Petrino, Vino tinto y, en este caso, Hector Lugo; Creo que estamos coincidiendo en uno de los puntos torales: las Sagradas Escrituras no han sufrido alteraciones significativas.
En lo que se refiere al primado de Pedro, hay quienes, como vemos en este caso, ponen en duda la certeza total de los evangelios ya que los manuscritos han sido muchos y muy antiguos y los copistas han podido hacer interpolaciones o deformar algunos pasajes, sería facilísimo desenmascarar al copista que hace alguna alteración del texto, porque difiere de las miles de copias que llegan por otras vías. Han aparecido, de hecho, un reducido número de falsificaciones o copias
apócrifas; pero siempre se han detectado con facilidad, gracias a la prodigiosa coincidencia del resto de las versiones.
Así se ha venido comprobando a lo largo del propio proceso histórico de descubrimiento de los diversos manuscritos: por ejemplo, en el siglo XVI se hicieron numerosas ediciones impresas basadas en profundos estudios críticos sobre copias manuscritas, algunas de las cuales se remontaban hasta el siglo VIII, que era lo más antiguo que conocían entonces; posteriormente se encontraron códices de los siglos IV y V, y concordaban sustancialmente con aquellos textos impresos; más adelante, desde el siglo XIX hasta nuestros días, se han ido encontrando cerca de cien nuevos papiros escritos entre los siglos II y IV, la mayoría procedentes de Egipto, que han resultado coincidir también de forma realmente sorprendente con las copias que se tenían.La prodigiosa coincidencia de todas las versiones que nos han llegado es un testimonio aplastante de la veneración y fidelidad con que se han conservado los evangelios a lo largo de los siglos, así como de su autenticidad e integridad indiscutibles.El Nuevo Testamento es, sin comparación con cualquier otra obra literaria de la antigüedad, el libro mejor y más abundantemente documentado.
El interés cronológico está ausente de los Evangelios, hasta el punto que es difícil determinar la duración de la actividad pública de Jesús. Su interés se centra, en el hecho particular. Los Evangelios no contienen la historia de Jesús, sino narraciones históricas deferentes a él. Solo el relato de la pasión va narrada desde el punto de vista de que es voluntad divina y no humana la que determina su suceder. La existencia de personajes como Herodes, Caifás o Pilato, el sanedrín judío y los fariseos, saduceos y escribas, quedan supuestas. La mayor parte de las personas que entran en contacto con Jesús quedan en el anonimato, nada se dice del joven rico, del doctor de la ley o la hemorroisa. Tales vacíos han sido llenados por la tradición apócrifa, que deja ver, un interés extraño a los Evangelios. Los discípulos de Jesús aparecen apenas con un carácter individual. Los evangelios son la única fuente que poseemos para el conocimiento de la vida de Jesús, de donde se concluye que no puede ser escrita una vida de Jesús, en el sentido moderno, con la pretensión de conseguir una exposición histórica.<o
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