Re: HUSSEIN YA PARTIO A DAR CUENTAS
Recientemente he leído un pequeño comentario de un tal MEDICUS que pone en tela de juicio el juzgar, por supuesto de forma condenatoria, los actos de gente perversa, en concreto la referencia era: “Hussein ya partió para dar cuentas”.
Me temo no equivocarme si estimo que su posición es la de muchos cristianos que piensan exactamente igual sobre este asunto, y mas tocando el tema de la pena de muerte, aplicada a rajatabla en el tema que nos ocupa. No quiero (no sé si asignarte la palabra hermano. Lo eres si verdaderamente has creído en Cristo Jesús como tu Salvador) hacerte daño en ninguna manera, pero sí deseo que tus ojos sean abiertos. Citas en tu breve comentario a David, a Saulo de Tarso, y a aquellos que se burlaron de Cristo y antes habían pedido su muerte. Seré lo mas escueto posible.
Empezaremos por David. Preguntas: “¿Qué habrían hecho Vds. con David, respecto de lo que hizo con Betsabé y es esposo de ésta? Respondo: Cuando David comprendió el alcance de su pecado, una vez que el profeta Natán le abrió los ojos mediante un sencillo, pero profundo relato, su corazón se compungió sobremanera y escribió uno de los pasajes mas bellos de toda la Escritura, y que muestra un espíritu quebrantado mas allá de toda duda, me refiero al hermoso salmo 51. Por cierto que el propio David juzgó personalmente a aquel hombre que había cometido tal acto de vileza, sin saber que era él mismo. Su sentencia fue drástica: “Vive Jehová, que el que tal hizo es digno de muerte”, dijo. Pero no menos drástica y dolorosa fue la sentencia divina. El atroz juicio de Dios sobre su amado siervo es sencillamente terrible (2ª Sam. 12: 9-14). ¡Que verdadero es aquello de: Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo! (Heb. 10:31).
Volviendo al inicio de mi respuesta, hablamos de cómo David fue absolutamente quebrantado una vez “vio” la iniquidad que había consumado. Analiza bien su canto de dolor (salmo 51) y verás hasta que punto estaba arrepentido de lo que había hecho. Pero no por ello debería pasarse por alto el correctivo y, verdaderamente, fue un muy duro castigo (véase Luc. 12: 47-48).
En segundo lugar haces referencia a Saulo de Tarso, primero perseguidor de la Iglesia y después, tras su conversión, perseguido. Bien, este es un claro ejemplo de cómo Pablo fue vuelto completamente de dirección (eso es en realidad el arrepentimiento, dar un giro total a nuestra forma de caminar-Hech. 9: 1-18). Ananías tenía sus temores, mas que justificados, para ir a visitarle y argumentó con el Señor sobre la conveniencia de poner las manos sobre Pablo (está implícito en el pasaje pero no escrito en el texto). Mas la palabra divina le convenció, fuera de todo lugar, de que aquel era un instrumento escogido. Jamás nadie abogó por Pablo antes de ser convertido
Fue posteriormente que el precioso hermano Bernabé, intercedió ante la Iglesia de Jerusalén en su favor.
La reticencia de los hermanos de Jerusalén, se basaba en que no creían que fuera un discípulo hasta que Bernabé le presentó a los apóstoles, testificando a su favor (Hech. 9: 26-28) ¿Qué es lo que estaban haciendo con Pablo los discípulos antes de que estos admitiesen que era realmente un hermano en Cristo? Pues sencillamente juzgarle según la situación que hasta entonces habían vivido. Pablo era un hostigador de la Iglesia al cual temían (ver. 26). Solo cuando se demostró fehacientemente, mediante el testimonio de Bernabé, que se había convertido, es que fue felizmente recibido por todos, incluidos los apóstoles.
Y, en tercer lugar, ¿Qué diremos de los que gritaron durante la comparecencia de Jesús ante el pueblo: “Crucifícale, crucifícale”? La respuesta se haya también en el libro de los Hechos capítulo 2 versículos del 14 al 42, principalmente del 23 al 36. En ellos el apóstol Pedro claramente les acusa, sin ningún tipo de incertidumbre, de haber prendido y crucificado al Señor Jesús. ¿No es esto un juicio? Sí, lo es, y además exacto, porque lo que decía Pedro no era sino la auténtica verdad.¿Y qué diremos, por ejemplo, de aquella sublime expresión, similar a la de Jesús en la cruz, que pronunció Esteban al borde de su lapidación: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”?
Debemos ser consecuentes en la lectura de la Palabra. El juicio que profirió contra sus oyentes Esteban, es análogo al que efectuó el Señor contra los religiosos de su época (que aparece en los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas). Los versículos 51 a 53 del capítulo 7 de Hechos, muestra el durísimo juicio, que le costó la vida, que emitió sobre aquellos que le escuchaban. Su corazón tenía asimilado el perdón, como vemos un poco mas adelante, pero eso no le impidió pronunciar un juicio severo, pero no por ello menos justo, sobre los que formaban el concilio, en el corazón de los cuales no había, ni por asomo, la menor brizna de perdón. Como ves Esteban juzgó al concilio, y el concilio le juzgó a él; pero evidentemente hay una diferencia abismal entre ambos juicios ¿O no?
Podríamos hablar de tantos y tantos casos parecidos en el Nuevo como en el Antiguo Testamento que sería tedioso señalar. Ananías y Safira, aquel que tenía a la mujer de su padre, del cual nos habla Pablo en 1ª de Corintios, el mismo Pedro reprendido por Pablo etc. Y mejor no ir al Antiguo Testamento, donde hay cientos de casos de juicios en primer lugar de Dios, y en segundo lugar de los hombres, de reyes, profetas y hasta de gente del pueblo llano.
La tan manida frase de: “Hay que perdonar”, sin tener un auténtico corazón quebrantado por Dios, ha llevado a muchos cristianos a un pozo de irrealidad espiritual, que ha abocado en pantanosos terrenos de confusión y oscuridad. Una cosa es el perdón divino, firmado con sangre, de la cual tu y yo hemos sido hechos beneficiarios, y otra muy distinta esa meliflua sensación, blandengue y empalagosa que usamos los humanos. Si Dios se cobró en su propio hijo tu perdón y el mío, por no pasar por alto su propia Justicia ¿Crees tú que pasará por alto, porque “hay que perdonar”, todas las impiedades que los hombres impíos han hecho impíamente (Jud. 15)?
Orad por vuestros enemigos, no resistáis al que es malo, dice el Señor. Es cierto que no debemos oponer resistencia a aquel inicuo que nos lacera (cosa bastante difícil para cualquiera de nosotros), pero siempre reconociendo que es malo. No os venguéis amados míos, no quiere decir que el mal o el pecado van a quedar sin su correspondiente consecuencia.
Si verdaderamente, como indicas en tu escrito, tu sientes la muerte de Sadam, por extensión deberías sentir no solo la de un condenado a muerte por sus crímenes, como es este caso, sino la muerte de todos los inocentes que pasan el velo a diario; no miles, sino millones. Perdona pero no creo que tu, ni nadie, tengamos capacidad para poseer, en el aspecto que tu lo dices, este sentimiento por la muerte de alguien. Pienso que con Sadam, simplemente se ha hecho justicia. No me alegro por su muerte, pero tampoco la lloro. Ojalá pudiera llorarla, no solo por él sino por todos aquellos que mueren sin un conocimiento real del Señor, pero creo que ha recibido la sentencia que, según sus jueces, merecía.
¿Quieres perdonar? Perdona a los que tienes alrededor de ti cuando, después de haberte ofendido, vuelven a ti arrepentidos. No una, ni dos, ni siete, sino hasta setenta veces siete: “Si volviere a ti diciendo: Me arrepiento” (Compárese Mt. 18:21-22 con Luc. 17: 3-4). Tienes suficiente terreno para moverte si lo haces entre tus familiares, amigos, compañeros de trabajo, y otros que, alguna o muchas veces, te ofenden. Puedes aprender mucho y avanzar bastante si dejas que, humildemente, Dios trate contigo a través de las ofensas de tus conocidos. Si sales victorioso de ese círculo íntimo, el Señor te llevará a lugares más espaciosos donde vas a seguir siendo tratado.
Dios te bendiga.
Afectuosamente, en Cristo.
Epafrodito