BUSCANDO LA VERDADERA IGLESIA...
Dios entregó a los hombres desde el principio sus leyes, pero el pueblo judío no fue fiel a estas leyes y muchos escribas cambiaronb la Ley de Dios en falsedad (Jeremías 8,7-8). El mensaje original de Jesucristo era solamente el Evangelio. El Evangelio era la Ley de los cristianos y de las comunidades cristianas de los primeros siglos.
Jesucristo había abolido el viejo testamento judío porque este testamento era defectuoso y en él se encontraban muchos preceptos de hombres que hacían de la vida de los judíos un sistema de terror que nadie podía soportar. Las leyes del viejo pacto en muchos casos eran defectuosas y por eso fueron abolidas por Jesucristo (Hebreos 7,8).
Jesucristo abolió todo aquel sistema judaizante de leyes y en su lugar nos dejó como Ley verdadera de Dios sus palabras de misericordia..., pero los judaizantes introducidos en las comunidades cristianas espiaban la libertad que nos había entregado Jesucristo y quisieron volver a poner como ley de Dios de nuevo todas las leyes del viejo testamento.
En el primer siglo, los judaizantes llegaron a ser tan molestos para los Apóstoles y demás cristianos que fue necesario un concilio para debatir los asuntos respecto a la verdadera Ley de Dios. En este concilio se declaró que las leyes del viejo pacto eran una carga que nadie podía soportar y que los cristianos estaban libres de cumplir con aquellas leyes. De momento se siguió respetando el Evangelio como la única Ley de Dios.
En los siglos II y III, muchos judaizantes que dominaban con su influencia sobre las comunidades cristianas volvieron de nuevo a querer imponer las leyes del viejo pacto a las comunidades cristianas, y no solamente las leyes del viejo pacto, sino también libros atribuidos a ciertos cristianos que ya no contenían fielmente el mensaje original del Jesucristo pues lo aumentaban con muchos preceptos judaizantes que no había mandado Jesucristo. Fueron muchos cristianos los que se opusieron a esta corriente judaizante, como varias religiones cristianas de oriente (armenios, caldeos, maniqueos, etc.); y en occidente tuvieron una gran oposición en Marición y sus seguidores (marcionitas), en Prisciliano y sus seguidores (priscilianistas), y en otros grupos.
En el siglo IV, el emperador Constantino quiso asimilar las comunidades cristianas a su imperio..., pero para hacer una religión a gusto del imperio y de los poderosos de Roma primero tendría que acabar con estas corrientes de cristianos y judaizantes.
El Evangelio no les venía bien a los emperadores y poderosos de Roma, porque el Evangelio de Jesucristo mandaba que se repartieran los bienes entre los pobres y se dejara libres a los oprimidos..., y los poderosos de Roma tenían muchos bienes y muchos esclavos. Entonces, estos poderosos de Roma, con sus escribas llamados cristianos, decidieron respetar la corriente judaizate porque las leyes del viejo testamento que defendía la corriente judaizante justificaba de alguna forma los castigos, las torturas, las penas de muerte y las guerras y ansias de poder de aquel imperio.
Así es como en el siglo IV, bajo los auspicios de los poderosos de Roma, se escogieron todos los libros que a los emperadores y a los escribas les parecieron interesantes para componer las Biblias. Así quedó el mensaje original de Jesucristo ahogado y desplazado entre un montón de libros judíos y judaizantes; libros que en muchos de sus preceptos no contemplaban el amor, el perdón y la misericordia que nos enseñó el Señor.
Los libros de la Biblia fueron impuestos como "palabra de Dios" y "decisiones solemnes de hombres inspirados", a todos los pueblos donde llegaba la mano del imperio... Así es como volvió a aparecer en los pueblos del mundo un sistema de terror basado en las leyes judías del viejo testamento: persecuciones, penas de muerte, inquisiciones, hogueras para quemar viva a la gente, juicios "sumarísimos", millones de personas aterrorizadas con las doctrinas judaizantes que iban apareciendo, etc, etc, etc... El Evangelio de Jesucristo no justificaba ninguna de esas atrocidades.
A todo este conjunto de religiones llamadas de la Biblia o del "Libro" que volvieron a imponer al mundo todas las leyes crueles del viejo testamento judío se las llamó "Iglesia de Jesucristo"..., y aunque han sido muchas las que han aparecido desde el siglo IV, todas se autoproclaman la verdadera Iglesia de Jesucristo; todas reclaman ser sucesoras de algún apóstol (de Pedro, de Pablo, de Andrés, de Tomás..., etc.). Religiones que no respetaron el primer concilio de los Apóstoles en Jerusalén (concilio en el que se decidió que las leyes del viejo testamento eran una carga que nadie podía soportar), ahora, imponiendo de nuevo como "palabra de Dios" todas las leyes del viejo testamento, se llamaban todas sucesoras de los Apóstoles: la contradicción no puede ser más grande.
Pero aún a pesar de esta gran contradicción, todas las religiones llamadas cristianas siguen insistiendo con sus árboles genealógicos de hombres ("apóstoles y obispos") en que ellos son sucesores de los Apóstoles.
Cuando estudiamos toda esta triste historia del cristianismo, se nos vienen a la mente unas sencillas preguntas: ¿Qué camino seguir?... ¿A qué religión nos apuntamos?... ¿Cuál es la verdadera Iglesia?... Pero Jesucristo, sabiendo que ocurrirían todas estas cosas, no nos dejó solos; nos enseñó el camino para saber siempre cuál es la verdadera Iglesia. El Señor nos dijo: "POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS"...
Ya veis, amigos, que Jesucristo no nos dijo "por la Biblia los conoceréis" o "por el Libro...", o "por las leyes judías...", o "por las cartas de Pablo...", o por inventos de genealogías y sucesiones humanas... No, Jesucristo no dijo nada de eso. Jesucristo nos dijo: "POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS".
La Ley que nos enseñó Jesucristo fue la Ley del amor que obra por la misericordia. Allí donde no se sigue fielmente esta Ley, allí no está la verdadera Iglesia de Jesucristo.
Gracias a Dios por su misericordia.