Re: ¿Coincidencia?
Re: ¿Coincidencia?
Originalmente enviado por: ermitaño
Ayer escribí algo... pero pensé que era mejor guardármelo y que no saliera en el foro. Hoy me encuentro tu epígrafe, Igor, en el que se me invita a dar mi testimonio. Lo siguiente no es exactamente lo que se espera de alguien que da su testimonio. Se trata de ideas que traté de ordenar de una manera más o menos coherente. Allá va de todas formas:
He dicho sí a Cristo. He admitido su supremacía en mi vida y mi disposición a que tome el control de la misma. Cierto que con reservas: el hombre viejo se rebela. El ego (ese animal salvaje) sabe que está acorralado por la Presencia Divina, y se revuelve feroz, con lo que no es fácil, pero ¿es fácil para alguien? Tengo una cierta seguridad en alcanzar la meta, es decir la paz que solo Di-s puede dar. Esta paz, como todo lo importante, es pura gracia.
Por gracia he sido llamado.
Estimado hermano Peregrino:
Siento mucho gozo en mi corazón por tu testimonio donde ya lo he guardado; sin embargo, en aras de evitar cualquier ataque de amnesia que éste pudiera tener, he de guardarlo en el disco duro también.
Tu camino es el mío. No vengo de la iglesia católica pero igual vengo de la "iglesia de la mente". En la búsqueda de "la verdad" me casé con cuanto sistema filósofico me ofrecía Babilonia. Fueron años de años los que pasé bebiendo de las aguas estancadas que solo Babilonia sabe ofrecernos.
Atascado en mis concupiscencias, en la cúspide de mi "éxito" en las cosas de este mundo, me encontré totalmente exánime, muy cansado de vivir. Era bien joven, tenía apenas 27 años. De las tantas actividades dañosas en las que hasta el momento medraba, no había caído todavía en el terrible hábito de la bebida. A partir de entonces, bebí con endiablada energía, sin conmiseración con mi familia y conmigo mismo. Lo perdí todo. Un buen día, ¡maravilloso día!, sentado en algún bar con uno de mis 'amigotes' de juerga, cuando apenas comenzaba la "faena", sentí que algo pasó muy dentro de mí. No puedo hablar de voces ni visiones ni cosas por el estilo. No, no fue producto de ninguna borrachera. Era temprano y apenas iba por la mitad del primer trago del día, cuando sentí ese algo que me "cantaba" muy amorosomente "YA NO MÁS, NO MÁS CALEB". Absolutamente perdidas las ganas de beber, por mucho rato me quedé mirando al vacío. Mi amigo apenas pudo notar mi trance, él, como era natural en el tipo de vida que llevábamos, estaba en lo suyo, él coqueteaba con una chicas de las mesas adyacentes. Después de salir de aquel trance, ¡glorioso trance!, le pedí a mi amigo que nos marcháramos a otro sitio. No tenía ganas de seguir bebiendo, en lo absoluto. Me dije: "deber ser el sitio, no hay 'ambiente' aquí". Cuando llegamos a otros de los 'fosos' donde solíamos hundirnos, pedí otro trago mas no pude con él. ¡Gloria a Dios! Empecé a angustiarme. "¿Qué me pasa? ¿por qué será que no quiero beber?", me preguntaba ansioso. Cerré los ojos por un rato y volví a sentir ese canto SUPERIOR "CALEB, YA NO MÁS", sentí como cadenas que se rompían muy dentro de mí. Escasamente, puedo explicarlo pero la imagen más cercana que tengo son cadenas. Sentí un inmenso alivio a la vez de unas tremendas ganas de salir corriendo de aquel lugar. No volví a beber más, por muchos años no bebí. Hace apenas un par de años volví a beber un poco de vino (yo bebía sólo Whisky y puro), el cual, desde entonces, he bebido muy esporádicamente. La bebida no era el problema. Mi problema era el pecado, la rebelión que yo tenía contra mi Señor de la cual Él me salvó mediante la pura misericordia de Su GRACIA. Era totalmente imposible, mis hermanos, que yo saliera de aquel estado por mi mismo así como tampoco por la vía institucional.
¿Que me dices, Ermitaño, que "Ha sido un regalo que no merezco"? Pues, ¡claro! No me he cansado ni me cansaré de repetir lo mismo. Cuatro meses después de aquel evento maravilloso, inexplicable a la luz de mi torpe ego, por la pura gracia de Él me hallé convertido en un atleta, físicamente renovado con 60 libras menos. ¡No lo podía creer! Pero, no vayan a creer que adoraba al Señor. No, nada de eso. ¡Me adoraba a mí mismo! Mi suficiencia parecía no tener límites. "Todo aquello lo había logrado debido al gran 'coraje e inteligencia' que tenía", me decía. "¡Vanidad! Mi pecado favorito", que diría el demonio.
Después de una formidable limpieza y organización de mi vida en todos sus aspectos, dos años más tarde el Señor, en su infinito amor y misericordia para conmigo, doblaría mis rodillas en la profunda soledad, ¡grandiosa y generosa soledad!, de una noche en que el mundo celebra con jolgorio el fin del año, para que reconociera en su grandeza y le entregará mi vida para siempre. ¡Alabado sea mi Señor!
El doblar de mis rodillas espirituales que no es más que el resultado de la incineración de mi ANIMAL FEROZ por parte de mi Señor, ha venido ocurriendo paulatinamente con los años. El Señor ha venido apagándome a la falsa luz que Babilonia es a la vez que ha venido encendiendo LA FLAMA INCADESCENTE que Él es en mí.
Hoy puedo declarar a los cuatro vientos que ÉL primero ME AMÓ, y que en cuanto me amó: ME LLAMÓ, y que en cuanto me llamó: ME TOMÓ para siempre, y que en cuanto me tomó para siempre: "EL VIVE EN MÍ".
¿Quién podrá separarnos de nuestro Señor, hermano Ermitaño?
¡Nuestro Señor Jesucristo mantenga Su gracia y paz sobre ti para siempre!
En Cristo,
Caleb Joshua