Re: Analizando la primera visión de Elena White
Continuación.
Mat. 5:14: "Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder". Fijaos que dice, "vosotros sois (plural) LA LUZ (singular)" La traducción es correcta porque aunque nosotros somos muchos, la Luz es una sola. Y, ¿quién es la Luz que alumbra a todo hombre que ha venido al mundo? Juan 1:4, 9: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres... La luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo". Volvamos a Mateo 5:16: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Hermanos: ¿Qué han de ver los hombres? Nuestras buenas obras. Pero, ¿a quién han de glorificar? A nosotros no. A nuestra denominación tampoco. Es al Padre a quien han de glorificar.
Pero ahora surge un problema. ¿Por qué trae Dios a los creyentes a juicio? Lo preguntaré de otra forma. ¿Por qué acude alguien a un juzgado, o un juicio? Porque hay alguien que presenta una acusación, ¿no es cierto?
¿Quién acusa a los creyentes día y noche? (Apoc. 12:10; Zac. 3:1; Job 1:6; 2:1). Satanás es el acusador. Pero debéis saber que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo –los tres– están de nuestra parte.
Rom. 8:16 y 17: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados". El Espíritu nos dice que somos hijos de Dios y herederos con Jesús.
Rom. 8:31: "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" ¿Cómo sabemos que Dios esta a nuestro favor? Vedlo en los siguientes versículos (32-34): "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". Comprendamos esto claramente. El Padre no nos acusa, sino que nos justifica. El Hijo no nos condena, ya que murió, resucitó e intercede por nosotros. Hermanos, ¡La Deidad esta de nuestra parte!
Ahora voy a responder a una pregunta típica que surge al presentar este tema.
¿Cómo entender Santiago 2:24? Este texto, tomado aisladamente, da la impresión de que contradiga a los textos de Pablo. Lutero, por ejemplo, así lo entendió. Por un tiempo llegó a pensar que Santiago no estaba inspirado, aunque luego cambió.
Como siempre, hay que analizar el versículo en su contexto. Hay que averiguar, ¿qué problema estaba tratando Santiago en este capítulo? El tema de discusión en Santiago, no es "las obras de la ley". Ese es precisamente el tema que trata Pablo. El término "las obras de la ley", significa "legalismo".
Santiago trata con otro problema diferente, llamado "antinomianismo" o "gracia barata", que es desprecio hacia la ley.
Veamos en Santiago 2:14, 17: "Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo?... Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta". En realidad, lo que Santiago está queriendo explicar es que, si la fe no lleva consigo sus obras inherentes, en realidad es que no hay tal cosa llamada fe. Vers. 20: "¿Quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta?" ¿Existe, una cosa muerta? Mirad ahora la ilustración, (vers. 21): "¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro Padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?" Abraham tenía aproximadamente entre unos 117-120 años cuando ofreció a Isaac. Allí dice el versículo leído que fue justificado por las obras.
Ahora leamos el vers. 23: "Y se cumplió la Escritura que dice: ‘Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia’, y fue llamado amigo de Dios". Pero, ¿qué edad tenía cuando fue justificado por la fe? Tenía 75 años, es decir, ¡muchos años antes de que ofreciera a Isaac!
Abraham fue justificado por la fe, porque creyó en la promesa de Dios. Al creer, eso le fue atribuido a justicia (imputado). Sin ninguna obra. Y luego, a los cien años, Dios cumplió la promesa, y nació Isaac. Entonces, unos diecisiete o dieciocho años después, Dios dijo a Abraham, "sacrifica a tu hijo único". ¿Por qué? ¿Qué estaba probando Dios en Abraham? ¿Su justicia, sus obras, su rectitud? ¡No! Dios probaba su fe.
¿Cómo podemos saberlo? Vedlo en Hebreos 11:17-19: "Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac: el que había recibido las promesas, ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: ‘En Isaac te será llamada descendencia’, porque pensaba que Dios es poderoso para levantar aún de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también lo volvió a recibir". Así que, cuando Abraham levantó el cuchillo para sacrificar a Isaac, ese acto fueron "obras", ¿no? Pero decidme, ¿son las obras de la ley, o son obras de la fe? Son de la fe. Eso está claro.
Volvamos a Santiago 2:22: "¿No ves que la fe actuó con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras?" Una vez más repetimos lo dicho anteriormente: la fe genuina lleva consigo las obras de Dios. Eso sí, las obras pueden ser muy diferentes. ¿Recordáis la parábola del sembrador, la semilla que fructificó? Una dio diez, otra cien, y otra mil. La cuestión no es la cantidad, sino que la verdadera justificación por la fe, siempre produce fruto. También hay algo que debemos saber: cuando la fe produce obras, lo más probable es que vosotros no os deis cuenta de ello, o que no le prestéis atención. Pero, ¿cómo podemos saber esto? Porque en el juicio, Cristo os dirá, "Tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, fui forastero, y me recogisteis, estuve desnudo, y me cubristeis, enfermo y en la cárcel, y me visitasteis." (Mat. 25:35-36) Y, ¿qué diréis? 'Ah, pues sí, está todo registrado en nuestras publicaciones, se presentó cada sábado, lo tenemos todo apuntado...' ¿Diréis eso? ¿Verdad que no? Al contrario, diréis, '¿pero cuándo hicimos todas esas cosas?' (vers. 37-39).
Y es que, queridos amigos, las obras de la fe surgen de manera espontanea. Forman parte de vuestra vida cotidiana; no las programáis, no sabéis siquiera que las estáis haciendo, porque el amor de Cristo os impulsa, os motiva.
Volvamos al juicio. Decíamos que Satanás nos acusa de ser pecadores. Decidme: ¿Tiene razón, o no? Pues siento decíroslo, pero sí, tiene toda la razón. Porque decidme, ¿alguno es de naturaleza impecable? Concluimos que el diablo tiene razón, pero ¿qué hace Cristo? Él no niega la acusación, no niega el cargo, pero trae al juicio nuestras obras de la fe. No para probar nuestra justicia, sino para probar nuestra fe, para dar a conocer nuestra fe. Y nuestra fe nunca está puesta en nosotros, sino en Cristo. Así que, Jesús aporta nuestras obras de fe para demostrar que esa fe es genuina, y entonces le dice a Satanás: 'Estas personas dependen de mi justicia para ir al cielo. Ahora, para poder condenar a una de ellas, has de señalar algún pecado en mí. ¿Puedes hacerlo?' ¡NO! Entonces Cristo dice a Satanás, 'Jehová te reprenda. Tú no tienes derecho sobre estos. ¿No son acaso como rescatados de un incendio?' (Zac. 3:2)
Hermanos, vosotros y yo pertenecemos al lago de fuego, pero la justicia de Cristo, recibida en nosotros, y obrando en nosotros por la fe, nos ha arrebatado de ese lago ardiente. Cristo nos defiende. Él dirá a los ángeles, 'Quitadles esas vestiduras viles. Y vestidlos con mi ropa de gala, y con mitra limpia' (Zac. 3:4 y 5). Es decir, 'Vestidlos de mi justicia'. Y todo esto, ¿para quién? Sólo para aquellos que se han negado a sí mismos, y han reposado enteramente en Cristo para su salvación. Para ellos, el tiempo del juicio (ahora), es un tiempo precioso. No por lo que ellos hacen por Cristo, sino por lo que Cristo hace con ellos. ¿Y qué hace Cristo con ellos desde 1844, hasta que regresa a buscarlos? Los hace justos. No que la justicia de Cristo cubre sus pecados, sino que la justicia, la rectitud, la obediencia a la ley de Jesús les es dada, es su posesión. Una justicia que no es de ellos, pero que les ha sido imputada, de la misma manera que nuestro pecado le fue imputado a Cristo. Eso sí, esa justicia imputada obró en ellos, puesto que la recibieron con fe, y esa fe obró por el amor (Gál. 5:6; 2 Cor. 5:14).
Pero si pretendéis obtener la salvación por vuestras buenas obras, y le decís a Jesús, 'He echado demonios en tu nombre, he hecho milagros, hice un montón de cosas buenas en tu nombre, di el diezmo, guardé el sábado, acepté el mensaje de 1888, etc' ¿Sabéis lo que dirá Jesús? 'No fueron mis obras en ti, no fui yo quien las realizó. No quisiste que yo viviera en ti. Ni siquiera te conozco. Has elegido tu propia justicia, y a ella tengo que abandonarte. Vete, obrador de maldad' (Mat. 7:22-23).
Pero si reposáis de vuestras obras, y permitís que las obras de Cristo se manifiesten en vosotros. Él terminará toda la obra que comenzó en vosotros hasta el final. No temáis al juicio. Son buenas nuevas, puesto que Cristo así lo desea, pues para eso planeó algo tan importante y maravilloso como un juicio investigador.
¿Entendéis por qué aquel profesor dijo que no tenían derecho a llamarnos secta? ¿Sabéis?, aquel profesor me llevó a su casa a comer. Su esposa tuvo el detalle de prepararme una comida vegetariana. Durante la comida, discutimos sobre el estado de los muertos. Después de comer, le di el estudio bíblico completo acerca de este tema. Tres meses más tarde me llamó para decirme: "Usted también tenía razón con el asunto del estado de los muertos." Él era Bautista, pero me dijo: "tengo que aceptar sus doctrinas, aunque eso me cueste perder mi trabajo." Queridos amigos, como veis, hay mucho pueblo "fuera". Y sólo está esperando que esta iglesia restaure el mensaje de la justicia de Cristo tal y como el Señor nos lo dio en 1888. Que Dios nos bendiga y nos use para su gloria. Que podamos dar el mensaje de "Cristo y su justicia", y si se nos vuelve a llamar secta, en realidad, no nos importe. Que sólo nos importe realmente él y su honor ante todo el universo, en este tiempo de juicio. ¡Amen! ( Adaptado de Jack Sequeira)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.
Continuación.
Mat. 5:14: "Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder". Fijaos que dice, "vosotros sois (plural) LA LUZ (singular)" La traducción es correcta porque aunque nosotros somos muchos, la Luz es una sola. Y, ¿quién es la Luz que alumbra a todo hombre que ha venido al mundo? Juan 1:4, 9: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres... La luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo". Volvamos a Mateo 5:16: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". Hermanos: ¿Qué han de ver los hombres? Nuestras buenas obras. Pero, ¿a quién han de glorificar? A nosotros no. A nuestra denominación tampoco. Es al Padre a quien han de glorificar.
Pero ahora surge un problema. ¿Por qué trae Dios a los creyentes a juicio? Lo preguntaré de otra forma. ¿Por qué acude alguien a un juzgado, o un juicio? Porque hay alguien que presenta una acusación, ¿no es cierto?
¿Quién acusa a los creyentes día y noche? (Apoc. 12:10; Zac. 3:1; Job 1:6; 2:1). Satanás es el acusador. Pero debéis saber que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo –los tres– están de nuestra parte.
Rom. 8:16 y 17: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados". El Espíritu nos dice que somos hijos de Dios y herederos con Jesús.
Rom. 8:31: "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" ¿Cómo sabemos que Dios esta a nuestro favor? Vedlo en los siguientes versículos (32-34): "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". Comprendamos esto claramente. El Padre no nos acusa, sino que nos justifica. El Hijo no nos condena, ya que murió, resucitó e intercede por nosotros. Hermanos, ¡La Deidad esta de nuestra parte!
Ahora voy a responder a una pregunta típica que surge al presentar este tema.
¿Cómo entender Santiago 2:24? Este texto, tomado aisladamente, da la impresión de que contradiga a los textos de Pablo. Lutero, por ejemplo, así lo entendió. Por un tiempo llegó a pensar que Santiago no estaba inspirado, aunque luego cambió.
Como siempre, hay que analizar el versículo en su contexto. Hay que averiguar, ¿qué problema estaba tratando Santiago en este capítulo? El tema de discusión en Santiago, no es "las obras de la ley". Ese es precisamente el tema que trata Pablo. El término "las obras de la ley", significa "legalismo".
Santiago trata con otro problema diferente, llamado "antinomianismo" o "gracia barata", que es desprecio hacia la ley.
Veamos en Santiago 2:14, 17: "Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarlo?... Así también la fe, si no tiene obras, está completamente muerta". En realidad, lo que Santiago está queriendo explicar es que, si la fe no lleva consigo sus obras inherentes, en realidad es que no hay tal cosa llamada fe. Vers. 20: "¿Quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras está muerta?" ¿Existe, una cosa muerta? Mirad ahora la ilustración, (vers. 21): "¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro Padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?" Abraham tenía aproximadamente entre unos 117-120 años cuando ofreció a Isaac. Allí dice el versículo leído que fue justificado por las obras.
Ahora leamos el vers. 23: "Y se cumplió la Escritura que dice: ‘Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia’, y fue llamado amigo de Dios". Pero, ¿qué edad tenía cuando fue justificado por la fe? Tenía 75 años, es decir, ¡muchos años antes de que ofreciera a Isaac!
Abraham fue justificado por la fe, porque creyó en la promesa de Dios. Al creer, eso le fue atribuido a justicia (imputado). Sin ninguna obra. Y luego, a los cien años, Dios cumplió la promesa, y nació Isaac. Entonces, unos diecisiete o dieciocho años después, Dios dijo a Abraham, "sacrifica a tu hijo único". ¿Por qué? ¿Qué estaba probando Dios en Abraham? ¿Su justicia, sus obras, su rectitud? ¡No! Dios probaba su fe.
¿Cómo podemos saberlo? Vedlo en Hebreos 11:17-19: "Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac: el que había recibido las promesas, ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: ‘En Isaac te será llamada descendencia’, porque pensaba que Dios es poderoso para levantar aún de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también lo volvió a recibir". Así que, cuando Abraham levantó el cuchillo para sacrificar a Isaac, ese acto fueron "obras", ¿no? Pero decidme, ¿son las obras de la ley, o son obras de la fe? Son de la fe. Eso está claro.
Volvamos a Santiago 2:22: "¿No ves que la fe actuó con sus obras y que la fe se perfeccionó por las obras?" Una vez más repetimos lo dicho anteriormente: la fe genuina lleva consigo las obras de Dios. Eso sí, las obras pueden ser muy diferentes. ¿Recordáis la parábola del sembrador, la semilla que fructificó? Una dio diez, otra cien, y otra mil. La cuestión no es la cantidad, sino que la verdadera justificación por la fe, siempre produce fruto. También hay algo que debemos saber: cuando la fe produce obras, lo más probable es que vosotros no os deis cuenta de ello, o que no le prestéis atención. Pero, ¿cómo podemos saber esto? Porque en el juicio, Cristo os dirá, "Tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber, fui forastero, y me recogisteis, estuve desnudo, y me cubristeis, enfermo y en la cárcel, y me visitasteis." (Mat. 25:35-36) Y, ¿qué diréis? 'Ah, pues sí, está todo registrado en nuestras publicaciones, se presentó cada sábado, lo tenemos todo apuntado...' ¿Diréis eso? ¿Verdad que no? Al contrario, diréis, '¿pero cuándo hicimos todas esas cosas?' (vers. 37-39).
Y es que, queridos amigos, las obras de la fe surgen de manera espontanea. Forman parte de vuestra vida cotidiana; no las programáis, no sabéis siquiera que las estáis haciendo, porque el amor de Cristo os impulsa, os motiva.
Volvamos al juicio. Decíamos que Satanás nos acusa de ser pecadores. Decidme: ¿Tiene razón, o no? Pues siento decíroslo, pero sí, tiene toda la razón. Porque decidme, ¿alguno es de naturaleza impecable? Concluimos que el diablo tiene razón, pero ¿qué hace Cristo? Él no niega la acusación, no niega el cargo, pero trae al juicio nuestras obras de la fe. No para probar nuestra justicia, sino para probar nuestra fe, para dar a conocer nuestra fe. Y nuestra fe nunca está puesta en nosotros, sino en Cristo. Así que, Jesús aporta nuestras obras de fe para demostrar que esa fe es genuina, y entonces le dice a Satanás: 'Estas personas dependen de mi justicia para ir al cielo. Ahora, para poder condenar a una de ellas, has de señalar algún pecado en mí. ¿Puedes hacerlo?' ¡NO! Entonces Cristo dice a Satanás, 'Jehová te reprenda. Tú no tienes derecho sobre estos. ¿No son acaso como rescatados de un incendio?' (Zac. 3:2)
Hermanos, vosotros y yo pertenecemos al lago de fuego, pero la justicia de Cristo, recibida en nosotros, y obrando en nosotros por la fe, nos ha arrebatado de ese lago ardiente. Cristo nos defiende. Él dirá a los ángeles, 'Quitadles esas vestiduras viles. Y vestidlos con mi ropa de gala, y con mitra limpia' (Zac. 3:4 y 5). Es decir, 'Vestidlos de mi justicia'. Y todo esto, ¿para quién? Sólo para aquellos que se han negado a sí mismos, y han reposado enteramente en Cristo para su salvación. Para ellos, el tiempo del juicio (ahora), es un tiempo precioso. No por lo que ellos hacen por Cristo, sino por lo que Cristo hace con ellos. ¿Y qué hace Cristo con ellos desde 1844, hasta que regresa a buscarlos? Los hace justos. No que la justicia de Cristo cubre sus pecados, sino que la justicia, la rectitud, la obediencia a la ley de Jesús les es dada, es su posesión. Una justicia que no es de ellos, pero que les ha sido imputada, de la misma manera que nuestro pecado le fue imputado a Cristo. Eso sí, esa justicia imputada obró en ellos, puesto que la recibieron con fe, y esa fe obró por el amor (Gál. 5:6; 2 Cor. 5:14).
Pero si pretendéis obtener la salvación por vuestras buenas obras, y le decís a Jesús, 'He echado demonios en tu nombre, he hecho milagros, hice un montón de cosas buenas en tu nombre, di el diezmo, guardé el sábado, acepté el mensaje de 1888, etc' ¿Sabéis lo que dirá Jesús? 'No fueron mis obras en ti, no fui yo quien las realizó. No quisiste que yo viviera en ti. Ni siquiera te conozco. Has elegido tu propia justicia, y a ella tengo que abandonarte. Vete, obrador de maldad' (Mat. 7:22-23).
Pero si reposáis de vuestras obras, y permitís que las obras de Cristo se manifiesten en vosotros. Él terminará toda la obra que comenzó en vosotros hasta el final. No temáis al juicio. Son buenas nuevas, puesto que Cristo así lo desea, pues para eso planeó algo tan importante y maravilloso como un juicio investigador.
¿Entendéis por qué aquel profesor dijo que no tenían derecho a llamarnos secta? ¿Sabéis?, aquel profesor me llevó a su casa a comer. Su esposa tuvo el detalle de prepararme una comida vegetariana. Durante la comida, discutimos sobre el estado de los muertos. Después de comer, le di el estudio bíblico completo acerca de este tema. Tres meses más tarde me llamó para decirme: "Usted también tenía razón con el asunto del estado de los muertos." Él era Bautista, pero me dijo: "tengo que aceptar sus doctrinas, aunque eso me cueste perder mi trabajo." Queridos amigos, como veis, hay mucho pueblo "fuera". Y sólo está esperando que esta iglesia restaure el mensaje de la justicia de Cristo tal y como el Señor nos lo dio en 1888. Que Dios nos bendiga y nos use para su gloria. Que podamos dar el mensaje de "Cristo y su justicia", y si se nos vuelve a llamar secta, en realidad, no nos importe. Que sólo nos importe realmente él y su honor ante todo el universo, en este tiempo de juicio. ¡Amen! ( Adaptado de Jack Sequeira)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.