LA SEGUNDA DOSIS
Mar 8:22 Vino luego a Betsaida; y le trajeron un ciego, y le rogaron que le tocase.
Mar 8:23 Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le preguntó si veía algo.
Mar 8:24 El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan.
Mar 8:25 Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.
El Señor hubiese podido sanarlo de una sola vez, como hizo con Bartimeo.
Pero estas cosas están escritas para que entendamos la condición espiritual de sus discípulos, en un contexto donde a pesar de el Señor haber hecho tantos milagros a la vista de ellos, aún no podían comprender plenamente su Gloria Divina.
Ciertamente creían que Él era el Mesías, pero el Mesías para sus corazones era algo más que el Cristo de Dios, el Salvador del mundo.
Se habían apegado por gracia a la persona del Señor, pero no comprendían esa gloria divina que estaba, por así decirlo, escondida en esa persona, que se revelaba en Sus palabras y obras.
Habían dejado todo para seguir al Señor; pero les faltaba inteligencia, no fe, por pequeña que fuera.
El espíritu estaba dispuesto pero la carne era débil.
El Señor saca de la ciudad al ciego y lo separa de Israel.
En primer lugar, el hombre solo ve parcialmente: los hombres le parecían árboles que caminan.
Pero la paciencia del Señor, tan grande como Su poder, da una imagen del estado del corazón de los discípulos, y también una imagen de Su incansable bondad, que no deja al ciego hasta que ve claramente.
Así hizo con los discípulos:
Cuando Jesús ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios, envió al Espíritu Santo que los condujo a toda la verdad.
Entonces vieron claramente. y también una imagen de su incansable bondad, que no deja al ciego hasta que ve con claridad.
Ver con claridad en estos tiempos de pandemia, es no perder de vista que el Señor tiene el Control de todo, y es a Él que tenemos que acudir y cerrar el oído a toda conspiración en su contra, porque en última instancia, la confianza en el Señor se ve reemplazada por el temor a lo que nos pueda hacer el hombre.
Hubo otro ciego al que se le envió a lavarse al estanque de Siloé.
También a un General del ejército de Siria, leproso, el profeta le envió a su criado para que obedeciera el tratamiento:
Sumergirse siete veces en las aguas del río Jordán.
Y este tratamiento molestó al General, por cuanto el profeta no le rindió culto a su persona.
Y no quería curarse.
Hasta que cayó en cuenta, por las palabras de su criada, una mujer judía, que lo que el profeta demandaba no era gran cosa, o algo imposible de cumplir.
Dios tiene poder para sanarnos de toda enfermedad, pero es de acuerdo a su voluntad y no a las exigencias nuestras, para esto está la medicina.
Hay algunos discípulo ciegos, que no quieren acudir a la medicina para prevenir el contagio, es más, quieren evitar toda medida de prevención.
No entienden que la medicina es una provisión de Dios.
El evangelistas Lucas, era médico.