Re: Textos que prueban la vigencia del Sábado: Mateo 5:17-18
La ley.
Gr. nómos, (ver com. Rom. 3: 19), que aquí equivale al Heb. torah, que comprende toda la voluntad revelada de Dios (ver com. Sal. 119: 1, 33; Prov. 3: 1). La expresión "la ley y los profetas" representa la división de las Escrituras del AT en dos partes (Mat. 7: 12; 11: 13; 22: 40; Luc. 16: 16; Juan 1: 45; Rom. 3: 21). Esta clasificación se encuentra también en la antigua literatura judía (ver 4 Mac. 18: 10). Sin embargo, la división más común entre los judíos era la triple división: la ley, los profetas y los salmos (Luc. 24: 44), o, según el título de la Biblia hebrea, "Ley, Profetas y Escritos". El contexto indica que con toda probabilidad Jesús se estaba refiriendo en primera instancia a la ley moral y a los estatutos civiles contenidos en los libros de Moisés y confirmados por los profetas (DTG 273; DMJ 43). En Mat. 5: 21-47 Jesús elige ciertos preceptos de los Diez Mandamientos (vers. 21, 27) y de las leyes de Moisés (vers. 33, 38, 43), y presenta el contraste entre su interpretación y la de los escribas, expositores oficiales y maestros de la ley (ver p. 57; com. Mar. 1: 22; 2: 6, 16; Luc. 5: 17).
Cristo muestra claramente que no era él sino ellos quienes destruían la ley, invalidándola con su tradición (Mat. 15: 3, 6). Es probable que las ilustraciones tomadas de la ley (cap. 5: 21-47) representen sólo una parte de lo que Cristo dijo en esa oportunidad (ver com. vers. 2). Su discurso pudo haber sido mucho más amplio. Cuando afirmó que había venido a cumplir la ley y los profetas, también pudo haber hecho notar que en él se cumplían los símbolos de la ley ritual que se referían a él, y que en él se cumplían todas las predicciones mesiánicas de todas las Escrituras (Luc. 24: 44). No había venido a abrogar ninguna parte de las Escrituras que él mismo había dado (1 Ped. 1: 11; PP 381-382), y que testificaban de él (Juan 5: 39; cf. Luc. 4: 21).
El punto básico de desacuerdo entre Jesús y los escribas tenía que ver con las tradiciones mediante las cuales ellos interpretaban la santa ley de Dios (ver p. 57; com. Mar. 1: 22, 44; 2: 19, 24; 7: 1-14; Luc. 6: 9). Desde la niñez Jesús había actuado sin tomar en cuenta esas leyes rabínicas que no tenían su base en el AT (DTG 64). Lo que ahora ponía de lado era la falsa interpretación que los escribas habían dado a la ley (DTG 273), y no la ley en sí.
Cumplir.
Gr. pl'róÇ, "completar", "llenar". En el Sermón del Monte el Autor de la ley dejó en claro el verdadero significado de sus preceptos, y la manera en que sus principios habían de expresarse en el pensamiento y en la vida de los ciudadanos del reino que había venido a establecer (ver com. Isa. 59: 7). El mismo gran Dador de la ley reafirmó los pronunciamientos del Sinaí, diciendo que estaban en vigencia para los que quisieran ser sus súbditos, y anunció que cualquiera que se atreviera a anularlos, ya fuera por precepto o por ejemplo, de ningún modo entraría en el "reino de los cielos" (Mat. 5: 20).
La afirmación de que al cumplir la ley moral Cristo la abrogó no armoniza con el contexto de la declaración del Maestro. Tal interpretación niega el sentido que evidentemente Jesús quiso transmitir. Según esa interpretación contradictoria, Cristo habría dicho que no había venido a destruir la ley, sino que al cumplirla la abrogaba. Esa interpretación pasa por alto la clara antítesis que hay en la palabra allá- "sino", "pero"- y hace que las dos ideas sean virtualmente sinónimos. Al cumplir la ley, Cristo tan sólo le dio un sentido más amplio, dando a los hombres un ejemplo de perfecta obediencia a la voluntad de Dios a fin de que la misma ley "se cumpliese [pl'róÇ] en nosotros" (Rom. 8: 3-4).
De cierto.
Gr. Amén, del Heb. 'amen, "firme", "establecido", "seguro". Según el sentido del hebreo, el 'amen significa una respuesta confirmatorio y enfática a lo que dice otra persona (Núm. 5: 22; Deut. 27: 15-16; etc.). Se le da el mismo sentido en el NT(1 Cor. 14: 16). Se emplea el amén con frecuencia en el NT al final de una doxología (Rom. 1: 25; Gál. 1: 5; etc.). Pero es peculiar de Jesús la forma en que usa el amén para confirmar lo que él mismo dice y para darle más énfasis. El comienza muchas de sus expresiones diciendo: "De cierto os digo" (Mat. 6: 2, 5, 16; etc.), o, como aparece en el Evangelio de Juan (25 veces), "de cierto, de cierto te digo" (Juan 3: 3, 5, 11; etc.; ver com. cap. 1: 51).
Hasta que pasen el cielo y la tierra.
Comparar con Mar. 13: 31; Luc. 16: 17. Puesto que la ley es una expresión de la voluntad de Dios, y el plan de salvación es una expresión de la misericordia de Dios, ninguno de ellos fracasará. "La palabra del Dios nuestro es segura para siempre" (Isa. 40: 8).
Jota.
Gr. iÇta, la novena letra del alfabeto griego, que corresponde con la letra hebrea yod (ver p. 16), la más pequeña del alfabeto hebreo.
Ni una.
La construcción griega tiene un negativo sumamente enfático. Un cambio en la ley moral es tan imposible como una transformación del carácter de Dios, quien no puede cambiar (Mal. 3: 6). Los principios de la ley moral son tan permanentes como Dios.
Tilde.
Gr. keráia, "cuernito", quizá el ganchito en la letra wau (w; ver p. 16) o parte de alguna otra letra necesaria para distinguirla de tina letra similar. Al ver el parecido entre las letras hebreas equivalentes a b y k, d y r, h y j, en la p. 16, se comprenderá cuán importantes son los detalles diminutos de esas letras. Los judíos tenían por tradición que si todos los habitantes de la tierra intentaran abolir la más pequeña letra de la ley, no podrían tener éxito. Razonaban que hacerlo significaría una falta tan grande que el mundo sería destruido.
Se haya cumplido.
Gr. gínomai, "llegar a ser", "ocurrir", "establecerse". Dios no modificará ni cambiará su voluntad ya expresada (ver com. vers. 17). Su "palabra" cumplirá los benéficos propósitos divinos y "será prosperada" (Isa. 55: 11). No habrá modificación de los preceptos divinos para amoldarlos con la voluntad del hombre.
19.
Quebrante.
Gr. lúÇ, "desatar" (ver cap. 18: 18); al referirse a mandamientos significa "quebrantar", "anular", "rescindir". KatalúÇ, "destruir" (cap. 5: 17), es una forma más enfática del mismo vocablo. Al emplear la forma verbal más débil, lúÇ, Cristo pudo haber querido mostrar que aun por una leve transgresión de los mandamientos se justifica que alguien sea llamado "muy pequeño" en el reino.
Estos mandamientos muy pequeños.
Los escribas (ver p. 57) habían ordenado minuciosamente en una escala de importancia relativa todos los preceptos de la ley de Dios, las leyes de Moisés -tanto civiles como ceremoniales- y sus propios reglamentos, suponiendo que si un mandamiento menos importante contradecía a uno más importante, éste anulaba el primero. Por medio de ese legalismo minucioso era posible inventar maneras para eludir los más claros requisitos de la ley de Dios. Pueden encontrarse ilustraciones de la aplicación de este principio en Mat. 23: 4, 14, 17-19, 23-24; Mar. 7: 7-13; Juan 7: 23. Se consideraba que era una prerrogativa de los rabinos declarar que ciertas acciones eran permitidas, y otras, prohibidas. Jesús planteó claramente que, lejos de liberar a los hombres del cumplimiento de los mandamientos de la ley moral, era aún más estricto que los expositores oficiales de la ley -los escribas y rabinos- porque no permitía en ningún momento excepciones. Todos los mandamientos eran igual y permanentemente obligatorios.
Así enseñe.
Comparar esto con el ejemplo de Jeroboam, "el cual pecó y ha hecho pecar a Israel" (1 Rey. 14: 16).
Muy pequeño será llamado.
Es decir, será considerado como el menos digno. Cristo no insinuó de ningún modo que el que quebrantaba los mandamientos y enseñaba a otros a hacerlo iría al cielo. Aquí afirma claramente cuál sería el proceder que habría en el reino para con los transgresores, es decir, la forma en que se justipreciarían sus caracteres. Esto se aclara en el vers. 20, donde los "escribas y fariseos" que quebrantaban los mandamientos y enseñaban a otros la forma de hacer lo mismo, quedan terminantemente excluidos del reino.