-Junto a lo prioritario siempre será necesario llamar la atención a que todos somos pecadores, y que de no arrepentirse se perderán en el infierno primero, y luego del juicio en el lago de fuego y azufre.
Qué bueno que menciona esto, hermano
@Ricardo.
Porque el
arrepentimiento es un tema recurrente en la Biblia, de principio a fin.
Y este es el meollo de la gracia divina, tanto para quienes conocen lo que hizo Jesús por nosotros como para quienes no lo conocen.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mateo 4:17)
El acercamiento del reino de los cielos hacia el hombre partió de la mera iniciativa divina. Dios fue el que se acercó, y eso constituye una buena nueva.
Ahora, lo que toca al hombre para acercarse a Dios es arrepentirse. Y así cobra efecto la gracia divina.
A lo largo de la historia humana, millones de seres humanos nunca se han arrepentido sinceramente de sus pecados... pero también millones sí se han arrepentido. Y todos estos que sí se han arrepentido sinceramente, son alcanzados por la gracia de Cristo, puesta al alcance de todos los hombres de todas las épocas, culturas y religiones.
Hay foristas que, por sus declaraciones, parecen creer que por haber "nacido de nuevo" son salvos, y que en cambio, el 90% de sus compañeros de escuela, de sus profesores, de sus colegas de trabajo, de sus clientes, de sus proveedores, de los miembros de su equipo de futbol o de la banda de música, de sus familiares y amigos, y de los compañeros de este foro, arderán en un tormento sin fin, día y noche, día y noche, día y noche.
A estos compañeros aplica la advertencia de Jesús:
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. (Lucas 3:8)
Arrepentirse implica reconocer con pesar que se ha obrado mal, y comenzar a producir frutos buenos.
Creer en Jesús implica, como estándar mínimo, creer en la bondad de sus obras. Ese estándar mínimo no incluye tener una perspectiva exacta de su naturaleza metafísica. Leamos:
Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, crean a las obras, aunque no me crean a mí, para que sepan y crean que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre.» (Juan 10:37,38, RVC)
De hecho, la sanación no necesita, como estándar mínimo, tener una fe robusta, sino reconocerse como un incrédulo con una fe embrionaria, una fe diminuta, una fe que quizá no se tiene, pero se busca tener.
...Si puedes hacer algo, ¡ten compasión de nosotros y ayúdanos!
Jesús le dijo: «¿Cómo que “si puedes”? Para quien cree, todo es posible.
Al instante, el padre del muchacho exclamó: «¡Creo! ¡Ayúdame en mi incredulidad!» (Marcos 9:24)
¿Necesitó este hombre conocer la doctrina del arrebatamiento, o la encarnación del Verbo, o la interpretación de Isaías, para recibir la gracia que pedía?
Aquel hombre amaba a su hijo, lo amaba desesperadamente, y ese amor compensó su miserable fe.
Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8)
Con todo y lo que Pablo nos habla de la importancia de la fe en Cristo, y la importancia de mantener la esperanza en la salvación, Pablo admitió que más importante que la fe y que la esperanza es el amor. (1 Corintios 13).
La próxima vez que vayamos a la tiendita de la esquina a comprar leche y huevos de nuestra anciana vecina atea, católica, testiga de Jehová o mormona, saludémosla, sonriámosle y despidámonos de ella al salir, sin que cruce por nuestra mente:
"Esta mujer arderá en el lago de fuego y azufre día y noche, día y noche, día y noche...."