Amada hija mía, Sofía, sumado a la bendición y regalo de tenerte, nuestro buen Dios nos ha concedido la gracia de que hoy fueras solemnemente presentada e incorporada a su iglesia, sagradamente sellada con el signo del santo bautismo, para declararte, por autoridad divina, hija suya en la alianza de gracia, porque la boca del Dios eterno declara, en Ezequiel 16:20,21, que los hijos que se engendran para él, son hijos suyos.
Dios nos conceda guiarte en sus caminos siempre, para que cuando llegues a la edad de la discreción te expliquemos que antes que tuvieras ninguna voluntad de buscar a Dios, él te buscó primero y te extendió la diestra en voluntad de ser tu Dios y te extendió la promesa, personalmente y por nombre, de la purificación de los pecados que es por la sangre de su Hijo Jesucristo y por la regeneración del Espíritu Santo, todo lo cual te lo comunicó en el bautismo; para que creas en el evangelio de Cristo, y que ames y sirvas a tu Señor todos los días de tu vida.
Y estableceré mi pacto entre yo y tú, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para serte por Dios, y a tu descendencia después de ti.
(Génesis 17:7)
Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.
(Deuteronomio 30:6)
Mas la misericordia de Jehová es desde el siglo y hasta el siglo sobre los que lo temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos, sobre los que guardan su pacto y los que se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra.
(Salmo 103:17, 18)
En cuanto a mí, este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: Mi Espíritu que está sobre ti y mis palabras que puse en tu boca no faltarán de tu boca, ni de la boca de tu descendencia, ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dijo Jehová, desde ahora y para siempre.
(Isaías 59:21)
Y me serán por pueblo y yo les seré por Dios. Y les daré un corazón y un camino, para que me teman todos los días, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos. Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos para que no se aparten de mí.
(Jeremías 32:38-40)
Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios.
(Luc 18:16)
Y Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios llame.
(Hech 2:38-39)
Quien te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa.
(Hech 11:14)
Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa.
(Hech 16:31)
Te amamos, tus padres y tu hermano.
Jehová te bendiga y te guarde.
16/11/2025
Amada hija mía, Sofía, sumado a la bendición y regalo de tenerte, nuestro buen Dios nos ha concedido la gracia de que hoy fueras solemnemente presentada e incorporada a su iglesia, sagradamente...
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Los judíos se circuncidan
en señal de que son parte
del pueblo de Dios.
Pero a ustedes Dios los hizo parte
de su pueblo al unirlos a Cristo,
y así les quitó el deseo
de seguir pecando.
Esa fue la circuncisión
que Dios mismo les hizo.
Cuando ustedes fueron bautizados,
fueron sepultados con Cristo.
Y resucitaron con él,
porque confiaron
en el poder de Dios.
Colosenses 2:11-12 TLAI
EL BAUTISMO INFANTIL
EN LA IGLESIA PRIMITIVA
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Citas textuales de Padres de la Iglesia que hablan explícitamente del bautismo de niños. Son fuentes anteriores al siglo V, es decir, muy cercanas a los apóstoles.

1. IRENEO DE LYON (c. 180 d.C.)
“Vino a salvar por sí mismo a todos, a los que por Él renacen para Dios: los infantes, los pequeños, los niños, los jóvenes y los ancianos.”
— Contra las Herejías, 2,22,4
“Renacer” (ἀναγεννάω) es lenguaje bautismal en la Iglesia primitiva.

2. TRADICIÓN APOSTÓLICA DE HIPÓLITO (c. 215 d.C.)
Este es uno de los testimonios más explícitos y directos:
“Que bauticen también a los niños. Si pueden hablar por sí mismos, que lo hagan. Si no pueden, que hablen sus padres o alguien de su familia.”
— Tradición Apostólica, 21

Aquí se ordena claramente el bautismo infantil, y además se establece la figura del “padrino”.

3. ORÍGENES (c. 248 d.C.)
Origen afirma que el bautismo de los niños viene de los apóstoles mismos:
“La Iglesia ha recibido de los apóstoles la tradición de bautizar también a los niños.”
— Comentario a Romanos, 5,9
“La Iglesia bautiza incluso a los niños pequeños… porque si no hubiera en ellos nada que necesitara perdón y misericordia, la gracia del bautismo sería inútil.”
— Homilías sobre Levítico, 8,3

4. CIPRIANO DE CARTAGO (Concilio de Cartago, 252 d.C.)
El concilio responde a la pregunta de si se debe esperar hasta el octavo día (como la circuncisión). La respuesta fue “no; bautícese al recién nacido cuanto antes”:
“En cuanto a los niños pequeños (…) no debe impedirse el bautismo y la gracia de Dios… desde el primer día son aptos para recibirlo.”
— Carta a Fido, 64,2

5. AGUSTÍN DE HIPONA (c. 400 d.C.)
Agustín menciona que el bautismo infantil era práctica universal y apostólica:
“La costumbre de bautizar a los niños pequeños no es reciente, sino que es perfectamente conocida desde siempre en la Iglesia.”
— De Genesi ad litteram, 10,23
“El bautismo de los niños lo ha practicado la Iglesia desde la tradición apostólica.”
— De peccatorum meritis, 1,26

6. JUAN CRISÓSTOMO (c. 390 d.C.)
Defiende que los niños deben ser bautizados incluso si no comprenden todavía:
“Bautizamos también a los niños, aunque no tengan pecados personales… para que se añada en ellos la santidad.”
— Homilía sobre el Bautismo de Cristo, 3

7. AMBROSIO DE MILÁN (c. 380 d.C.)
“El bautismo no tiene por qué retrasarse; incluso para los niños es más perfecto porque se les perdona desde el principio.”
— De sacramentis, 3,2

Conclusión
Los Padres de la Iglesia —desde comienzos del siglo III y algunos incluso antes—:
dan por hecho el bautismo infantil,
lo justifican teológicamente,
y en el siglo IV lo consideran práctica universal y apostólica.