No puedes negar que ese “Espíritu Santo” (la tercera persona de la triada y la única en el universo que no tiene nombre propio) depende, en todos los sentidos, de su “fuente generadora, Dios”; y tampoco puedes negar que el Hijo (la segunda “persona” de la triada) que sí tiene nombre, también depende, en todos los sentidos, también de esa “fuente generadora, Dios”. Y no puedes negar, por otra parte, que el apóstol Pablo en 2 Corintios 8:6-7 identifica esa “fuente generadora Todopoderosa” como “el Padre, el único Dios verdadero” (la supuesta primera persona de la triada), de conformidad con la misma conclusión a la que llegó Jesús en Juan 17:3. </SPAN>
La “unidad” en la Biblia se puede entender de dos formas diferentes –física o espiritual o de estar de acuerdo o en armonía con– no necesariamente la que estamos queriendo “VER” de cuanto pasaje citamos automáticos y “vemos” lo que no existe en ellos. Si se hace mención de que este “Espíritu Santo” depende siempre de la voluntad de Dios para su ejecución (que es lo que se deduce de todos los pasajes bíblicos en donde se toca el tema) bien pudiésemos colegir, como sana exégesis, que el “Espíritu Santo” –la tercera persona de la deidad– es inferior, en todos los sentidos, a Jehová y a su Hijo Jesús. ¿Y por qué se dice esto? Muy sencillo: ese “Espíritu Santo” se activa y se mueve sólo por órdenes directas de su “fuente generadora”, Dios y ahora, dentro del propósito de la salvación de la humanidad, es, única y exclusivamente viable, sólo mediante (o por medio de) Jesucristo (Aquí se aplica el simple razonamiento de Jesús cuando dijo: “el esclavo no es mayor que su amo ni es el enviado mayor que aquel que le ha enviado”). De manera que cuando se da a entender en algunos pasajes bíblicos que el espíritu santo habla, inspira, o sentencia, o se le trata con “falta de respeto” es en reconocimiento de su poder y que por su medio, Jehová es el que habla. Y es en ese sentido cuando se dice también, sin lugar a dudas, que el espíritu santo “habla” “rectifica” “es tentado” y podemos caer en el pecado imperdonable de “blasfemar” contra su manifestación, porque negamos el poder de Dios en acción constante y evidente.
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El Salmo 33:6 dice: “Por la palabra de Jehová los cielos mismos fueron hechos, y por el espíritu de su boca todo el ejército de ellos”. Como un soplo poderoso, el espíritu de Dios puede ser enviado para ejercer poder aunque no haya ningún contacto corporal con aquello sobre lo que actúa. (Éx 15:8, 10.) Tal como un artesano humano utiliza la fuerza de sus manos y sus dedos para producir cosas, Dios utiliza su espíritu. Por consiguiente, también se alude a ese espíritu como la “mano” o los “dedos” de Dios.
Para la ciencia moderna, la materia es energía organizada, y afirma que la “materia puede transformarse en energía y la energía en materia. La inmensidad del universo que el hombre ha podido divisar con sus telescopios da una pequeña idea de la inagotable fuente de energía que debe hallarse en su Creador. Como escribió el profeta: “¿Quién ha tomado las proporciones del espíritu de Jehová?”. (Isa 40:12, 13, 25, 26.)</SPAN>
Una función principal del espíritu de Dios tiene que ver con informar, iluminar y revelar lo que Él desea. Por tanto David pudo orar: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Tu espíritu es bueno; que me guíe en la tierra de la rectitud”. (Sl 143:10.) Mucho antes José había interpretado los sueños proféticos de Faraón con la ayuda de Dios. El gobernante egipcio reconoció que el espíritu de Dios estaba con José. (Gé 41:16, 25-39.) Este poder iluminador del espíritu es particularmente notable en la profecía. Como muestra el apóstol, la profecía no proviene de la interpretación humana de circunstancias o sucesos; no es el resultado de ninguna capacidad innata de interpretación o vaticinio propia de los profetas, más bien, estos hombres fueron “llevados por espíritu santo”, es decir, movidos y guiados por el poder de Dios. De modo que toda Escritura también es “inspirada de Dios”, que traduce la palabra griega the•ó•pneu•stos, cuyo significado literal es “insuflada por Dios”. (2Ti 3:16.) El espíritu actuaba de distintas maneras al comunicarse con estos hombres y guiarlos, en algunos casos por medio de visiones o sueños pero siempre influyendo en su mente y corazón para impulsarlos y guiarlos según el propósito de Dios. En otras palabras, mi estimado Eddy, ¡Dependencia total de la Gran Fuente de Energía Pura: JEHOVA!</SPAN>
Es verdad que Jesús se refirió al espíritu santo como un “ayudante” y dijo que tal ayudante ‘enseñaría’, ‘daría testimonio’, ‘daría evidencia’, ‘guiaría’, ‘hablaría’, ‘oiría’ y ‘recibiría’. Además, según el griego original, Jesús usó a veces el pronombre personal masculino para referirse a ese “ayudante” (paráclito). Sin embargo, no es raro que en las Escrituras se personifique algo que en realidad no es una persona. En el libro de Proverbios (1:20-33; 8:1-36) se personifica a la sabiduría, y en el hebreo original, así como en las traducciones españolas, se le da el género femenino. La sabiduría también está personificada en Mateo 11:19 y Lucas 7:35 y se dice que tiene “obras” e “hijos”. Cuando el apóstol Pablo habla del pecado, la muerte y la bondad inmerecida, los personifica como “reyes”. (Ro 5:14, 17, 21; 6:12.) Dijo que el pecado ‘recibía incentivo’, ‘obraba codicia’, ‘seducía’ y ‘mataba’. (Ro 7:8-11.) Sin embargo, es obvio que Pablo no quería decir que el pecado fuese en realidad una persona.
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De igual manera, las palabras de Jesús registradas en Juan con respecto al espíritu santo deben considerarse teniendo en cuenta el contexto. Jesús personificó al espíritu santo cuando dijo que era “un ayudante”, que en griego es el sustantivo masculino pa•rá•klē•tos. Por lo tanto, es apropiado que cuando Juan menciona las palabras de Jesús, utilice pronombres personales masculinos para referirse al espíritu santo en su función de “ayudante”. Por otro lado, cuando, también con referencia al espíritu santo, se utiliza la palabra griega pnéu•ma en el mismo contexto, Juan emplea un pronombre neutro, ya que pnéu•ma es neutro. Por consiguiente, el uso del pronombre personal en masculino con pa•rá•klē•tos es un ejemplo de conformidad a las reglas gramaticales, no de doctrina. </SPAN>
Otro aspecto interesante: Dios mismo es un Espíritu y es Santo, y si todos sus hijos angélicos fieles también son espíritus y son santos, es lógico que si el “Espíritu Santo” fuese una persona, de algún modo las Escrituras permitirían identificar y distinguir a tal persona Espíritu de todos los demás ‘Espíritus Santos’. Se esperaría que, al menos, el artículo definido se usase con esta expresión en todos los casos donde no se le llamase “espíritu santo de Dios” o no estuviese modificado por alguna expresión similar. Por lo menos esto lo distinguiría como El Espíritu Santo. Pero, por el contrario, en muchos casos la expresión “espíritu santo” aparece en el griego original sin el artículo, lo que indica que no se trata de “alguien” sino de “algo”. </SPAN>
Yo, lo que no puedo entender sinceramente, Eddy, es que has estado rehuyendo reiteradamente, no sé si por ignorancia documental u omisión volitiva, todo lo concerniente a la historia teológica y pagana de tu adorada “TRINIDAD”. Le andas de larguito y no quieres aceptar que toda esa turbulenta maraña que dio origen a la complicada deidad, tiene como raíz una de las etapas más oscuras de una de las religiones más corruptas que ha creado Satanás para corromper la verdad del evangelio de nuestro Señor. Tu iglesia ha heredado, nada más y nada menos, que una creencia (entre muchas otras) que, bajo una falsa etiqueta “cristiana” ha proliferado como mala hierba en medio del verdadero trigo, y que ahora es tan difícil para muchos, distinguir esa diferencia.
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Tú manifiestas el mismo espíritu de fanatismo sin límites y obcecado que no te permite “ver” la luz del verdadero Evangelio del Cristo ¿Por qué? porque la venda que tienes en los ojos es, ni más ni menos, el fiel cumplimiento de lo que dice la Escritura cuando asevera que es Dios mismo quien “deja que una operación de error vaya a ellos, para que lleguen a creer la mentira”. En otras palabras, ya sea con tu silencio o bien, con tus afirmaciones de doctrinas totalmente antiblíbicas, pregonas, por todo lo alto, que todas las religiones paganas de la antigüedad, estaban más cerca de la “verdad” (en cuanto a la concepción crasa de sus creencias en triadas de dioses) que el propio pueblo de Dios (Israel) a quien JEHOVA mismo, dictó las normas de su “unicidad” como Dios Unico y absoluto. Estás enseñando como cristianas doctrinas que el Diablo ha utilizado como argucias desde el mismísimo momento en que logró la rebelión de nuestros primeros padres cuando le dijo a Eva, muy astutamente, que lo que les había dicho Dios “no era cierto” o sea, que era una mentira ¿Cuál? Que “no morirían”, que serían como Dios conociendo el bien y el mal. Esta primera mentira de la que hay registro en la historia de la humanidad, fue la que originó, y todavía se defiende a “capa y espada” por todo el mundo, la creencia de que el hombre en realidad “no muere”, que algo dentro de él continúa existiendo después de la muerte. Fue aquí donde comenzó toda esa avalancha de creencias que, cual “menú a la carta” al servicio del irresponsable derecho a la libre elección, las religiones paganas han sabido “condimentar” con todo ese arte que tienen para el engaño, cuyo fin principal es prolongar la confusión y la disputa entre el bien y el mal.</SPAN>