Todo el Antiguo Testamento es un diálogo continuado entre el pueblo "elegido" (vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios)...
Génesis 1
26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...
los sacrificios los pedía la casta sacerdotal, acostumbrada a ofrecer esos mismos sacrificios, incluso humanos a otros dioses, nuestro Dios empezó llamando insensato a Abrahán cuando a punto estuvo de sacrificar a su único hijo.
¿Por qué dices esto? ¿De donde lo sacas?
Aquí tenemos la primera gran revelación de la Verdad de Dios, no quiere sacrificios humanos.
Sacrificios humanos no refiere a que no matemos personas sino a los esfuerzos de limitar nuestra rebeldía para tratar de agradar a Dios.
Se refiere a maniobras de autojustificación.
Dios jamás negoció con la desobediencia.
Nunca aceptó la rebeldía y tenía por inmundas las ofrendas y los esfuerzos humanos que provenían de corazones desobedientes.
La solución de Dios nunca pasó por perdonar la desobediencia.
Para Dios el único pago por el pecado era la muerte y es la muerte.
Por eso vino el Verbo en carne a ofrendar y sacrificar obediencia pura a Dios y a morir para que nosotros podamos tomar su muerte como si fuera la nuestra.
Sin embargo, nuestra confusión ante deidades antropomorfas confundía el mensaje divino que buscaba Su voluntad en nuestra voluntad y tuvo que aceptar "a regañadientes" nuestros sacrificios animales, pero convencido estoy que ya si hubiera sido preciso, desde los tiempos de los patriarcas se habrían anulado pues "misericordia quiere, y no sacrificios".
Lo estás confundiendo todo. Un cosa es la ofrenda y el sacrificio humano como OBRA y otra cosa es el sacrificio de animales como derramamiento de sangre y muerte. Son asuntos diferentes.
El sacrificio de animales pretendía mostrar lo violento y desagradable que era para Dios el pecado y el verdadero costo de pecar, que no era otro que LA MUERTE.
¿Te molesta LA MUERTE?
La MUERTE no enseña arrepentimiento.
La MUERTE es un juicio terminal que no conlleva misericordia ni perdón alguno.
Dios jamás le dijo al hombre que si desobedecía pero se arrepentía le iba a perdonar.
Eso estará en tu cabeza pero lo que Dios le dijo muy claramente es que si desobedecía ciertamente MORIRÍA.
Y el Verbo vino en carne para sufrir por nosotros ese juicio terminal.
De esta forma el perdón en realidad no se trata de ignorar la rebeldía humana sino de destruirla completamente mediante una nueva creación humana que nunca cayera en ella.
Lo que Adán no hizo lo vino a hacer Jesús.
Dios nunca renunció a su proyecto original ni el mal le torció el brazo a Dios.
Cuando Jesús camina junto a nosotros, se nos revela por fin algo esencial: nosotros somos el templo de Dios.
Nosotros somos el templo del pecado.
Y nuestros templos, cuerpos de muerte.
Porque aunque Dios nos hizo conforme a su semejanza nosotros nos descarriamos y nos vendimos al mal.
Y entonces Dios volvió a hacer al hombre desde cero.
Un segundo hombre que habiendo sido también puesto bajo la ley, obedeció en todo a Dios y no pecó.
La revelación esencial no somos nosotros sino él.
Es en la persona humana obediente de Jesús en la que Dios se reconcilia con su creación y no en un hombre rebelde perdonado.
El pecador no es perdonado sino muerto.
La corrupción no puede heredar incorrupción.
La depravación no puede revertirse.
La solución no radica en reparar al hombre caído sino en una nueva creación humana.
Y esta nueva creación humana es llevada adelante por el Verbo de Dios.
Jesús es el templo de Dios.
El trasfondo e implicación de esta revelación es realmente revolucionaria, porque desde hacía milenios muchos grandes maestros tenían una relación íntima con Dios que se producía desde nosotros mismos, cuando anulando el ego accedíamos a nuestro lado divino, a nuestra conexión con Dios.
Esto es puro sincretismo y nada tiene que ver con el evangelio de la gracia.
Jesucristo como Hijo viene precisamente a revelarnos ese Dios íntimo, ese Dios Verbo que sigue en nuestras vidas caminando junto a nosotros, porque vive en nosotros y por eso solamente podemos adorarlo en espíritu y en verdad, es decir, desde el corazón.
La intimidad con Dios es esencial para aceptar la Gracia de la Cruz, o seguiremos pensando que la sangre significa expiación, cuando la sangre derramada es NUESTRA exigencia, Dios aceptó nuestra voluntad en sí mismo, es fundamental aceptarlo, especialmente porque el Hijo acepta en Getsemaní esa Voluntad del Padre que, desgraciadamente, era clarísimo que fue nuestra voluntad, todo debido a esa falta de entendederas que incluso hoy seguimos teniendo.
Nada que ver.