VUELTA A CASA
...
Luis Fernando:
Ante todo quiero felicitarte por haber sido sensible a la voluntad de Dios.
Demócrito:
En realidad yo di los pequeños pasos que creí que tenía que dar y Dios hizo
lo demás, o sea el 99,9 %. Las cosas me vinieron rodadas sin apenas esfuerzo
por mi parte.
Luis Fernando:
Toda mudanza espiritual implica miedo, duda, angustia e incluso dolor hasta que finalmente reposamos allá donde hemos sido llamados a estar.
Demócrito:
A mí me facilita mucho las cosas el seguirme llevando fraternalmente con
mis hermanos evangélicos por los que siento auténtico cariño. Mañana voy
con mi antiguo pastor a tomar café al monte del Castro, un lugar precioso
desde donde se divisa toda la ría de Vigo, las islas Cíes y el comienzo del
inmenso océano Atlántico. O sea que ni en el plano de las relaciones humanas
siento que haya perdido nada.
Luis Fernando:
Tu regreso a la Iglesia no es el fin sino el principio de un proceso que, sin lugar a dudas, te traerá mucha bendición espiritual y crecimiento en Cristo, que al fin y al cabo es lo mejor a lo que podemos aspirar mientras caminemos por este valle de lágrimas.
Demócrito:
Sí, eso lo sé y tú conoces mi historia familiar y algo de mi historia personal
para poder apreciar las dificultades que también tengo que afrontar. Pero
sé que en ese momento no estaré solo, que contaré con mucha ayuda de
lo alto y de lo "bajo".
Luis Fernando:
Veo que, curiosísimamente, a algun@s no católicos les tiene "verdaderamente" preocupad@s tus posicionamientos previos en temas que afectan a la moral y doctrina católicas. Incluso han llegado a asegurar que los católicos deberíamos estar preocupadísimos porque un supuesto liberal como tú hayas vuelto a nuestra Iglesia. Yo conozco bien el camino del converso y sé que, a diferencia de los "católicos" que hacen de su heterodoxia su modus vivendi, el que entra o regresa a la Iglesia sólo necesita tiempo para aceptar todo aquello que por ahora no puede comprender o compartir. Es decir, mientras que los heterodoxos están de vuelta, los recién llegados están de ida.
Demócrito:
Cualquiera tiene derecho a pensar lo que quiera con respecto a mi vuelta
a la Iglesia Católica. Sólo les pido que traten de expresarlo civilizadamente.
No creo que la Iglesia Católica se venga abajo por mi causa. Así que pueden
dormir tranquil@s.
Luis Fernando:
Cuando yo regresé a la Iglesia había muchas cosas que me chirriaban. Luego he ido comprobando que el magisterio sabe que es necesario echar aceite en algunos engranajes para que buena parte de esas cosas dejen de chirriar, lo cual me ha ayudado mucho a sentirme comodísimo y a entender que en la medida de mis posibilidades, a día de hoy más bien escasas, debo colaborar en esa tarea de desbrozar la viña del Señor.
Demócrito:
Cristo echó a los mercaderes del templo con mucha energía. Yo no tengo
su autoridad para hacer lo mismo, pero sí para trabajar por mantener la
Casa de Dios lo más limpia posible. Lo primero, evidentemente, es que yo
me descalce antes de entrar en ella. Es decir, que deje mi propia porquería
en la puerta y que al salir no la vuelva a recoger.
Luis Fernando:
Lo mejor de tu situación actual es que en realidad no has renunciado a nada de lo mucho de bueno que hay en el protestantismo evangélico. Ni vas a dejar de leer y meditar en la Biblia, ni por supuesto vas a dejar que nada sustituya a Dios en ese primer lugar que ocupa en tu corazón. Yo cada vez tengo más claro que no hay nada bueno en el protestantismo que no esté presente, en mayor o menor medida, en la Iglesia Católica y las iglesias ortodoxas. Pero así como digo eso también afirmo que hay tesoros en la espiritualidad católica que no hay manera de hallarlos en el protestantismo. Por ejemplo, y creo que tú Demócrito lo sabes bien, la Eucaristía. Ni toda la mejor apologética católica en su mejor y más brillante exposición es capaz de explicar adecuadamente aquello que en realidad sólo por la gracia de Dios se puede llegar a comprender y experimentar cuando uno se encuentra ante la presencia de Cristo sacramentado. En todos los casos de conversos o "reversos" al catolicismo que conozco personalmente, el factor eucarístico ha sido fundamental. Por eso aviso a algunos evangélicos que dan coces contra el aguijón si pretenden convencer a los recién llegados a la Iglesia Católica de que el Cristo con el que ellos se encuentran en el sagrario y en la misa no es sino una mera "galletita". Pierden el tiempo.
Democrito:
Lo de la Eucaristía lo tengo más claro que el mar que diviso desde mi
ventana. No me hace falta estudiar tratados ni libros de expertos sobre
el tema. Basta con que me arrodille ante el sagrario y después me siente
a disfrutar de la presencia real de Cristo sin más.
Luis Fernando:
Demócrito, hay tanto, tanto, tanto de bueno en la espiritualidad católica que pronto entenderás que no tienes vida suficiente para abarcarlo todo. Verás que si practicas la liturgia de las horas, tu mente, alma y espíritu se verán fortalecidos como nunca antes. Si además del estudio y la meditación en la Escritura te alimentas de esas cartas escritas por el Señor que son las vidas de los santos que nos precedieron en el camino, empezarás a comprender la profundidad y belleza de esa maravillosa doctrina que es la comunión de los santos. Esos santos que, lejos de estar ajenos a nuestras vicisitudes, nos rodean como una nube, tal y como afirma el libro de Hebreos, pues siendo ellos un mismo cuerpo en Cristo con nosotros no puede ser que el amor que nos profesan no se desborde en un río de intercesión constante por nuestras necesidades ante el trono de Dios.
Demócrito:
Lo sé, pero tampoco me podré olvidar nunca de los verdaderos hombres y
mujeres de Dios que conocí en la Iglesia Evangélica con quienes sigo unido
por la oración y por la amistad más entrañable, verdaderos santos que jamás
estarán en los altares, pero que tienen una relación entrañable con Dios y
con los más despreciados por nuestra sociedad soberbia y prepotente.
Luis Fernando:
Permíteme que te dé un par de consejos que creo que te pueden ser útiles en los próximos meses. El primero, que no riegues tú mismo las raíces de amargura que se plantan en tu corazón por relaciones personales con quienes no hace falta que te diga sus nombres. Ora para que alcancen la gracia que tú has alcanzado. El segundo, que en lo referente a todo aquello que te resulte difícil de aceptar y comprender de la fe que ahora empiezas a abrazar en su plenitud, sigas el ejemplo de San Anselmo de Canterbury, quien nos dijo lo siguiente en su Proslogion, 1: "Señor, yo no pretendo penetrar en tu profundidad: ¿cómo iba a comparar mi inteligencia con tu misterio? Pero deseo comprender de algún modo esa verdad que creo y que mi corazón ama. No busco comprender para creer (esto es, no busco comprender de antemano, por la razón, lo que haya de creer después, sino que creo primero, para esforzarme luego en comprender. Porque creo una cosa: si no empiezo por creer, no comprenderé jamás".
Demócrito:
Descuida, lo tomaré muy en cuenta.
Luis Fernando:
Eso he hecho yo y te aseguro que el Señor me ha bendecido de tal forma que en algunas cosas que yo tenía dudas hoy tengo certezas que además, por su gracia, me permite expresarlas adecuadamente para ayudar a quienes están en camino. Pocas cosas me dejan tan alelado y a la vez agradecido al Señor como que Él me muestre algo a través de la oración que luego lo encuentro descrito perfectamente en los escritos de los padres de la Iglesia y de los grandes santos. Por eso te pido que ores, ores y ores. Y cuanto más ores, mejor.
Demócrito:
Tengo mis limitaciones. No sé si sabes lo de mi enfermedad. Pero, en
compensación, Dios me dio una gran facilidad para entrar en relación con Él.
Luis Fernando:
Pasado un tiempo llegará la hora de que ocupes el lugar que te corresponde en la Iglesia, si es que el Señor así lo dispone. Mientras llega ese momento, dedícate única y exclusivamente a disfrutar de los muchos dones que Dios te ha dado con esta vuelta a casa. Por ejemplo, disfruta del regalo que Cristo dio a Juan en la cruz. Una madre a la que nuestro amor no se le resta del que profesamos a Dios sino que deriva precisamente de Él.
Demócrito:
En ese punto discrepo de ti. No creo que viva tantos años, más bien pienso
que no me queda mucho tiempo en esta tierra... Pero, claro, nunca se sabe,
lo mismo pensaba Picasso de joven y luego llegó casi a los cien años. En
cuanto a María nunca he dejado de amarla y jamás he sido censurado en
la iglesia por leer el Magníficat y otros pasajes de Lucas relacionados con ella.
También sería muy incoherente que en una iglesia evangélica te llamasen la
atención por leer pasajes de la Biblia.
Luis Fernando:
Cuenta con mis oraciones y mi apoyo para todo lo que necesites.
Demócrito:
Cuento con las tuyas y con las de todos mis hermanos en Cristo, católicos
o evangélicos. Gracias de corazón.
Luis Fernando:
Dios te guarde.
Demócrito:
Gracias, te deseo lo mismo.
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