De sobra conocen los asiduos de este foro la poca seriedad y la nula honradez de la secta remanente, cuyos componentes se aplican, con evidente autobombo, el calificativo de “entendidos” en cuestiones proféticas, dietéticas y demás. Ha quedado demostrada de manera contundente la inexistencia de base bíblica o histórica para sus delirantes interpretaciones, partiendo de su ensueño sobre una autorización supuestamente dada por Artajerjes I Longímano en el otoño de 457 a.C. para que el sacerdote Esdras reedificase la ciudad de Jerusalén y para el resto de sus interpretaciones proféticas. Por supuesto, los susodichos sujetos jamás han presentado ningún pasaje de la Biblia que hable ni de esa inexistente autorización de Artajerjes ni que mencione el otoño del año 457 a.C., y ya resulta patético verlos balbucir intentos de disculpa que a nadie convencen. Ellos son así, y ha sido para mí un auténtico placer contribuir a desenmascarar el engaño permanente que abrigan esas gentes.
Dirán algunos que el tipo de crítica que empleamos varios foristas contra la secta en cuestión es demasiado “técnica”, y que su dominio no está al alcance de la mayoría, pues requiere ciertos conocimientos exegéticos e históricos que no es fácil adquirir. Aunque la base misma del adventismo descansa en unos supuestos fundamentos técnicos cuya refutación forzosamente requiere más conocimientos que los que sus fundadores pergeñaron para cometer su fraude fundacional, es cierto que tales discusiones se adentran en terrenos que pocos podrían pisar por sí solos. Sin embargo, la naturaleza engañosa del adventismo es posible detectarla sin grandes conocimientos históricos ni exegéticos. Basta conocer la Biblia en el idioma nativo de cada cual (en nuestro caso, el español) y, después, fijarse en la manera en que las publicaciones adventistas intentan justificar sus peculiares interpretaciones.
Leía el otro día, porque ello me divierte, un libro adventista “importante”. Se trata del libro titulado Symposium on Revelation, en dos tomos, obra publicada por el BRI en 1992. El tomo 2 dedica unas cuantas páginas a exponer las ensoñaciones adventistas sobre Apocalipsis 13. Quienes lean esto, sean adventistas o no, sabrán probablemente que, según los “pioneros” de la secta remanente, “la bestia” que sale del mar al comienzo de dicho capítulo es “el papado”, o “la Iglesia Católica Romana” o “la jerarquía de la misma”. Por otra parte, según el mismo engaño, la segunda bestia del capítulo, la que sale de la tierra, es, ni más ni menos, que “los Estados Unidos de América”, o su gobierno, constituido como república democrática. Además, la “imagen de la [primera] bestia” es “el protestantismo apóstata”. En la mentalidad de los sujetos que así designan a una parte tan importante de la cristiandad, el protestantismo se volvió “apóstata” por rechazar los delirios de William Miller y por no hacer caso de las teorías adventistas. No es necesario insistir en el despropósito exegético e histórico de semejantes identificaciones, pero será útil fijarnos en el tipo de argumentaciones empleadas por los apóstoles del engaño para intentar sustentar tales mentiras.
En su “exposición” sobre la primera bestia de Apocalipsis 13, nuestros “amigos” de la secta remanente suelen afirmar, alegremente, por ver si sus oyentes son tan ingenuos como para creerse sus embustes, que la bestia en cuestión había de recibir una herida mortal, o casi mortal, al final mismo de su carrera de 42 meses, que, según ellos son “1260 años” que, supuestamente, se extendieron entre 538 y 1798 d.C. Ahora bien, dado que la Biblia indica que la herida mortal fue sanada, esos intrépidos “intérpretes” aseguran que la bestia experimentaría, después de 1798, una especie de “resurrección” y que volvería por sus fueros a anteriores tiempos de grandeza y de persecución. Ahora, dejemos la historia a un lado, pues es innecesaria para desmontar el embuste de esos engañadores. ¿Dónde dice Juan que la bestia surgida del mar fuera a tener dos fases en su actividad (una primera, que duraría 42 meses, y una segunda, de duración indeterminada, posterior a la curación de una herida infligida al final de los 42 meses anteriores)? ¿Dónde describe Juan que, en algún momento de la carrera infame de la bestia cercano a su final, dicha fiera fuera a recibir una herida por parte de un enemigo? La respuesta a ambas preguntas es: EN NINGÚN SITIO. El postulado adventista es un fraude de principio a fin, pues Juan no dice ni insinúa tal cosa. De hecho, lo escrito por Juan DESMIENTE el postulado adventista. Leamos con atención lo que de verdad dice Juan:
“Y el dragón se plantó a la orilla del mar. Entonces vi que del mar subía una bestia, la cual tenía diez cuernos y siete cabezas. En cada cuerno tenía una diadema, y en cada cabeza un nombre blasfemo contra Dios. La bestia parecía un leopardo, pero tenía patas como de oso y fauces como de león. El dragón le confirió a la bestia su poder, su trono y gran autoridad. Una de las cabezas de la bestia parecía haber sufrido una herida mortal, pero esa herida ya había sido sanada. El mundo entero, fascinado, iba tras la bestia” (13:1-3, NVI).
¿Nos hemos fijado? Juan describe lo que ve en visión. Observa una bestia terrible que surge del mar y describe el aspecto que tenía en ese momento. No hace falta que insistamos en que esa bestia contiene elementos de las cuatro bestias de Daniel 7, sin ser ninguna de ellas. En lo que hay que fijarse ahora es que Juan NO DICE que esa bestia surgida del mar fuera a realizar ciertas acciones al final de las cuales hubiera de recibir una herida mortal. No, no dice tal impostura. Muy al contrario: Cuando la describe surgiendo del mar YA HABÍA RECIBIDO su herida, y esta ya había sido sanada. El mundo se fascina precisamente por eso. No consta en la visión ningún tipo de actividad de esa bestia que sea ANTERIOR a la recepción de su herida y a su curación. Tales conceptos no son más que un engaño adventista carente del menor apoyo bíblico. Y esto, amigos, puede descubrirlo cualquiera que lea la Biblia sin atolondramientos sectarios.
Pasemos a la segunda bestia. Según el adventismo, el hecho de que esa bestia tenga cuernos de cordero sugiere que se trata de una potencia de naturaleza muy distinta a aquella que pueda estar representada por un dragón o seres espantosos semejantes. Dicen tales “intérpretes” que, dado que el dragón representa (según cuentan) al Imperio romano, y que la primera bestia representa (según aseguran) al papado, la segunda bestia tiene que representar a una nación amable, primorosa, cristiana o cuasicristiana, pues eso, dicen, representan los cuernos “blanditos” de un cordero. La ocurrencia de que los cuernos de un cordero puedan ser “blanditos” solo puede provenir de alguien o demasiado cínico o demasiado desconocedor de la biología ovina, amén de alguien que de Biblia no sabe nada. Veamos. En Daniel 8 aparecen dos animales. El primero es un carnero, o sea, un cordero adulto. El pasaje dice explícitamente que ese animal tenía cuernos con los que embestía en ciertas direcciones. ¿Se le ha ocurrido a algún “intérprete” adventista que los cuernos de ese carnero fueran blanditos? ¿Se le ha ocurrido a algún engañador de la secta remanente que esos cuernos representaran una nación amable, encantadora y casi cristiana? No, ¿verdad? Entonces, ¿puede alguien justificar el engañoso proceder de los “expertos” “intérpretes” adventistas para intentar adjudicar los cuernos de la segunda bestia de Apocalipsis 13 a una nación concreta del continente americano? Obviamente, tal proceder no tiene justificación exegética de ningún tipo.
Pero no se quedan ahí los desvaríos de nuestros “amigos” de la secta remanente. Según su rocambolesca ideología, esa potencia que “empezaría” teniendo características tan presuntamente amables y primorosas, “acabaría” hablando como dragón, por lo que prevén que la potencia en cuestión se acabará volviendo opresora, después de haber tenido un comienzo tan prometedor. ¿Dice Juan algo remotamente semejante al esquizofrénico escenario adventista? Veamos:
“Después vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón” (13:11).
¿Nos hemos fijado bien? ¿Dice acaso Juan que la bestia en cuestión “empezaría” teniendo cuernos como los de un cordero y que “acabaría” hablando como un dragón? No, no dice tal cosa. Dice que la bestia tenía cuernos como los de un cordero pero que hablaba como un dragón. ¿Es que Juan insinúa que le cambió la voz a la bestia al llegarle la pubertad? Antes de hablar como un dragón, ¿trinaba acaso? ¿Se le cayeron los cuernos cuando “empezó” a hablar como un dragón? ¿Se volvieron, acaso, más queratinosos?
Ya ven, apreciados foristas, las trampas que suelen tender los presuntos “teólogos” de la secta remanente para embaucar a incautos y a personas que no conocen la Biblia. Gracias a Dios, quienes tenemos la fortuna de conocerla estamos a salvo de las asechanzas que tales engañadores idean para descerebrados y estamos más que preparados para desenmascarar la maldad radical de sus falsas enseñanzas en cualquier foro.
Dirán algunos que el tipo de crítica que empleamos varios foristas contra la secta en cuestión es demasiado “técnica”, y que su dominio no está al alcance de la mayoría, pues requiere ciertos conocimientos exegéticos e históricos que no es fácil adquirir. Aunque la base misma del adventismo descansa en unos supuestos fundamentos técnicos cuya refutación forzosamente requiere más conocimientos que los que sus fundadores pergeñaron para cometer su fraude fundacional, es cierto que tales discusiones se adentran en terrenos que pocos podrían pisar por sí solos. Sin embargo, la naturaleza engañosa del adventismo es posible detectarla sin grandes conocimientos históricos ni exegéticos. Basta conocer la Biblia en el idioma nativo de cada cual (en nuestro caso, el español) y, después, fijarse en la manera en que las publicaciones adventistas intentan justificar sus peculiares interpretaciones.
Leía el otro día, porque ello me divierte, un libro adventista “importante”. Se trata del libro titulado Symposium on Revelation, en dos tomos, obra publicada por el BRI en 1992. El tomo 2 dedica unas cuantas páginas a exponer las ensoñaciones adventistas sobre Apocalipsis 13. Quienes lean esto, sean adventistas o no, sabrán probablemente que, según los “pioneros” de la secta remanente, “la bestia” que sale del mar al comienzo de dicho capítulo es “el papado”, o “la Iglesia Católica Romana” o “la jerarquía de la misma”. Por otra parte, según el mismo engaño, la segunda bestia del capítulo, la que sale de la tierra, es, ni más ni menos, que “los Estados Unidos de América”, o su gobierno, constituido como república democrática. Además, la “imagen de la [primera] bestia” es “el protestantismo apóstata”. En la mentalidad de los sujetos que así designan a una parte tan importante de la cristiandad, el protestantismo se volvió “apóstata” por rechazar los delirios de William Miller y por no hacer caso de las teorías adventistas. No es necesario insistir en el despropósito exegético e histórico de semejantes identificaciones, pero será útil fijarnos en el tipo de argumentaciones empleadas por los apóstoles del engaño para intentar sustentar tales mentiras.
En su “exposición” sobre la primera bestia de Apocalipsis 13, nuestros “amigos” de la secta remanente suelen afirmar, alegremente, por ver si sus oyentes son tan ingenuos como para creerse sus embustes, que la bestia en cuestión había de recibir una herida mortal, o casi mortal, al final mismo de su carrera de 42 meses, que, según ellos son “1260 años” que, supuestamente, se extendieron entre 538 y 1798 d.C. Ahora bien, dado que la Biblia indica que la herida mortal fue sanada, esos intrépidos “intérpretes” aseguran que la bestia experimentaría, después de 1798, una especie de “resurrección” y que volvería por sus fueros a anteriores tiempos de grandeza y de persecución. Ahora, dejemos la historia a un lado, pues es innecesaria para desmontar el embuste de esos engañadores. ¿Dónde dice Juan que la bestia surgida del mar fuera a tener dos fases en su actividad (una primera, que duraría 42 meses, y una segunda, de duración indeterminada, posterior a la curación de una herida infligida al final de los 42 meses anteriores)? ¿Dónde describe Juan que, en algún momento de la carrera infame de la bestia cercano a su final, dicha fiera fuera a recibir una herida por parte de un enemigo? La respuesta a ambas preguntas es: EN NINGÚN SITIO. El postulado adventista es un fraude de principio a fin, pues Juan no dice ni insinúa tal cosa. De hecho, lo escrito por Juan DESMIENTE el postulado adventista. Leamos con atención lo que de verdad dice Juan:
“Y el dragón se plantó a la orilla del mar. Entonces vi que del mar subía una bestia, la cual tenía diez cuernos y siete cabezas. En cada cuerno tenía una diadema, y en cada cabeza un nombre blasfemo contra Dios. La bestia parecía un leopardo, pero tenía patas como de oso y fauces como de león. El dragón le confirió a la bestia su poder, su trono y gran autoridad. Una de las cabezas de la bestia parecía haber sufrido una herida mortal, pero esa herida ya había sido sanada. El mundo entero, fascinado, iba tras la bestia” (13:1-3, NVI).
¿Nos hemos fijado? Juan describe lo que ve en visión. Observa una bestia terrible que surge del mar y describe el aspecto que tenía en ese momento. No hace falta que insistamos en que esa bestia contiene elementos de las cuatro bestias de Daniel 7, sin ser ninguna de ellas. En lo que hay que fijarse ahora es que Juan NO DICE que esa bestia surgida del mar fuera a realizar ciertas acciones al final de las cuales hubiera de recibir una herida mortal. No, no dice tal impostura. Muy al contrario: Cuando la describe surgiendo del mar YA HABÍA RECIBIDO su herida, y esta ya había sido sanada. El mundo se fascina precisamente por eso. No consta en la visión ningún tipo de actividad de esa bestia que sea ANTERIOR a la recepción de su herida y a su curación. Tales conceptos no son más que un engaño adventista carente del menor apoyo bíblico. Y esto, amigos, puede descubrirlo cualquiera que lea la Biblia sin atolondramientos sectarios.
Pasemos a la segunda bestia. Según el adventismo, el hecho de que esa bestia tenga cuernos de cordero sugiere que se trata de una potencia de naturaleza muy distinta a aquella que pueda estar representada por un dragón o seres espantosos semejantes. Dicen tales “intérpretes” que, dado que el dragón representa (según cuentan) al Imperio romano, y que la primera bestia representa (según aseguran) al papado, la segunda bestia tiene que representar a una nación amable, primorosa, cristiana o cuasicristiana, pues eso, dicen, representan los cuernos “blanditos” de un cordero. La ocurrencia de que los cuernos de un cordero puedan ser “blanditos” solo puede provenir de alguien o demasiado cínico o demasiado desconocedor de la biología ovina, amén de alguien que de Biblia no sabe nada. Veamos. En Daniel 8 aparecen dos animales. El primero es un carnero, o sea, un cordero adulto. El pasaje dice explícitamente que ese animal tenía cuernos con los que embestía en ciertas direcciones. ¿Se le ha ocurrido a algún “intérprete” adventista que los cuernos de ese carnero fueran blanditos? ¿Se le ha ocurrido a algún engañador de la secta remanente que esos cuernos representaran una nación amable, encantadora y casi cristiana? No, ¿verdad? Entonces, ¿puede alguien justificar el engañoso proceder de los “expertos” “intérpretes” adventistas para intentar adjudicar los cuernos de la segunda bestia de Apocalipsis 13 a una nación concreta del continente americano? Obviamente, tal proceder no tiene justificación exegética de ningún tipo.
Pero no se quedan ahí los desvaríos de nuestros “amigos” de la secta remanente. Según su rocambolesca ideología, esa potencia que “empezaría” teniendo características tan presuntamente amables y primorosas, “acabaría” hablando como dragón, por lo que prevén que la potencia en cuestión se acabará volviendo opresora, después de haber tenido un comienzo tan prometedor. ¿Dice Juan algo remotamente semejante al esquizofrénico escenario adventista? Veamos:
“Después vi otra bestia que subía de la tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón” (13:11).
¿Nos hemos fijado bien? ¿Dice acaso Juan que la bestia en cuestión “empezaría” teniendo cuernos como los de un cordero y que “acabaría” hablando como un dragón? No, no dice tal cosa. Dice que la bestia tenía cuernos como los de un cordero pero que hablaba como un dragón. ¿Es que Juan insinúa que le cambió la voz a la bestia al llegarle la pubertad? Antes de hablar como un dragón, ¿trinaba acaso? ¿Se le cayeron los cuernos cuando “empezó” a hablar como un dragón? ¿Se volvieron, acaso, más queratinosos?
Ya ven, apreciados foristas, las trampas que suelen tender los presuntos “teólogos” de la secta remanente para embaucar a incautos y a personas que no conocen la Biblia. Gracias a Dios, quienes tenemos la fortuna de conocerla estamos a salvo de las asechanzas que tales engañadores idean para descerebrados y estamos más que preparados para desenmascarar la maldad radical de sus falsas enseñanzas en cualquier foro.