Re: Pregunta a protestantes..
Unas  palabras que la Iglesia Católica no quiere recordar. Por Juan Arias 
   <style>.fullpost{display:inline;}</style>   
Una buena parte de la Iglesia  católica, concretamente del clero, deja espantados y verdaderamente  escandalizados a los fieles que aún creen en dicha confesión religiosa, debido  al número cada día mayor de abusos a niños y adolescentes por parte del  clero.
Nunca la palabra 
escándalo ha sido mejor usada. Y lo curioso es  que esa palabra fue la usada hace más de 2.000 años por quien, según la Iglesia,  fue su fundador y maestro, 
Jesús, el  profeta de Nazareth. Y lo hizo para referirse a los abusos con los  niños.
Los exégetas saben muy bien que es muy difícil decidir cuáles de  las sentencias importantes que se ponen en boca de Jesús son de su autoría o  fueron creadas o manipuladas por los evangelistas.
Suelen existir dos  criterios para reconocer cuándo unas palabras pueden ser o no literales,  pronunciadas tal cual por Jesús. El primero es que aparezca en más de uno de los  Evangelios considerados inspirados por la Iglesia. Si aparece en más de dos, la  credibilidad aumenta. Un segundo criterio es que se trate de una frase tan  plástica y original, a veces tan compleja o grave, que difícilmente haya podido  ser obra de la invención de un evangelista.
Pues bien, existe un texto  enormemente fuerte y eficaz de los Evangelios que habla precisamente del  escándalo de abusar de los niños. 
Jesús es  tajante. Pide la pena de muerte para quien escandalice a un niño. ¿Y qué mayor  escándalo para un niño que abusar de él sexualmente?
El texto  aparece nada menos que en los tres Evangelios llamados sinópticos: Mateo 18: 5;  Marcos 9: 42 y Lucas 9: 46. La Biblia de Jerusalén, traducida directamente del  original, le pone como título al episodio en los tres Evangelios la palabra  
"escándalo".
En el Evangelio de Mateo, tras una discusión de los apóstoles  sobre problemas de jerarquía, en la que le preguntan al maestro quién será el  
"mayor" en el Reino de los Cielos, Jesús  desarma sus ambiciones, llama a un niño y les dice que si no cambian de  mentalidad y no se hacen como los niños, 
"no  entrarán en el nuevo Reino". Enseguida, Jesús se identifica él mismo con  los niños: 
"Quién recibe a un niño como ése en  mi nombre, a mí me recibe". Y enseguida pronuncia la gran sentencia:  
"Pero al que escandalice a uno de estos  pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino  que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar" (Mt, 18,6 ss).  Jesús continúa diciendo que en el mundo siempre habrá escándalos, pero ¡ay de  aquel hombre por quien el escándalo viene!
La imagen gráfica de la rueda  de molino alrededor del cuello de quien escandalice a un
niño, aparece  exactamente igual en el Evangelio de Marcos y en el de Lucas, además de en el de  Mateo. Lo que revela que debía de haber creado gran impacto entre los primeros  cristianos y que no fue posible silenciarla.
La imagen que sugiere Jesús haría pensar que a quien  escandaliza a un niño más le valdría suicidarse. Pero, los tres evangelistas  hablan de pena de muerte. Son los otros quienes deben colgarle esa piedra de  molino al cuello y arrojarle al mar. ¿Cabe pena más severa?
Ahora  bien, ante todo lo que está ocurriendo en la Iglesia, donde se multiplican las  noticias sobre escándalos y abusos cometidos contra niños por una parte del  clero, tanto bajo como alto, me pregunto por qué el papa Benedicto XVI, los  obispos, cardenales y prefectos de las congregaciones romanas, 
en  vez de levantar discusiones bizantinas sobre si es peor la pederastia o el  aborto, o intentar silenciar los escándalos, no han obligado a todos los  párrocos del mundo a leer en las iglesias y en los seminarios y en las curias  episcopales la terrible condena del manso profeta de Nazareth contra quien abusa  de un niño y lo escandaliza.
Deberían repartir pancartas con esa frase  lapidaria de los Evangelios. Que se trate de suicidio o de pena de muerte no  importa. Lo que Jesús quiere decir es que ese individuo no merece seguir  viviendo. ¿Les parece esto muy fuerte? ¿Pero no dicen que los Evangelios han  sido inspirados por Dios?
Todo el resto  es querer recoger agua en un tamiz, es tergiversar, engañar a los fieles sin  tener el coraje de enfrentar a los culpables con las palabras de acero de Jesús.  Para él el símbolo del niño y de la infancia es una metáfora de transformación,  de nueva vida.
Al intelectual fariseo Nicodemo, Jesús le dice que  tiene que volver a entrar en el vientre de su madre y renacer como niño para  entrar en otra dimensión vital superior.
Todo atropello a un niño es un  atropello a la vida misma, de ahí que quien lo comete no merezca, según Jesús,  seguir viviendo.
Y, añade, si tu mano o tus pies o tus ojos se convierten  en objeto de escándalo, y más si se escandaliza a un niño, es mejor  automutilarse. Jesús pronuncia esas palabras inmediatamente después de la imagen  de la rueda de molino.
Más de una vez me han preguntado si cuando yo  estudiaba en un colegio de religiosos existían abusos con los adolescentes. No  lo sé. Lo que recuerdo es que después de haber tomado una ducha con agua helada  en pleno invierno en la gélida ciudad de Logroño, uno de los padres profesores  obligaba a pasar uno por uno por su cuarto a los alumnos recién duchados para  darles, desnudos, friegas de alcohol que según él "revigorizaban el cuerpo". Por  la noche, antes de dormir, en la capilla, nos decían que la Virgen lloraba por  nuestros "pecados solitarios". Los de ellos no eran pecados, eran simples  masajes terapéuticos de alcohol.
La  Iglesia sigue queriendo minimizar los abusos de menores que ha consumado su  clero. De nada va a servir.
Lo  quieran o no, la rueda de molino de la que hablan los evangelistas, colocada  sobre el cuello de cada cura pederasta, seguirá siendo la condena inapelable de  los ciudadanos y de la sociedad al gran escándalo de abusar de un menor del que  ellos deberían ser los mejores guardianes y defensores.