Tenemos la responsabilidad de aprender de Él las cosas que enseñó y lo que hizo durante Su ministerio terrenal. Habiendo aprendido estas lecciones, estamos bajo el mandamiento de seguir Su ejemplo; y estos son algunos de los ejemplos que Él nos dio:
1. Cristo fue obediente y valiente en la vida preterrenal (Es decir: antes de todos nosotros nacer viviamos con Dios Nuestro Padre Celestial, pero en calidad de espiritu), obteniendo así el privilegio de venir a la vida mortal y recibir un cuerpo de carne y huesos.
2. Fue bautizado para que se abriera la puerta al reino celestial.
3. Recibió el sacerdocio y todas las ordenanzas de salvación y de exaltación del Evangelio.
4. Jesús ejerció Su ministerio de unos tres años, enseñando el Evangelio, dando testimonio de la verdad y enseñando a las personas lo que deben hacer para hallar gozo y felicidad en esta vida y gloria eterna en el mundo venidero.
5. Efectuó ordenanzas tales como la bendición de niños, bautismos, bendición de enfermos y ordenaciones al sacerdocio.
6. Él llevó a cabo milagros. A Su orden, los ciegos pudieron ver, los sordos oír, los cojos andar y los muertos volvieron a la vida.
7. De conformidad con la voluntad del Padre, Jesús llevó una vida perfecta sin pecado y adquirió todos los atributos de la Divinidad.
8. Él venció al mundo, es decir, dominó toda pasión y se elevó por encima del plano carnal y sensual, de modo que vivió y caminó según la guía del Espíritu.
9. Él llevó a cabo la Expiación, mediante la cual rescató a los hombres de la muerte [espiritual y física] causada por la caída de Adán.
10. Ahora, como ser resucitado y glorificado, Él ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra, ha recibido la plenitud del Padre y es uno con Él.
Para poder seguir el ejemplo de Cristo y andar en Sus pasos, debemos procurar hacer las mismas cosas de acuerdo con el modelo que Él estableció.
Es importante que recordemos que Jesús tenía la capacidad de pecar, que podría haber sucumbido, que el plan de vida y salvación podría haber fracasado, pero que Él permaneció firme. Si no hubiera existido la posibilidad de que cediera a las tentaciones de Satanás, tampoco habría habido una verdadera prueba ni una genuina victoria como resultado. Si no hubiera tenido la facultad de pecar, se le habría despojado de su libre albedrío. Fue Él quien vino a salvaguardar y asegurar el libre albedrío humano, por lo tanto, debía retener la capacidad y la posibilidad de pecar si así lo deseaba