Re: TEORIA EVOLUTIVA... para la mente del mono.
Les dejo la siguiente entrevista a Geisler para que lo lean ,sera muy agradable leerlo.
Norman Geisler // entrevista con Nancy Pearcey
Selección Natural y Sentido Común
¿Demanda el designio en el universo un Diseñador?
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La literatura creacionista es en gran medida una reformulación moderna del más antiguo y empleado de los argumentos para la existencia de Dios: el argumento del designio. Al contemplar la asombrosa complejidad y el orden del universo, los creacionistas mantienen que el designio es evidencia de un Diseñador. Que el propósito es evidencia de un Plan. Que el orden es evidencia de una Inteligencia.
Al poner la selección natural en lugar del designio, Darwin demolió el argumento en base del designio -esto según los evolucionistas. Las maravillosas estructuras orgánicas, tan claramente adaptadas para los propósitos de la vida, se pueden ahora explicar mediante la selección natural en lugar de mediante un propósito inteligente.
El actual resurgir del interés en el creacionismo ha conllevado un resurgir del debate acerca de la validez del argumento basado en el designio. La revista Creation/Evolution [revista dirigida por evolucionistas con el propósito de refutar los argumentos creacionistas] contenía una formulación contemporánea del argumento del designio presentada por Norman Geisler del Seminario Teológico de Dallas junto con respuestas de evolucionistas [véase Número XIII, Vol. 4, nº 3).
Filósofo por formación, Geisler ha estado interesado durante largo tiempo en la apologética (la defensa racional de la fe cristiana), en particular en relación con las cuestiones suscitadas por la ciencia.
En el número mencionado de la revista trimestral Creation/Evolution, el artículo de cinco páginas de Geisler es seguido por quince páginas de crítica de dos evolucionistas, Frederick Edwords y William Thwaites. Hemos contactado con Geisler mediante una entrevista telefónica para entrevistarlo y conseguir sus precisiones.
Para nuestros lectores que no habrán leído el mencionado artículo de Geisler, se puede sumarizar de la siguiente manera: En el mundo podemos ver dos clases de orden. Algunas cosas pueden ser explicadas totalmente por la acción de las leyes naturales conocidas. Las piedras redondeadas, por ejemplo, pueden ser formadas por las leyes de la acción del agua y de la erosión. Otras formas, como los cuatro rostros humanos en el monte Rushmore, son extrañas a todo lo que jamás se haya visto producido por causas naturales. De inmediato reconocemos que son resultado de la actividad humana, es decir, de inteligencia, plan y designio.
Los rostros del Monte Rushmore:
¿por azar o por designio?
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El ejemplo más evidente de la segunda clase de orden es la información. Si encontramos un mensaje -si por ejemplo descubrimos nuestro nombre escrito en la arena en una playa- no concluimos que ha sido producido por causas naturales, por la acción de las olas. En toda nuestra experiencia, la información es sólo producida por seres inteligentes.
Ahora bien, la esencia de la vida es información: todos los procesos de la vida están controlados por el mensaje codificado dentro de la molécula del ADN. Si la información exige una fuente inteligente, ¿no debemos llegar a la conclusión de que el origen de la vida exige un Creador inteligente?
La siguiente entrevista la llevó a cabo la redactora investigadora Nancy Pearcey.
¿PUEDE LA SELECCIÓN REEMPLAZAR LA INTELIGENCIA?
N.P.: El principal argumento de su artículo es que tenemos una experiencia uniforme en contra de que la complejidad se forma en base de causas naturales. En cambio, la evolución atribuye tanto el origen como el desarrollo de la vida a la interacción del azar y de causas naturales. Así, en base de la norma de nuestra experiencia consecuente, la evolución no puede ser cierta.
Tanto Edwords como Thwaites, evolucionistas ambos, objetan a la premisa inicial que usted presenta. Ellos argumentan que para saber si la vida surgió de causas naturales, hemos de buscar y ver si hay alguna causa natural «a la altura de las circunstancias». Y sí que la hay: la evolución, o, específicamente, la selección natural. ¿Es la selección natural un mecanismo adecuado para explicar la vida?
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El ejemplo más evidente de la segunda clase de orden es la información. Si encontramos un mensaje -si por ejemplo descubrimos nuestro nombre escrito en la arena en una playa- no concluimos que ha sido producido por causas naturales, por la acción de las olas. En toda nuestra experiencia, la información es sólo producida por seres inteligentes.
Ahora bien, la esencia de la vida es información ...
GEISLER: En absoluto. No podemos hablar de selección natural con respecto al surgimiento de la primera forma de vida en un estanque con reactivos químicos -¡porque no había aún formas vivas que poder seleccionar! Incluso el dogmático evolucionista Dobzhansky reconoce que la selección natural no es aplicable al origen de la primera vida.
N.P.: Edwords y Thwaites se oponen a su limitación de la selección natural a un principio de conservación, pero no de creación. Usted dice que sólo actúa como un filtro para eliminar a los débiles y mal adaptados, y que sirve para mantener la fuerza y el vigor de la población, pero que no conduce a formas novedosas de organismos.
Ellos argumentan que la selección natural es creativa. ¿Qué responde usted a ello?
GEISLER: Lo que hacen es emplear la selección natural como un término mágico en lugar de dar una explicación. El mero hecho de emplear un término específico y de dotarle de unos poderes de designio no significa que en realidad pueda cumplir aquella tarea.
Que me muestren dónde la selección natural haya jamás creado un tipo de organismo genuinamente nuevo, o siquiera un órgano nuevo y funcional. Tienen que dar ejemplos -y eso no lo hacen.
Todo lo que vemos son viejos organismos adaptándose para sobrevivir. Yo considero que esto es una capacidad que Dios ha incluido en los organismos. Nadie niega que existe una selección natural, y que opera a este nivel. Lo que negamos es que pueda ser puesta en lugar de una previsión inteligente para producir nuevas formas de vida.
N.P.: Edwords parece creer que si podemos señalar cualquier cambio en los seres vivientes, ello es prueba de evolución. Los ejemplos que cita son casos de «microevolución», como las mutaciones o la aparición de nuevas variedades de virus y de bacterias.
GEISLER: Las nuevas variedades de virus o de bacterias no son creadas ex-nihilo. Tampoco varían de tipo respecto a sus predecesores. De modo que no se trata de ejemplos de evolución.
N.P.: Edwords argumenta que al afirmar que la selección natural no produce «una forma de vida enteramente nueva», usted se mete en una cuestión meramente semántica de la definición de especie. Los cambios pequeños se acumulan con el tiempo para producir la evolución a gran escala, según el darwinismo. De modo que tenemos un continuo ininterrumpido entre los cambios pequeños y observados -que usted reconoce- y los grandes cambios que llevarían a las nuevas formas de vida -que usted dice que no tuvieron lugar. ¿Se trata de una distinción meramente semántica?
GEISLER: Todo el punto de mi artículo es que la base para la creación es el principio de la uniformidad: lo que observamos con regularidad en el presente es la clave para comprender el pasado. Pero nunca observamos nada que se asemeje a grandes cambios ocurriendo en el presente.
La ciencia está edificada sobre el principio de la uniformidad. No me refiero al actualismo -se trata de algo diferente- sino que observamos de manera uniforme ciertas clases de causas para ciertas clases de efectos.
Los evolucionistas tienen que exhibir que en el presente experimentamos macrocambios, o que podríamos explicarlos mediante extrapolación de procesos científicos conocidos. Y no han mostrado lo uno ni lo otro.
El principio de la uniformidad es nuestro amigo
N.P.: Usted hace una distinción entre el orden que se halla en un ser vivo y el que se encuentra en un cristal. Este último, dice usted, es orden «redundante» -¿qué quiere decir con eso?
GEISLER: La principal diferencia reside en la información. La pauta de orden de un cristal no comunica información compleja: la pauta química de una molécula de ADN sí la comunica.
Cuando vemos información -incluso en una oración tan sencilla como «Beba Fanta»- inmediatamente suponemos que su fuente es un ser inteligente. Nadie supone que esta pauta fuese producida por un proceso al azar.
Un cristal posee una pauta, del mismo modo que un cristal de nieve tiene una pauta. Pero se trata de la misma pauta redundante, una y otra vez, como las olas del mar. Uno puede incluso conseguir una pauta en el aceite cuando se calienta sobre un mechero de Bunsen. Pero ninguna de estas cosas comunica información de alto nivel.
Como contraste, la cantidad de información en la primera célula viviente llenaría un volumen entero de la Encyclopedia Britannica. Carl Sagan dice que si detectamos una sola señal organizada del espacio exterior, nos dirá que hay seres muy inteligentes ahí fuera. Si un mensaje del espacio conduce a una conclusión así, entonces con toda certeza la inmensa cantidad de información en la primera célula viviente debería implicar un ser inteligente.
Los procesos naturales producen sólo pautas redundantes. Siempre que se comunica información de gran nivel, siempre se debe a un ser inteligente. Esta es nuestra experiencia uniforme -el principio de la uniformidad.
N.P.: Hablemos del empleo que usted hace de la uniformidad. El argumento tradicional en base del designio supone una analogía entre los artefactos humanos y el universo: si se precisa de inteligencia para explicar el origen de un artefacto, entonces se precisa de ella también para explicar el origen del universo, porque ambas cosas exhiben la misma clase de orden.
Usted moderniza el argumento tradicional, poniendo por analogía el principio de la uniformidad: el origen de la información en el pasado ha de ser como su origen en la experiencia presente. Ahora bien, históricamente se ha empleado este principio para sustentar el naturalismo, encerrándonos a considerar sólo las leyes y procesos naturales en acción en el presente. Pero usted lo emplea de una forma más amplia, permitiendo que conduzca a lo sobrenatural.
¿Es este un uso válido del principio de la uniformidad, o está usted empleando el naturalismo para sustentar el sobrenaturalismo, como alega Edwords, e incurre en contradicción?
GEISLER: No creo que hayan contestado a la esencia de mi argumento, que es que la ciencia está edificada sobre la uniformidad. La experiencia uniforme nos dice que siempre se precisa de un ser inteligente para comunicar información compleja; la primera vida conllevaba una información compleja; por ello, ha de venir de un ser inteligente.
N.P.: Usted volvía contra los evolucionistas un principio que ellos han empleado contra el creacionismo, mostrando que la uniformidad no tiene por que ser equivalente a naturalismo.
GEISLER: Sí, les estaba mostrando que el principio científico que ellos emplean para eliminar lo sobrenatural lo que hace en realidad es eliminar la evolución.
EVOLUCIÓN POR SUERTE
N.P.: Edwords ridiculiza el argumento del designio estableciendo un paralelismo evidentemente ridículo. Usted argumenta:
Las formas de vida y los artefactos exhiben ambos orden, y por ello los dos son productos de un designio inteligente.
Edwords parodia:
Las formas de vida y los artefactos tienen ambos color, y por ello ambos son productos de ... ¿qué ... un pintor?
GEISLER: Aquí tenemos un ejemplo de la falacia de enfatizar las cualidades accidentales. Es como la historia del tipo que bebió agua y vino, agua y whisky, agua y vodka, y llegó a la conclusión de que el agua le estaba emborrachando.
N.P.: ¿El color es una cualidad superficial, mientras que el orden es una cualidad esencial, estructural?
GEISLER: Cierto. Lo que digo es: mostradme una cosa que comunique información compleja y que, en toda vuestra experiencia, no procediese de un ser inteligente.
Si usted entra en mi cocina y ve el cereal con letras del alfabeto derramado sobre la mesa, y se leyese su nombre y dirección, ¿supondría acaso que el gato hizo caer la caja? Nunca en toda su experiencia ha visto usted esta clase de información producida por un derramamiento -ni por ningún otro acontecimiento al azar, como soplando las letras con un ventilador. Eso siempre las desordena.
Se dice que la ciencia está edificada sobre la uniformidad. Pero los evolucionistas necesariamente han de argumentar su postura admitiendo que la evolución es sumamente improbable -las probabilidades están en contra- y que sin embargo sucedió. Julian Huxley, en Evolution in Action, da la ilustración del caballo: la probabilidad de que evolucionase es de un uno contra un uno seguido por un millón de ceros (mil quinientas páginas de ceros): no obstante, mantiene él, sucedió.
Claro, podría suceder a pesar de la improbabilidad, del mismo modo que si yo lanzo tres dados, la probabilidad de conseguir tres «6» es una entre 216, pero podría suceder a la primera tirada. Sin embargo, si es así como sucedió la evolución, entonces tendrán que decir que la ciencia no está edificada sobre la regularidad y la uniformidad: ¡está edificada sobre la suerte!
Una razón por la que escribí aquel artículo era forzarlos a reconocer o bien que tenemos una base para el creacionismo, o que ellos no están haciendo ciencia. Para apoyar la evolución, tienen que decir que aunque las cosas no ocurren regularmente de esta manera, podría, por un desorbitado azar, haber ocurrido de esta manera en el origen de la vida -a pesar de todo lo que hay en contra.
Mi respuesta a esto es: ¿Desde cuándo la ciencia está edificada sobre un «desorbitado azar»? ¡Creía que estaba edificada sobre el principio de la uniformidad!
LA EXPERIENCIA UNIFORME
N.P.: Edwords y Thwaites atacan ambos el argumento del designio en el punto de la analogía entre los objetos de hechura humana y los naturales. La analogía se quiebra, argumentan ellos, porque a veces no podemos distinguir si un objeto es de hechura humana o si es natural. Una piedra lisa, por ejemplo, podría haber sido formada por el viento y las olas, o podría ser una herramienta primitiva de una cultura de la edad de piedra. De modo que no siempre podemos «concluir inmediatamente», como usted dice, que algo sea consecuencia de la inteligencia.
GEISLER: Esta objeción es un ardid lógico para apartar la atención del asunto principal. El punto en cuestión no gira alrededor de los casos dudosos en los que no lo sabemos, sino que gira alrededor de los casos claros que sí sabemos.
No hay duda alguna acerca de que la hipotética primera célula viviente tenía suficiente información para llenar un volumen de la Encyclopedia Britannica. No es como contemplar una mancha de tinta de Rorschach y preguntarse si es la luna o mi madre. Decir que el caso ambiguo nos libera del caso claro es una manera muy pobre de argumentar.
N.P.: Tal como se dice, las malas causas llevan a malas leyes. Pero lo que ellos quieren, me parece, es reformular el argumento de David Hume, del siglo dieciocho, contra el designio. Él cuestionaba que podamos hacer una analogía entre los artefactos y el mundo.
GEISLER: Sí, esto es lo que ellos están diciendo. Pero siempre razonamos desde la analogía -o uniformidad- a las causas no vistas. Cuando vemos la huella de un caballo en la arena, ¿cómo sabemos que la hizo un caballo? Porque toda la anterior experiencia nos dice que son los caballos los que dejan huellas de caballo. Mi argumento es que toda la experiencia previa nos dice que sólo los seres inteligentes dejan información compleja.
Hume dijo que no puedes saber que un reloj lo haya hecho un relojero si no has tenido la previa experiencia de ver a un relojero haciendo relojes. Mi argumento es que sí tenemos experiencia previa de ver a seres inteligentes produciendo información compleja. Lo vemos cada vez que escribimos una oración; lo oímos cada vez que hablamos. De modo que toda la experiencia anterior me dice que cuando llego a una oración que no he visto que nadie escribiese, ha de haber un ser inteligente detrás de ella.
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... siempre razonamos desde la analogía -o uniformidad- a las causas no vistas. Cuando vemos la huella de un caballo en la arena, ¿cómo sabemos que la hizo un caballo? Porque toda la anterior experiencia nos dice que son los caballos los que dejan huellas de caballo. Mi argumento es que toda la experiencia previa nos dice que sólo los seres inteligentes dejan información compleja.
N.P.: Los escritores de Creation/Evolution ponen esto del revés -como lo hizo Hume- y argumentan que uno tiene experiencia de humanos haciendo cosas, pero que uno no tiene experiencia de la creación de la vida. De modo que no se tiene una «experiencia uniforme» a la que apelar.
GEISLER: No, y ellos tampoco tienen ninguna experiencia de la evolución de la vida.
Nadie tiene una experiencia de seres extraterrestres, y sin embargo ellos han emprendido el proyecto SETI (Search for Extra-Terrestrial Life [Búsqueda de Vida Extraterrestre]). Si ellos llegan a detectar un solo mensaje de radio -aunque no vean a este ser, aunque nadie haya visto uno antes- ¿qué supondrán? ¿Supondrán que hay seres inteligentes ahí fuera?
Es la misma clase de argumento para el origen de la vida. Si uno puede inferir la existencia de un ser inteligente en base de un solo mensaje recibido por medio del radiotelescopio, ¿por qué entonces no se puede inferir la existencia de un ser inteligente en base una primera célula con todo un volumen lleno de información?
Mi ilustración en el artículo es el Monte Rushmore. Incluso si uno jamás hubiese visto una talla de roca así, ni a nadie tallando roca, sabría sin embargo que un ser inteligente es su autor. Uno no tiene que ver al Creador para saber que la vida es una creación.
«DIOS PODRÍA HABERLO HECHO MEJOR»
N.P.: ¿Cómo trata usted el argumento del designio frente al problema del mal? Darwin rechazó el designio porque pensaba que significaba que el mal en el mundo había de formar parte del plan de Dios. Y en este caso, ¿cómo podría Dios ser bueno?
Thwaites suscita la misma cuestión, citando incluso a Darwin:
Me parece que hay demasiada miseria en el mundo. No puedo convencerme de que un Dios benéfico y omnipotente hubiera podido crear a propósito las Ichneumonidae con la expresa intención de que se alimentasen de los cuerpos vivos de orugas, ni que un gato jugase con los ratones. No creyendo esto, no veo necesidad de creer que el ojo fuese diseñado de manera expresa.
¿Cómo se enfrenta uno a esta objeción?
GEISLER: El argumento del designio no pretende ser toda la teología cristiana. Dentro del marco científico como tal, todo lo que pretende mostrar es que tiene que haber un Creador inteligente de la vida, nada más que esto. Para tratar el problema del mal, es preciso ir más allá del ámbito de este argumento científico.
En mi artículo dejé claro que es posible que la creación sea imperfecta y que el argumento del designio siga vigente. Refiriéndome a la ilustración del Monte Rushmore, escribí:
Tampoco ... invalidaría nuestra conclusión de una fuente inteligente que tras un examen más atento de los rostros resultasen estar hechos de manera imperfecta. No es necesaria que una representación sea perfecta para demostrar que sea por designio.
Argumentar en base de la imperfección es decir que si una oración tiene una palabra con faltas de ortografía, no puede haber sido escrita por un ser inteligente. Todo lo que mi argumento quería mostrar era la creación por un ser inteligente -no quería mostrar por sí mismo que este Ser sea absolutamente perfecto e idéntico al Dios de la Biblia, y todas las otras doctrinas teológicas derivadas de la revelación.
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El argumento del designio ... todo lo que pretende mostrar es que tiene que haber un Creador inteligente de la vida, nada más que esto.
N.P.: Una objeción final suscitada por Thwaites contra el designio es una variación del argumento de la imperfección, esta vez dirigido no al mal ni al sufrimiento sino a un supuesto diseño deficiente. Las estructuras orgánicas no siempre parecen haber sido diseñadas de forma expresa para las funciones para las que sirven. Este argumento está comenzando a surgir aquí y allá, especialmente en los escritos de Stephen J. Gould. (Él, a su vez, aparentemente lo derivó de Simpson -véase capítulo XII, «The Opportunism of Evolution», en The Meaning of Evolution.)
Thwaites cita la obra de Gould El pulgar del panda, donde Gould señala que el «pulgar» del panda es aparentemente un hueso de la muñeca, reelaborado de una manera ad hoc para que funcione de forma similar a un pulgar. Si hubo un Creador, la estructura y la función deberían concordar perfectamente; pero en este caso, algo que es normalmente una muñeca ha sido expropiado para servir a otra función.
El mismo Darwin empleó este argumento. Gould escribe:
Darwin incluso escribió todo un libro acerca de las orquídeas para argumentar que las estructuras que evolucionaron para asegurar la fertilización mediante insectos están construidas de manera chapucera en base de partes disponibles empleadas por las antepasadas para otros propósitos. Las orquídeas son máquinas de Rube Goldberg; un ingeniero perfecto desde luego habría producido algo mejor (Ever Since Darwin, pág. 91).
GEISLER: ¿Cómo sabemos que una estructura tiene sólo una función «apropiada», que el pulgar del panda tenía el «propósito» de ser un hueso de la muñeca? Las sillas fueron diseñadas para sentarse en ellas, pero cuando tengo que cambiar una bombilla, son también realmente útiles para subirse a ellas.
¿Por qué una cosa ha de tener un solo propósito? A mí me parecería una señal de inteligencia (o en los animales, de capacidad de adaptar lo que Dios ha producido en ellos) ser capaz de emplear cosas para diversos propósitos.
N.P.: Este argumento parece descansar sobre una asunción de omnisciencia: que yo conozco el propósito «apropiado» para esta estructura, de modo que lo que tengo ante mí es evidentemente una mera reelaboración ad hoc de la misma. Por ejemplo, ¿cuál de las muchas modificaciones del esqueleto de los vertebrados es la «apropiada»?
Y sin embargo, este es el ejemplo que emplea Gould. Aquí tenemos otra cita:
La evolución se encuentra expuesta a las imperfecciones que registran una historia de descendencia. ¿Por qué iba una rata a correr, un murciélago a volar, una marsopa a nadar, y yo a escribir este ensayo con estructuras constituidas por los mismos huesos, excepto que todos las hayamos heredado de un antepasado común? Un ingeniero, comenzando de cero, podría diseñar mejores miembros en cada caso. (Discover, mayo de 1981, énfasis añadido).
GEISLER: ¿Cómo se sabe que algo es «imperfecto»? Cuando se dice que algo es imperfecto, lo que se implica es que se conoce la norma de la perfección.
Decir que porque tú no veas ningún propósito ni designio en la forma en que está hecha esta estructura, que por ello no tiene ninguno, es una muestra de gran presunción. Si tú no ves ningún propósito, todo lo que ello significa es que tú no lo ves, no que no esté ahí. Es un argumento de la ignorancia.
N.P.: Observe que él también supone que un Creador habría comenzado de cero en cada caso. No debería haber similaridades, ni un plan común adaptado para diferentes funciones. Por ello, cuando halla similaridades, las considera como prueba de que no hubo Creador. Este es simplemente el antiguo argumento de la similaridad revestido de un nuevo lenguaje.
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CÓMO FUNCIONA: NO CÓMO SE ORIGINA
N.P.: Tengo una pregunta personal. ¿Cómo es que usted, con su instrucción filosófica, y no científica, llegó a involucrarse en este debate acerca de los orígenes?
GEISLER: Siempre he estado interesado en la apologética cristiana, incluyendo los aspectos científicos de la apologética. Lo que ha avivado mi interés en los últimos diez años, sin embargo, es que podía ver que los temas no eran puramente científicos. Eran también filosóficos. Los evolucionistas están empleando argumentos filosóficos y tenemos que responderles filosóficamente.
Hay dos principios que, si son comprendidos, hacen posible entender toda la literatura anti-creacionista. El primero es que los evolucionistas dan el naturalismo por supuesto. Todos ellos dicen: no es una causa natural, por tanto, no es ciencia. Esto es una petición de principio: suponen de entrada que sólo las causas naturales son científicas.
En segundo lugar, confunden la diferencia entre ciencia de los orígenes y la ciencia operativa. Los evolucionistas, como argumenta Wilder-Smith en Man's Origin, Man's Destiny, no comprenden que los principios por los que un motor funciona no originarán el motor. El Principio de Originación es una creación inteligente; el principio de operación es la ley natural. Las leyes naturales explican la operación de las cosas en la naturaleza, pero no explican el origen de las mismas.
El principio que traté que quedase patente en el artículo en Creation/Evolution es el Principio de Originación. Allí donde uno ve información completa -incluso si se trata de algo singular como los rostros en el Monte Rushmore, o si se trata de algo que uno ve sólo una vez- sabe en base de la experiencia uniforme que tiene que deberse a una originación inteligente.
Ahora bien, las leyes por las que la naturaleza opera en consecuencia, incluyendo las que se dan sobre el Monte Rushmore, han sido exactamente las mismas desde que los rostros fueron tallados -es decir, la Segunda Ley de la Termodinámica está en operación, y los rostros se están erosionando debido al viento, la lluvia y otros meteoros. Pero estas mismas fuerzas jamás hubiesen podido formar los rostros.
N.P.: Muchas gracias, doctor Geisler, por el tiempo que nos ha dedicado. Querría hacer saber a nuestros lectores que también está por publicarse un artículo suyo defendiendo la perspectiva creacionista en la revista Journal of the American Scientific Affiliation. También esperamos ver su próximo libro, escrito en colaboración con el doctor Charles Thaxton, sobre la historia de la controversia creación/evolución.
GEISLER: Quizá deberíamos incluir una nota en el sentido de que habéis enviado una respuesta a Creation/Evolution, y aunque no sé si la publicarán, valdrá la pena esperar y ver.
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Fuente: Bible-Science Newsletter, marzo 1985, pags. 1ss.
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El doctor Norman Geisler enseña en el Seminario Teológico de Dallas, es un orador popular, y actuó como testigo por la creación en el juicio de la ley de Arkansas pidiendo un trato equilibrado sobre los orígenes. Su propio relato del juicio se encuentra en su libro, Creator in the Courtroom [El creador en la sala de vistas].
Sus otros libros incluyen The Philosophy of Religion (Zondervan, 1974), Christian Apologetics (Baker Book House, 1976) y Biblical Errancy: An Analysis of its Philosophical Roots (Zondervan, 1981). Es el editor de Inerrancy (Zondervan, 1979).
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