En un año en que los países hispanoamericanos hemos sido llamados a elecciones de diverso alcance, es necesario clamar a voz en cuello como lo hacían los antiguos profetas: -¡Sin Dios no hay gobierno!
Desde la Revolución Francesa primero, y la unificación italiana por Garibaldi después, se puso fin al dominio ejercido por la Iglesia Católica Romana en Hispanoamérica. El laicismo, pareció entonces la forma más justa y digna para que las flamantes repúblicas encausasen su independencia de la Madre Patria.
Sin embargo, la influencia de la Ilustración francesa primero, y del comunismo después, obró para que hasta la sola mención de Dios fuese erradicada en los actos oficiales y en la instrucción pública.
Al asumir décadas atrás un presidente masón uruguayo, evitó en su discurso inaugural nombrar a Dios, pero no tuvo empacho en aludir a “dioses”.
Hoy día, como desde hace mucho tiempo, los emigrantes latinoamericanos no eligen como destino Rusia o China sino a los Estados Unidos. Aunque parece natural una fobia universal hacia esa nación, no ha dejado el mundo de admirar como el sueño de los Padres Peregrinos alcanzó a la Declaratoria de la Independencia, y prosiguió luego en un progreso continuo, como si la bendición de Dios reposase sobre este nuevo país.
Al menos cuatro columnas parecen haber sostenido aquel viejo sueño: Dios, la Biblia, la oración y el Evangelio. En la medida que estas columnas vienen debilitándose, también se esfuma mucho de lo bueno que de allí provenía.
Es tiempo para que los cristianos reaccionemos y no nos avergoncemos más en nuestras sociedades y presencia ciudadana, de Dios, la Biblia, la oración y el Evangelio.
Cordiales saludos
Desde la Revolución Francesa primero, y la unificación italiana por Garibaldi después, se puso fin al dominio ejercido por la Iglesia Católica Romana en Hispanoamérica. El laicismo, pareció entonces la forma más justa y digna para que las flamantes repúblicas encausasen su independencia de la Madre Patria.
Sin embargo, la influencia de la Ilustración francesa primero, y del comunismo después, obró para que hasta la sola mención de Dios fuese erradicada en los actos oficiales y en la instrucción pública.
Al asumir décadas atrás un presidente masón uruguayo, evitó en su discurso inaugural nombrar a Dios, pero no tuvo empacho en aludir a “dioses”.
Hoy día, como desde hace mucho tiempo, los emigrantes latinoamericanos no eligen como destino Rusia o China sino a los Estados Unidos. Aunque parece natural una fobia universal hacia esa nación, no ha dejado el mundo de admirar como el sueño de los Padres Peregrinos alcanzó a la Declaratoria de la Independencia, y prosiguió luego en un progreso continuo, como si la bendición de Dios reposase sobre este nuevo país.
Al menos cuatro columnas parecen haber sostenido aquel viejo sueño: Dios, la Biblia, la oración y el Evangelio. En la medida que estas columnas vienen debilitándose, también se esfuma mucho de lo bueno que de allí provenía.
Es tiempo para que los cristianos reaccionemos y no nos avergoncemos más en nuestras sociedades y presencia ciudadana, de Dios, la Biblia, la oración y el Evangelio.
Cordiales saludos