Confesar públicamente lo que muchos ya presentían y no se atrevían siquiera a musitar por temor a ser vistos como murmuradores y desconformes de todo, a unos parecerá osadía, a otros necedad y a algunos locura, pero es posible demostrarlo por la Biblia y la realidad que todos conocemos.
En los foros cristianos por Internet aumenta continuamente la cantidad de epígrafes dedicados a preguntar o a denunciar la razón de ser de tantas denominaciones, nuevas Iglesias para todos los gustos, y cultos que dejan dudas de cual espíritu los dirige.
Arrecian también las consultas y cuestionamientos a causa de Pastores megalómanos y extravagantes, que en cuanto se aseguran algún prestigio se descuelgan con doctrinas y prácticas particulares. La sombra provocada por los grandes escándalos protagonizados por sacerdotes católicos, encubre la inmoralidad de no pocos profesionales de la religión protestante y evangélica, para vergüenza de nuestros fieles ancestros en la fe. Si los curas evaden la justicia civil con la lenidad de la disciplina eclesiástica, los nuestros también la evaden con el cómplice silencio de quienes no quieren involucrarse en juicios legales, por temor a verse económicamente demandados por difamación.
Los que no han contraído el narcisista síndrome de dirigir mega iglesias, vegetan con una doctrina y conducta más conservadora, autosatisfechos de presidir grupúsculos sin vida espiritual ni crecimiento real, pero que les concede cierto status al conservar un primer lugar entre los hermanos -por pocos que sean-, al mejor estilo Diótrefes (3Jn 9).
El espíritu babilónico de la globalización ha impregnado las masas de la cristiandad de tal modo, que deja a los auténticos cristianos inhibidos como para una reacción saludable. Se teme “quedar mal” al decir o hacer diferente a los demás, y así las desoídas demandas de las conciencias acaba cauterizándolas, de modo que se vuelve inútil todo esfuerzo por hacerlos volver del error de su camino y a que salgan de prisa de tal sistema inicuo.
Es posible que el chocante título subleve a un lector como si le pisaran los callos:
-¡Soy Pastor y no soy así, y la Iglesia que apaciento es real y tampoco es así!
-Expresamente se ha puesto iglesias y pastores con minúsculas, para dejar abierta una cuota de autenticidad en este mundo cada vez más ancho y ajeno.
-Pero las iglesias y los pastores no tienen en la Biblia fecha de vencimiento.
-Si a los dos o tres –y pocos o muchos más- que se congregan al nombre del Señor se les quiere identificar como iglesia (con minúscula), no puede haber problema alguno. Y lo mismo ocurre con aquellos hombres que fueron dados como dones de Cristo a su iglesia con diferentes ministerios (Ef 4:11). De hecho, honran este foro algunos de ellos.
-¿Y qué caso tiene eso de las mayúsculas y minúsculas?
-Pues tratándose de Iglesias, son las que ostentan tradición, prácticas y doctrinas denominacionales, tal como luce en el cartel de la fachada del edificio. Las iglesias, en cambio, son sencillas reuniones o asambleas que tienen al Señor Jesucristo como único Señor, Cabeza, Líder, Maestro y Pastor; al Espíritu Santo como única “autoridad delegada”, administrador y ministrador de sus dones; y a los miembros como hermanos que comparten y se prodigan todo el bien que pueden unos a otros según lo que cada cual por gracia de Dios haya recibido. No tienen otro Credo ni Confesión de fe que la misma Biblia desde Génesis 1:1 a Apocalipsis 22:21; no más, pero tampoco menos.
-¿Y por qué diferencia Pastor de pastor?
-Pues el uno usa de un título eclesiástico y el otro sirve conforme al don recibido. Así se da el caso insólito de que los auténticos pastores no son reconocidos como tales a falta de estudios teológicos formales y ordenación humana, mientras que los egresados, ordenados y titulados generalmente padecen de la falta de dones para su ministerio.
-¡Pero nosotros vivimos de eso y los demás de su trabajo secular!
-El digno salario no hace a nadie pastor tanto como una ocupación secular no descalifica al auténtico ministro, llamado por el Señor y dotado por el Espíritu.
-Usted dice que “Ya no hay iglesias ni pastores”, pero tal cosa no es cierta, pues aun en el más pequeño de los países se cuentan por miles. Lo que usted asegura ¡no es bíblico!
-Si esos miles han menospreciado el señorío de Cristo; no se mantienen unidos a la Cabeza, sino que han erigido líderes humanos contrariando el mandamiento expreso del Señor (Mt 23:10); contristan, resisten y apagan el Espíritu; y se limitan a enseñar la sana doctrina del Cuerpo de Cristo y la diversidad de dones espirituales repartidos entre los miembros, pero ellos hacen y deshacen a su gusto y capricho, ¡esas no son iglesias sino caricaturas de la misma! Sus mandamases sólo son pastores al estilo de Ezequiel 34.
-¿Cómo puede usted saber que las cosas ya no son como antes fueron?
-Hasta hace pocas décadas solía pasar que en muchas Iglesias denominacionales el Espíritu estaba todavía presente y se producían conversiones y los creyentes eran edificados en su fe, pero actualmente tal cosa ya no ocurre. Ni las esposas o esposos de los creyentes se convierten y los hijos tempranamente se van al mundo pese a su temprana profesión de fe y bautismo.
-Que en alguna Iglesia esté ocurriendo como Vd. dice no quiere decir que pase en todas.
-¡Al contrario! Si todavía en alguna ciudad quedara una iglesia fiel, se formarían cuadras por no decir kilómetros de cristianos haciendo cola para entrar. La deserción que fácilmente se comprueba por todas partes atestigua esto que decimos.
-¡Es que los que han dejado de congregarse han apostatado!
-Quizás; pero en tal caso serían apóstatas concientes que podrían todavía ser restaurados. En cambio, las Iglesias están llenas de apóstatas inconscientes pues su lealtad se limita a la mera asistencia y sus compromisos como miembro.
-¡Lo que pasa es que usted está buscando la iglesia perfecta, cuando ni siquiera en la misma Biblia la encontramos!
-No, lo que me hubiera gustado encontrar es una “iglesia imperfecta”, pues por imperfecta que fuera al menos todavía sería iglesia. Lo malo es que ni siquiera eso encontramos, pues a lo que comúnmente se llama “iglesia”, no lo es.
-¿Y si no es iglesia qué es entonces?
-Pues un club religioso del que uno se hace miembro, paga una cuota mensual, y asiste para presenciar un show. Al otro extremo están los que ofrecen un aburrido sermón pero dan la ocasión para echarse una buena siesta.
-De todos modos no es bíblico el que no haya iglesias o ellas dejen de ser.
-¡Sí que lo es! En la carta a la iglesia en Éfeso el Señor advierte que de no arrepentirse quitaría su candelabro de su lugar (Ap 2:5); la iglesia en Sardis tenía nombre como si viviera aunque ya estaba muerta (3:1) y la iglesia en Laodicea (que tipifica la época actual) estaba a punto de ser vomitada de la boca del Señor (3:16) a quien había dejado afuera (v.20). Pero Dios es fiel, su Palabra es viva y el Espíritu está activo en los suyos.
Lejos de desanimar a nadie, lo que con este tema se pretende es acompañar a las muchas ovejas que vagan dispersas sin que Iglesias ni Pastores piensen en ellas. Si los modelos confeccionados por los hombres han fracaso, el “edificaré mi iglesia” del Señor Jesús sigue adelante hasta nuestro reencuentro con Él en su pronta venida.
Con amor en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Ricardo.
En los foros cristianos por Internet aumenta continuamente la cantidad de epígrafes dedicados a preguntar o a denunciar la razón de ser de tantas denominaciones, nuevas Iglesias para todos los gustos, y cultos que dejan dudas de cual espíritu los dirige.
Arrecian también las consultas y cuestionamientos a causa de Pastores megalómanos y extravagantes, que en cuanto se aseguran algún prestigio se descuelgan con doctrinas y prácticas particulares. La sombra provocada por los grandes escándalos protagonizados por sacerdotes católicos, encubre la inmoralidad de no pocos profesionales de la religión protestante y evangélica, para vergüenza de nuestros fieles ancestros en la fe. Si los curas evaden la justicia civil con la lenidad de la disciplina eclesiástica, los nuestros también la evaden con el cómplice silencio de quienes no quieren involucrarse en juicios legales, por temor a verse económicamente demandados por difamación.
Los que no han contraído el narcisista síndrome de dirigir mega iglesias, vegetan con una doctrina y conducta más conservadora, autosatisfechos de presidir grupúsculos sin vida espiritual ni crecimiento real, pero que les concede cierto status al conservar un primer lugar entre los hermanos -por pocos que sean-, al mejor estilo Diótrefes (3Jn 9).
El espíritu babilónico de la globalización ha impregnado las masas de la cristiandad de tal modo, que deja a los auténticos cristianos inhibidos como para una reacción saludable. Se teme “quedar mal” al decir o hacer diferente a los demás, y así las desoídas demandas de las conciencias acaba cauterizándolas, de modo que se vuelve inútil todo esfuerzo por hacerlos volver del error de su camino y a que salgan de prisa de tal sistema inicuo.
Es posible que el chocante título subleve a un lector como si le pisaran los callos:
-¡Soy Pastor y no soy así, y la Iglesia que apaciento es real y tampoco es así!
-Expresamente se ha puesto iglesias y pastores con minúsculas, para dejar abierta una cuota de autenticidad en este mundo cada vez más ancho y ajeno.
-Pero las iglesias y los pastores no tienen en la Biblia fecha de vencimiento.
-Si a los dos o tres –y pocos o muchos más- que se congregan al nombre del Señor se les quiere identificar como iglesia (con minúscula), no puede haber problema alguno. Y lo mismo ocurre con aquellos hombres que fueron dados como dones de Cristo a su iglesia con diferentes ministerios (Ef 4:11). De hecho, honran este foro algunos de ellos.
-¿Y qué caso tiene eso de las mayúsculas y minúsculas?
-Pues tratándose de Iglesias, son las que ostentan tradición, prácticas y doctrinas denominacionales, tal como luce en el cartel de la fachada del edificio. Las iglesias, en cambio, son sencillas reuniones o asambleas que tienen al Señor Jesucristo como único Señor, Cabeza, Líder, Maestro y Pastor; al Espíritu Santo como única “autoridad delegada”, administrador y ministrador de sus dones; y a los miembros como hermanos que comparten y se prodigan todo el bien que pueden unos a otros según lo que cada cual por gracia de Dios haya recibido. No tienen otro Credo ni Confesión de fe que la misma Biblia desde Génesis 1:1 a Apocalipsis 22:21; no más, pero tampoco menos.
-¿Y por qué diferencia Pastor de pastor?
-Pues el uno usa de un título eclesiástico y el otro sirve conforme al don recibido. Así se da el caso insólito de que los auténticos pastores no son reconocidos como tales a falta de estudios teológicos formales y ordenación humana, mientras que los egresados, ordenados y titulados generalmente padecen de la falta de dones para su ministerio.
-¡Pero nosotros vivimos de eso y los demás de su trabajo secular!
-El digno salario no hace a nadie pastor tanto como una ocupación secular no descalifica al auténtico ministro, llamado por el Señor y dotado por el Espíritu.
-Usted dice que “Ya no hay iglesias ni pastores”, pero tal cosa no es cierta, pues aun en el más pequeño de los países se cuentan por miles. Lo que usted asegura ¡no es bíblico!
-Si esos miles han menospreciado el señorío de Cristo; no se mantienen unidos a la Cabeza, sino que han erigido líderes humanos contrariando el mandamiento expreso del Señor (Mt 23:10); contristan, resisten y apagan el Espíritu; y se limitan a enseñar la sana doctrina del Cuerpo de Cristo y la diversidad de dones espirituales repartidos entre los miembros, pero ellos hacen y deshacen a su gusto y capricho, ¡esas no son iglesias sino caricaturas de la misma! Sus mandamases sólo son pastores al estilo de Ezequiel 34.
-¿Cómo puede usted saber que las cosas ya no son como antes fueron?
-Hasta hace pocas décadas solía pasar que en muchas Iglesias denominacionales el Espíritu estaba todavía presente y se producían conversiones y los creyentes eran edificados en su fe, pero actualmente tal cosa ya no ocurre. Ni las esposas o esposos de los creyentes se convierten y los hijos tempranamente se van al mundo pese a su temprana profesión de fe y bautismo.
-Que en alguna Iglesia esté ocurriendo como Vd. dice no quiere decir que pase en todas.
-¡Al contrario! Si todavía en alguna ciudad quedara una iglesia fiel, se formarían cuadras por no decir kilómetros de cristianos haciendo cola para entrar. La deserción que fácilmente se comprueba por todas partes atestigua esto que decimos.
-¡Es que los que han dejado de congregarse han apostatado!
-Quizás; pero en tal caso serían apóstatas concientes que podrían todavía ser restaurados. En cambio, las Iglesias están llenas de apóstatas inconscientes pues su lealtad se limita a la mera asistencia y sus compromisos como miembro.
-¡Lo que pasa es que usted está buscando la iglesia perfecta, cuando ni siquiera en la misma Biblia la encontramos!
-No, lo que me hubiera gustado encontrar es una “iglesia imperfecta”, pues por imperfecta que fuera al menos todavía sería iglesia. Lo malo es que ni siquiera eso encontramos, pues a lo que comúnmente se llama “iglesia”, no lo es.
-¿Y si no es iglesia qué es entonces?
-Pues un club religioso del que uno se hace miembro, paga una cuota mensual, y asiste para presenciar un show. Al otro extremo están los que ofrecen un aburrido sermón pero dan la ocasión para echarse una buena siesta.
-De todos modos no es bíblico el que no haya iglesias o ellas dejen de ser.
-¡Sí que lo es! En la carta a la iglesia en Éfeso el Señor advierte que de no arrepentirse quitaría su candelabro de su lugar (Ap 2:5); la iglesia en Sardis tenía nombre como si viviera aunque ya estaba muerta (3:1) y la iglesia en Laodicea (que tipifica la época actual) estaba a punto de ser vomitada de la boca del Señor (3:16) a quien había dejado afuera (v.20). Pero Dios es fiel, su Palabra es viva y el Espíritu está activo en los suyos.
Lejos de desanimar a nadie, lo que con este tema se pretende es acompañar a las muchas ovejas que vagan dispersas sin que Iglesias ni Pastores piensen en ellas. Si los modelos confeccionados por los hombres han fracaso, el “edificaré mi iglesia” del Señor Jesús sigue adelante hasta nuestro reencuentro con Él en su pronta venida.
Con amor en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Ricardo.