oportunidades que los demás discípulos. Escuchó las mismas preciosas lecciones. Pero la práctica de la verdad requerida por Cristo contradecía los deseos y propósitos de Judas, y él no quería renunciar a sus ideas para recibir sabiduría del Cielo.
¡Cuán tiernamente obró el Salvador con aquel que había de entregarle! En sus enseñanzas, Jesús se espaciaba en los principios de la benevolencia que herían la misma raíz de la avaricia. Presentó a Judas el odioso carácter de la codicia, y más de una vez el discípulo se dio cuenta de que su carácter había sido pintado y su pecado señalado; pero no quería confesar ni abandonar su iniquidad. Se creía suficiente de por sí mismo, y en vez de resistir la tentación continuó practicando sus fraudes. Cristo estaba delante de él, como ejemplo vivo de lo que debía llegar a ser si cosechaba los beneficios de la mediación y el ministerio divinos; pero lección tras lección caía en los oídos de Judas sin que él le prestara atención.
Ninguna reprimenda viva por su avaricia le dirigió Jesús, sino que con paciencia divina soportó a ese hombre que estaba en error, al par que le daba evidencia de que leía en su corazón como en un libro abierto. Le presentó los más altos incentivos para hacer lo bueno, y al rechazar la luz del Cielo, Judas quedaría sin excusa.
En vez de andar en la luz, Judas prefirió conservar sus defectos. Albergó malos deseos, pasiones vengativas y pensamientos lóbregos y rencorosos, hasta que Satanás se posesionó plenamente de él. Judas llegó a ser un representante del enemigo de Cristo.
Cuando llegó a asociarse con Jesús, tenía algunos preciosos rasgos de carácter que podrían haber hecho de él una bendición para la iglesia. Si hubiese estado dispuesto a llevar el yugo de Cristo, podría haberse contado entre los principales apóstoles; pero endureció su corazón cuando le señalaron sus defectos, y con orgullo y rebelión prefirió sus egoístas ambiciones, y así se incapacitó para la obra que Dios quería darle.
Todos los discípulos tenían graves defectos cuando Jesús los llamó a su servicio. Aun Juan, quien vino a estar más íntimamente asociado con el manso y humilde Jesús, no era por naturaleza manso y sumiso. El y su hermano eran llamados "hijos del trueno." Aun mientras andaba con Jesús, cualquier desprecio hecho a éste despertaba su indignación y espíritu combativo. En el discípulo amado, había mal genio, espíritu vengativo y de crítica. Era orgulloso y ambicionaba ocupar el primer puesto en el reino de Dios. Pero día tras día, en contraste con su propio espíritu violento, contempló la ternura y tolerancia de Jesús, y fue oyendo sus lecciones de humildad y paciencia. Abrió su corazón a la influencia divina y llegó a ser no solamente oidor sino hacedor de las obras del Salvador. Ocultó su personalidad en Cristo y aprendió a llevar el yugo y la carga de Cristo.
Jesús reprendía a sus discípulos. Los amonestaba y precavía; pero Juan y sus hermanos no le abandonaron; prefirieron quedar con Jesús a pesar de las reprensiones. El Salvador no se apartó de ellos por causa de sus debilidades y errores. 263 Ellos continuaron compartiendo hasta el fin sus pruebas y aprendiendo las lecciones de su vida. Contemplando a Cristo, llegó a transformarse su carácter.
En sus hábitos y temperamento, los apóstoles diferían grandemente. Entre ellos se contaba el publicano Leví Mateo y el celote Simón, el intransigente enemigo de la autoridad de Roma; el generoso e impulsivo Pedro, y el ruin Judas; Tomás el fiel, aunque tímido y miedoso; Felipe, lento de corazón e inclinado a la duda, y los ambiciosos y jactanciosos hijos de Zebedeo, con sus hermanos. Estos fueron reunidos, con sus diferentes defectos, todos con tendencias al mal, heredadas y cultivadas; pero en Cristo y por su medio habían de habitar en la familia de Dios, aprendiendo a ser uno en fe, doctrina y espíritu. Iban a tener sus pruebas, sus agravios, sus diferencias de opinión; pero mientras Cristo habitase en el corazón de ellos, no habría disensión. Su amor los induciría a amarse unos a otros; las lecciones del Maestro harían armonizar todas las diferencias, poniendo a los discípulos en unidad hasta hacerlos de una mente y un mismo criterio. Cristo es el gran centro, y ellos se acercarían el uno al otro en la proporción en que se acercasen al centro.
Cuando Jesús hubo dado su instrucción a los discípulos congregó al pequeño grupo en derredor suyo, y arrodillándose en medio de ellos y poniendo sus manos sobre sus cabezas, ofreció una oración para dedicarlos a su obra sagrada. Así fueron ordenados al ministerio evangélico los discípulos del Señor.
Como representantes suyos entre los hombres, Cristo no elige ángeles que nunca cayeron, sino a seres humanos, hombres de pasiones iguales a las de aquellos a quienes tratan de salvar. Cristo mismo se revistió de la humanidad, para poder alcanzar a la humanidad. La divinidad necesitaba de la humanidad; porque se requería tanto lo divino como lo humano para traer la salvación al mundo. La divinidad necesitaba de la humanidad, para que ésta pudiese proporcionarle un medio de comunicación entre Dios y el hombre. Así sucede con los siervos y mensajeros de Cristo. El hombre necesita un poder exterior a sí mismo para restaurarle a la semejanza de Dios y habilitarle para hacer la obra de Dios; pero esto no hace que no sea esencial el agente humano. La humanidad hace 264 suyo el poder divino, Cristo n ora en el corazón por la fe; y mediante la cooperación con lo divino el poder del hombre se hace eficiente para el bien.
El que llamó a los pescadores de Galilea está llamando todavía a los hombres a su servicio. Y está tan dispuesto a manifestar su poder por medio de nosotros como por los primeros discípulos. Por imperfectos y pecaminosos que seamos, el Señor nos ofrece asociarnos consigo, para que seamos aprendices de Cristo.
Nos invita a ponernos bajo la instrucción divina para que unidos con Cristo podamos realizar las obras de Dios.
"Tenemos empero este tesoro en vasos de barro, para que la alteza del poder sea de Dios, y no de nosotros." Esta es la razón por la cual la predicación del Evangelio fue confiada a hombres sujetos a error más bien que a los ángeles. Es manifiesto que el poder que obra por la debilidad de la humanidad es el poder de Dios; y así se nos anima a creer que el poder que puede ayudar a otros tan débiles como nosotros puede ayudarnos a nosotros también. Y los que están sujetos a flaquezas deben poder compadecerse "de los ignorantes y extraviados." * Habiendo estado en peligro ellos mismos, conocen los riesgos y dificultades del camino, y por esta razón son llamados a buscar a los demás que están en igual peligro. Hay almas afligidas por la duda, cargadas de flaquezas, débiles en la fe e incapacitadas para comprender al Invisible; pero un amigo a quien pueden creer, que viene a ellos en lugar de Cristo, puede ser el vínculo que corrobore su temblorosa fe en Cristo.
Hemos de colaborar con los ángeles celestiales para presentar a Jesús al mundo. Con avidez casi impaciente, los ángeles aguardan nuestra cooperación; porque el hombre debe ser el medio de comunicación con el hombre. Y cuando nos entregamos a Cristo en una consagración de todo el corazón, los ángeles se regocijan de poder hablar por nuestras voces para revelar el amor de Dios.
Saulo de Tarso era un perseguidor de la Iglesia y luego el Señor lo transformó en uno de los pilares de su movimiento: Efesios 3:8-12 “Aunque soy menos que el menor de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles la insondable riqueza de Cristo, y de aclarar a todos la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por medio de la iglesia a los principados y potestades de los cielos, conforme a su propósito eterno, que cumplió en Cristo Jesús nuestro Señor. En él, y mediante la fe en él, podemos acercamos a Dios con libertad y confianza.”
El Señor escogió a una persona que provenía del metodismo y a la que le fue revelando poco a poco la verdad del mensaje del tercer ángel, ella tuvo ricas experiencias al dejar todos los errores que estaban presentes en aquellas denominaciones.
Por eso Ellen White escribió:
No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada. (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 443). –Notas biográficas, p. 216.
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo