Me pasaron a buscar a la hora 19.30 y me trajeron a las 23.30 ¡así que cuatro horas pasé con ellos! Demasiado tiempo para que resuma la experiencia en lo que quisiera fuera un aporte breve.
La primera parte fue asumida totalmente por el pastor (oraciones y mensaje), por lo que -aparte de ello-, estuvo bien.
La segunda parte fue una cena que compartimos alrededor de una mesa. Acá todo fue distinto. Todos hablamos y el pastor fue uno más entre nosotros, sin acaparar la conversación (tampoco yo lo hice, aunque creo haya sido el que más hablé ¡respetaron mis canas!).
El hermano que me había invitado fue el que introdujo el tema del libre albedrío, así que -ni corto ni perezoso- con total libertad abordé el asunto, todos atentos y mostrando interés. Cuando hice referencia a Lutero, Calvino y Arminio, el único enterado era el pastor ¡que me escuchaba de buena gana!
Yo mismo quedé sorprendido del entusiasmo suscitado en los más de ellos, haciendo que abundaran las preguntas y sus testimonios.
No hubo ninguna nota discordante, y todos mostraron afabilidad y buena disposición a proseguir estas charlas en el futuro.
Creo que el leitmotiv de la edificación espiritual de una congregación está en la libre y espontánea participación de todos, en una mesa redonda a Biblia, mente, corazón y espíritu abiertos.
Cordiales saludos