Re: Volvemos al pasado
Y el Papa sabe... latín
14.10.06 @ 00:00:01. Archivado en Fe y teología
No sólo Benedicto XVI. Todos los Papas saben latín. Nada extraño, si consideramos que el latín es lengua oficial de la Iglesia. Además de las razones históricas que se puedan alegar en favor de esta tradición, la acuñación del latín como lengua de la Iglesia – y, en particular, como lengua del rito romano – adquiere, en esta época de globalización, si cabe, una significación peculiar. La Iglesia no es una multinacional, ni una especie de ONU de lo sagrado, sino la comunidad de los discípulos de Cristo, que reconoce en Pedro, y en los sucesores de Pedro, los Obispos de Roma, el “principio y fundamento perpetuo y visible” de su unidad. Esta unidad se expresa, al menos en la celebración en rito romano, en el innecesario recurso a la traducción simultánea; en la posibilidad de dirigirse, juntos, a Dios en la misma lengua, superadas, por una fraternidad nueva, las fronteras de las naciones, de las razas y de los pueblos.
Se comete, por consiguiente, un error cuando se identifica la Misa en latín con la Misa celebrada según el Misal de San Pío V. El latín no es, en exclusiva, la lengua del Misal de San Pío V. Es también la lengua del Misal de Pablo VI. Por la misma razón y con idénticos derechos.
Cuando en el año 1570 San Pío V promulgaba el Misal Romano, por decisión del Concilio de Trento, no inventaba nada nuevo. El Misal Romano era casi una copia literal del primer Misal impreso, editado un siglo antes, en 1474, en Milán. A su vez, este Misal de 1474 reproducía el Misal de la época de Inocencio III (1198-1216). San Pío V, preocupado por el cuestionamiento, por parte de la Reforma protestante, de algunos puntos esenciales de la tradición católica – la naturaleza sacrificial de la Misa, el papel del sacerdocio ministerial, la presencia real y permanente de Cristo en las especies eucarísticas – quiso, con el Misal Romano, atajar esa crisis, salvaguardando el tesoro doctrinal de la fe católica íntegra.
En la Constitución Apostólica “Quo primum”, con la que promulgaba el Misal, San Pío V manifestaba su voluntad de que algunos ritos “fueran restablecidos conforme a la primitiva norma de los Santos Padres”. Esa misma expresión es recogida, literalmente, en la Constitución Sacrosanctum Concilium, del Concilio Vaticano II, al ordenar que se revisase el Ordinario de la Misa: “restablézcanse, en cambio, según la norma primitiva de los Santos Padres, las cosas que han desaparecido a causa del tiempo, siempre que parezcan oportunas o necesarias” (Sacrosanctum Concilium, 50). Pablo VI, en la Constitución Apostólica “Missale Romanum”, con la que promulgaba, en 1969, el Misal Romano reformado por mandato del Concilio Ecuménico Vaticano II, hacía referencia a las disposiciones de San Pío V, aclarando: “desde entonces [desde la promulgación del Misal de San Pío V] , han sido descubiertas y publicadas antiquísimas fuentes litúrgicas; y, además, los textos litúrgicos de la Iglesia oriental han sido conocidos e investigados más profundamente. Todo esto ha determinado que aumentara cada día el número de los que deseaban que estas riquezas doctrinales y espirituales no permanecieran en la oscuridad de las bibliotecas, sino que, por el contrario, se sacaran a la luz para iluminar y nutrir la inteligencia y el ánimo de los cristianos”.
No hay, por tanto, ruptura, sino continuidad, entre el Misal Romano de San Pío V y el Misal Romano reformado de Pablo VI; un hito en la reforma de la Liturgia, que ya había iniciado Pío XII con la restauración de la Vigilia Pascual y de la Semana Santa. ¿Qué novedades aportó el segundo Misal con relación al primero? Siguiendo a J. Aldazábal, podemos señalar algunas de ellas: resaltar el papel de la comunidad y su relación con el ministerio del presidente - del sacerdote celebrante - ; destacar la importancia de la Palabra; introducir las Nuevas Plegarias Eucarísticas II, III y IV; incorporar las lenguas vivas, la Oración de los Fieles y la posibilidad de la comunión con las dos especies.
Que el Misal de Pablo VI permitiese, en conformidad con el número 54 de la Sacrosanctum Concilium, que se introdujesen en la celebración de la Misa las lenguas vernáculas no significa, en absoluto, que se prohibiese o se aboliera el uso del latín. Ya el Concilio había dicho: “Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular” (Sacrosanctum Concilium, 36). Y en el número 54, donde, como hemos mencionado, autoriza la presencia de las lenguas maternas en la liturgia, especifica: “Debe procurarse, sin embargo, que los fieles sean también capaces de recitar o de cantar juntos, en lengua latina, las partes del Ordinario de la Misa que les corresponden”.
Quien haya viajado por el mundo, quien haya participado en las celebraciones solemnes de la Misa presididas por el Papa en la basílica de San Pedro, quien haya estado en grandes centros de la cristiandad a los que acuden peregrinos de todas partes, no se sorprenderá por el uso del latín en la Liturgia.
Por eso no conviene confundir un hipotético permiso, que el Papa podría conceder más fácilmente que hasta ahora, para emplear el llamado Misal de San Pío V con el tema, diferente, del empleo del latín en la Misa celebrada según el rito romano. La ampliación de la licencia para usar el Misal de San Pío V no supondría, en la práctica, ningún cambio para la inmensa mayoría de las parroquias y comunidades de la Iglesia Latina. Se acogerían a esa medida liberalizadora muy pocos sacerdotes, y muy pocos fieles. Independientemente de esto, no estaría mal que los que celebramos, y seguiremos celebrando, la Eucaristía con el Misal de Pablo VI, hiciésemos un pequeño examen de conciencia y nos preguntásemos si acaso no hemos sido injustos con el latín y con las normas que emanaron del Concilio Vaticano II. Entre “todo” en latín a “nada” en latín, entre el "siempre" en latín al "nunca" en latín, hay un abismo que jamás debería haberse producido ni extendido.
No sólo el Papa, que sabe mucho. También los demás católicos de rito romano debemos saber, al menos, un poco de latín.
Guillermo Juan Morado.
Fuente:
http://blogs.periodistadigital.com/predicareneldesierto.php/2006/10/14/y_el_papa_sabe_latin